Hace unos años, por iniciativa de la rectora Jaramillo la carrera de Diseño Industrial de la Universidad se abocó a la realización de un bandoneón de estudio. La investigación llevó tiempo y esfuerzo, y cristalizó en el “Pichuco I”, trabajo que ganó el Premio Innovar en el año 2012.

En una nueva etapa de este desarrollo, hace cerca de un año se formó un equipo arraigado en el departamento de Humanidades y Artes para efectivizar la producción del “Pichuco II”, diseñado a partir de su homónimo. El máximo responsable del equipo es Daniel Bozzani, director del departamento; a él se suma Guillermo Andrade, director de la carrera de Diseño Industrial; la licenciada Valeria Suárez, Secretaria Académica, a cargo del proyecto pedagógico; y Daniel López y Fernando “Chapu” Recupero son los encargados directos de la producción. El equipo se completa con los profesores Julio Coviello y Cecilia Barreiro –quienes están desarrollando el proyecto pedagógico- y Alejandro Humar por el departamento de Humanidades y Artes, a cargo de la documentación y del trabajo sobre los fuelles.

Esta nueva etapa contempla un convenio con la Casa del Bandoneón –cuyo responsable es Oscar Fischer- para la provisión de máquinas y peines: el objetivo del convenio es la construcción de 36 bandoneones, número que los responsables planean alcanzar para noviembre de este año.

“Teníamos un bandoneón, todo el mundo hablaba de él, pero era un prototipo –dice el maestro Bozzani, director de Humanidades y Artes-. Había algunas propuestas de realizar toda la matricería pero costaba mucho dinero. Para no abortar el proyecto, que consistía en un bandoneón absolutamente industrializado, se nos ocurrió un ‘Pichuco II’: una mezcla del diseño que se hizo en la carrera de Diseño Industrial más una parte de luthería, más artesanal. Armamos un equipo siempre con la participación de Guillermo Andrade, director de la carrera de Diseño Industrial, y con gente que trabajó en principio en el proyecto, y nos pusimos a darle forma a esta nueva etapa”.

A partir de su experiencia como músico, Bozzani dice que “cada instrumento por más que su proceso sea industrializado, tendrá un componente manual, artesanal, de afinación, etc., que hará que cada instrumento sea particular y único. No son máquinas, no son computadoras. Hay un componente de luthería muy importante que es muy difícil de reemplazar. La idea sería industrializar la producción todo lo posible y llegar a una especie de mix: a un 80/20. Pero siempre con un 20 por ciento de componente artesanal, aproximadamente”.

El Pichuco II reemplaza la parte de polímero de las cajas por piezas de carpintería con un valor agregado: son maderas recuperadas del patrimonio de la UNLa. “Ahora la Casa del Bandoneón está armando la maquinaria, pero la idea es en el futuro tener una cortadora láser, una matricería que nos permita hacer los peines, que son lo que hace sonar realmente el bandoneón, también las botoneras. Este momento del desarrollo tiene un resultado concreto que nos va a permitir poner en valor todos estos años de investigación, trabajo y experiencia. Estamos contentos porque se está materializando. Es importante porque es seguir caminando sobre el proyecto y mientras tanto aprender, valorizar, capitalizar. La idea es que en todas las provincias haya dos o tres bandoneones al lado de algún piano y que sea un reservorio patrimonial y cultural, en tanto se promueva la curiosidad de aprender un instrumento que nos es tan particular no solo en el tango, sino también en el chamamé y otros ritmos de nuestra cultura”.

Todos los pasos y los procesos se están catalogando y documentando: las características del Pichuco I, del Pichuco II, qué cosas se incorporan, qué cambios surgen. “Hay que construir un historia, también. La construcción que tiene este componente artesanal es también una construcción colectiva, y los aportes de cada uno desde la técnica, los materiales, la estética, hay que tenerlos en cuenta”.

Luthería en la UNLa
“En el departamento queremos crear una Tecnicatura en Luthería –anuncia Bozzani-. No solo en bandoneón sino también en otros instrumentos. Hay una sola carrera a nivel universitario de luthería que está en la Universidad de Tucumán; nosotros empezaríamos con una tecnicatura. Es todo un proceso el recibir las demandas de la sociedad e instalar en la comunidad académica la necesidad de atender a estos requerimientos: no fue casual que se hiciera la Feria de Luthería el año pasado, y que este año se va a repetir con más protagonismo del Pichuco II. Las artes y los oficios están en el ADN de la UNLa, y la idea es empezar a armarlos de a poco”.

 

 

Construyendo el Pichuco

“Lo primero que hicimos antes de empezar la producción fue estudiar toda la información disponible –dice Daniel López, responsable del área de Patrimonio Histórico de la UNLa-. Conseguimos madera, hicimos cortar algunas piezas con láser, y ‘Chapu’ estuvo todo el año 2016 estudiando luthería en la Casa del Bandoneón. Por otro lado, estamos generando nuevos planos, porque si bien la caja mantiene su estética original planteada por Diseño Industrial, nosotros propusimos una nueva construcción. En un futuro nuestra intención es poder sumar a trabajadores que no sean súper especializados, y que con los métodos y dispositivos nuestros puedan trabajar en la fabricación de los bandoneones. Lo estamos encarando de una manera romántica, auténtica. En la primera etapa, de estudio e investigación, desarmamos un bandoneón Doble A y vimos que la caja estaba construida con tres maderas de pino y una de pinotea”. Fernando “Chapu” Recupero añade que “era la época de posguerra; usaban lo que encontraban. Las ciudades estaban destruidas. Era una madera liviana, no pesada”. “Nos asombramos porque pensábamos que debian de usar unas maderas selectas –continúa López-. Descubrimos que también procesaban madera, lo cual nos dio una idea de cómo encarar la fabricación nosotros”.

A partir de este descubrimiento, López y Recupero se decidieron a utilizar maderas como las puertas de un locker y algunos muebles del pasado ferroviario de la UNLa: “ya no servían para un uso museológico, así que las pasamos a madera y las hicimos bandoneón”.

La máquina del Pichuco II tiene una potencia, una calidad y una afinación excelentes, y la terminación es simple y bonita. “El fuelle es una innovación total –dice Recupero-. El bandoneón original tiene muchas piezas y se pega con unas varillitas, pero en el caso del Pichuco I el fuelle era similar al de las antiguas cámaras fotográficas: casi único, hecho solo en tres partes. Cuando vimos eso lo reconocimos como una fortaleza. Readaptamos entonces esta idea que funcionaba bien. La terminación no pierde una gota de aire: es una maravilla”.

El entusiasmo por el desafío y las ganas de innovar hicieron que Recupero y López hablaran con el dueño de una fábrica de cajas de cartón para pizzas, quien finalmente creó una matriz de corte que simplificó al extremo la construcción de los fuelles. “Con esa matriz –dice Recupero- de 24 horas para producir un solo fuelle pasamos a cuatro horas. Hasta entonces teníamos que hacer tres fuelles para un solo bandoneón, y tardábamos tres días”. “Nos volvimos especialistas en el fuelle –dice López-. Lo defendemos como la súper innovación que hizo Diseño Industrial inicialmente. Hasta podríamos ponérselos a los bandoneones alemanes. Otra innovación muy importante, propuesta por Fernando, fue ponerle tornillos en lugar de la mariposa original para cerrar las tapas, teniendo en cuenta que los van a tocar niños: si los deditos van a las mariposas y estas se desenroscan, se cae la tapa, y adentro es todo muy frágil”.

La estética del Pichuco II es amigable y liviana: la prueba de su atracción es que cuando el instrumento fue presentado a chicos y chicas de 11 y 12 años en el Programa de Verano, “se peleaban porque querían ‘el bandoneón granate’. A pesar de que teníamos diez bandoneones de gran calidad que nos habían prestado especialmente para el Taller de Oficios: había bandoneones bellísimos, de mucho ‘pedigree’”, cuenta Daniel López. “Todos quieren que el bandoneón sea popular y estamos consiguiendo, sí, que se vuelva popular: un proyecto conjunto, transversal, donde todos nos involucramos”.

 

Pichuco va a la escuela

El “Pichuco” no es solo un bandoneón que se construye en la Universidad, sino que el proyecto tiene una parte pedagógica importantísima, que consiste en el desarrollo de un sistema de enseñanza de bandoneón dirigido en principio a niños el cual está ampliándose, en la actualidad, para llegar también a otros públicos.

“Cuando apareció aquí en la Secretaría el proyecto pedagógico –dice la Secretaria Académica Valeria Suárez- ya no se trataba solo de la construcción del bandoneón sino que la idea era enseñarlo de una manera accesible para los niños. En algunos conservatorios existe la carrera de Bandoneón. Lo estudian muy pocos, y es un aprendizaje de conservatorio, que lleva muchos años. Entonces la búsqueda fue cómo hacer también que el instrumento sea accesible para que los chicos puedan hacer por lo menos una introducción”.

En el proyecto pedagógico se está trabajando con dos profesores: Cecilia Barreiro, musicoterapeuta, y Julio Coviello, bandoneonista. “Ellos proponían un aprendizaje a partir de unas tarjetas que básicamente muestran la digitación y de un cancionero, con el objeto de empezar a tocar algunas canciones. Me pareció que teníamos que hacer algunas pruebas para después poder trabajar más no solo la formación directa de los chicos, sino también la formación de los profesores de música de primaria y secundaria que no saben bandoneón. El instrumento se percibe como medio inaccesible, entonces cómo van a enseñarles a los chicos cuando lleguen nuestros bandoneones a la escuela”.

Una de las formas de darle institucionalidad al proyecto y de aumentar su visibilidad puertas adentro de la UNLa, fue la creación de cursos de capacitación para no docentes en forma de seminario optativo. “Se anotó un grupo –dice Suárez-: algunos no sabían nada de música pero también vino a hacerlo María Eugenia que es la directora de la carrera de Música. El taller fue muy interesante porque aportó mucho al proyecto pedagógico original, que en principio estaba pensado a partir del ensamble con otros instrumentos. Después pidieron el nivel 2, en el segundo cuatrimestre. Otra cosa que pudieron ver ahí los profesores fue que de las 50 tarjetas propuestas originalmente estaban en uso solo unas 20”.

Actualmente se está trabajando no solo en la propuesta original de “Pichuco va a la escuela” orientada a la escuela primaria, sino también en una propuesta para escuelas medias. “Nuestra idea es ahora refinar el proyecto para apuntar a la capacitación de los profesores de música: que primero sean los de Lanús, luego se extenderá a otros colegios. Lo habíamos pensado para escuelas primarias, pero ahora también vamos a desarrollarlo para escuelas medias. Estamos trabajando dos cosas: afinar la propuesta para las escuelas que no tienen orientación en música y las que sí. Lo que vamos a hacer ahora es presentar nuestra propuesta de capacitación con puntaje a los docentes de música, después daríamos los cursos acá en la Universidad como capacitación gratuita”.

El proyecto pedagógico en marcha termina de completar el sentido inicial de crear bandoneones de estudio en una institución universitaria, y le da una nueva proyección a esta idea que comenzó hace unos años en el campus de Remedios de Escalada. “Este es un proyecto enorme, en el que se juega destrabar varias cosas en paralelo: lo inaccesible que era el bandoneón que está puesto casi en un lugar de vitrina de museo: es un objeto precioso, pero lejano en términos estéticos; sacar el bandoneón del espacio de los 50 bandoneonistas que existen en el país. Es tensar muchas piezas pero la prioridad es que el bandoneón esté en las escuelas. Los profesores están desarrollando también unos guiones para producir tutoriales, porque el mundo audiovisual es mucho más accesible a niños y jóvenes que la manipulación de tarjetas y de un cancionero en papel. También tenemos que contemplar que lo que nos piden los niños y los chicos de las escuelas medias de los sectores populares es, más que tango o folclore, reggaeton. Son muchas apuestas. Dado que este es un proyecto de una universidad que plantea otra manera de enseñar música, creo que tiene que ser discutido y legitimado en el ámbito de las carreras universitarias de música para que pueda seguir circulando en el ámbito universitario”.

Finalmente Pichuco irá a la escuela
La labor de la Universidad Nacional de Lanús de construir pertenencia e identidad cultural se dedicó desde hace muchos años a lograr la construcción de un bandoneón de estudio que bautizó Pichuco.  Nos hemos ganado el premio Innovar de Ciencia y Tecnología y el paso siguiente fue que cada escuela tuviera en su aula de música, un bandoneón.
Si bien el tango en sus orígenes no tenía bandoneones, a lo largo del tiempo el bandoneón pasó a ser su protagonista. Sin embargo, los bandoneones se dejaron de construir en Alemania, desde donde vinieron originalmente, cuando comenzó la Segunda Guerra mundial. Por eso son tan caros e inaccesibles para la mayoría de la población y los que quedan ya están muy viejos y usados. Por otra parte, si no se comienza desde niño como lo hizo Pichuco (seudónimo de Aníbal Troilo), es difícil llegar a ser bandoneonista por la complejidad del instrumento. La descolonización cultural implica sustituir la importación de ideas y también cultivar y fortalecer en nuestra tierra las expresiones artísticas y culturales que nos identifican.
Todos sabemos que el tango nació y se desarrolló en los suburbios y particularmente en Valentín Alsina. Es así que hemos firmado un convenio con la Municipalidad de Lanús que con el acuerdo del Consejo Deliberante, tomó la decisión de poner los bandoneones de estudio “Made en Lanús, en la Universidad Nacional de Lanús”.
Un sueño más que cumplimos para fortalecer nuestra identidad y descolonizarnos culturalmente. Seguiremos trabajando para ello.
Ana Jaramillo

 

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