Hablar de Nicolás Blandi es hablar de teatro independiente. Sus obras han logrado múltiples reconocimientos a lo largo del país, gracias a la fusión de estilos y lenguajes que las caracterizan. Además de dramaturgo y director, este vecino de Temperley es actor, músico y clown.
En diálogo con Viento Sur, Blandi habla sobre Piel de Cabra, pieza seleccionada en la última Fiesta Provincial del Teatro Independiente para competir en la instancia nacional, y de cómo el barrio influye a la hora de subir una obra a escena.
¿Cómo viviste el reconocimiento de Piel de Cabra?
La verdad nos alegró mucho que nos hayan seleccionado, especialmente al ver cómo han crecido las producciones y la cantidad de miradas y poéticas que hubo. Las fiestas provinciales son espacios hermosos, con mucho intercambio, donde se comparten cuestiones empáticas, lenguajes comunes, búsquedas, charlas. Y esta edición, además, tuvo lugar en la ciudad de Benito Juárez, donde seleccionaron mi primera obra “Lágrimas de Pez” en 2016.
¿Qué creés que la distinguió de sus competidoras?
La competencia siempre tiene un criterio y en este caso fue el del jurado del Festival. Nosotros vivimos mucho lo que fue el final de la función, con los comentarios y devoluciones de los otros elencos sobre cómo la habían pasado, lo que sintieron. La obra mezcla muchos lenguajes, que es algo que a mí en particular me gusta mucho hacer: es decir, busco lenguajes que puedan convivir en armonía, fusiono teatralidades, formas de vinculación con ellas, etc. Pero creo que sobre todo es una obra que se focaliza en los intérpretes, para que puedan brillar, lucirse y especialmente divertirse. La textualidad es densa y poética, pero está pensada para que se rompa de la mano de los actores que, en definitiva, son los que le terminan dando vida.
La trama aborda temáticas vinculadas al terror, la peste, la medicina, ¿la coyuntura fue inspiradora?
Creo que fueron una reflexión y una escritura atravesadas por la pandemia. Tiene esa carga, pero también indaga sobre dónde está el terror y nos divertimos sobre eso. No queremos generar terror, sino hablar sobre el concepto de lo terrorífico. Si bien la obra atraviesa un mundo que tuvo que ver con la peste o la pandemia, también habla sobre el terror dentro del teatro, del aparato versus la declamación, del teatro clásico, y habla mucho de la humanidad y del deseo, la erótica de ciertos géneros, porque la obra termina siendo una gran poética, como una gran ensalada con pulsiones que vivimos en estos años.
Antes comentabas esta búsqueda de fusionar lenguajes en tus obras, ¿es como una trasposición de tu propia persona?
Desde hace años que busco eso. La Teoría del Olvido fue la primera obra donde buscamos esa cuestión multidisciplinar y en adelante siempre me interesé por la mezcla. Cuando voy a ver un espectáculo y tiene esos elementos y dimensiones, capas y capas, que uno puede digerir de manera llevadera, sin caer en elitismo ni en públicos exclusivos, es apasionante. Cuando varias artes, disciplinas o lenguajes se fusionan es interesante y es un desafío hacerlos armónicos.
Piel de cabra posee hilos de humor dentro de un drama, ¿hay un poco de tu faceta de clown ahí?
En general no creo en las divisiones, lo cómico y lo dramático. Considero que lo mejor es que se fusionen. Hay algo del grotesco que funciona desde ese punto de vista. Sí tengo una pulsión de humor, pero no trato de forzar el momento. El clown funciona más desde el aspecto técnico y de poner en práctica sus herramientas.
Nombraste La teoría del olvido (seleccionada para la Fiesta Nacional de Teatro en Rosario 2018), que junto a Los Meridianos-La teoría sobre el encuentro (Integrante de Fiesta CABA 2019) y Tres latidos de pulmón artificial conforman una trilogía teatral…
Están pensadas así por cómo fueron concebidas. Las tres poseen el mismo concepto: el olvido, el encuentro y el artificio, y comparten ciertos elementos como canciones populares, referencias literarias, con un submundo propio. La última obra interroga acerca de si todo es natural dentro de una sociedad capitalista, si somos un producto o si podemos ser naturales todo el tiempo. No es una crítica, sino un análisis de la sociedad y de ver cómo afecta este sistema de persona-producto. Las otras son más una crítica a los ‘90 y de cómo nos dejaba la sociedad tecnológica y líquida ante los encuentros, las angustias que cargamos al encontrarnos con otros y cuáles son las posibilidades de concretarlos.
¿Qué hermana a las obras bonaerenses?
Se nota mucho en la autogestión que no se ve, tal vez, en otras regiones. Se puede ver cómo se pone todo en cada obra, con más o menos recursos monetarios, pero con un esfuerzo y una entrega descomunal sobre lo que se está queriendo hacer. Y sobre todo hay una pasión muy distinta con respecto al registro actoral. Nuestra región tiene mucho de varieté, de café concert, una escuela que les da una cancha y un ritmo a los y las intérpretes que es muy característico de la zona.
¿Cuál es el aporte de Ceta teatro en tus obras?
Yo pertenezco a ese grupo y hemos trabajado juntos desde hace 7 años. Sigue siendo la banca de los proyectos que se me ocurren y, por supuesto, mis compañeros y compañeras son todos uno en la producción, desde las luces, la escenografía, la música, la puesta en escena, todo. La producción fue toda desde el grupo.
Si pudiéramos trazar un camino desde Lágrimas de Pez hasta Piel de Cabra, ¿qué veríamos?
Creo que cambiaron los intereses. Con Lágrimas yo no sabía que me iba a convertir en dramaturgo, fue como que sucedió. Y después fui escribiendo, hice Vinilos, una obra más vincular y personal. Después La Teoría… con un cambio abrupto porque me sobreexigí hacer algo más complejo, con una posibilidad de armar un universo fantástico dentro del real, cruzar lenguajes, un desafío muy interesante. Así salieron las trilogías. Y en el medio estudié dramaturgia y exploré el tema de habitar universos más fantásticos, de poder armar metáforas, de encarar algo más profundo. Así llegué a Piel… que es una síntesis de este camino, con mucha influencia de la literatura de terror, de vampiros. Me gusta ir mutando y sacándome las ganas de hacer distintas cosas. Y mis compañeros y compañeras me acompañan mucho en eso.
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