Toña Pineda (Venezuela) y Javier Ceballos (Colombia) son narradoras/es, escritoras/es, y hace diez años crearon Caracol de Cartón, una editorial que nació en Unquillo (Córdoba) y enamora. “A primera vista”, como canta Pedro Aznar: al cruzarnos con uno de sus libros queremos bailar a Salif Keïta[1], estar ahí, detenernos y respirar. En ocasión de la 48ª Feria internacional del Libro de Buenos Aires pudimos tener una conversación con Javier que vino especialmente a dar un taller de edición y a narrar: lo hizo el pasado viernes 3 de mayo en el Pabellón Amarillo, en la sala Rodolfo Walsh.
Un día estaba haciendo una limpieza de objetos y había uno que no quise desechar. Me propuse guardarlo y me prometí hacer algo con él. Hice un cuadro y lo puse en un cartón. Luego le escribí algo y así nació este proyecto. Una página, dos páginas, tres páginas, cuatro, fue mi primer libro.
La editorial se compone de libros con textos de Toña y de Javier, y muchos de ellos dialogan a su vez con un repertorio nutrido de la tradición oral de los territorios por los que han circulado. En su andar, Caracol de Cartón ya tiene veinticinco, treinta títulos.
Viajando por Sudamérica fui descubriendo que tenía habilidad con las manos. Cuando lo reconocí, advertí que podía reconvertir cualquier cosa. Entonces a la hora de los libros, nos quedamos con el cartón. Material noble que nos abrió la posibilidad de incrustarle objetos, de hacerle calados, agregar volumen y jugar. Ahí nace esa idea de la exploración con el material.
Toña y Javier recolectan el cartón y luego lo activan, porque cada libro es artesanal. Para ellos, crear un libro es como cocinar. Pero, ¿cómo juega aquí esto del caracol?
Un texto nace, se edita y como primer ejemplar es una maqueta de pura intuición y sentimiento. Hacemos una primera tirada que es una producción de cinco ejemplares. Y recién luego entra en su circuito de circulación. No hay otra, es sin apuros. Lo nuestro es la lentitud, por eso amamos al caracol.
Los disparadores de la escritura son muchos: una pluma, semillas, una estampilla, algo que las/os llame. Llaves, candados, caracolas. Así, en sus producciones podemos encontrar el collage. Otra de las fuentes de creación, además de los objetos, la encuentran en la vida cotidiana, en lo que pasa alrededor.
Hay textos que quedan un tiempo macerados, hay otros que se traban, no salen y se descartan. Cuando el libro está terminado, es porque no tiene sobrantes. Trabajamos con lo justo y necesario, porque lo poético no es necesariamente la rima o las palabras complicadas.
Llevan adelante una práctica de edición sostenida y fuera de los formatos tradicionales.
Editar para nosotros es una gran aventura. Escribimos, pegamos y recortamos a mano. El cartón recolectado lo separamos, diseñamos los libros, creamos el texto, dibujamos y calamos, pegamos cada papelito, todo. Cuando nos comparamos con otras editoriales, todas tienen otro proceso. Lo bueno es que la venta para nosotros es ganancia total. No pagamos imprenta, editora o distribuidor. Hemos aceptado hace mucho tiempo que lo nuestro no es masivo en ventas, pero sí lo es en relación a lo que genera.
Cada libro construye su público y la gran ocasión para que este encuentro se concrete son las ferias independientes de todo el país por donde Caracol de Cartón circula, además de por las redes (@caracoldecarton).
Lo que sucede en las ferias es bellísimo porque hay mucha devolución, mucha charla. A veces nos preguntan si los nuestros son libros para las infancias. Y no, son libros. Ah, ¿son libros reciclados? No, son libros. ¿Y eso qué es, una revista? No, son libros. Libros, literatura, porque creemos básicamente en la poesía, en la poética. Así, tenemos fanáticos de Semilla, lo mismo con Cantares. Son como pequeños hits.
Cuando conversamos con Lulu Kirschenbaum de la editorial Limonero (Viento Sur 15/8/2023), nos dijo que el libro álbum propone el diálogo entre dos lenguajes, el del texto y el de la ilustración.
Los nuestros nacen en la pura intuición y buscan un equilibrio entre el texto y la ilustración. Nos damos cuenta cuando la producción tiene sobrantes, lo sentimos con las infinitas lecturas que hacemos de nuestras producciones, pero también a partir de los saberes que nos traen diversas autoras como Graciela Montes, Claudia Ramos, entre otras/os. Y la ilustración va construyendo lo que el texto no dice. Así llegamos a este género que es el del libro álbum. Un género que ya existía y al que hemos arribado por haber afinado el ojo. Trabajamos mucho con las infancias y esas miradas te guían hacia algo maravilloso que es la simpleza.
“De grano en grano, la gallina se llena el buche” glosa un dicho popular colombiano.
La editorial ya tiene su recorrido. Vendemos diez libros aquí, treinta allá, y el caracol se desplaza. Esa experiencia nos dice o más bien nos hace saber…Es esperanzador el camino, porque sí se puede construir un mundo mejor. Lo ves en esto que es tan pequeño, que es boca a boca, paso a paso. Vemos un progreso muy grande en el reconocimiento que estamos teniendo. Eso es mucho para nosotros. Avanzamos y seguimos siendo coherentes, porque buscamos la sustentabilidad y desde este enfoque aceptamos lo que se puede y lo que no, porque trabajamos teniendo en cuenta cuál es nuestro impacto ambiental. Buscamos eso y no porque hagamos los libros en cartón, sino porque trabajamos con ese concepto como un todo.
“Ta-te-ti: yo caracoleo, tú caracoleas, nosotras y nosotros caracoleamos. ¿Por qué no lo haces tú también?”
El taller funciona en casa, en la provincia de Córdoba. Ahí damos cursos y charlas. Damos un taller para las infancias porque las niñas y los niños ven nuestros materiales y dicen queremos hacer un libro, y nosotros/as las/os motivamos a que los hagan. Damos también talleres en las escuelas y para escritoras y escritores. Lo mismo, el taller virtual “Voces que arrullan”, para cantar, contar y leer para las primeras infancias (niñas y niños de 0 a 5 años).
[1]Salif Keïta (Mali, 12/08/49) es un cantante y compositor de música pop conocido como «La voz de oro africana».
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