*Foto de Simón Chávez, hijo de Fermín
Fermín Chávez (1924-2006) fue un poeta, periodista, profesor universitario, ensayista e historiador entrerriano que, a partir de la década de 1950, realizó profundos aportes para la consolidación del Pensamiento Nacional y Latinoamericano. Autor de decenas de libros, contó entre sus títulos más destacados José Hernández. Periodista, político y poeta (1959); Vida del Chacho (1962); El revisionismo y las montoneras (1966); Historia del país de los argentinos (1970); La cultura en la época de Rosas (1973); Perón y el peronismo en la historia contemporánea (1975 y 1984); y Alpargatas y libros (2003 y 2004). Además, emprendió una valiosa tarea de rescate de libros olvidados tales como Juan Manuel de Rosas. Su iconografía de Juan Pradere (a la que reeditó y adicionó un tercer tomo) y supervisó la edición de las Obras Completas de Juan Domingo Perón.
El núcleo de las obras epistemológicas de Chávez fue reeditado en 2012 por la Universidad Nacional de Lanús bajo el título de Epistemología para la periferia. Este volumen reúne Historicismo e iluminismo en la cultura argentina (1977); La conciencia nacional. Historia de su eclipse y su recuperación (1983); y Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico (1994).
En estas obras Chávez trató temas imprescindibles como la diferenciación entre el Iluminismo y el Historicismo; la crítica a la tesis sarmientina de civilización y barbarie; el problema de la colonización pedagógica; y el valor de la revisión histórica como punto de partida para alcanzar una autoconciencia nacional.
El objetivo de este trabajo es realizar una aproximación conceptual a algunos de los temas tratados por Fermín Chávez para dimensionar la riqueza de su producción teórica, tradicionalmente vedada en los ámbitos académicos no por criterios científicos sino por animadversión política.
Cultura nacional es poder nacional
En 1999 Fermín Chávez publicó El Pensamiento Nacional. Breviario e itinerario en el que recogió frases de cuarenta autores argentinos provenientes de diversos campos tales como la filosofía, la política, la economía, la literatura, la teología o la historia. Algunos de los nombres que integran este breviario son Hipólito Yrigoyen, Leopoldo Lugones, Carlos Ibarguren, Alejandro Bunge, Manuel Ugarte, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Manuel Ortiz Pereyra, Saúl Taborda, Juan Perón, Ramón Doll, Raúl Scalabrini Ortiz, Leonardo Castellani, Ernesto Palacio, Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche, Arturo Sampay y Juan José Hernández Arregui.
En este libro Chávez sostuvo que la cultura en la Argentina se construyó a partir de principios universales procedentes del sistema central de poder por lo que resulta imperiosa la formación de una nueva ciencia del pensar, es decir, una episteme propia que sea el producto de la realidad particular del país y no la mera importación acrítica de categorías que en los países dependientes operan como nuevas formas de dominación. Para potenciar su argumento Chávez recurrió al siguiente axioma: “si cultura es poder, cultura nacional es poder nacional”.
A lo largo de su obra Chávez definió a la cultura como la conciencia de lo propio, cuya raíz siempre es nacional. Por el contrario, la cultura de los países centrales se recubre de universalidad para ocultar su vocación imperialista y se expande sin obstáculos ya que es importada mecánicamente por la intelligentzia periférica que no ve en ella una forma más de vasallaje sino un camino para alcanzar el prestigio y el reconocimiento internacional. Como afirmó el artista Ricardo Carpani, sin el poderío naval y económico de Inglaterra tal vez la literatura de Shakespeare no hubiese logrado la difusión universal que hoy disfruta.
Para evitar las siempre estériles imputaciones de chauvinismo no es ocioso aclarar que en la obra de Fermín Chávez el concepto de Pensamiento Nacional no presupone una mera delimitación geográfica. El hecho de que un autor haya nacido o no en esta parte del mundo no es un criterio determinante para que se lo considere un escritor nacional. Lo fundamental radica en dilucidar si a través de su obra contribuyó a desarmar o a robustecer el pensamiento dependiente o neocolonial.
Fermín Chávez argumentaba que la tarea ineludible de los trabajadores de la cultura en los países de la periferia era desbaratar la colonización pedagógica impuesta por los países centrales y así construir una ciencia del pensar nativa. No hay emancipación política posible sin una consecuente emancipación mental. Sin poner en discusión las raíces históricas y sociales de nuestra condición periférica no se alcanzaría la autoconciencia necesaria para desandar el camino que hiciese posible abandonar la periferia.
Pensamiento Neocolonial Vs. Pensamiento Nacional
En la obra de Fermín Chávez el enfrentamiento entre el Pensamiento Neocolonial y el Pensamiento Nacional encontraba sus raíces filosóficas en la pugna entre el Iluminismo y el Historicismo. En la cultura argentina la ideología de la dependencia se desprendía del Iluminismo, corriente filosófica cuyo postulado sustancial era el carácter universal de la razón y de los métodos matemáticos que acompañaron la empresa expansionista de los países centrales hacia la periferia.
El racionalismo abstracto, la pretensión de universalidad y el despojo de las peculiaridades nacionales eran algunos de los principios centrales del Iluminismo importado al Río de la Plata por la tradición política unitaria, más precisamente, el rivadavianismo. Frente al purismo de la razón iluminista se situaba el Historicismo que encarnó, según Chávez en Herder, el alemán matrero, “la corriente filosófica y la metodología que exigen comprender y juzgar hechos, pueblos y épocas del pasado de acuerdo con sus condiciones históricas particulares, es decir, con exclusión de toda generalización racional de los mismos”.
La disyuntiva entre iluministas e historicistas no fue una mera disquisición de los claustros académicos sino que motorizó a las dos fuerzas políticas de la Argentina del siglo XIX. Por un lado, el iluminismo rivadaviano y mitrista de la ciudad-puerto, que propugnaba cortar de raíz con la tradición hispánica, indígena y gaucha que obstaculizaban el contacto del nuevo país con el progreso europeo. Desde esta óptica, España, Rosas y los caudillos federales eran la Edad Media oscurantista para la razón argentina que solo podía salir a la luz con la Línea Mayo-Caseros. En la vereda contraria se situaba el historicismo federal, brotado de las entrañas del pueblo criollo y vituperado por la historia oficial mitrista. Algunos de sus máximos exponentes eran verdaderos “hombres de la tierra” como Ángel Vicente Peñaloza, José Hernández y Ricardo López Jordán, todos biografiados por Fermín Chávez. Para este autor, en la tradición federal pervivía el pasado nacional preexistente a 1810 así como también la poesía gauchipolítica fundadora de nuestra literatura. Las lanzas de las montoneras resistían los artículos de importación material y espiritual del puerto.
En La cultura en la época de Rosas, Fermín Chávez planteó que la revisión de la historia implicaba abordar de lleno el problema de la autoconciencia nacional. A partir de la década de 1930 surgió una nueva escuela histórica designada con el nombre de Revisionismo, pero a la que Chávez consideraba más apropiado denominar como “historia de la descolonización” ya que realizó un innegable aporte hacia la recuperación de la conciencia nacional.
Fermín Chávez le asignó una gran relevancia al estudio del nacionalismo que, en sus diferentes vertientes, impugnó al modelo colonial y realizó notables contribuciones para el surgimiento del revisionismo histórico, corriente historiográfica que explicaba el pasado nacional ya no en la clave de un ficticio vínculo mutuamente benéfico con Inglaterra sino desde la perspectiva del imperialismo y la subordinación. El trabajo pionero del revisionismo fue La Argentina y el imperialismo británico de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, elaborado al calor de la degradación nacional que representó el Pacto Roca-Runciman.
La enajenación de la soberanía del país en manos de Inglaterra representó un estallido de la conciencia argentina y, a partir de ese momento, aparecieron obras cardinales del Pensamiento Nacional. El Paso de los Libres de Arturo Jauretche (1934) y los Cuadernos de FORJA; El S.O.S. de mi pueblo (1935) de Manuel Ortiz Pereyra; La historia falsificada (1939) de Ernesto Palacio; Acerca de una política nacional (1939) de Ramón Doll; y Política británica en el Río de la Plata (1940) de Raúl Scalabrini Ortiz, fueron solo algunos de los principales libros elaborados por los escritores nacionales en el contexto adverso de la Década Infame. No es casual que en 1938 haya surgido el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas ya que, para el nacionalismo, el Restaurador se presentaba nuevamente a la conciencia pública argentina como el hombre de un destino frustrado por una conspiración de intereses y fuerzas antinacionales.
Los pensadores nacionales orientaron su producción a desmantelar la pedagogía colonial que se expresaba en todos los ámbitos culturales de la Argentina vasalla. La visión hegemónica sobre la filosofía, la literatura, la geografía, la economía y la política expresaban la dependencia mental de las clases intelectuales del país, incapaces de dilucidar la realidad nacional si no es a través de categorías emanadas por los sistemas centrales de poder. La colonización pedagógica se expresó en el terreno historiográfico por medio de la historia liberal mitrista que, en clave racionalista e iluminista, borró del pasado todo vestigio del pasado hispánico, indígena y federal. El revisionismo histórico recogió las banderas de la tradición federal para recobrar la autoconciencia nacional y Fermín Chávez fue uno de los encargados de buscar la otra llave hernandiana que permitiera abrir las puertas de un pensar soberano.
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