En diciembre de 1970, Norberto Aníbal Napolitano, alias Pappo, grababa por primera vez el tema “El hombre suburbano”. En una parte de aquella memorable obra, en relación a la violencia, egoísmo e individualismo de las ciudades modernas dice: “Un hombre sin historia, sin tiempo y sin memoria, puede reaccionar así.” Hoy, cincuenta años después y bajo una cuarentena que envuelve al mundo, ¿el hombre suburbano puede reaccionar así?

El filósofo esloveno Slavoj Zizek publicó hace unas semanas el artículo “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”. El texto se publicó en las revistas mejor posicionadas de la vanguardia liberal-progresista mundial: europeas, norteamericanas y asiáticas. También la nota ha sido festejada por liberales de derecha (La Nación), centro (Clarín) e izquierda (Página 12). ¿Qué dice Zizek en este artículo que ha llamado la atención del mundo?

Dice Zizek: “Mi modesta opinión es mucho más radical: la epidemia de Coronavirus es una especie de ataque de la ‘Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos’ contra el sistema capitalista global, una señal de que un cambio radical es necesario”. Luego agrega: “No solo el Estado y otras agencias nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos” […] “¿Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado? No estamos hablando aquí sobre el comunismo a la antigua usanza, por supuesto, sino sobre algún tipo de organización global que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los Estados Nacionales cuando sea necesario”.

Ahora bien, ¿qué sentido tienen todas estas cuestiones para los latinoamericanos y caribeños? En otras palabras, ¿qué sentido tienen estas palabras para quienes no nos encontramos en los países llamados “potencia mundial”? Como diría Pedro Saborido, para los que estamos en el Conurbano del mundo.

Slavoj Zizek

Aunque Slavoj Zizek no lo sepa o no quiera saberlo, en estos lugares del mundo la existencia del Estado es indispensable y la idea de motorizar una práctica anarcoliberal como la que él propone, con la idea de “aprender a controlarnos y disciplinarlos”, no solo es ridícula sino que nos alerta sobre hasta qué punto el buen pasar económico y las adulaciones académicas que ha recibido de los países hegemónicos pueden tirar por la borda la vasta instrucción recibida por el Estado Socialista de Yugoslavia, donde estudió y se doctoró Zizek. En síntesis, parecería que no hemos aprendido nada de los nuestros, quedando a merced, como diría Arturo Jauretche, de los “falsos profetas”.

En este lugar del planeta la palabra “libertad” con todas sus ramificaciones y valores liberales tiene un sentido diferente al que aparece en Wikipedia. Por libertad reclaman aquellos que no necesitan nada y por libertad reclaman quienes quieren correr al costado a la mayoría de la población. Son los que hablan de eliminar al Estado al que llaman “Estado Burgués”. Son los mismos que se horrorizan con las corporaciones, cooperativas y con la idea de una comunidad organizada. Poco han reparado en la génesis de los Estados y menos en la destrucción de las expresiones comunales desencadenadas después de la Revolución Francesa de 1789.

Al mismo tiempo, y en relación al supuesto “golpe mortal del Coronavirus al capitalismo”, no sé qué tipo de trabajo realizará ahora Zizek, o qué harán sus allegados, amigos y conocidos, pero lo cierto es que aquello que llama “capitalismo global” ya hace unas cuantas semanas que viene operando, exigiendo y funcionando. En este lugar del mundo, seguimos en nuestras casas con nuestros  trabajos y  con las complicaciones cotidianas de ayudar en las tareas a nuestros hijos e hijas, en fin: en esta cuarentena el hombre suburbano está más proletarizado que antes. Nunca ha llegado ninguna Uma Thurman, y Bill está más vivo que nunca. 

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