Manuel Ugarte ha sido silenciado históricamente por el campo académico argentino. Su obra trató sobre temas literarios, culturales, sociales y políticos en más de 25 títulos publicados en América y Europa. Sin embargo, recién en la década del ‘60 aparece el primer libro sobre su pensamiento en la Argentina. La recuperación y difusión se las debemos a los estudios de Jorge Abelardo Ramos (1961), Norberto Galasso (1974); más cerca en el tiempo, a las compilaciones de la Biblioteca Ayacucho (1987) y la Universidad Nacional de Lanús (2014). Luego, encuentro un reducido número de autores con trabajos realizados en los últimos diez años: Miguel Ángel Barrios, Claudio Maíz, Laura Erlich, las tesis de Merbilhaá y Aelo, y el más reciente libro de Horacio González publicado en 2017.

En líneas generales, lo han estudiado como poeta, escritor, y en menor medida, como militante y político. En el campo de la literatura, lo vinculan a las corrientes estéticas del Modernismo. Los estudiosos de las ciencias sociales, lo reconocen como uno de los precursores del antiimperialismo latinoamericano. ¿Por qué se lo ha considerado de esta manera? En parte, por la repercusión de viajes como los que Ugarte realizó por el México revolucionario (1900, 1912 y 1917).

 

Algunas cuestiones esenciales sobre la Revolución

La Revolución comienza en 1910, aunque sus causas las podemos encontrar mucho antes. Porfirio Díaz gobernaba desde hacía más de tres décadas. En esos años se había desatado una embestida del capitalismo internacional en sociedad con los grandes hacendados mexicanos como nunca antes en México. Resultado: avance del capital privado de empresarios norteamericanos y británicos, que pasaron a manejar las empresas de transporte terrestre y marítimo, los recursos energéticos, la explotación petrolera y las compañías más importantes de manufacturas del país. Subrayo, la hacienda en México no puede entenderse únicamente como una unidad productiva para el mercado exterior. Como en nuestro país, con su corporación, la Sociedad Rural, es una unidad de poder político y social, vinculada al sistema de dominación oligárquica, un eje articulador para el funcionamiento y reproducción. Los derrotados, que pierden sus tierras, son la Iglesia y los productores campesinos mexicanos. Son tiempos de expropiaciones, abusos de autoridades sobre las comunidades nativas, infinidad de actos de violencia y arrestos. Un clima de violencia envuelve México.

En esos años se realizaban elecciones regulares, aunque fraudulentas. Los candidatos eran elegidos previamente por el partido oficial. En 1910, un conflicto por la sucesión entre el dictador Porfirio Díaz y la nueva figura de los hacendados progresistas del Norte, Francisco Madero, origina una proclama: “El Plan de San Luis”. En ese escrito se reclama por la restitución de tierras para los campesinos. El texto es leído por los sectores agrarios del sur provocando el alzamiento de Emiliano Zapata en Morelos.

Comienza una de las revoluciones sociales más importantes del siglo XX.

 

Ugarte y sus viajes a México

En su primer viaje llega por el influjo de una campaña autofinanciada y  autogestionada con el objetivo de difundir los problemas de Hispanoamérica. Dice Ugarte: “En cuestiones de política internacional, como en la guerra, la táctica defensiva es contraproducente y la inmovilidad equivale a la derrota”. Ugarte advertía que mientras en el norte las ex colonias británicas protegían sus productos, estableciendo redes comerciales e impuestos para el beneficio de sus industrias, en el sur las ex colonias españolas, se dispersaban y entregaban sus mercados a las potencias europeas. Dice Ugarte: “hundiéndose el sur en la miseria, el atraso y el estancamiento”. Sentía la urgencia de difundir el peligro imperialista norteamericano. El riesgo que corrían nuestros países lo observó por primera vez en su visita a EE.UU.; dice Ugarte: “Yo imaginaba, ingenuamente que la ambición de esta gran nación se limitaba a levantar dentro de las fronteras la más alta torre de poderío, deseo legítimo y encomiable de todos los pueblos, y nunca había pasado por mi mente la idea de que ese esplendor nacional pudiera resultar peligroso para mi patria o para las naciones que, por la sangre y el origen, son hermanas de mi patria, dentro de la política del Continente […] Pero leyendo un libro sobre la política del país, encontré un día citada la frase del senador Preston, en 1838: ‘La bandera estrellada flotará sobre toda la América Latina, hasta Tierra del Fuego, único límite que reconoce la ambición de nuestra raza’”.

Ugarte habló en centros universitarios y culturales durante los años del conflicto. Su influencia llegó al punto de motorizar una suerte de verdadera “contracampaña hispanoamericana” desarrollada por el Ministro de Guerra del Presidente norteamericano Theodore Roosevelt, Howard Taft, que “casualmente” viaja por los mismos países y al mismo tiempo que viaja Ugarte.

 

Ugarte y sus impresiones sobre el avance norteamericano

En uno de sus libros, El destino de un continente, hace una descripción del México del 1900. Dice Ugarte: “Representa algo así como el común murallón y el rompeolas histórico que, desde hace un siglo, soporta los aluviones y defiende a todo el sur.” Observa que el avance sobre México, es en realidad el avance de Estados Unidos sobre todo el continente. Resalta los resultados de la invasión estadounidense de 1846-1848 sobre México, que se definió con la victoria de estos y la apropiación de cerca de un tercio del territorio mexicano. Destaca que el país anglosajón cambió de estrategia para continuar con su avance. Nuestro autor hace referencia a una triple operación de EE.UU. La primera se vincula con la guerra y la invasión del territorio, que demarca un antecedente y un tipo de relación entre los dos países con el telón de fondo de la violencia posible. La segunda, tiene que ver con préstamos y servicios de asistencia técnica científica, que bajo un halo de bondad yanqui, tiene el objeto de motorizar a México hacia “el progreso”.

 

Entre espías yanquis, falsificaciones de la prensa y censuras. El viaje de 1917

Ugarte llega en la fase más sangrienta de la Revolución. Fallecieron según la estimación del historiador mexicano Garciadiego Dantán, más de dos millones de personas. Se promueve desde las agencias de comunicación norteamericanas, la imagen de un México hundido en el caos a causa de la Revolución. Informaciones que se transmiten directamente en los principales periódicos de la Argentina.

Para aquel entonces, los medios de comunicación llenaban sus páginas con las noticias de la Gran Guerra, restando importancia a lo que sucedía en nuestro continente. Dice Ugarte al respecto: “No se ha producido en la historia un caso de fascinación colectiva como el que determinó en nuestras repúblicas la propaganda de las agencias. Los pocos que nos negamos a aceptar en bloques las direcciones que se nos transmitían y tratamos de enfocar los hechos desde el punto de vista de los intereses latinoamericanos, fuimos cubiertos de injurias”. Ugarte levanta la voz por una nueva invasión norteamericana resistida por el presidente del México revolucionario Venustiano Carranza. Dice Ugarte: “El Gobierno del General Carranza marcaba en aquellos momentos una hora especial de la política de América. Por primera vez se enfrentaba una de nuestras repúblicas con el imperialismo y hablaba de igual a igual.”

En parte por esta defensa, Carranza invita a Ugarte a México. A pesar del apoyo recibido por el Presidente revolucionario, el peligro lo acompaña todos los días. Espías yanquis lo siguen. Lo esperan a la salida del hotel, lo roban. Dice Ugarte: “Cuando después de visitar las ciudades de Puebla y Guadalajara, me embarqué en Salina Cruz con rumbo al sur, sentí más que nunca en torno mío el peso de la vigilancia y la intriga. En el plazo de cinco días, desde mi salida de la capital hasta mi llegada al barco, fui víctima de dos robos. Los ladrones se habían especializado en los papeles: la primera vez, me sustrajeron mi valija-escritorio, y la segunda, un voluminoso paquete de cartas que llevaba en el abrigo. Yo no tenía, desde luego, secretos que ocultar. Nada más claro y más limpio que la campaña emprendida”.

 

Racismo, imperialismo, eurocentrismo

Bien podría señalar en un apartado, todos aquellos que durante aquellos años hablaban del México mestizo, indio e hispano. Lo definían como un país semibárbaro, necesitado de civilización. Desde Sarmiento hasta Octavio Bunge, destacaban como carácter común de los hispanos americanos “la pereza, la tristeza y la arrogancia”. Otros, como el escritor boliviano Alcides Arguetas, escribían llanamente sobre la necesidad del exterminio de la “raza hispanoamericana”. Incluso, el líder del PSA, Juan B. Justo, festejaba el Centenario hablando del fin de la barbarie.

Ugarte, en cambio, hablaba de la conquista de América como una usurpación. Para él, antes que una línea evolutiva de matriz positivista europea, hay una cronología de sucesos históricos y sociales de una región, en donde mulatos, negros, indios, españoles, criollos e inmigrantes, con sus costumbres y culturas, son legítimos habitantes de un mismo territorio. Por ello, México y su Revolución significaban un obstáculo al progreso irremediable de la sociedad blanca, como también, una barrera para el capital extranjero con su modernidad expresada en ferrocarriles, bancos y empresas extractoras de recursos naturales.

En definitiva, cien años después, con su pensamiento no manchado del positivismo evolucionista imperante ni por las adulaciones a la “gran nación estadounidense”, Ugarte nos brinda otra historia. Probablemente más cercana a la verdadera historia.

 

 

Por Facundo Di Vincenzo
Investigador C.E.I.L. “Manuel Ugarte” – Instituto de Cultura y Comunicación. Docente UNLa. Prof. de Historia UBA

 

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