El 26 de mayo el diario Página/12 cumple 30 años en la calle. “Con Daniel Paz hacemos chistes juntos desde 1982, en la revista Humor, en Periodistas, etc., -dice Marcelo Rudaeff (a) Rudy- y desde principios de mayo de 1987 estuvimos en el diario trabajando juntos y separados en el chiste de tapa. El suplemento Sátira también cumple 30 años, pero en septiembre. Después se fueron sumando otras cosas: los monólogos, el canal de youtube, los libros”.
Rudy hace humor desde siempre pero antes de dedicarse profesionalmente al mettier fue psicoanalista y, antes aún, médico. Lleva escritos más de 50 libros solo y en coautoría, hizo radio, TV, monologa en vivo y es un magnífico ejemplo de que la risa es cosa seria.
-¿Sos un humorista político?
-Yo siempre me defino más como humorista que como humorista político. Es un tema largo para hablar, el humor. Uno hace humor como cualquier artista o escritor: con lo que te llama la atención, con lo que te parece que está mal, con lo que te suena absurdo; con lo que te hace “click”, como les pasa a los ladrones de cajas fuertes. Y esto puede ser la política o puede ser cualquier otra cosa. Lo que pasa es que en la Argentina y en el mundo vivimos eso que la maldición china llama “tiempos interesantes”. Estos son tiempos en que la política tiene un peso por cómo incide en la vida de las personas. Cuando alguien dice “yo no me meto en política”, yo le digo “no hace falta: la política se mete en vos”. Es una decisión política, por ejemplo, que aumente o no la tarifa de la luz; es más, es una decisión política que haya tarifas de luz. Cuando hablás de política estás hablando de la vida cotidiana y de cómo las decisiones que se toman inciden sobre lo que te va a pasar mañana. Si el humor se mete con lo que nos pasa, es inevitable que se meta en ese lugar político.
Últimamente ando diciendo que el humor es un camino que no tiene llegada: le busca algún sentido al absurdo, pero lo interesante es el camino, no la llegada. Por eso vale la pena. Un chiste termina siendo un sinsentido creíble. En ese sentido, tiene razón pero no la tiene el ministro de Educación Bullrich cuando dice “nos tenemos que acostumbrar a la incertidumbre”. Si quiere que nos acostumbremos a la incertidumbre que no nos garquen siempre, porque entonces no hay incertidumbre: tenemos la certeza de que con lo que hagan nos va a ir mal. Ahí es donde aparece el humor, donde uno toma sus palabras y dice “tiene razón, pero por el sentido inverso de lo que dijo”. Otro ejemplo es la Gobernadora de la provincia de Buenos Aires, cuando dice “si querían paritarias tendrían que haber votado a otros”. Votan a una dirigente de un partido que claramente es neoliberal, que solamente beneficia a las clases más altas, y de pronto quieren que favorezca a los más humildes. ¡No lo va a hacer! Tiene razón, aunque por motivos distintos de lo que dice ella. Ahí se me ocurren muchos chistes acerca de por qué un montón de gente que quería ciertos beneficios vota a un grupo partidario que propone “yo quiero mejorar la economía para lo cual me voy a endeudar; pero no para producir, sino para endeudarme”. Ellos lo dijeron, y una cantidad importantísima de gente los votó igual. Quizás por una cuestión de odio hacia una presidenta que ya no era candidata; como para que se fuera alguien que de todas maneras se estaba yendo ese mismo día.
-¿Qué tienen que ver el humor y el sentido común?
-Creo que el humor siempre va a contramano del sentido común y casi me alegra. Para mí “el sentido común” en general siempre es medio de derecha, en tanto es “algo que todos deberíamos pensar, que todos deberíamos hacer”. Es esa cosa estándar que representa a todos pero no representa a nadie. El humor y los humoristas honestos peleamos contra esa normalidad. El chiste fácil va a favor de esa normalidad: son los chistes que se basan en los prejuicios y los sostienen: chistes racistas, machistas, feministas, todos los que plantean ‘estos son mejores que estos otros’ como por definición. Y como a mucha gente le sostienen el prejuicio, son más masivos. La honestidad intelectual o personal de cualquier humorista lleva a intentar hacer chistes en contra del prejuicio.
Por otro lado, creo que lo mejor que hizo el kirchnerismo fue romper con ese “sentido común”. Queriéndolo o no, el kirchnerismo puso en juego en los medios otra manera de ver las cosas. Es maravilloso mostrar que no hay un único punto de vista. Para mí, una de las cosas más reivindicativas no fue siquiera el contenido de los programas sino su existencia, esa manera diferente de poner las cosas en juego.
-Es como tener más aire…
-Ese aire es el que trato de conservar y reproducir: lo que pasa es que se achicó. Acá, ahora, bajo el paraguas del pluralismo aceptan a todos… los que piensen de determinada forma.
-Sobre las ideologías
-“El que te dice ‘no tengo ideología’, ya sabés qué postura tiene. Es mentira. En este momento tiene mala prensa la palabra ‘ideología’, pero sacala y reemplazala por ‘punto de vista’: quién va a decir ‘no, yo no tengo punto de vista’; y si lo dice, te miente. La ideología finalmente es el punto de vista con un poquito de teoría puesta encima”.
-Tampoco se usa la política.
-Gobernar es hacer política todo el tiempo. Y los que más política están haciendo ahora, están tratando de denostar la palabra “política”. Esa es la perversión, la renegación, un mecanismo de defensa descripto por el mismísimo Freud. Lo que dice el renegador inconscientemente es “la ley rige, pero no para mí”. Es un mecanismo perverso porque reconoce la ley, algo que ni siquiera es una transgresión. En este momento para mí es el “top hit” del Gobierno: “esto si lo hacés vos está mal, pero si lo hago yo está bien”. Cuán conscientes son de eso, no lo sé. Ni sé si es importante.
-Ante ciertas cosas, ¿no es peligroso reírse? ¿No se corre el riesgo de tomarlas en joda?
-¿Qué tiene que ver reírse con tomárselo en joda? Es casi lo contrario. Depende de qué te estés riendo. Yo sostenía esto también en los 90. Creo que reírse de ciertas cosas es una manera posible de tomárselas en serio. En los 90 cuando estaba el menemismo, vos podías hacer un chiste respecto a “la Ferrari es mía” en sí como frase, o podías hacer un chiste donde tomaras en cuenta eso e intentaras reírte del modelo. En un caso es “jajaja, se dejó las patillas”: eso es tomárselo en joda. Pero si vos, aunque tomes las patillas, lo que estás buscando en el chiste es mostrar lo ridículo, lo absurdo y lo perjudicial que es el modelo, te estás riendo pero es lo contrario de tomárselo en joda.
-En el tiempo que llevás haciendo humor con la realidad, ¿hubo algunos personajes más inspiradores que otros?
-El tema no es el personaje, sino la figura que representa lo que pasa. El tema no era Menem sino el menemismo y el país, el tema no es Macri, es el gobierno, es el país, son las contradicciones. Donde hay una contradicción hay lugar para el humor. Yo digo que el humor siempre es opositor: opositor no quiere decir que se oponga al Gobierno, opositor quiere decir que se opone al poder, quiere decir que se opone al “sentido común”. Es una contradicción que vos votes a uno de los tipos más ricos de la Argentina y pretendas que defienda a los humildes; que votes a un gran empresario y pretendas que defienda al Estado; que votes a un tipo que se beneficia con el endeudamiento y pretendas que no se endeude. Entonces, yo creo que a los que no nos gusta este sistema debemos emplear todos los mecanismos necesarios para que ese tipo no pueda hacer lo que quiere hacer. ¿Y qué hacemos los humoristas ahí? Uno puede hacer un chiste panfletario, que a mí no me divierte, o puede mostrar otra cosa. Si vos ves los programas políticos, inclusive los no macristas, cada vez que invitan a a un representante del Gobierno no viene a debatir: viene a repetir el disco rayado que tienen. A veces le dicen “ustedes los kirchneristas” a alguien que no es parte de ese colectivo.
“Los monólogos siempre me gustaron muchísimo: yo era un fana de Verdaguer, de Gila, de ver Seinfeld. Pero por timidez o lo que sea no me atrevía. En los 90 laburé escribiendo para Tato Bores en la parte de los teléfonos; los monólogos los escribía Santiago Varela. En 2002 empecé a hacer radio: ya había un micrófono conmigo. En 2006 hice un curso para aprender a decir monólogos. Ya había hecho algo de clown, y en 2007 me largué a decirlos. Ahora hago un show que se llama ‘Diez años hablando solo’. La experiencia de los monólogos me encanta. Absolutamente. Es algo parecido a dar clase, pero en este caso puedo decir que ignoro todo y no estoy fallando. No tengo por qué ser el que sabe”.
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-¿Agrandan la famosa “grieta”?
-“La grieta” es una mala palabra para mí. Es un invento de un pseudoperiodista porque para mí es más un mercenario que un periodista, a quien no quiero nombrar[1]. Cuando emplea esa palabra no está siendo honesto. “Grieta” corresponde a algo que estaba unido y que de pronto se agrietó. Y cualquiera sabe que la brecha, el agujero, la zanja o como quieras llamarla en la República Argentina existe por lo menos desde 1492, si no es de antes. Es mentira que estaban todos juntos y esto se agrietó. Nunca estuvieron todos juntos. Está claro que en 1492 podían estar los incas, los diaguitas, quien fuera, y que de pronto llega un señor que no era de acá y vino con una cruz y la espada. Ese señor no vino a debatir. Creo que gran parte de las violencias tienen que ver con gente que detenta de alguna forma cierto poder que usa y abusa para aprovecharse de gente que queda en situación de mayor fragilidad. Esto no es una grieta donde están todos parejitos: unos están arriba con todas las armas y otros están abajo diciendo “no tiren”.
Lo que podemos hacer los humoristas es mostrar eso desde el lugar del absurdo. Un humorista se enrola en lo que podríamos llamar “la batalla cultural”. Estos otros la conocen muy bien: leyeron al señor Gramsci mucho mejor que nosotros, entonces saben imponer ciertas palabras, ciertos conceptos, y después no hay mucha vuelta atrás.
Si a vos algo de verdad te provoca risa está tocando algo profundo tuyo. Los buenos chistes son esos que no son jaja, sino que te sacan la risa de adentro. Estan llegando a un lugar más inconsciente.
Estamos mezclando todo pero creo que es así la vida, ¿no?
Rudy acaba de presentar «La pesada gerencia», editado por Colihue. «Un libro de humor que cree en la historia» dividido en tres secciones: «El Bicentenario», «Tiempos interesantes» y «Mauritocracia». «En todos los casos la propuesta es la risa, la idea y la resistencia a ese sentido común, tan prejuicioso y tan fashion a la vez, que tratan de imponernos en éstos últimos milenios con relativo éxito», establece en el prólogo. «La pesada…» se suma a sus más de 50 libros publicados. “Hay cinco o seis que son favoritos –dice-. Los dos libros sobre Tsuremberg; el otro mundo querido es el lugar de hablar sobre la historia mundial y la Argentina. Y otro lugar querido es el material que trabajé con Eliahu Toker. Todos los libros que reflejan el laburo que hicimos con Daniel Paz también son muy queridos. Qué sé yo cuál es mi libro más querido. Los quiero de forma diferente. Pero quererlos, los quiero a todos”.
-¿Hay un humor argentino?
-Humor argentino no, pero humoristas argentinos, sí. La Argentina es sin duda un conglomerado de culturas. La problemática es como pensar que a los cuarenta y cinco de millones de personas que somos nos pasa lo mismo. Somos cuarenta y cinco millones de quejas distintas. Inventar que hay un estereotipo argentino, para mí es mentira. Obviamente hay costumbres, como reunirse con amigos a comer, pero no sé si las costumbres representan a la totalidad de un país, porque además las costumbres van cambiando.
-Pepe Arias hoy no tendría tanto éxito.
-¡Claro! Vi una filmación donde hacía un monólogo de un tipo que se había afiliado al peronismo tres días antes de la Libertadora. Es buenísimo. Con esa maestría que tenía, Roberto Fontanarrosa decía que en la división internacional del trabajo a los argentinos nos tocó hacer reir. Hay excelentísimos humoristas argentinos, quizás en promedio, por la cantidad de habitantes, hay muchos y buenos. Argentina produce fenómenos muy particulares como Les Luthiers, un fenómeno argentino pero también muy porteño, muy urbano; también es un fenómeno marcado por la dialéctica psi y por los 60. Prefiero decir “existen excelentes humoristas argentinos”. Estoy pensando en la revista Hortensia, por ejemplo: es un humor cordobés que no tiene que ver con el humor porteño, ni con el de Rosario, ni con el de la Patagonia.
“La estadística falla porque te da un panorama sesgado de algunas cosas. Todos los políticos las usan: dicen ‘hemos disminuido la pobreza’ y lo que pasa en las calles, lo que pasa en las casas, es totalmente diferente. Yo creo que los humoristas, sin ser ningún Quijote, nos tenemos que reír un poco de las estadísticas. Como decía Umberto Eco, ‘si un tipo come dos pollos y otro no come ninguno, en la estadística comieron un pollo cada uno’. También hay un refrán judío muy lindo que dice ‘si un pobre come pollo, o está enfermo el pobre o está enfermo el pollo’”.
-Y a vos, ¿quién te hace reír?
-Uh, tanta gente… Humoristas y gente que no lo es. Ahora mi hijo está haciendo humor, pero a mí me hacía reír mucho desde que era chico. Los chicos me causan gracia, con esa capacidad de detectar y decir cosas desde su absurdo. Y después, muchísimos colegas. Les Luthiers, Tato Bores, sin duda Daniel Paz, Sendra, Pati, la gente con la que trabajo. Me hace reír Dolina, algunos humoristas españoles, Woody Allen cuando hace algo cómico, los Monthy Python, Seinfeld me hacía morir de la risa, el Súper Agente 86, hay un escritor brasilero, Luis Fernando Verissimo: hace 20 o 30 años leía todo lo que escribía. Estoy siendo injusto: Quino –yo crecí con Mafalda-, el primer Satiricón, Sholem Aleijem, Mark Twain, y hay muchos más; algunos me hicieron reír cuando los leía, cuando era chico; también hay algunas cosas que aparecen en el humor popular y se van transmitiendo. Y también a veces, pero justamente porque veo la cosa en el sentido contrario a como la dicen, ciertas actitudes de gente con poder, de gente importante que dice cosas que yo digo “esto no lo puede decir en serio”: vos no podés ir a Amsterdam a la casa de Ana Frank y firmar diciéndole “te deseo que seas feliz” a alguien a quien mataron hace 70 años y vos sos el Presidente de una República… No podés hacer eso.
-¿Hay algún tema sobre el que no hagas humor?
-Suelo decir que el humor no tiene que tener límites pero los humoristas sí. El problema no es el tema, el problema es de qué te estás riendo. ¿Podés hacer humor sobre la dictadura? Sí. ¿Podés hacer humor sobre las desapariciones? Yo no puedo ni quiero hacer humor a costa de las desapariciones. No me voy a burlar de los desaparecidos nunca. Ahora, hacer humor donde uno se burle de los desaparecedores, me parece de lo más lícito. Entonces, ¿es el tema o de quién te estás riendo? Lo que no me gusta a mí es el humor que intenta reírse de la víctima de una situación: tomar ese mismo tema para reirse del victimario me parece de lo más lícito.
-Es como una ética del humorista.
-Sí. Planteo la ética del humorista pero no la moral. O sea, yo no soy quién para imponerle nada a nadie, pero tampoco que me lo impongan a mí. Si alguien “sedicente humorista”, que dice de sí mismo que es humorista, puede como pasó el pasado 24 de marzo decir “eh, clima de feriado” y creer que está haciendo un chiste es su problema y el problema del medio que le da cabida; aunque para ese medio era correcto, estaba bien.
[1] “La idea de ‘la grieta’ es reciente. Fue un invento en 2013 del periodista más conocido, amado y odiado de Argentina, Jorge Lanata”. Diario El País, 13 de noviembre de 2015.
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