I- La irrupción de la pandemia de Coronavirus ha puesto el foco en el Estado. Existen muchas definiciones sobre el Estado: filósofos, pensadores y políticos se han ocupado del tema a lo largo de la historia, explicando su razón de ser, describiendo sus características, asignándole y quitándole atribuciones, funciones y objetivos. Al Estado se lo propone omnipresente o insignificante, se lo venera, se lo detesta o se lo considera un mal necesario. Tanto en el terreno fáctico como en el teórico, el Estado es un campo de disputa ideológica, política y cultural.
II- En el imaginario social existen múltiples representaciones del Estado: la de un conjunto integrado por todos, la de un manto protector e igualitario, la de algo (territorio, bienes, historia, símbolos) que nos pertenece a todos, o la de una entidad superior. Otra representación del Estado remite a la permanencia, parafraseando a Camus, en el Estado de sitio “los gobiernos pasan, los Estados quedan”. También existen representaciones de connotaciones negativas: el Estado es elefantiásico, burocrático, bobo, corrupto e ineficaz. Pensamos que una visión adecuada del Estado nos muestra que no representa los intereses de todos ni se encuentra en manos de todos.
III- El Estado responde -al decir de Carlos Vilas- a una triple dimensión política: como estructura de poder, como sistema de gestión y como productor de identidades. El desafío es lograr un equilibrio entre los diferentes intereses. Pero “equilibrio” no significa neutralidad ni equidistancia, implica límites y habilitaciones. Alojar y contener es también impedir los posicionamientos perversos. Se trata de poder traducir las demandas sociales en acciones políticas representativas para la ciudadanía, que logren su legitimidad por encima de las tensiones y los conflictos; un ordenador nato. En este sentido, es donde recuperamos la noción de Estado en su vertiente de garante simbólico.
IV- La pandemia ha puesto en primer plano la necesidad de un Estado que garantice la satisfacción de los requerimientos en materia de salud de la población, ya sea coordinando, suministrando o produciendo (o las tres cosas) los recursos materiales y humanos para ese fin. No hay otra entidad, por fuera del Estado, que tenga las condiciones ni las intenciones de hacerlo.
V- ¿Puede el Estado representar los intereses de todxs? Difícil. Las sociedades tienen intereses en conflicto, determinados entre otras cosas por el lugar que ocupan las personas en el proceso económico. Las disputas de intereses dan origen a las diferentes posiciones ideológicas. Estas a su vez determinan una cosmovisión, un orden, valores e ideales y un sentido común. La ideología dominante se presentará como la natural. Abogamos por un Estado que represente los intereses de las mayorías, sus necesidades (donde hay una necesidad hay un derecho) y por lo tanto, habilite y contenga al deseo.
VI- El gobierno actual se ha hecho presente en la situación de pandemia mundial, implementando un recurso colectivo y solidario en relación al cuidado del y con el otro. El aislamiento fáctico es en el fondo un tipo de lazo social vital: aislados físicamente pero con conciencia del otro que está presente por ausencia. El otro como apoyatura indispensable, y simultáneamente el otro como objeto a ser cuidado. Se trata de un movimiento recursivo, en tanto yo soy el otro del otro, el cuidado se vuelve sobre mí.
VII- El Estado tiene una función metaorganizadora y simbolizante, productora de sentidos, organiza la realidad en torno a la pandemia: dice qué es importante, qué es urgente y también qué puede esperar. Organiza la circulación de las personas y habilita o clausura espacios. Distribuye el dinero asignándolo discrecionalmente ya que tiene ese poder conferido a partir de su representación democrática. Genera acciones comunitarias más allá del individualismo. Crea consensos y produce sentido común: una visión compartida de cómo es la realidad.
VIII- La meneada oposición economía/salud es falsa. Plantear un falsa disyuntiva no es ingenuidad, por el contrario nos conduce a un dilema, irresoluble por definición. La economía es una ciencia y una actividad al servicio del hombre, una creación de la cultura para la humanidad. ¿Para quién si no? La economía existe para comprender, abordar y resolver las necesidades materiales de los hombres. Se sabe: necesidades ilimitadas y recursos limitados, aunque este planteo podría revisarse a la luz del gigantesco desarrollo tecnológico-científico.
IX- Entonces, ¿como oponer economía a salud? ¿Podría existir economía sin salud, sin contemplar, o peor aún, poniendo en riesgo la salud? Cuando esto sucede, y es frecuente, no funciona la economía como ciencia al servicio del hombre, sino como excusa para la ganancia desmesurada de unos pocos a expensas del empobrecimiento de otros muchos, verbigracia explotación. Es la insistencia de un poder económico que nunca pierde y siempre está dispuesto a generar rentabilidad, aun a costa de la muerte.
X- Es tal el temor a caerse del sistema, a ser prescindible y marginalizado, que la explotación, todavía brutal y masiva, ha quedado en un segundo plano. La disyuntiva “economía o salud” reduce y equipara lo económico con el lucro. Por eso las voces que se alzan para cuestionar la cuarentena no son las de los sindicatos y asociaciones de trabajadores sino las de las cámaras empresariales y las de los políticos y medios afines.
XI- ¿Qué subjetividad se genera en la pandemia? ¿Cómo se afecta nuestro ser en el mundo en medio de la pandemia? El encierro es una medida de cuidado físico y es también algo disruptivo para el psiquismo. En una cotidianeidad alterada también se produce una alteración del sentido de lo cotidiano. Pichon Riviere decía que no había otra cosa más que la vida cotidiana. La pérdida de las rutinas diarias no es vivida como liberación sino como pérdida de referencias, y sus efectos clínicos inmediatos hablan de esa desorganización: insomnio, disminución de la libido, apatía, aburrimiento, angustia, ansiedad, confusión, asaltos a la heladera, ataques de pánico y hasta ideas catastróficas.
XII- La rutina, hasta un rato antes de la pandemia, era fácilmente desvalorizada: repetitiva, monótona, carente de creatividad y alienante. La pandemia ha puesto de relieve sus aspectos positivos como organizadora del día y del psiquismo, como contenedora de ansiedades, como reaseguradora de roles, lugares y vínculos. Hemos descubierto sus virtudes, pero no exageremos.
XIII- Tal vez podrían diferenciarse las rutinas en al menos cuatro tipos: 1) rutinas tróficas, aquellas que posibilitan crecimientos y adquisiciones, cuyo modelo estaría representado por el músico que repite sus escalas, para poder tocar bien y crecer como intérprete; 2) rutinas opresivas que impiden cualquier cambio interno o externo, el modelo serían los rituales obsesivos, con un alto grado de sufrimiento psíquico y gasto de energía; 3) rutinas evitativas del pensar, caracterizadas por actividades simples y repetitivas o extremadamente pasivas (correr o ver televisión, respectivamente); 4) actividades que por definición no serían rutinarias pero que se burocratizan (pueden ser actividades creativas, lúdicas o reflexivas y hasta un tratamiento psicoterapéutico), perdiendo su objetivo por el proceso grupal o individual de burocratización.
XIV- Si bien hay acciones y actividades que se prestan más a un tipo de rutina que a otro, es importante señalar que no importa tanto de qué acción o actividad se trate, sino de la relación interna que la persona tenga con lo que hace: lo que representa para la persona a nivel consciente e inconsciente, lo que deposita en esa actividad, la historia del sujeto con la actividad, la valoración familiar y social de la misma, etc. Una misma actividad puede ser una rutina que evita el pensar o el momento de pensar, más aun, puede cumplir en la misma persona distintas funciones en distintas épocas.
XV- El trastocamiento de lo cotidiano afecta la temporalidad. Vivimos una temporalidad centralmente ligada al trabajo y la productividad, a una organización economicista del uso del tiempo en que el día es la jornada de trabajo, y hay que aprovecharlo al máximo. Por ejemplo, los momentos libres se van a definir por su relación con el trabajo (a la salida del trabajo). En la pandemia esta temporalidad implosiona o se diluye con el correr de los días, dejando al descubierto un vacío de sentido que debe soportarse primero, para poder resolverse después en nuevos investimentos organizantes, donde la productividad ya no sea el metasentido de la organización diaria.
XVI- El modo hegemónico de habitar la cotidianeidad, modelo productivista, se altera y esto produce un fuerte impacto subjetivo: extrañeza e incertidumbre. Extrañeza ante la nueva situación, desde la perplejidad hasta el embotamiento. Incertidumbre acerca del después. La aparente devastación de un sentido de la existencia construida con otros, de un lugar, de un modo de vida. La seguridad de un estado de colapso del que no se sale indemne.
XVII- Como se sabe la incertidumbre es muy mal tolerada por el psiquismo, que prefiere minimizar, negar o rellenar con autoinformación proveniente de fantasías catastróficas. Así vamos de la negación maníaca a la fantasía de fin de mundo, dos defensas ineficaces para la angustia que genera la incertidumbre. Mayor esfuerzo y mayor gasto de energía psíquica es mantener la herida de la incertidumbre abierta, habilitando un adecuado reconocimiento de la realidad y en consecuencia mejores posibilidades de adaptación activa y creativa.
XVIII- ¿Qué tipo de herida es la de la incertidumbre? Narcisista en tanto nos confronta con un límite de nuestro yo: no sabemos qué sucederá. El yo debe reconocer y aceptar que no es ni omnipotente ni omnisciente. La incertidumbre ataca al sistema consciente- preconsciente al poner en cuestión referencias y creencias. Al producirse un cambio de encuadre emergen los aspectos más regresivos y psicóticos de la personalidad que el encuadre habitual contenía, aparecen el desorden y la apatía, o la urgencia restaurativa (limpieza frenética, hiperactividad). Finalmente la incertidumbre afecta las funciones yoicas de anticipación y de proyección en el futuro.
XIX- Tal vez se trate de crear una temporalidad independiente de la productividad, asalariada en primer lugar, y también de modelos equivalentes presentes en el ejercicio de las llamadas profesiones liberales o de oficios independientes (¿Cuántos pacientes debo atender por día? ¿Cuántas horas debo manejar el taxi? ¿Cuántas computadoras tengo que reparar? ¿Cuántos alumnos puedo tener?). El neoliberalismo enraizó en nuestra subjetividad el temor constante a la expulsión, a quedar por fuera del ordenamiento del mercado.
XX- Sería un caos si cada uno se manejara con sus horarios fuera del horario laboral establecido. Sí, sería un caos visto desde este orden. Pero, ¿sería un caos u otro orden? ¿Podríamos oponer otro/s tipo/s de orden/es, no ya el que se relaciona de manera excluyente con la producción, y que postula el uso o aprovechamiento del día? ¿Podríamos pensar en un orden que no tenga su centralidad en el modelo de trabajo asalariado? ¿Un orden que tuviera otros ejes, como la expresión, la comunicación, la creatividad o la vincularidad? ¿O la pospandemia traerá un posneoliberalimo que imponga tareas domiciliarias para reducir los gastos de las grandes empresas/capitales? ¿Se consideraría una virtud propiciar una subjetividad que no distinga entre el espacio privado de la casa, el lugar físico de lo laboral y un tercer espacio del esparcimiento?
XXI- El aislamiento no es igual para todos, como no lo es la vivienda, ni la comida, ni la cantidad de dinero de cada familia. Tampoco lo será el capital social con el que cada uno cuente. El aislamiento no es igual en una casa confortable, hacinados en una vivienda precaria o en situación de calle. El aislamiento preventivo es imposible de llevar a cabo en condiciones de pobreza extrema. La pandemia, como cualquier otra situación de emergencia social, pone de manifiesto las desigualdades sociales.
XXII- La solidaridad social, espontánea o estimulada por el gobierno, puesta de manifiesto en esta y en otras emergencias sociales, no borra las brutales diferencias de clases; ocultarlas o crear la ilusión de igualdad sería renegar de la realidad, un mecanismo perverso.
XXIII- Escena repetida en los videos: alguien de clase media se indigna y reacciona de modo agresivo y descalificador cuando un policía lo para y le exige su permiso para circular. La reacción es de indignación y la actitud de prepotencia: ¿cómo alguien de una clase inferior puede darle órdenes? ́Su función debe ser mantener alejados a los pobres marginalizados. Clasismo y racismo están a la orden del día. Los mismos componentes que en el crimen de los rugbiers.
XXIV- Otra escena repetida: la policía maltratando a detenidos de sectores humildes, tan humildes como ellos. Golpes, amenazas con armas, en algunos casos disparos y también ejercicios vivos (salto de rana y esas cosas) en un remedo del antiguo servicio militar. ¿Qué hay en el imaginario de los policías? ¿Cómo se forja esa subjetividad? ¿De dónde sale la orden para el maltrato, de qué estamento institucional y de que configuración psíquica? ¿Por qué jóvenes veinteañeros -muchos policías lo son- piensan que pueden hacer lo que hacen?
XXV- El personal de salud es aplaudido por las noches. El personal de salud es hostigado por los vecinos del edificio. Solidaridad y rechazo. En las situaciones sociales límite aparece lo mejor y lo peor de cada uno y de la sociedad. El agradecimiento y el egoísmo más feroz. La solidaridad y la estigmatización. Es cierto que hay expresiones convergentes con el ideario neoliberal, pero también lo es que estas expresiones han estado presentes en otras epidemias varios siglos antes del neoliberalismo.
XXVI- Del cuidado al control, de la salud pública al control social, de la solidaridad al denuncismo. Las medidas para combatir la pandemia pueden dar paso al desideratum de cualquier gobierno autoritario: que cada ciudadano sea un policía del otro. Se puede apelar a la argumentación altruista: lo denunció por el bien de todos. El peligro ya no es el virus ni la pandemia, el peligro es el otro. Dado que al virus no se lo puede visualizar y la pandemia es inasible, desplazar el peligro y ponerlo en el otro alivia, crea la ilusión de localización y control. Cuando el peligro es el otro la suerte está echada: el otro puede ser cualquiera de nosotros: negro, judío, izquierdista, kirchnerista, portador de VIH, inmigrante latinoamericano, trabajador de la salud, etc.
XXVII- Mucho se ha escrito sobre los cambios que vendrán después de la pandemia, veremos veremos/después lo sabremos. El capitalismo se ha recuperado y reciclado después de numerosas y graves crisis. ¿Es esta la peor? No cambiarán ciertas características y fenómenos de la condición humana, no dejará de haber celos, envidia y rivalidad, ambición y voracidad, egoísmo y altruismo, indiferencia y empatía, piedad y crueldad, y solidaridad y temor a la muerte.
XXVIII- La singularidad que nos salva. El aislamiento social como normativa pública está fundada en un “para todxs” que cercena temporariamente las libertades individuales como reaseguro de la libertad venidera; pero no debería ser bajo la invisibilización de lo singular del sujeto. La singularidad como aquello que lo hace único e irrepetible en su condición humana, aquel momento de estructuración psíquica que lo nomina como tal. Es este rasgo de lo inapropiable de su condición que vendrá en rescate de la emancipación de lo posible en tiempos de pandemia mundial.
XXIX- En “El malestar en la cultura” dice Freud que las tres fuentes del sufrimiento humano son la supremacía de la naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad. No parece que la pandemia vaya a cambiar estas fuentes de sufrimiento, pero seguramente surjan nuevos modos del lazo social.
Marina Vega: Lic. en Psicología, Directora de Programas para el Desarrollo Socio Comunitario en DDHH de la Subsecretaría de DDHH Provincia de Bs. As. marinahuan.mv@gmail.com
Daniel Kersner: Médico, Especialista en Psicología Médica y en Medicina Legal, Dramaturgo y Director teatral kersnerdaniel@gmail.com
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