En el año 2014 visitamos junto con Ana Cardoso -directora de Comunicación Institucional de la UNLa- y el fotógrafo Gustavo Quinteiro a Delia Carnelli de Puiggrós. El objetivo era recoger material para un video sobre Rodolfo Puiggrós que fue proyectado en diciembre de ese año en la Feria de Guadalajara, en el homenaje que encabezó Ana Jaramillo, tan ArgenMex como Delia y Rodolfo.
Esa tarde Delia compartió con nosotros una visión íntima y amorosa de Puiggrós. Nos contó que lo había conocido en 1967, “en una reunión que hizo esa tía tan conocida que tuve, María Luisa, en la que también estaba Raúl González Tuñón. Ella también quería ‘ubicarlo’ a él, que de pronto se sentía sin nada, y con lo difícil que era para él conseguir trabajo (…) Ahí me empezó a tratar, y ya no nos separamos más”.
En el 74, después de haber presidido durante 90 días la UBA -bajo su mandato Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires-, los Puiggrós tuvieron que irse del país. “Yo hablé a las once por teléfono desde una pizzería preguntándole al embajador de México si podía recibirme porque tenía algo que plantearle. No teníamos documentos, no habíamos renovado nuestros pasaportes, y así fuimos. Había policías por todos lados. Cuando entramos a la Embajada la gente estaba a la expectativa. Todo era impresionante. El embajador Celso Delgado nos acompañó hasta que nos sentó en el avión y el avión salió”.
Los días de Delia en México fueron ajetreados. Puiggrós fundó el Comité de Solidaridad Latinoamericana en cuanto llegó a tierra azteca con figuras destacadas tales como Gabriel García Márquez: cuando falleció, en 1980, Delia tomó su lugar. Crearon también la Casa del Niño “para los chicos que estaban en lucha, o trabajando, o en visitas cuando venían al país -nos contó Delia-. Los nenes cuando me veían me decían ‘¡Ay abuelita!’, y yo decía qué importante para un chico son los abuelos. Un amor, un cariño tenían… Yo no era ni parecía tan vieja. Había chilenos, ecuatorianos, nicaragüenses, colombianos…”.
Durante el exilio Delia también se concentró en recopilar un archivo enorme con las noticias que llegaban de nuestro país. Un archivo creado en primer término por nostalgia, porque como ella decía “En realidad era una angustia tan grande, de pronto tener que dejar el país… Yo la quiero mucho a la Argentina. Y no me iría nunca. De pronto, dejar el país de uno, fue muy dramático. Y entonces ahí empecé el recorte de todas las noticias que salían sobre la Argentina. Empecé guardándolas en un cuadernillo chiquitito, todo junto, pero a medida que pasaba el tiempo me daba cuenta de que era muy importante y no podía abandonarlo. A veces, cuando íbamos a Europa, hasta en Suecia, dos meses incluso, pedía que me compraran los diarios, y entonces a la nochecita me ponía a recortar para no perder nada, ninguna noticia (…) Rodolfo me retaba. Me decía ‘Delia, ¿qué hacés tan tarde?’. Porque yo en esa época me acostaba más tarde”.
Rodolfo Puiggrós falleció en 1980 en Cuba y Delia Carnelli volvió a la Argentina tres años después, en 1983. “Vinimos con Ana Jaramillo y Patricia Vaca. ‘Tenemos que volvernos’, me dijeron Ana y Patricia, ‘está bien, nos puede pasar algo, pero hay que arriesgarse’”.
Más allá de los amigos, de los afectos, de las coincidencias ideológicas y de las duras adaptaciones a un país que no es el propio, aquellos años de Delia en México fueron de una labor fecunda.
Increíblemente, como tantas mujeres de su generación que pensaban que solo el trabajo rentado era trabajo, Delia sostenía que en ese tiempo “no había trabajado porque le dijeron que no se podía”. Mientras tanto participaba en el Comité, jugaba y apapachaba a los chicos en la Casa del Niño, y recortaba pacientemente las piezas del archivo que donó a nuestra universidad y es hoy una fuente directa e indispensable para comprender e investigar los años más oscuros de nuestra historia reciente.
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