Hoy 3 de julio se cumplen 87 años de la desaparición de Hipólito Yrigoyen, primer Presidente argentino elegido por el voto secreto y obligatorio masculino establecido por la Ley Sáenz Peña en 1912. “Probablemente el Yrigoyenismo haya ocupado el primer tramo de los movimientos populares del siglo XX, siempre vinculado a esa idiosincrasia de la Argentina de vincular los contenidos con liderazgos -decía el Diputado Nacional mandato cumplido Carlos Raimundi en el Seminario de Yrigoyenismo dictado en la UNLa.

Yrigoyen fue un caudillo popular que conectó con las nuevas necesidades, las nuevas aspiraciones. Conectó con los herederos de esa primera oleada de inmigrantes que llega al país sobre finales del siglo XIX, y gobernó en nombre de intereses completamente distintos de aquellos en nombre de los cuales se venía gobernando la Argentina oligárquica (…) Roca tenía un proyecto de país planeado para servir a los grandes grupos de la élite cultural y económica porteña, que necesitaba deshacerse de todo aquello que fuera un obstáculo. Era un proyecto heredero de la vieja ideología de que para poblar la Argentina el gaucho no era el indicado y también el indio era un escollo; un proyecto heredero de una filosofía eurocéntrica, según el cual había que poblar el país para gobernarlo con la inmigración europea. Se gobernaba en nombre de los intereses de la élite portuaria que enarbolaba una cultura rentística, no una cultura productiva; que necesitaba grandes extensiones de tierra, controlar esa propiedad privada y con la renta de una pequeña proporción de esas propiedades ya podía viajar tranquila a Europa a abrevar en aquellos movimientos culturales e insertarlos en la Argentina.

Pero la Argentina se empieza a poblar de otro grupo de gente que llega de Europa aunque no de las clases altas: llega de las miserias de las hambrunas, de las miserias de las guerras europeas; gente que si bien tiene nostalgia, viene a poblar la Argentina y a quedarse. La Revolución de 1890 de alguna manera expresa esa nueva composición social que se va afianzando, y a medida que se afianza con la segunda, la tercera generación de inmigrantes, va avanzando la lucha de Yrigoyen para arrancarle al poder el voto universal. Si uno gobierna en nombre del grupo de amigos que lo designa gobierna con un sentido, pero si uno gobierna en nombre de miles y miles de votantes que expresan nuevos intereses, nuevas aspiraciones, gobierna de otra manera. Y se apoya mucho más en esa vivencia popular. La modernización de Roca fue una modernización positivista, solo creía en los grandes adelantos de la modernidad importados, no en la experiencia popular, no en la vivencia. La vivencia se fue construyendo y el Yrigoyenismo se fue construyendo. Y se empalmó, después, con nuevos tramos, nuevas etapas del movimiento popular”.

Carlos Raimundi señala la diferencia entre “las masas” del período yrigoyenista y las del proletariado industrial. Hasta fines de los años ’30 estas estaban conformadas por clases medias: comerciantes, artesanos, empleados de servicios, los primeros profesionales liberales -hijos de inmigrantes y egresados de las universidades argentinas-, pequeños productores. Todavía no había un proletariado industrial de masas, como sí lo fue el resultado de la inmigración interna de la población rural y suburbana a los grandes centros urbanos, a fines de la década del 30 y principios de la del 40. “Ahí sí se va formando esa nueva población urbana que da origen al proletariado industrial”. Entonces, “la nueva estructura económica da origen a una nueva capa social, y es imposible históricamente que una nueva estructura económica que da origen a una nueva capa social no tenga su expresión política. Esa expresión ya no es Yrigoyen: lo que queda es esa energía del movimiento nacional que encuentra otro contexto, y se cruza con otro liderazgo, el de Juan Domingo Perón (…) La independencia económica, la soberanía política y la justicia social las expresó en un momento histórico el Yrigoyenismo, como lo habían expresado antes otros caudillos en el siglo XIX. Y en el nuevo tramo lo expresa el Peronismo”. Raimundi señala que, así como lo hizo Perón sobre mediados del siglo, “Yrigoyen encarnó una construcción de poder alternativa al poder oligárquico” y que el triunfo en la alternativa “Perón o Braden”, como así también la negativa de integrarse al Fondo Monetario Internacional, fue “algo parecido a lo que pasa en 1916 cuando Yrigoyen les arranca la ley de voto popular a los patrones de estancia que habían gobernado hasta ese momento”.

“Yrigoyen es un hombre de la segunda mitad del siglo XIX en su formación política, cultural, práctica -decía Gustavo López, también docente del Seminario de Yrigoyenismo UNLa- y la gran pregunta que uno se hace es por qué a un hombre del siglo XIX que tiene su desarrollo político en el siglo XX se lo toma en el siglo XXI. La respuesta está en la vieja contradicción fundamental entre pueblo y antipueblo; entre democracias y corporaciones”.

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