La universidad debe ser un ámbito de reflexión, dentro de las ciencias sociales en general y de las ciencias económicas en particular, para hacer análisis de perspectivas a través de los cuales se puedan prever acontecimientos, situaciones, problemas, oportunidades y proponer líneas de acción de forma que la sociedad tenga elementos para extraer conclusiones que le permita avanzar social y económicamente o, al menos, no retroceder. En ese devenir vamos a tratar de dar argumentos para demostrar que, en el corto plazo, existirán, por un efecto no deseado, oportunidades para la creación de Cooperativas de Trabajo. La creación no debe confundirse con el desarrollo efectivo del cooperativismo de trabajo ya que una cosa es organizar la cooperativa y otra que tenga oportunidades reales de crecer y consolidarse.
En un sistema capitalista de economía de mercado, los espacios cooperativos surgen siempre en donde hay crisis, cuando ni el Estado ni el mercado resuelven una complicada situación económica con impacto social grave en determinados sectores de la población. Así; cuando en Argentina el pequeño productor del campo no tenía forma de comercializar de manera justa su producción, surgieron las cooperativas agropecuarias; cuando los pueblos aislados del interior no tenían electricidad surgieron las cooperativas eléctricas. Y cuando no hay trabajo: Porque el Estado se retrae en su creación, en su promoción o disminuye el gasto o la inversión pública; o porque la inversión privada es escasa; es entonces cuando a los desocupados que no tienen una protección sindical activa les llega el mensaje siguiente (palabras más palabras menos): “Arréglenselas como puedan”. El cuenta-propismo ha sido, durante muchos años, una salvación individual a la desocupación, acorde con la propia cultura del capitalismo: iniciativa personal, aislada y sin búsqueda de una asociación solidaria entre las personas en la misma situación de desamparo. Pero ahora, con el aprendizaje social, la situación es distinta. La desocupación va a actuar como una angustiosa oportunidad no buscada para crear cooperativas de trabajo, ya sea por reconversión de empresas en crisis o por creación de nuevas.
En momentos en que existe una inflación importante y los salarios no compensan el deterioro del poder adquisitivo; donde el Estado abre la economía de manera no selectiva impactando negativamente, sobre todo, en la pequeña industria y, además, el sector público continúa con un ajuste presupuestario optando por no gastar; entonces la consecuencia automática es la retracción del mercado interno; la disminución del consumo por falta de disponibilidad financiera, que se agudiza por más retracción del consumo por la conducta social de “no gastar aunque se pueda”, debido a la incertidumbre futura; con lo cual, cualquier proceso de crisis se acelera, cayendo en una especie profecía autocumplida: Si la mayoría de la sociedad presupone que habrá crisis, decididamente la habrá. Con este panorama las primeras estructuras que se recienten son aquellas que están en el límite del mercado; o sea las pequeñas empresas con pocos trabajadores.
La década del 90 fue negativa para la ocupación y positiva en la búsqueda de nuevas metodologías para autogenerarse trabajo; por ejemplo, mediante la recuperación de empresas o por creación de agrupamientos asociativos solidarios, muchos de los cuales llegaron a constituirse en cooperativas de trabajo, con escaso capital, baja tecnología y, en muchos casos, con ciertos niveles de autoexplotación. De todos modos existe, entonces, un camino hecho, aprendido, aceptado por la propia sociedad y visto con solidaridad por la misma, en el sentido de que aquellos que se quedan sin trabajo van a luchar por mantenerlo y continuar haciendo lo que realmente saben hacer. Ese aprendizaje social creemos que va a tener que ser nuevamente utilizado en el corto plazo, especialmente, para el recupero de fuentes de trabajo. Así; aunque nadie quiere que se produzca “una inundación (léase desocupación) y que llegue el agua al cuello”, hay que prepararse para ello y, de hecho, ya hay un aprendizaje logrado.
Prepararse significa tomar conciencia de que puede venir más desocupación, en la lógica económica considerando las medidas tomadas. Y no será de manera sumisa que hay que aceptar esa desocupación creciente. Menos aún, por supuesto, convalidar medidas que lleven a ella. Dentro del espacio democrático hay que luchar para contrarrestar esa desocupación que trae desequilibrios económicos que afectan a los sectores más débiles y que agudizarán más aún los desequilibrios sociales de inequidad distributiva. Ese es un espacio de lucha irrenunciable que afecta a todos. Y hay que prepararse de manera realista porque a alguno “la inundación” (desocupación), le llegará. Y esa preparación no sólo es individual en la conciencia de cada uno sino, lo que es más importante, que debe lograrse que impacte en la conciencia social, grupal e institucional, especialmente en las Universidades y en los agrupamientos de las Cooperativas y en las Federaciones existentes, las que deben poner a punto formas y métodos para asistir y orientar a quienes se queden sin trabajo. Y, las Universidades bien pueden prepararse mediante la creación de lo que podría llamarse los “OBSERVATORIOS DE ALERTAS SOCIALES”. Es decir; como las pequeñas empresas tienen un ámbito de desarrollo económico bien local esos OBSERVATORIOS deberían ubicarse a nivel municipal de forma de estar atentos para detectar aquellos sectores y más puntualmente aquellas empresas en concreto que empiezan con los primeros síntomas de crisis estructural y poder, rápidamente, plantear una alternativa posible para COOPERATIVIZAR ese espacio antes que se produzca una crisis total: con los proveedores por falta de pago, con el Estado por no cumplir con las obligaciones impositivas, con los trabajadores cuando el empresario no pueda pagar sus salarios regularmente y con los bancos cuando entren en mora. El planteo, en este caso, tendrá que ser claro entre el núcleo directamente afectado: los trabajadores y el empresario. Aquellas cooperativas de trabajo que ya han pasado dramáticamente por esta situación en etapas anteriores y que han logrado sobrevivir como Empresas Recuperadas, serán los ejemplos claros que sirvan de guía a esta nueva situación. Las Universidades pueden aportar conocimiento y las federaciones que las nuclean serán quienes tienen que aportar el asesoramiento y capacitación cooperativa. La sociedad local está en condiciones de prestar apoyo social y comunitario, fundamental para condicionar la conservación de la fuente laboral y el trabajador deberá ser consciente que puede ser la oportunidad de pasar de ser un trabajador asalariado y transformarse en un trabajador responsable y autogestionario grupalmente. Ese pasaje implica un cambio cultural de ser trabajador dependiente del capital (en relación de dependencia) a ser trabajador que depende de su capacidad y responsabilidad. Y esto no solo promueve un cambio individual sino que es el inicio de un cambio social importante.
Prepararse para ello no es poco. No pensemos que la solución a la crisis será la creación de empresas capitalistas más grandes que albergarán a los trabajadores desempleados, sino que no tenemos más remedio que pensar en la crisis como la oportunidad y no dejemos solos a quienes vayan perdiendo el empleo. Estemos atentos a lo macro para responder con otras propuestas políticas superadoras dentro de la democracia y a lo micro para provocar cambios estructurales desde la base con otra forma de hacer empresas o sea: Cooperativas de Trabajo. ”Los Observatorios de alertas sociales” no son la solución pero pueden ser las atalayas que nos permitan ver y relevar anticipadamente las crisis de las pequeñas empresas. Y así, cuando esa crisis llegue, habrá una preparación previa en la Universidad y en la sociedad que darán apoyo, empuje y valor a quien tenga que asumir la triste realidad de la desocupación. Y esta respuesta concreta, tendiente a solucionar una situación en particular debiera ser compatible con una respuesta social amplia que advierta y tienda hacia una solución global: O sea una respuesta politica.
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