Teté García Bravo es docente investigadora del Departamento de Humanidades y Artes, coordinadora del Área de Lectura y Escritura Profesional, y también es poeta. Así, en diciembre de 2022 publicó Pedro y el Labio, un libro digital que se consigue por la web.

“Durante muchos años escribí sola, en momentos más ligados a la inspiración gratuita. Luego fui al taller de Ariel Schettini hasta que dejé de escribir. En realidad dejé la poesía, porque pasé a escribir artículos para revistas académicas. Cuando volví fue porque me sumé al taller de Cecilia Pavón, un espacio formativo donde se armó un grupo de pertenencia. Formar parte de una comunidad de poetas es estar rodeada de gente que te lee, que te hace una devolución y me gusta pensar que mi publicación llega así. Tengo este libro, Pedro y el Labio, publicado en Ediciones Microcentro, porque formo parte de esa comunidad de poetas”, sostuvo su autora en referencia al espacio editorial y de experimentación poética fundado por Cecilia Pavón en 2020.

¿Hace cuánto que escribís?

Desde chica mi ilusión era ser maestra y escritora. Tenía siete años y comencé a leer todo lo que era accesible para una casa de clase media de la zona sur del conurbano. Había colecciones de literatura universal. La Salvat, la biblioteca roja de Billiken, los libros amarillos de la colección Robin Hood. Y fui desarrollando la escritura a través de cuadernos.

¿Cómo maduró el camino poético en vos?

En quinto seguía con la idea de ser escritora, y al finalizar el secundario se me ocurrió inscribirme en Letras. Es gracioso, porque cuando entré estaba segura de que odiaba la poesía. En ese entonces, significaba los cánones más clásicos y restrictivos como las redondillas, los cuatro tercetos, los cuatro cuartetos, la rima consonante. Hoy, viendo eso en perspectiva, me fascina. Quevedo, Góngora, no podés creer el dominio estructural que tienen del texto. Pero ahora es otra la entrada. Además, en la escuela, en aquella época, no se veía casi nada de poesía contemporánea y lo más cercano era Juana de Ibarbourou. De nuevo, desde la revisión la leo de otra manera, pero en el momento me parecía como que no hablaba del mundo. Y cuando entré en Letras, la primera materia que hice fue Teoría y Análisis con Jorge Panesi. Fue un cachetazo, porque no solo me hizo leer a Juan L. Ortiz, sino que descubrí Trilce. Con Vallejo el mundo se te llena de certezas: YO QUIERO ESCRIBIR ESTO. Ahí aparece todo, Alejandra Pizarnik, Susana Thénon. Y a la vez, comienza a gestarse el movimiento de Belleza y Felicidad y una movida que tiene que ver con Gabriel Bejerman y la revista Nunca nunca quisiera irme a casa[1] a fines de los noventa. Aparece también Lola Arias como poeta dramaturga y empiezo a ver que gente de mi generación escribe un montón y cosas parecidas a las que me interesan. Entonces, empecé a escribir con una amiga un proyecto que se llamaba Devenir letra que eran poemas un poco graciosos. Pienso que ese tono se me quedó pegado para siempre y que mis poemas son casi como chistes.

¿Cómo es eso?

Que mis poesías necesitan de un remate, como así lo necesita el capocómico o Moria. Sin ese remate, pareciera que no funcionan.

¿Cómo convive la escritura poética con tu vida universitaria, con la docencia?

Me interesa traer textos motivadores para las y los estudiantes. Me viene enseguida uno de los talleres que di como primera clase en Audiovisión. Siempre la primera clase es difícil porque busco ofrecer un panorama, que sin confundir, muestre que no es que nos vamos a dedicar a traer noticias del diario y subrayar los sustantivos o cosas así. Por eso este año traje un fragmento de un diario de McKenzie Wark que se llama Vaquera Invertida. En ese libro, la autora habla de problemas de identidad, ella que tiene una discapacidad y su familia nunca la reconoció como tal. El ejercicio consistía en hacer una presentación personal, pero como lo hace McKenzie Wark, no tan formal, sino más bien creativa. Y fue genial lo que disparó, porque en el aula había dos personas con discapacidad y lo tomaron como un desafío. Ese libro nos lo dio Cecilia Pavón en el taller de poesía. Así, me alimento de bibliografía nueva también de ese espacio. Busco elementos que interpelen a las y los estudiantes que están iniciando una carrera universitaria. Cuando leímos los escritos que surgieron de esa consigna, no solo los textos eran maravillosos, sino que hablaban de cómo cada una, cada uno, forjó una identidad que los llevó hasta ese primer día de clase. Y tenía que ver con eso, con un por qué, con un cómo fue que llegaron hasta acá, a modo de reflexión crítica.

¿Abre posibilidades trabajar con poesía en el aula?

A modo de ejemplo, este año leímos a una poeta peruana que se llama Otta Tilsa. Son poemas muy breves, donde parece que no está diciendo nada, pero dice un montón. Así, poner a trabajar todas esas cabezas para desentrañar qué pasa en esos cuatro versos que leímos de Tilsa me parece importantísimo. Esto nos permitió poner en práctica que la interpretación es una construcción. Pero, no es que esté oculta, por detrás, sino que tiene que ver con lo que el texto dice, con lo que el texto propone. Una puede asociar, poner en diálogo, pero sin el texto la interpretación no ocurre. Estos desafíos permiten luego, con un texto académico más ligado a la bibliografía obligatoria de las carreras, que suceda este ejercicio de interpretación.

¿Qué querrías contar acerca de Pedro y el Labio?

Primero, le tengo que agradecer a Malena Low que estuvo a cargo de las ilustraciones. Es un lujo su participación. Luego, que aparece fuerte lo mujeril, pero no con las pautas clásicas del feminismo, como lo trabajan otras autoras, sino un poco como un chiste. El chiste de lo que odio limpiar, de lo mal que me sale, y sin embargo, como soy mujer lo tengo que hacer. Este es un tema recurrente del libro. El odio que da hacerlo, porque eso que llaman “amor” es trabajo no pago, y eso que llaman “odio” también es trabajo no pago. Odio, pero la ropa la lavás. Y te la vas a poner y tiene olor a podrido. Decís ¿por qué? ¿por qué mi pantalón de gimnasia huele a chizito, si lo termino de descolgar del sol? ¿por qué tengo que pasar la vergüenza de ir oliendo a chizito al gimnasio? (hace referencia al poema Programas de lavado).

¿Te apoyás en el cinismo?

Sin el cinismo me sería muy difícil armar los remates. Por ejemplo en el poema de los likes. Me gusta derrochar plata, me gusta no tener plata, me gusta mentirle al banco.

¿Hay un cuerpo que derrocha, incluso aún si va camino al derrumbe?

Sí. Al derrumbe vas. Vas con el banco, vas contratando aplicaciones, vas comprándote cualquier producto innecesario, tanto para vos, para tu hijo o para tu marido.

Y aparece el porque sí….

Porque sí, porque me gusta, por el like. El me gusta es la única razón de ser positiva que nos rodea. Qué otra cosa hay que poner like. Ponemos like incluso cuando alguien te anuncia que se le murió el padre. Ahora puede aparecer la carita que llora, pero antes alguien contaba algo malo y ponías like, como diciendo te acompaño. Pero es un like, un corazón. Frente a toda esa iconografía del cinismo que las redes nos imponen y frente al algoritmo que elige por vos. La pregunta es qué nos hacen las redes de bueno y de malo.

Aparece en varias de tus poesías un sobrante, algo que queda…

Nunca estás clean. Nunca. Siempre queda la basura, esa que te da asco, esa que la tenés que levantar con las manos y eso es imposible. La limpieza es el imposible femenino, es algo que odio y que lo hago mal, que no me sale y sin embargo mi madre es la perfección de la limpieza. Hay uno de los poemas que comienza como con la voz de mi madre que dice: Teté yo no te crié así(usa el tono y la voz imitando a su madre). Mi mamá es santiagueña y me habla así (ríe). Yo no te crié así significa: ¿vos no limpiás la cocina dos veces por día? ¿no tenés todo planchado? ¿la casa está impecable? Hay un remanente en el que siempre queda suciedad. En realidad, trato de alejarme un poco del cinismo y de acercarme a la figura del remate para que algo sea gracioso. Como si la salvación o cierta redención pudiera ocurrir en la risa.

¿Con qué sentidos dialoga el título del libro?

Pedro y el Labio es justamente una especie de volver a contar los problemas que tienen Pedro y el Lobo. El pastor mentiroso. Mentís, mentís, mentís hasta que la boca se te queda… hasta que te convertís en puro labio. En un puro labio que habla, habla y habla.

En la poesía Restos humanos hay un trabajo sonoro. ¿También hay búsqueda en ese registro?

Sí, sonoro y performático. Me interesan los tonos, lo sonoro y el ritmo en la lectura para que el texto de algo más. Así los poemas pueden llegar mejor a sus lectores/as.

¿Cómo se consigue Pedro y el Labio?

En la página de Ediciones Microcentro se puede bajar de forma gratuita. Allí encuentran a otras y otros autores. Hay muchos. Que lean y hagan circular el libro es lo más importante para mí. En el cierre, Teté García Bravo nos compartió la lectura de su poema


[1] https://ahira.com.ar/revistas/nunca-nunca-quisiera-irme-a-casa/

Artículos Relacionados

Hacer Comentario