El 11 de febrero, en la capilla principal de la Basílica de San Pedro, el papa Francisco canonizará a la beata María Antonia de Paz y Figueroa, “Mama Antula”, quien se convertirá en la primera santa nacida en nuestra tierra: exactamente en Villa Silípica, en lo que es hoy la provincia de Santiago del Estero.
Para conocerla un poco mejor hablamos con Cintia Suárez, su biógrafa, quien desde hace trece años investiga la vida y la obra de su coterránea. Cintia —licenciada en Periodismo y magister en Antropología Social— estará presente en el Vaticano el día de la canonización; allí también va a presentar su biografía oficial, Mama Antula. La mujer más rebelde de su tiempo, escrita con Nunzia Locatelli y publicada primero por una editorial argentina y ahora también en italiano, por la editorial vaticana.
¿Quién fue Mama Antula?
Nace en el 1730 en el seno de una familia de encomenderos. A los 15, edad en que la mujer o se casaba o entraba como monja, le dice al padre una tercera opción: “me voy como laica consagrada a los jesuitas”. Una bomba, vos no podías decirle a tu padre lo que querías hacer, tenías que obedecer. Ahí cortó para siempre todo vínculo con la familia. Pero en 1767 los jesuitas son expulsados de América. Ella entonces tenía 40 años, era vieja para la época. Se dice “esta gente, todos estos negros, estos indios, esta minoría, está desamparada porque se han ido los jesuitas. Voy a volver a abrir aquellas casas”. Pero estaba queriendo hacer algo prohibido: ni siquiera se podía decir la palabra “jesuita”. Entonces empieza a golpear puerta por puerta, va al interior de Santiago, les dice a los obispos que los ejercicios espirituales no son de los jesuitas sino de toda la iglesia universal, y a ellos no les queda otra que autorizarla. Los fue convenciendo pueblo por pueblo, recorriendo las provincias actuales de Salta, Tucumán, Catamarca, Córdoba, y después viene a Buenos Aires, también a pie, acompañada por cuatro o cinco mujeres laicas como ella. Acá la reciben mal, la violentan, le tiran piedras: busca refugio en la Basílica de la Piedad que entonces era una pequeña capillita y decide que ahí descansen sus restos, donde están hasta el día de hoy. Durante nueve meses les insiste al obispo y al virrey para que le habiliten los ejercicios, lo cual logra finalmente. Y de ser golpeada pasa a ser con el tiempo una persona de consulta de la ciudad: virreyes, magistrados, obispos, todos querían consultar a la Mama Antula, todos querían tomar sus ejercicios, que fueron un éxito tal que hasta el teatro tuvo que cerrar por falta de gente.
Mama Antula va a convertirse en la primera santa argentina en un tiempo en que las mujeres venimos peleando por nuestros derechos…
Incluso es la primera causa de los santos de la Argentina, data de 1905; la llevó la Diócesis de Buenos Aires, la ciudad donde ella muere. Desde entonces estuvo esperando este hecho histórico muy deseado y ansiado: es una forma de reivindicar a una mujer que sola hizo todo lo que hizo. Ella es un ejemplo para muchas mujeres que están solas, a cargo de un hogar, que tienen que enfrentar situaciones adversas o que están ejerciendo solas un proyecto de vida o laboral. Todo lo que ella quería hacer era prohibido, entonces imaginate los obstáculos que tuvo: ella tiene una famosa frase que dice que “la paciencia es buena pero mejor es la perseverancia”. En ese momento del siglo XVIII existía en Santiago la Inquisición así que la podrían haber matado, pero como ella provenía de una familia de encomenderos, si bien renunció a su origen noble su apellido le permitió ciertos contactos y de alguna manera estar a salvo.
¿Cómo fue tu enfoque, qué variables encontraste en su figura?
Primero, como yo también soy de Santiago, la vi como parte indispensable de la identidad santiagueña, como una prócer de nuestra provincia; ahí empecé a encontrarme con otras variables que ella representa y trae aparejadas. Por ejemplo la cuestión de la indianidad. Mama Antula se ocupa especialmente de esos sectores olvidados, postergados, estigmatizados del siglo XVIII que nadie quería ver: los indios, los esclavos, los campesinos, las mujeres víctimas de la prostitución. Un poco la idea de mi tesis es trabajar cómo ella representa también estas raíces negras afro ocultadas por la historia. La mayor parte de los esclavos se encontraba en Santiago del Estero. Ella aprende de los jesuitas ese trato compasivo respecto a los encomenderos y a los otros estratos sociales, y nos propone una nueva forma de ver estos sectores y convivir de una forma que no era la típica de ese tiempo ni de después. Los esclavos liberados terminaban mendigando en la calle, entonces ella en su testamento no deja libres a los tres esclavos que tenía en su casa sino que dice que quedan bajo la protección de la casa, pero ya no en un estado de dominio ni de posesión. Otra cosa que ella logra es mezclar las clases sociales en la Casa de Ejercicios Espirituales: los esclavos, los virreyes, los indios, todos tomaban ejercicios juntos, algo impensado en el siglo XVIII cuando una clase social iba por una calle y por la calle de enfrente iba la otra.
¿La considerás una pionera de los derechos humanos?
Sí, cuando todavía no existía ni el concepto. Hoy respetar al otro hoy es normal o casi normal, pero en un contexto patriarcal y jerárquico donde existían esas distinciones tan marcadas y atroces, que ella logre que todos vivan en armonía y que todos puedan comer de la misma comida, dormir en el mismo tipo de camas, la convierte en una pionera de los derechos humanos. Esas ideas ella las adquiere de los jesuitas: esta compasión, esta empatía que hoy está muy en boga pero 200 años atrás, no.
¿Cómo nació tu interés por Mama Antula?
Yo soy santiagueña pero la conocí en Buenos Aires: en ese momento estudiaba en la Universidad del Salvador y trabajaba en una pequeña editorial, donde me pidieron que escribiera una semblanza de alguien que me pareciera interesante. Me puse a indagar, pensando en escribir sobre una mujer, y de Santiago del Estero. Ahí la encontré, y después de escribir la semblanza me dije “esta mujer merece salir del olvido”. Empecé con un libro de distribución gratuita subvencionado por la Cámara de Diputados de Santiago y después la Legislatura porteña también lo quiso hacer; más tarde entré en el circuito comercial cuando vino el papa jesuita y empecé ese rally que sigue hasta el día de hoy. La vi y me conmoví como mujer, como santiagueña, como historia. Me identifiqué porque pasó de todo en su viaje de 4 mil kilómetros a pie.
Decías que mientras hacía su derrotero empezaron a aparecer rasgos fuera de lo común, ¿cuáles eran?
Ya en vida da signos de que era una persona santa. En su presencia se multiplicaba la comida, se multiplicaba el pan, aparecía en dos lugares al mismo tiempo. Son rasgos inexplicables que tienen los santos. Tenía visiones: en un momento estaba rezando acá, en Buenos Aires, y tiene una visión en la que unos hombres con cabellera colorada venían a atacar nuestro actual país. Ella lo deja asentado y con el tiempo, con las características y descripciones que da, se interpreta como las invasiones inglesas. Ella instala la devoción a San Cayetano. Entra también en contacto con los próceres de mayo: Saavedra la ayuda con las gestiones por la santa casa de ejercicios y por eso también hablamos de “la madre espiritual de la patria”.
¿Cómo nace el nombre “Mama Antula”?
Es una locución de la voz quichua, nuestra lengua vernácula en Santiago. El nombre se lo pone la gente común, la gente sencilla del interior de la provincia que se acercaba a ella como madre espiritual. “Antula” es como en quichua se llama a las Antonias.
¿Se continuó su obra luego de que falleciera?
Su deseo y voluntad era que la continuaran laicas en la Casa de Ejercicios Espirituales que ella fundó en Buenos Aires —que es el edificio colonial más antiguo que sigue en pie, está en la avenida Independencia 1190—. Pero hubo conflictos porque eso no pudo seguirlo un laico, de modo que vino una congregación de monjas que al día de hoy siguen dando los ejercicios espirituales. En el lugar hay arte del siglo XVIII, reliquias de Mama Antula, está su celda. En aquel tiempo eso era los márgenes de la ciudad, un lugar muy remoto que a ella le donan. Era un proyecto muy ambicioso, y todo lo hizo con limosnas y gracias a la generosidad de su gente.
¿Cómo es la figura de Mama Antula en Santiago?
La devoción fuerte a Mama Antula está en la memoria del pueblo santiagueño. Ahora la gente se está preparando con una vigilia, ese día van a esperar para hacer la previa y para ver todos juntos en pantalla gigante la canonización, que va a ser a nuestra madrugada. Es algo muy emocionante ser parte de todo esto. Siempre estuve en el rol de promover su figura a través de libros y publicaciones generales, no libros áulicos ni teológicos, sino pensando cómo hablarle a un joven de este tiempo, cómo hacer que su historia lo pueda interesar e inspirar. Ese fue mi rol, acercar a este tiempo la figura de la Mama Antula desde el lugar de santiagueña, mi lugar de origen y el lugar donde ella nació.
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