La Medalla de Plata obtenida en el African Judo Open, celebrado en junio de este año en Costa de Marfil, fue el pase que necesitaba para cumplir su sueño: competir en los Juegos Olímpicos (JJOO). Así fue como Gabriela Narváez viajó a Paris para participar de este evento que reúne a atletas de todo el mundo.
“Fueron mis primeros Juegos y fue muy emocionante, desde entrar en una villa olímpica, ir a la ceremonia de apertura. Además, con el resto de los deportistas se entabló una linda amistad. Fue hermoso”, asegura Gabriela en diálogo con Viento Sur.
Si bien Gabriela nació y creció en Lanús, en los JJOO representó a Paraguay, país de sus ancestros y del cual ella es también ciudadana.
“El sueño de mi abuela era que pudiera representar a Paraguay así que hice todo y más para poder llevar esos colores. Quería que mis abuelos se sintieran orgullosos de mí. Lamentablemente mi abuela falleció y no pudo verme, pero cada logro es para ella”.
Gabriela no obtuvo una medalla olímpica, pero su performance marcó un hito en la historia del deporte paraguayo, al convertirse en la primera atleta en obtener un diploma olímpico en un deporte individual.
“Mi objetivo principal era traer una medalla, pero de todas formas me emocionó el hecho de haber obtenido un diploma en mis primeros Juegos. Espero que en los próximos se pueda dar”.
Su contacto con el judo se dio desde pequeña. Comenzó a practicar en el Instituto Budokan de Avellaneda, donde su papá y su tío dieron también sus primeros pasos en el deporte. Luego pasó por el Club Lanús y mientras fue miembro de la selección argentina practicó en el Club Talleres de Remedios de Escalada y en el CENARED (Centro Argentino de Excelencia Deportiva).
¿Tu papá fue una gran influencia a la hora de optar por el judo?
Sí, es la persona por la que decidí practicar este deporte, así que fue un gran referente a la hora de tomar decisiones deportivas y también personales. Mi padre es mi mentor.
¿Cómo fue tu infancia en Lanús?
Fue muy hermosa, pero también muy dura porque económicamente mis papás a veces no llegaban a cubrir ciertas necesidades. Siempre hubo mucho amor, mucha contención familiar. Lo mejor fue cuando llegaron mis hermanas del Paraguay, yo tendría 9 años más o menos, y eso me hizo sentir menos sola.
El conurbano sigue presente en tu vida porque sos estudiante de la Universidad Nacional de Avellaneda…
Sí, estudio en el Programa Doble Carrera, que nos permite hacer nuestra carrera universitaria respetando nuestras obligaciones como atletas. Así que trato de organizarme con los tiempos.
¿Cómo ves el desarrollo del judo en Latinoamérica?
Si lo comparamos con Europa, a nivel infraestructura nos falta, pero somos países que estamos acostumbrados al sacrificio y el sufrimiento, entonces se terminan viendo deportistas que rompen con todos los esquemas, que marcan una diferencia y que mentalmente están listos para cualquier cosa. Creo que eso es lo importante. Igual se necesita más desarrollo porque hay mucho potencial.
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