En medio de la ebullición setentista, nacía una revista destinada al público joven que iba a marcar una época no solo editorialmente, sino también con los multitudinarios festivales B.A.Rock de 1970, 1971, 1972 y 1982. “Pelo forma parte del ADN de la gente de los 70 —dice Daniel Ripoll, su creador y director, y también poeta—. Es de esas revistas que todo el mundo conserva en la casa de su madre. Creo que Pelo no defraudó con el paso del tiempo porque no era tonta ni un mero pasatiempo, tenía rigor y periodismo de verdad. Fue una revista muy regular, que duró 32 años”.
¿Cómo nació Pelo?
Yo empecé como cronista en Primera Plana, con Tomás Eloy Martínez. Él me recomendó para una revista nueva para jóvenes, Pinap, de la cual pasé a ser secretario de redacción. Para mí la música verdadera era el rock, pero al año y medio advertí que la música que representaba esa revista tenía un interés promocional. Organicé el festival Pinap pero a la dueña no le gustó, porque ella no quería rock, quería una revista pop; creía que el rock no iba a vender publicidad. Así que en diciembre del 69 me echó “por falsedad ideológica”, me puse solo, y a los tres meses saqué Pelo.
¿Cómo elegiste el nombre?
Pensé en algo que no tuviera nada que ver con los padres. El pelo era una idea, era la rebeldía, el “hago lo que quiero”. Los kioscos no la exhibían porque los kiosqueros eran tangueros, pero la gente la pedía. Poco a poco los distribuidores me fueron tomando simpatía, para ellos fui “Danielito” hasta el año 2000.
¿Quién diseñó el logo?
Me fui de Pinap con un muchacho que se llama Juan Bernardo, y entre los dos hicimos el logo eligiendo tipografías antiguas disponibles. Con la ampliadora achatamos las letras y las dibujamos, y ahí fue saliendo. Después, el más moderno, lo hizo Juan Gatti.
¿Cómo se situaba Pelo con respecto a la industria del disco?
Era una revista de espectáculos pero no una revista promocional. Eso es lo que nos impidió ceder ante el poder de la industria. En espectáculos la industria es la que manda, y a nosotros nos ignoraron porque teníamos al pueblo de nuestro lado, a los lectores. Ese fue el secreto de la super durabilidad de Pelo, hacer un periodismo de verdad y sin promocionar. Además fue una revista que abrió las puertas para los músicos que hacían giras porque yo la mandaba a toda Latinoamérica.
Pelo atravesó la dictadura. ¿Cómo sobrevivió a esos días terribles?
En ese tiempo con la editorial publicaba Mad Magazine, una revista de humor estadounidense. Un día publicamos un chiste sobre dos curas, un chiste que hoy contaría el papa Francisco: clausuraron la revista y me vino a buscar un tipo de civil en un Falcon verde. La publicación americana me puso abogados estadounidenses y finalmente a los dos meses me largaron. Fui a agradecerles a EEUU, me recibió el editor Jorge Álvarez, y me dijo que lo mejor era no volver al país así que a eso siguieron los años de exilio.
¿Mientras tanto la revista siguió saliendo?
Sí, porque creo que frente los vaivenes políticos tenía dos cosas a favor: una que era arte, y la otra —que analicé con el tiempo con intelectuales y pensadores— que era como una válvula de escape para los jóvenes. Algo representativo del rock es que no tomó partido, porque manejaba valores más relacionados con el hippismo. Siempre digo que muchos enaltecemos la acción de los músicos, pero mientras tanto el público se jugaba a entrar a ver un concierto a la una de la mañana y después terminaba en la comisaría. Cuántos pibes habrán caído presos por ir a ver a los músicos de rock. Ellos fueron los verdaderos héroes.
De Pelo a Magendra
“A mí me gustó siempre la profesión. Tuve que hacerme empresario porque si quería que Pelo perdurara, tenía que tomarla como una empresa. Ese es otro de los secretos de Pelo. Yo soy editor, así que con Magendra, la editorial, tuve también una revista de salud, otra para chicas, Mad, y las hice todas con el mismo criterio editorial durante 35 años. Hicimos hasta fascículos sobre Juan Manuel de Rosas. Produje también fascículos para España, lo cual me llevó a abrir una editorial en ese país. También en Brasil, donde se reproducían algunas revistas que yo hacía acá”.
¿Qué tirada tenía Pelo?
Llegó a vender 40 mil ejemplares. Pero en Magendra he tenido revistas que llegaron a vender 100 mil. Una revista me salvó la vida, Generación X, que llegó a vender 70.000 ejemplares semanales. Digo que me salvó la vida porque a principios de los 90 yo tuve la primera redacción digital de la Argentina, y entonces me animé a sacar un diario para jóvenes, Expreso. Duró muy poco tiempo y me costó muchísimo dinero y un quebranto muy importante, había tomado mucha gente y tenía muchísimo papel. Cuando tuve que cerrar Expreso me encerré en mi casa meditando qué podía hacer con tanto papel: entonces saqué Generación X, una revista con todos los contenidos de actualidad de un diario semanal pero con la visión de los jóvenes. En un año me salvó de todo lo que había perdido en dos meses. Yo digo que esa idea me la mandó San Gutenberg. En el tiempo en que yo era presidente de la Asociación Argentina de Editores de Revistas, Magendra era la quinta editorial de la Argentina.
¿Cómo fue el final?
En España, en algún momento me di cuenta de que se había terminado el tiempo de las revistas de 200 páginas que se vendían a un euro y aún así no las llevaba nadie, entonces vendí mis títulos allá. La Argentina tenía un consumo extraordinario de revistas en papel, lejos de la media latinoamericana, pero en algún momento las cosas cambiaron. Me volví a la Argentina y dije “bueno, vamos a hacer un soft landing con la parte gráfica porque esto va mal”, y fui cerrando la editorial sin daño colateral y paulatinamente.
¿Qué pasó después de Pelo?
La revista dejó de aparecer en 2004, después estuve y estoy haciendo varias cosas. Con Pelo fui armando una exposición que anduvo por todo el país: más de 10 muestras en lugares como el Centro Cultural Borges, el Cabildo histórico de Córdoba, Rosario, Saladillo, Río Gallegos, Río Turbio, en la Universidad Nacional de Quilmes, en el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad, en la Biblioteca del Congreso. Actualmente estamos exponiendo en la Dirección Nacional del Derecho de Autor. En la Biblioteca del Congreso estoy organizando varias cosas, un ciclo con los grandes músicos de rock —ese piano que está ahí lo donó Litto Nebbia, es el piano donde compuso millones de éxitos—, estoy con otro festival de música acústica que voy a hacer en el lugar de origen del rock, en El Bolsón, otro en Río Cuarto y otro sectorial en Bahía Blanca. Estoy trabajando también con la hemeroteca de la Biblioteca del Congreso, a la que hemos donado números 0 de revistas desde el año 50 hasta acá, facsímiles de muchas otras, y ahora estoy inaugurando una muestra de escritores que fueron periodistas como Borges, Arlt, Soriano. Mi relación con la biblioteca empezó porque me pidieron la revista, la traje y ahora la están digitalizando, pero en principio le hicieron una encuadernación maravillosa. La colección de Pelo está casi completa y disponible en la hemeroteca de la sala pública.
Cuando Horacio González estaba al frente de la Biblioteca Nacional, le comentaba que Pelo es una revista con dos virtudes: la más consultada en la hemeroteca de la BN y también la más robada, porque a la gente le gusta tanto que se la lleva. En la época de los CD’s, cuando te los vendían truchos en la calle, yo decía “vos tenés éxito cuando hay un tipo que vende tu CD trucho”: esto es lo mismo. También se lo comenté al rector de la Universidad Nacional de Quilmes, quien me ofreció digitalizarla. A partir de ese momento se multiplicaron los ensayos sobre la música rock y sobre la juventud de los años 70, porque Pelo es una de esas revistas que en el mundo de la edición se llama “de registro”: la revista que guarda y reproduce cada concierto, cada recital, cada disco y cada banda de esos momentos. Al digitalizarla eso se expandió, y hoy en día es posible constatar un montón de acontecimientos a través de Pelo. Ese es el valor de las revistas de registro, como en su momento fueron Primera Plana o Confirmado.
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