[dropcap size=big]U[/dropcap]no de los slogans que popularizó el entonces Primer Mandatario fue “con la democracia se come, se educa y se cura”, lo que implicaba defender y consolidar al flamante sistema democrático.

Desde Viento Sur proponemos analizar los tres ejes de aquella frase junto a especialistas de nuestra Universidad. Convocamos para ello a Ramón Álvarez, director del Departamento de Salud Comunitaria; a Daniel Toribio, director de la Licenciatura en Educación y del Ciclo de Licenciatura en Gestión Educativa; y a María Elena Boschi, directora de la licenciatura en Nutrición.

-A 35 años de la vuelta a la democracia, ¿consideran que es el único camino posible para la resolución de los problemas de un país?

-Daniel Toribio: Sí. Visto retrospectivamente, el campo educativo tuvo en estos 35 años una expansión significativa. Esto quiere decir que hay nuevos chicos y jóvenes incluidos en el sistema educativo, en especial en los niveles inicial, secundario y superior, porque la primaria ya tenía niveles muy altos. Ese crecimiento se debió al ingreso desde los sectores menos favorecidos, que por ejemplo en los ‘80 tenían una participación de menos del 35 por ciento en la escuela secundaria. Y hoy esa franja está presente en un porcentaje superior al 80. Eso fue gracias a la democracia. Lo que ha ocurrido en forma paralela es la segmentación del sistema, entonces hay muchos más jóvenes y niños en las escuelas, pero con distintos niveles de calidad e integración. Ahí es donde se manifiesta la desigualdad.

-Ramón Álvarez: La democracia es la herramienta y estoy absolutamente convencido. Pero también tenemos que tener en cuenta las tendencias ideológicas que la atraviesan, que se traducen en políticas públicas que de alguna forma determinan la salud, la educación, la forma de la alimentación, particularmente de la población más necesitada. Si no hay políticas de salud, que son un derecho de la ciudadanía, va a ser difícil concretar esta frase que sostuvo Alfonsín. Actualmente estamos viviendo lo opuesto a lo que se necesita para los más carenciados de la población, porque son políticas que tienen que ver con cercenar derechos, con el desmantelamiento de los hospitales, el recorte en los recursos materiales, en medicamentos y en el capital humano. El Estado se aleja de la población, con una tendencia a la privatización de la salud. Esto, de alguna manera, también tiene alcance en la educación, según el principio de Alfonsín.

-María Elena Boschi: No admito otro sistema que no sea el democrático. Se necesita voluntad política para resolver los problemas, gente que siga el proyecto que se implementa y recursos para llevarlo adelante. Sin ninguno de los tres, es imposible.

 

-En el caso específico de la educación, Alfonsín implementó distintas acciones alfabetizadoras, tales como el Plan Nacional de Alfabetización. ¿Qué análisis se podría hacer a 35 años?

-Daniel Toribio: Esos programas fueron una apuesta fuerte. Porque si bien se incorporaron niños y jóvenes al sistema educativo, los adultos que no finalizaron sus estudios son difíciles de alcanzar. Y eso es un problema. Hubo varios programas de alfabetización a lo largo del tiempo: uno más cercano fue el Plan Fines.

 

-El Plan Alimentario Nacional (PAN) intentó dar respuesta a la población en medio de la crisis económica. ¿Cómo se ve desde hoy?

-María Elena Boschi: En tiempos no democráticos esta problemática estuvo tapada, como muchas otras. Para ese momento fue una propuesta innovadora porque apuntó con criterios técnicos a las personas que fueron seleccionadas para este programa, a través de criterios de pobreza, es decir, nivel de ingresos y condiciones de NBI -Necesidades Básicas Insatisfechas- que mide estados de vivienda, escolaridad y hacinamiento. Fue una política netamente asistencialista, donde las personas no tenían derecho a elegir lo que comían sino que lo hacía el Estado. La Caja PAN no permitía que las personas accedieran a productos frescos, como frutas y verduras, y fue centralizada a nivel nacional, sin atender a las particularidades de cada región. Para ese momento fue la asistencia que salvó la urgencia. Mirándola desde hoy no fue una política alimentaria, sino la mera entrega de alimentos.

 

-En una entrevista Alfonsín aseguró que una de las deudas de su presidencia fue no haber podido implementar completamente un seguro universal de salud. ¿Por qué era importante?

-Ramón Álvarez: Esa medida fue sugerida por algunas entidades, como la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud. Por supuesto que si hay una cobertura especial de salud para la población, especialmente para la más necesitada, es en beneficio de ellos y no se toma como un gasto sino como una inversión. Esa mirada fue innovadora.

 

-¿Cuáles serían las demandas que hoy, a 35 años, siguen estando presentes en cada uno de los ejes?

-María Elena Boschi: En estos años pasaron muchas cosas, pero la principal fue que en el 2003 se implementó el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, que permitió correr todos los programas que no tomaban a las personas como sujetos de derechos y las familias empezaron a tener la autonomía de elegir lo que comían, con tarjetas o tickets para comprar alimentos. Asimismo se impulsó el autoconsumo como con el plan Prohuerta, se fortaleció la infancia y la atención primaria de la salud. Las modalidades estuvieron adecuadas al territorio y al tiempo. Lamentablemente, el Plan ahora está desactivado y lo que se propone es un Banco de Alimentos, que es tercerizar en ONG’s el problema del acceso a los alimentos. Esto es no solo un corrimiento del Estado, sino que además quieren que el donante esté exento de toda responsabilidad de lo que dona. Entonces, un empresario podría donar productos vencidos. Esto atenta también contra la seguridad alimentaria, que establece que todas las personas en cualquier lugar tengan derecho al acceso, disponibilidad, y a una correcta utilización de los alimentos. Todavía estamos en deuda, porque si bien hay disponibilidad no está garantizado el acceso, sobre todo en un contexto inflacionario como en el que estamos.

-Ramón Álvarez: La salud es una problemática que se está discutiendo a nivel internacional, hay cambios demográficos importantes y eso debe contemplarse a la hora de definir políticas. La población también envejece, como producto de los avances científicos y tecnológicos. Además, está la prevalencia de las enfermedades crónicas y de aquellas que no están absolutamente erradicadas, como la tuberculosis. Estas cuestiones tienen que revisarse, hay que ocuparse y hacer un seguimiento exhaustivo. La salud se cuida con los equipos y con la participación activa de la sociedad.

-Daniel Toribio: La desigualdad sigue siendo un problema. Muchos terminan la escuela, pero hay un rezago, un retraso en la aprobación de materias, y esto se da mayormente en los sectores más vulnerables. Se deben implementar programas que van más allá de la educación, porque tienen que ser sociales, de apoyo a los estudiantes para que puedan seguir, como becas y ayudas a las familias. Otro problema es que la calidad educativa que recibieron les dificulta seguir con estudios superiores, que es algo que vemos acá. Vienen con todo el ánimo, pero la formación que tienen los limita a la hora de seguir una carrera universitaria. En muchos casos, los apuntalamos y siguen y eso es un orgullo. Pero muchos otros se van, sin otra alternativa que los contenga a nivel superior. Lo mismo ocurre con la secundaria que, si bien es obligatoria, tiene un formato inadecuado para incluir a todos los sectores y lograr que terminen. Esa escuela enciclopedista debe reformarse para que sea más atractiva en un mundo donde la información no solo se obtiene allí, como en el siglo XIX. Igual insisto en que no se puede pensar la escuela por fuera del conjunto de las políticas y en estos 35 años hemos tenido diferentes períodos, con ajustes y privatización en los ‘90 que llevaron a una crisis en el 2001, y tras la lenta recuperación del rol del Estado y la economía vemos cómo hoy crece la pobreza, lo que atenta contra los buenos niveles educativos.

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