Introducción
Como advertimos en anteriores oportunidades, el Pensamiento Nacional y Latinoamericano tiene como fin la construcción de una teoría de conocimiento situada en tiempo y en espacio. Teoría o epistemología del saber que intenta aplicar el saber a situaciones concretas y no meramente especulativas.
A medida que se fue elaborando, el Pensamiento Nacional y Latinoamericano adquirió características de fenómeno complejo, heterodoxo, que dio cuenta en su interior de encuentros y tensiones que se construyeron en síntesis a partir de la idea ordenadora acerca de lo nacional.
Uno podría identificar algunos períodos prolíficos y señalar con claridad la elaboración y producción editorial de esta matriz: la década del 30 en la conceptualización acerca de la forma de dominación y la denuncia a la colonización británica donde aparecen las ideas del grupo FORJA, como así también pensadores tales como los hermanos Irazusta, Ramón Doll, Ernesto Palacio. Otro período a destacar es que el que emerge posterior a 1955, en el que identificamos a autores tales como Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, etc. Sin embargo, hubo una necesidad de reconstruir determinadas condiciones para seguir pensando en clave nacional y latinoamericana y a partir de la década del 90 un grupo de jóvenes comienza a vincularse con viejos maestros y expositores de la matriz de Pensamiento Nacional y Latinoamericano: dentro de estos maestros figuraban, entre otros, Gustavo Cirigliano, Enrique Oliva, Fermín Chávez, José María Rosa, Alcira Argumedo, Ana Jaramillo. En esta relación de maestro a discípulo, estos últimos comienzan a identificar palabras, voces, preocupaciones teóricas, ejes temáticos, en los cuales había una constante.
Producto de este trabajo de sistematización novedoso que se traduce en parte en la formulación de nuestro Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano es que podemos arribar a una serie de conclusiones que posibilitaron el diseño de un esquema teórico formando a través de dimensiones conceptuales que tuvieron como nombre “Las 7 A” (ver http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/las-siete-dimensiones-del-pensamiento-nacional-y-latinoamericano/). Construcción teórica que fue acompañada por una propuesta pedagógica didáctica, que es la que llevamos adelante en nuestro Seminario. Estas dimensiones aparecen como ordenadoras y permiten identificar los principales temas de interés de esta matriz de pensamiento.
En este artículo trabajaremos muy resumidamente la primera de estas dimensiones, llamada “Autoconocimiento», a través de un esquema que incorpora la denuncia, el diagnóstico a una situación concreta, pero también la solución en la identificación de un problema.
El primer movimiento en esta estructura novedosa con pretensiones de construcción epistemológica es el Autoconocimiento. La aproximación inicial al concepto puede leerse en clave de denuncia realizada por los pensadores nacionales: identificamos como uno de los precursores al yrigoyenista Manuel Ortiz Pereyra, quien denunciaba durante la década del 20 del siglo pasado las consecuencias de la educación con tendencia universalista. El radical manifestaba que durante el proceso de formación educativa los argentinos estaban sometidos a una construcción de ciudadanía que priorizaba lo general sobre lo particular, lo universal sobre lo nacional. La secuencia explicativa indica que durante el paso de un estudiante por la secundaria el estudio de la historia comenzaba por antiguas civilizaciones, egipcios, griegos, romanos, y recién en el último año de la secundaria se enseñaba la historia argentina. Lo interesante resultaba de contraponer modelos educativos y analizar cómo otras experiencias de países industrializados construían ciudadanía bajo una lógica educativa que priorizaba lo nacional sobre lo universal, como el caso de los Estados Unidos o los imperios democráticos europeos.
Desarrollo
El Autoconocimiento es una dimensión cuyo desarrollo nos invita a reflexionar sobre la condición periférica de nuestro proceso histórico. De acuerdo con el Pensamiento Nacional y Latinoamericano, luego de las Guerras de la Independencia Argentina sufre las consecuencias de un régimen de dominación consentida, denominada “semicolonial”, es decir, una independencia inconclusa. Para el Pensamiento Nacional y Latinoamericano, ese tipo de dominación se explica no solo por variables económicas que debilitan el desenvolvimiento pleno de la independencia, sino también por factores culturales que tienen como tarea encubrir sigilosamente la dependencia. El Pensamiento Nacional y Latinoamericano enriquece, con su apertura y con la incorporación de la variable cultural, las discusiones teóricas acerca de la dependencia. Mientras matrices de pensamiento liberal naturalizan la dependencia y algunos exponentes hasta la consideran necesaria, y la matriz de pensamiento marxista clásica producto del economicismo ortodoxo argumenta que la situación de dependencia se explica pura y exclusivamente por condiciones económicas donde los factores culturales son un reflejo de la economía, desde el Pensamiento Nacional y Latinoamericano la condición semicolonial debe leerse en clave de interdependencia recíproca entre la cultura y la economía, siendo la primera un elemento central que posibilitó la expansión del Autoconocimiento como dimensión explicativa.
Como el Pensamiento Nacional y Latinoamericano es historicista en sus interpretaciones, no podemos evitar mencionar que cualquier cambio en el desarrollo de la humanidad -desde el Renacimiento y la Revolución Industrial hasta las revoluciones burguesas europeas- no solo implicó modificaciones en las bases materiales o en las formas de producción de Europa, sino que estas también acarrearon cambios en el orden de lo cultural, paraguas teóricos que respaldaron los cambios económicos.
En países como el nuestro, como dice Rodolfo Puiggrós, sujeto a un proceso de colonización capitalista, la dominación externa no solo se explicaba por nuestra economía pastoril, por comunicaciones, transportes, sistema bancario, todo en manos británicas -aspectos que imposibilitaron el desarrollo de un capitalismo autónomo bloqueando la posibilidad del desarrollo industrial-, sino también que la colonización capitalista se construyó a través de lo que el Pensamiento Nacional y Latinoamericano señaló como “superestructura cultural», la cual diseñó un marco teórico que terminó siendo justificatorio de la situación de dominación.
A la vocación nacional de la burguesía europea la correspondía el desarrollo de una economía industrial y proteccionista, pero también un cuerpo filosófico que garantizara ese desarrollo económico puertas adentro de Europa y que también justificara las relaciones de intercambio desigual con América Latina. Con lo cual el Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su fase de Autoconocimiento viene a analizar temporalmente la forma en que la cultura y la educación se expresan en un determinado momento de nuestro proceso histórico. Todo proceso histórico necesita de una premisa para desenvolverse, la cual es generada por el sujeto histórico que impone el cambio en un determinado momento. Si la burguesía es el sujeto histórico europeo en su modernidad, en América Latina y especialmente en Argentina el sujeto histórico será la oligarquía terrateniente. Con lo cual, el componente cultural de la dominación semicolonial se va a anclar en una premisa y en un sujeto histórico que explican su desarrollo. Es decir, la forma de cultura, de ciencia, de educación, son hijas de una época. El Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su fase de Autoconocimiento viene a mostrar los fundamentos históricos que posibilitaron la emergencia de un tipo de cultura y educación impulsado por el sujeto del período, es decir, la oligarquía terrateniente. Las ideas de este sujeto son el producto de un contexto, pero también la expresión de una tradición que lo supera y lo contiene. El gran éxito de la oligarquía terrateniente pasa porque otros sectores sociales más débiles sientan como propios los éxitos de aquella: esto se explica en parte por el aporte del sistema educativo.
Los rasgos típicos de esta oligarquía terrateniente en la construcción de la superestructura cultural son la imitación y la importación acrítica de categorías europeas, la sustitución de lo real por lo ideal, y la búsqueda de soluciones a falsos problemas. Su construcción de conocimiento aparece de manera tridimensional como sostiene el antropólogo Blas Alberti: es enciclopédico: abarca toda la vida social e histórica del hombre; es evolucionista al fijar etapas de desarrollo social de formas simples a complejas; y es positivista, un conocimiento que tiende a emular los métodos de las ciencias naturales (Alberti, Blas, 1972:19) cuyo paroxismo es el análisis de las relaciones sociales en clave biologicista.
Una de las principales denuncias del Pensamiento Nacional y Latinoamericano en el estadio del Autoconocimiento se vincula en términos generales a conductas repetitivas por parte de los creadores y divulgadores de la cultura local, reproducciones conceptuales que se vinculaban a una idea de ciencia y conocimiento de carácter universal, situación que no era más que una expresión de deseo ficticia que no encajaba en la realidad periférica. Esta conducta repetitiva tuvo para el Pensamiento Nacional y Latinoamericano diferentes nombres: uno de estos fue el de “escolástica”, idea desarrollada entre otros por el oriental Alberto Methol Ferré a finales de 1950, quien hablaba de las modas escolásticas de la intelligentzia del Río de la Plata. El pensador oriental la definía como una categoría histórica que apunta la cualidad del trasplante, en el espacio y en el tiempo, de ideas pensadas en función de una circunstancia, a otra circunstancia (Methol Ferre, 58:71).
Ferré consideraba que esto generaba una suerte de escisión del conocimiento entre países dependientes con los centros de poder, ya que la realidad material de estos era sensiblemente desigual en relación a la periferia, lo que terminaba generando un desajuste entre ideología y realidad, derivando en consecuencias no deseadas para comprender nuestra situación. Ferré señalaba a esta situación como uno de los grandes flagelos nacionales, ya que la intelligentzia compraba a libro cerrado las soluciones europeas antes de comprender los problemas locales. El drama de las consecuencias de la escolástica fue su capacidad de enmascaramiento de los problemas tal como lo considera Ferré, es decir, que el conocimiento en lugar de ser emancipador, de identificar problemas para luego ofrecer soluciones, terminaba siendo un obturador en la composición de la nacionalidad. Esa forma de construir conocimiento tenía como fin último naturalizar la condición de dependencia, en el caso del Río de La Plata, con el imperio británico. Por último Ferré, al igual que otros pensadores de la matriz nacional latinoamericana, circunscriben a esta intelligentzia en las zonas urbanas cercanas a los puertos.
En esa línea de denuncia, a principios del siglo XX el boliviano Franz Tamayo, preocupado por la importación acrítica de ideas, escribía la obra “Creación de la Pedagogía Nacional”. Tamayo se refería a los simuladores de la ciencia pedagógica en América, donde incorporaba también a los artistas y los escritores. De acuerdo con el enfoque del pensador boliviano estos formaban parte del circulo de la intelligentzia, y eran acusados de sostener la pobreza intelectual y científica en términos nacionales; pero también eran vistos especuladores que lo único que buscaban era mantener privilegios a cambio de agraciar con su trabajo enciclopédico a las oligarquías dueñas del poder político. Esta interpretación años después la sostendrá el pensador nacional Juan José Hernández Arregui. Siguiendo con la caracterización que hace Tamayo de la intelligentzia boliviana, dirá que tendrán un rol meramente pasivo a la hora de construir cultura y ciencia, producto de su tendencia a la repetición de ideas. Así en Bolivia como en toda América Latina, los intelectuales invierten tareas, y sostiene Tamayo en tono de denuncia: “son los libros que obran sobre las inteligencias, y no las inteligencias sobre los libros, sobre la vida y sobre todo, ignoran la única cualidad y la única labor que cuenta, tratándose de ciencia: crear” (Tamayo, 1999:22). El boliviano le agrega a la práctica de la importación de ideas impulsadas por la intelligentzia la falta de espíritu creador. Así la intelligentzia aparece como una holgazana en la construcción de conocimiento propio: en este punto Tamayo construye una categoría a partir de la denuncia, la cualidad de calco y copia le permite nominar a la intelligentzia a partir de sus prácticas como “bovarismo científico pedagógico”. La denuncia en Tamayo implica la búsqueda de una respuesta; en ese sentido, el pensador boliviano aconsejaba la construcción de una pedagogía nacional en la que se renuncie a las apariencias y se busque el conocimiento de la realidad: en definitiva, cerrar los libros y abrir los ojos. La tensión entre la abstracción y lo concreto será otro de los elementos de esta fase de Autoconocimiento.
En esa línea fue el pensador nacional Jorge Enea Spilimbergo quien analizó las conductas repetitivas y soluciones importadas para los problemas nacionales que proyectaba el Partido Socialista Argentino, el cual era caracterizado por este autor como “socialismo cipayo” producto de su rechazo a la comprensión en clave nacional de la realidad. Jorge Enea Spilimbergo hablará de la “Ley de la Inercia” para caracterizar la tendencia importadora del socialismo argentino, representado en la figura de Juan B. Justo. Dicha ley se vinculaba a la repetición de interpretaciones políticas y económicas europeas que no encajaban con el conflicto social que se desarrollaba en el Río de la Plata. En palabras de Spilimbergo, la Ley de la Inercia era el trasplante mecánico del esquema socialista europeo a una realidad que no le correspondía (Spilimbergo,1974:30).
Todo este esquema interpretativo forma parte de la colonización pedagógica, concepto desarrollado por el Pensamiento Nacional y Latinoamericano para explicar la plataforma teórica que respaldaba la situación de dependencia. Concepto trabajado entre otros autores por Jorge Abelardo Ramos y Arturo Jauretche.
En relación al primero, en la obra de 1954 Crisis y Resurrección en la literatura argentina, utiliza la noción de “colonización pedagógica” para explicar cómo funciona la injerencia imperialista en los países con dominación semicolonial. Para Ramos la colonización pedagógica se revela de forma esencial siendo las ideas cuando se institucionalizan las causantes de la desgracia material de nuestros países. Con lo cual en la dominación semicolonial la idea (la cultura, la educación, la ciencia) se trasmuta en materialidad y genera dependencia.
Para Ramos, de este hecho singular nace la importancia de comprender cómo se construye y se utiliza la cultura en la Argentina. Desde esta perspectiva es una responsabilidad para el Pensamiento Nacional y Latinoamericano analizar el comportamiento y el desenvolvimiento de la cultura en nuestros países, cuáles son las instituciones divulgadoras y cuáles son sus protagonistas. La fase de denuncia del Autoconocimiento se vinculará en este aspecto con el estudio minucioso del impacto de un determinado tipo de cultura universal en la constitución de la ciudadanía. En la obra mencionada, Jorge Abelardo Ramos se encarga de analizar la colonización pedagógica a partir del soporte cultural de la literatura, soporte que se ramifica en su europeización y alineación al resto de las disciplinas y resortes culturales y científicos. El resultado de esto, de acuerdo con la interpretación de Ramos, es la devastación espiritual de la intelligentzia: en definitiva, un país sin fortaleza espiritual -tarea fundamental de la cultura-, es un país sin cuerpo. El aporte de Ramos es doble, ya que identifica que nuestros intelectuales que formaron parte de la colonización pedagógica no solo se alimentan de cultura universal, sino que también son los encargados de bastardear la cultura nacional.
En esa línea Arturo Jauretche escribía en 1957 “Los profetas del odio y la yapa”: profundizando la idea de Ramos, consideraba que la intelligentzia era la encargada de evitar la creación de un pensamiento propio (Jauretche, 2011: 97). En nuestro país entonces los debates por el destino de la cultura adquieren una relevancia fundamental y el Pensamiento Nacional y Latinoamericano es el principal protagonista en la defensa de la cultura nacional. La construcción de la fortaleza espiritual nacional determina así el grado de independencia de una Nación. El aporte de Jauretche en la denuncia a la superestructura cultural radica en que esta, a través de sus soportes institucionales, construye una escala valorativa que prioriza y jerarquiza las teorías importadas. Jauretche va un poco más al hueso intentando desnaturalizar el trabajo de la intelligentzia: esta, detrás de su atmósfera de falsa objetividad, se mostraba portadora de la construcción de una cultura aséptica y racional cuando en realidad no era más que la constructora de una política cultural que bloqueaba el desarrollo de una cultura nacional. Jauretche anclaba el nacimiento de la intelligentzia a la derrota de Rosas de 1852, momento en el cual se comenzará a llamar “intelectual” no aquel que sea portador de la inteligencia sino al que se presente como ilustrado. Esta distinción entre el hombre ilustrado y el verdadero sujeto de conocimiento será uno de los elementos en los que más hará énfasis el Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su fase de Autoconocimiento. Con lo cual para Jauretche, una de las consecuencias de la colonización pedagógica, era la imposibilidad a la que estaban sometidos la mayoría de los argentinos de ver el mundo a través de nosotros mismos.
El Pensamiento Nacional y Latinoamericano en esta perspectiva insiste en tener una concepción autónoma y una mirada independiente de cómo abordar los problemas locales. En la medida que esta mirada se fortalezca podremos hablar de una construcción de teoría del conocimiento propia. Así, el Autoconocimiento es algo más que una denuncia: es la invitación a la construcción de una teoría de pensamiento situado. La ficcionalidad del saber construida por la intelligentzia priorizaba la teoría sobre la práctica: en ese tránsito la denuncia jauretchena señala el divorcio de las instituciones educativas con la realidad y con la dinámica cotidiana. Para la escuela de la intelligentzia aprender era la sucesión de acumulación de conocimiento en lugar de la búsqueda de soluciones concretas a problemas reales.
El Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su paso por el Autoconocimiento analiza la construcción de teoría de la intelligentzia poniendo especial interés en la tensión entre lo abstracto y lo concreto. En este sentido, Ernesto Goldar en el libro de 1973 “La Descolonización Ideológica” dirá: “la opción concreto versus abstracto que repiten incansablemente aparece como típica del pensamiento nacional” (Goldar, 1973:11). Para Goldar existía una tensión gnoseológica en la búsqueda de la totalidad concreta y la totalidad abstracta que el autor llamaba “colonialista”. El éxito de que durante años se haya impuesto una totalidad colonialista se debía a la construcción de una ideología dominante que posibilitó el régimen semicolonial. La teoría del conocimiento de la intelligentzia cumplía, para Goldar, una función ideológica: la oligarquía construía una escala valorativa a través de una estructura cultural atrofiada, lo que le garantizaba la perpetuación y el control social. La intelligentzia en el análisis de Goldar era caracterizada como “satelitalismo intelectual”; el rol de intermediario implicaba un pase de manos de ideas importadas. Para Goldar la dominación semicolonial también se asociaba a la vulneración espiritual, con lo cual el satelitalismo se comportaba como antinacional en su propio país. En Goldar este satelitalismo tiene como función silenciar y omitir temas trascendentales para la nacionalidad.
El Pensamiento Nacional y Latinoamericano ve en la divulgación de una cultura antinacional la falta de comprensión por parte de la intelligentzia, al no contemplar a la cultura como una construcción de carácter comunitario; para el satelitalismo intelectual la única cultura es la letrada. Este punto es desarrollado con interés por Juan José Hernández Arregui, quien en la obra ¿Qué es el ser nacional? sostiene que “los intelectuales argentinos entienden por cultura su propia diferenciación individual, sus conocimientos particulares, cuando en rigor a la verdad, la cultura es una diferenciación colectiva” (Hernández Arregui, 2005:124). Así la permanente autorreferencia es otro de los rasgos de la intelectualidad local. Arregui le da centralidad al aporte colectivo en la edificación de la cultura: esta no se construye priorizando lo meramente conceptual, sino a partir de la experiencia y los sentimientos populares. Así, Arregui parte de la idea de que cultura significa “cultivo de tierra”, con lo cual toda la comunidad está involucrada en la construcción de una cultura nacional, no siendo ya esta tema de especialistas.
De la denuncia a la propuesta
Pero el Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su fase por el Autoconocimiento no solo es denuncia, sino que también es una puerta abierta a la solución de los problemas argentinos. En ese sentido uno de los primeros momentos de mayor claridad para identificar los problemas nacionales fue la obra de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) a partir de 1935. Los hombres de FORJA manifestarán la necesidad de enfrentar los problemas argentinos con criterio nacional. La agrupación yrigoyenista sostenía la necesidad de darle fin a la entrega de la economía nacional. Esto se debía conseguir a través de un estado nítido de conciencia, claridad que se adquiría de acuerdo con lo que manifestó Arturo Jauretche unos años después: despojándose de todo el conocimiento y las bibliotecas adquiridas.
FORJA enuncia en sus escritos la voluntad de construir una nueva espiritualidad para la Nación. Y emprende esa tarea en un momento crítico para la nacionalidad, sujeta a tensiones y discusiones importadas; recordemos las falsas opciones que ofrecía la intelligentzia de aquel período cuando invitaba a tomar parte por algún bando de los que participaban en la Segunda Guerra Mundial. Esta trampa de la conciencia a la que llevaba la intelligentzia era denunciada por los forjistas, quienes consideraban que Argentina lograría sacudir los yugos de su dominación saliendo precisamente del confusionismo generado por la superestructura cultural. Con sus trabajos FORJA le da visibilidad a una realidad invisible: si una de las tareas de acuerdo con lo que sostenía Goldar era distinguir entre lo abstracto y lo concreto, FORJA viene a realizar la tarea de visibilizar la dominación tanto en materia cultural como en términos materiales. Sin mencionar la figura de la intelligentzia o del satelitalismo cultural, FORJA identifica como un problema la centralización de la cultura, una suerte de hipertrofia cultural circunscripta en Buenos Aires y con vocación cosmopolita, situación que empujó la extenuación mental y política del cuerpo nacional.
La distracción generada por la intelligentzia hizo que generaciones de argentinos transitaran su ciclo vital sin un real conocimiento acerca de cuál es el objetivo de la nacionalidad. Scalabrini Ortiz dirá “sabíamos que algo andaba mal, pero no sabíamos qué era” (Scalabrini Ortiz, 2008:75). El aporte de estos hombres a nuestra nacionalidad tiene que ver con la comprensión de los problemas concretos, y una vez hecho esto, con crear las condiciones para el desarrollo de una conciencia crítica. En esta última oración puede resumirse el paso del Autoconocimiento en el Pensamiento Nacional y Latinoamericano: comprender problemas para ofrecer soluciones.
A diferencia de otros intelectuales, el aporte de hombres como Scalabrini Ortiz tiene que ver con señalar que Argentina presentaba un problema de carácter espiritual y que este no debía separarse de los problemas materiales, del cuerpo de los problemas. Esto significó una creencia en la modificación de la realidad. Si la dominación semicolonial se explica por la cultura y la economía, la búsqueda de soluciones concretas en el orden de la dominación cultural se aclara por la necesidad de construir un espíritu nacional pero también por su vínculo con el cuerpo, por la correspondencia espiritual con la materia. Si el espíritu es nacional, el cuerpo tendrá que ser nacional. El problema que viene a señalar el Pensamiento Nacional y Latinoamericano a través de obras como la de FORJA es la denuncia de una tradición cultural sustentada en un espíritu ajeno, es decir la importación de ideas. La esencia de esta tradición conducía inevitablemente a realidades ajenas, a pesar de estar destinada a la realidad local.
En esta línea Fermín Chávez, en su obra “El Pensamiento Nacional. Breviario e itinerario”, denuncia los universales a los cuales se sometieron nuestra ciencia y nuestra cultura. En su movimiento autoconsciente Chávez propone la construcción de una nueva ciencia del pensar, es decir, la edificación de una nueva episteme: esta deberá sacarse la vieja ropa de la matriz liberal provista por los centros culturales de dominación y así surgir de las particularidades que contemplen lo nacional como punto de partida, los problemas locales sobre las abstracciones universales. En ese sentido para Fermín Chávez la nueva epistemología deberá contemplar que la cultura no es solamente percepción sino también apercepción (Chávez, 1999:11). A la realidad se llega a través de la experiencia y la construcción de la teoría no puede dejar de lado la experiencia y la historicidad de lo popular.
En definitiva, pensar en la realidad por sobre la ficción, reflexionar en lo concreto por sobre lo abstracto, analizar lo particular por sobre lo universal, detenerse en la experiencia por sobre la teoría, contemplar el conocimiento comunitario por sobre la ilustración egoísta, confiar en el conocimiento sensitivo más allá del conocimiento puramente racional, son las apuestas del Pensamiento Nacional y Latinoamericano en su fase de Autoconocimiento. Es en esta fase donde está la disputa en la construcción de la identidad nacional, es decir el motivo por el cual somos un país que necesita completar su desarrollo soberano.
Bibliografía
- Jaramillo, Ana. Universidad y Proyecto Nacional. Editorial Universidad Nacional de Lanús. Buenos Aires. 2009.
- Spilimbergo, Jorge Enea. Juan B Justo y el Socialismo Cipayo. El Socialismo en la Argentina. Ediciones Octubre. Buenos Aires.1974.
- Jauretche, Arturo. Los profetas del odio y la yapa. Editorial Corregidor. Buenos Aires. 2011.
- Tamayo, Franz. Creación de la pedagogía nacional. Librería Editorial Juventud. La Paz. 1999.
- Alberti, Blas. Ciencias sociales y realidad nacional. Ediciones Macchi. Buenos Aires. 1984.
- Alberti, Blas. Critica de la sociología académica. Editorial el Coloquio. Buenos Aires. 1972,
- Cirigliano, Gustavo. Educación y política. Librería del Colegio. Buenos Aires. 1971.
- Oliva, Enrique. La identidad de los argentinos. Ediciones Academia Nacional de Periodismo. Buenos Aires. 2002.
- Chávez, Fermín. El Pensamiento Nacional, breviario e itinerario. Editorial Nueva Generación. Buenos Aires. 1999.
- Scalabrini Ortiz, Raúl. Vigencia de las Ideas. Yrigoyen y Perón. Editorial Fundación Ross. Rosario. 2008
- Goldar Ernesto. La descolonización ideológica. Editorial Peña Lillo. Buenos Aires. 1973.
- Ramos, Jorge Abelardo. Crisis y Resurrección de la literatura argentina. Editorial Indoamerica. Buenos Aires. 1954.
- Hernández Arregui, Juan José. ¿Qué es el ser nacional? Ediciones Continente, Peña Lillo. Buenos Aires. 2005.
- Methol Ferré, Alberto. ¿A dónde va Uruguay?. Tribuna Universitaria. Montevideo. 1958.
Hacer Comentario
Haz login para poder hacer un comentario