El sonido de tambores repicando empieza a invadir las calles de Lanús. Los transeúntes atentos y curiosos esperan conocer el origen de esa música que los envuelve. Algunos comienzan a seguir el ritmo, mas otros aguardan saber de qué se trata. Hasta que al fin aparecen ellos. Jóvenes, niños, adultos marchan y danzan al compás de esa melodía contagiosa. Los pies se mueven incansablemente, provocando en el cuerpo un vaivén infinito. El grupo se abre e invita a los mirones a ser parte de la fiesta: entonces, aquellos que hasta hace un minuto estaban expectantes ahora son parte de la misma. Y todo se vuelve felicidad, porque el candombe es así, es compartir, es olvidarse de las penas por un rato, es encontrar en el otro la alegría de vivir.
Jorge Gómez de Castro es afrodescendiente uruguayo y desde el año 2009 es el alma de la comparsa Bombele, que difunde el candombe en el distrito para todos los vecinos de manera libre y gratuita. Además, brinda talleres abiertos a la comunidad en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
-¿Qué significa Bombele?
-Bombele significa lugar poblado. Después tiene otro significado que lo elegimos a modo de homenaje a la eminencia más grande que tuvo la salsa, la rumba y el son que fue la reina Celia Cruz. Ella tiene un tema que se llama “Bombele”, que refiere a todos los ritmos de las Antillas que están en Bombele. Por ejemplo, nos encontramos para salir para una fiesta y decimos vamos para ese lugar, que hay bombele seguro. Como nos encanta Celia y, además, nos gusta lo que significa, lo adoptamos.
-¿Cómo nace esta pasión por el baile?
-Yo fui bailarín durante 15 años. Es muy común en los afrodescendientes el tema del baile y el canto. En el 2000 estaba muy de moda la salsa y en una salida me encuentro con Benjamín Álvarez, que fue mi maestro y me enseñó todo lo que sabía. De esta manera, la danza se convirtió en una salida laboral. Empecé a bailar salsa, que es el ritmo más conocido, en shows. Así que lo tomé como un trabajo y fui partenaire de muchas bailarinas, muy conocidas en el ambiente.
-¿Y dónde estaba el candombe en esa época?
-El candombe estuvo siempre en paralelo, porque viene de la familia. Mis tías y abuelas contaban sobre el candombe y yo crecí escuchando hablar sobre eso. Llegamos a la Argentina con mi familia en 1984 y para ese entonces había muy poquito candombe en el país, solo quedaba en el contexto familiar, no había desfiles, bailes, no estaba en la calle.
-¿Cómo empezaste con el candombe?
-Yo entré en una murga, ahí conocí a un uruguayo que colgaba tambores y empecé con los primeros toques. Después en Barracas, me encontré con una familia de candomberos, que no solo lo tomaban como música, sino como un estilo de vida. Y así fue que 12 años más tarde, me lancé a hacer algo solo y hoy estamos con “Nación Bombele”.
-¿Qué significa que el candombe sea un estilo de vida?
-Es una forma de vida simple. No es lo mismo una persona que se compra un tambor y los fines de semana va a ensayar a una comparsa, que otro que tiene el tambor en su casa y vive en pos de eso. En mi casa, mi señora es profesora de danza, yo soy estudiante de música, y todo gira en torno de ese baile y de los tambores.
-“Nación Bombele” tiene integrantes de todas las nacionalidades y la recepción es impresionante. Hoy existen más de 40 comparsas de candombe de estilo afrouruguayo en todo el país; en Lanús está la Declaratoria de Interés Cultural para el candombe (decreto 0219 firmado el 15 de febrero de 2011); hay centros culturales y agrupaciones que defienden a los afrodescendientes; se organizan importantes desfiles en San Telmo y en La Plata. Y todo fue gracias al candombe. En Lanús, todos los sábados enseñamos de manera gratuita toque de tambor y danza. Nos juntamos en Córdoba y Arias, en la plaza Auyero. Trabajamos de contexto ancestral. Salimos por la calle, invitamos a la gente, disfrutamos, participamos de los desfiles a los que nos invitan, pintamos los tambores, armamos los trajes. Todo lo hacemos a pulmón. Además, están los talleres abiertos a la comunidad que brinda la Universidad. Sí, los damos junto a Natalia Medina Pereyra, desde hace cuatro años todos los sábados de 13.30 a 15 horas. Poder desarrollar este taller en una universidad es mágico e impresionante, porque no es algo menor que esta clase de entidades tenga una apertura de este tipo. Es único. Igualmente, creo que debería ser más común.
-¿Recordás tu llegada a la Argentina?
-Yo tenía 11 años cuando llegamos. Nos instalamos en Independencia y Catamarca, cerca de Boedo. Era muy común que los uruguayos fuéramos a parar a hoteles y conventillos. Después, con mucho esfuerzo, pudimos salir adelante. La Argentina nos recibió con los brazos abiertos.
-¿Y cómo fueron esos primeros años en la Banda Oriental?
-En Uruguay vivíamos en el barrio Sur y Palermo, cuna del candombe. Por cuestiones militares, tiran los conventillos, con la promesa de que se iban a construir viviendas. Mi familia se anota, pero termina siendo una gran mentira. Mi abuelo consigue una casa en otro barrio y nos mudamos ahí hasta los 11 años, que nos vinimos para acá.
-¿Qué significa ser inmigrante en la Argentina?
-Ser extranjero o inmigrante es algo que va a estar latiendo siempre, creo que le pasa a cualquier persona que se aleja de su país. Constantemente tu patria está presente y eso es innegable. Supongo que está hasta en la misma genética. Uno vive cosas que le quedan grabadas, como haber ido a una llamada con mi abuela, recordar un pasaje de tambores, cosas que son imborrables.
-¿Cómo es vivir en un país donde los afrodescendientes son una minoría?
-Tanto en Uruguay, como acá, como en cualquier país del mundo hay gente que desconoce las cosas y por eso les teme. Alguna que otra vez hubo discriminación en Argentina. Hay mil casos. Siempre les cuento esas situaciones a mis hijos argentinos para que sepan que está prohibido cualquier tipo de discriminación o bullying en mi casa y afuera. A través de esos momentos feos, uno aprende a seguir adelante. Si la sociedad no se abre vamos hacia un caos total, porque cada vez hay más crisoles de razas. A veces veo que entre los mismos argentinos se discriminan, por ejemplo, que uno de Buenos Aires le da vuelta la cara a otro que viene de Salta. Las personas deben evolucionar internamente, porque no se puede discriminar por el color de piel. Todos somos humanos, con nuestras virtudes y defectos.
-Este año el país celebra el Bicentenario de la Independencia, ¿qué sentís como afrodescendiente?
-Me parece que tenemos que celebrarlo, abrir nuestra mente y fortalecer la democracia. Pero después del festejo viene el día a día, donde todavía hay mucho por hacer. Tenemos que poder trabajar, estudiar y esforzarnos para progresar. Ese sería mi anhelo para este Bicentenario.
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