Mar del Plata, 1968. Se celebra una nueva edición del Festival Internacional de Cine. La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) está preocupada: los comunistas locales están intentando contactarse con los artistas que llegan desde detrás de la Cortina de Hierro; el medio es la Sociedad Danubio, una agrupación cultural que reúne a los inmigrantes eslavos en la “Ciudad Feliz”.
Con esta trama digna de una película de espías en plena Guerra Fría, la directora y productora Agustina Pérez Rial construyó Danubio, su opera prima: una docuficción que, detrás de las imágenes sesentistas del balneario favorito de los argentinos, devela un tramo desconocido del Onganiato, época poco abordada en la filmografía nacional.
¿Cómo llegaste a este tema y a este material?
Soy de Mar del Plata. Yo venía trabajando con Paulina Bettendorff, la guionista, en un libro que publicamos en 2014 (Tránsitos de la mirada. Mujeres que hacen cine). Paulina, que sabía que yo quería hacer algo con Mar del Plata, me compartió un legajo desclasificado de la DIPPBAque tenía mucho que ver con mi tesis de maestría en Análisis del Discurso. Cuando lo leí me pareció increíble, y me dio ganas de hacer una película. Ahí confluyeron varias cosas: entre ellas que yo venía con ganas de volcarme a la realización artística y no tanto a la crítica y la investigación. Se armó un grupo con Paulina, Ivo Aichenbaum, Natalia Labaké que es la montajista, y yo. Mi primera idea era que codirigiéramos las tres, pero una opera prima dirigida por tres personas para las cuales es su opera prima… está destinada al fracaso. Pudimos hacer esta película por la pandemia, porque fueron 6 meses de convivir las tres haciendo hablar al material y a sus fantasmas. Un proceso intenso.
¿Qué fue la Sociedad Danubio?
¡Cómo saberlo! —se ríe—. Para mí, a esta altura del proyecto, la Sociedad Danubio es como un MacGuffin[1]. Era un nombre de fantasía, o no, que agrupaba a inmigrantes eslavos en Mar del Plata desde el año 59, con fechas no muy claras de cuándo se disolvió. Buscamos pistas de esa sociedad con gente de la comunidad marplatense, con referentes, integrantes y grupos eslavos de hoy en Mar del Plata, y nadie sabía de su existencia. Lo interesante es que las personas comunistas cuyos nombres aparecen tachados en el legajo de la DIPPBA, tanto como sus prácticas, sus escritos y su relación con la cultura o la literatura, sí existieron: Italo Grassi por ejemplo, para nombrar al más reconocido de Mar del Plata. Hubo un punto en que se planteó la discusión con la guionista sobre si “Sociedad Danubio” era un nombre de fantasía que le había puesto el espía de la DIPPBA para agrupar a los eslavos, casi como en una construcción paranoica para responder al jefe, o si era sencillamente una sociedad de fomento ya disuelta en la cual puede haber habido algunos integrantes más o menos politizados. El lugar mismo donde está marcada la fiesta de la Sociedad mencionada en la película, en la calle Arenales, hoy es un estacionamiento.
¿Cómo surgió esta forma de la película, que mezcla realidad y ficción?
Hubo muchas películas posibles en el proceso: una película más tradicional con entrevistas (de hecho empezamos a hacerlas), pero el documental se me caía: una preguntaba por la Sociedad Danubio y nadie tenía idea de qué era. Los mismos sindicados en los informes se reían de los informes. Cuando empecé a hacer la investigación pensaba que se trataba de un material muy pesado y muy serio, y a medida que avanzaba me daba cuenta de que los espías eran de pacotilla y nunca encontraban nada. Lo que empezó a pasar con estos límites para la forma tradicional del documental fue decir “la peligrosidad no está ahí, la peligrosidad está en que una sabe cómo siguió la historia”.
El material con que trabajaste es diverso: sobre fotografías, filmaciones de época y textos de los informes de la DIPPBA, una voz en off femenina cuenta una historia no verdadera, pero sí verosímil.
Hay cinco capas de material de archivo muy pesadas en la película, y atrás de cada una hay una historia única. Una capa son los archivos de la DIPPBA que hoy tiene la Comisión por la Memoria: cuando pedí lo que hubiera sobre el Festival de Mar del Plata me dieron 250 hojas, porque el Festival fue vigilado desde 1959 hasta 1970. La segunda capa es material de dominio público, de Sucesos Argentinos. Después de un fuerte trabajo de hemeroteca descubrimos en los epígrafes de las fotos el nombre de Pupeto Mastropasqua, fotógrafo del Festival entre el 59 y el 70: hablé dos años con él hasta convencerlo de que me prestara esas imágenes. Después apareció un cuarto material: las latas que habían quedado del incendio de Canal 10 de Mar del Plata, referidas a la Policía local. El quinto me lo pasó un coleccionista de Lanús: son las filmaciones caseras que yo llamo “Mar del Plata azul” y el material publicitario de Lowe.
¿Por qué pensás que el poder le tenía miedo al Festival?
Hay dos cosas. Por un lado Gilbert en El oro de Moscú dice que “con los circos viajaban a veces los panfletos”. Es esa idea de que, como se sabían vigilados, en los centros y actos culturales viajaban las ideas del otro lado de la Cortina de Hierro. Pero creo que más allá de esto —que era como la ratificación de la paranoia—, también en ese momento había otro lugar del cine. Me gusta pensar que en el 68, mientras están vigilando a los checos y los polacos a los que no les entienden ni lo que dicen, se está filmando La hora de los hornos. Había un cine haciendo la revolución en serio, y no era este que estaban vigilando. Esto tenía que ver con un momento político y cultural muy particular. Sin algo de la domesticación de las cabezas y los cuerpos que hubo en esa época no hubiera habido la dictadura del 76 como la hubo. Ahí es donde me parece interesante plantear la peli: que en un punto se acabe la historia del personaje que narra y el espectador se quede más con la época y con los sucesos que realmente pasaron, pensando solo sobre eso.
Si bien la película narra un tiempo acotado, en cierta forma recorre desde el primer peronismo.
La narradora viene al país encantada por el peronismo y aprende español influenciada por La razón de mi vida. Esa es la historia de migración del cónsul ruso de Mar del Plata, un señor de casi 90 años que contó que su familia se fue a vivir a Mar del Plata porque vio a Eva Perón en la “Gira del Arco Iris”. Me pareció maravilloso que una familia rusa que cae en Italia por la guerra venga después al país porque la ve a Eva de pasada. Ese personaje de la narradora está hecho de retazos de realidades, toda ella no existió pero sus verdades parciales sí existieron. Y creo que porque el personaje puede proyectarse sobre el presente, la anécdota de la película no resulta extemporánea.
¿Qué recorrido hizo Danubio?
Se estrenó en el Festival de Mar del Plata de 2021, y le fue muy bien: obtuvo el Premio a la Mejor Dirección y el Premio a la Mejor Película de la Competencia Argentina otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos. También recibió el Premio Eva Landek del Ministerio de Mujeres de la provincia. El año pasado estuvo en un montón de festivales nacionales e internacionales, y recibió ocho o nueve premios más. En marzo de este año la estrenamos en la Sala Lugones, después estuvo en el Gaumont, y luego en Espacios Incaa y en el CCK. Me interesaba que el recorrido fuera federal.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Por un lado estamos produciendo cuatro películas en la productora que tenemos con Ivo (Fiørd Estudio); nos interesa una línea de películas muy políticas y a mí en particular me interesa producir a mujeres y diversidades. Y como directora tengo un proyecto sobre cuatro golpes de Estado de la Argentina: el del 30, el 55, el 66 y el 76, con registros a los que vuelven hoy jóvenes entre 16 y 18 años que van a votar por primera vez, quienes revisan esas violencias del pasado y piensan las violencias del presente.
[1] MacGuffin es una expresión acuñada por Alfred Hitchcock que designa una excusa argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una historia, pero carece de relevancia por sí misma.
Dirección Agustina Pérez Rial
Guión Paulina Bettendorff
Producción Agustina Pérez Rial
Fotografía Pupeto Mastropasqua
Montaje Natalia Labaké
Diseño sonoro Manuel Embalse
Asistente de producción Catalina Kuznetzov
Asistencia de producción & coordinación de postproducción Ivo Aichenbaum
Investigación Paulina Bettendorff & Agustina Pérez Rial
Postproducción de sonido Martín Litmanovich
Postproducción de imagen Daniela Medina & Joaquín Maito
Diseño gráfico Lea Ágreda & Eliana Tujschinaider
Distribución Valentina Flynn & Eliana Tujschinaider
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