“Una de las características que ha tenido la vida económica, social, política, cultural de la Argentina, está vinculada con la naturaleza de sus relaciones con el sistema financiero internacional –dice Oscar Tangelson, ex Viceministro de Economía de la Nación, actualmente al frente del Instituto de la Producción, la Economía y el Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús-. Hay una gran cantidad de elementos que nos vinculan en ese sentido y sería bastante justificable conmemorar el año 2022 como ‘el Año del Bicentenario de la Dependencia’”.
La audaz propuesta, que el doctor Tangelson lanzó en una mesa realizada meses atrás en la UNLa junto a Mercedes Marcó del Pont y Eduardo Basualdo, nos impone profundizar en la naturaleza de nuestra historia y de nuestras elecciones. “El pasado tendría que servirnos de ejemplo para no repetirlo, pero lamentablemente tropezamos una y otra vez con lo mismo”, señala Tangelson. “Es lo que me lleva a pensar en recuperar el concepto de ‘Bicentenario de la Dependencia’. Esencialmente como una forma de extraer de la historia las enseñanzas que la historia nos tiene que brindar. Hablo de ese Bicentenario para plantear la idea de continuidad de un comportamiento que parte de Rivadavia y la deuda con Baring Brothers y culmina con Prat Gay y Mauricio Macri, el endeudamiento con los fondos buitre que hemos estado experimentando y un proceso de crecimiento de la deuda que no sabemos en qué medida va a detenerse, o si va a continuar profundizándose”.
-¿Cómo comienzan estos casi 200 años de dependencia?
-En 1922 se inicia un proceso por el cual Rivadavia propicia la realización de un conjunto de obras, entre ellas la -construcción de tres ciudades desde Buenos Aires hasta Carmen de Patagones y el desarrollo de un sistema de agua potable para la ciudad de Buenos Aires. El mecanismo que encuentra es la gestión de un empréstito en Inglaterra, a partir de la creación de un consorcio con algunas figuras representativas de la Argentina que se canaliza por vía de Baring Brothers. Del primer tramo del préstamo programado de un millón de libras esterlinas no llegan al Tesoro más de 570 mil libras esterlinas. Las comisiones que se pagan son significativas: un 15% para los gestores. Por otra parte, como no había un mecanismo de transferencia de recursos fácil, los integrantes del consorcio proponen que se transfiera mediante letras de la Baring Brothers de Londres a través de casas comerciales prestigiosas de Buenos Aires, dos de las cuales son propiedad de miembros de ese consorcio. Comienza un fenómeno bastante interesante: la justificación del endeudamiento para poder hacer obra pública, que por cierto nunca se hizo.
-¿Nada se llegó a hacer?
-No. La otra característica es que hay intermediarios altamente beneficiados que decían representar los intereses del país, pero en realidad eran representativos de los intereses de Baring Brothers. El empréstito se termina de pagar en 1902, pero por un monto total de 27 millones de libras esterlinas. Es una historia recurrente en la Argentina, a lo largo de muchos años se sucedieron mecanismos similares. No tendría que asombrarnos lo que está ocurriendo en este momento.
-¿Hay un relato paralelo de la dependencia?
-En realidad es un relato continuo. Se da lo mismo en el período de Avellaneda. Hay algo muy interesante: cuando decimos “bondi” en lunfardo refiriéndonos al colectivo o al tranvía, la palabra viene de “bond”, “bonos” en inglés, porque se construyeron durante empréstitos avalados mediante bonos. Otro tema es la Campaña del Desierto, cuando se expande la frontera agrícola de la Argentina mediante el método de exterminio de la población originaria. Una parte importante se financió con la emisión de bonos en la Bolsa de Londres, cuya garantía eran las tierras a conquistar. Terminada la Campaña, no solo se distribuyeron graciosamente tierras entre los participantes del ejército sino que vinieron a reclamar los “buitres” de entonces que tenían bonos y vinieron por las tierras.
-El problema básico con el empréstito de 1822, ¿fue el hecho de pedirlo, o la corrupción al manejarlo?
-Las dos cosas. Una fue pedirlo artificialmente cuando en rigor de verdad las obras para las cuales se había destinado no se cumplieron. Es lo mismo que en este momento: uno de los argumentos para pagar a los “fondos buitres” fue que esto nos abría el campo para financiamiento, como el único camino posible para la financiación de obra pública. Los argumentos de 200 años atrás siguen siendo los mismos que se utilizan hoy. Los mecanismos de transferencia de recursos siguen siendo los mismos. Los beneficios de los intermediarios que dicen actuar en nombre de la Argentina, también siguen siendo los mismos. Me parece significativa la continuidad de un procedimiento que termina embarcando al país en una deuda; no se realizan las obras prometidas, y en realidad lo que hay es un beneficio para los participantes de la operación. Y no precisamos ir 200 años atrás: en el año 74 la Argentina tenía una deuda global del orden de los 4 mil millones de dólares; en el año 82, pasamos a 46 mil millones de dólares. En un golpe que habían dado en nombre de la lucha contra la corrupción, los militares multiplicaron por 11 y medio la deuda que habían recibido. Ese monto se cuadruplicó otra vez y llegó a más de 160 mil millones de dólares a fin de 2001. En ese ínterin hubo megacanjes, blindajes, una serie de operaciones financieras que terminaron implicando beneficios para los participantes del mismo modo que a lo largo de todo este tiempo. El esfuerzo que hizo la Argentina por terminar con el tema de la deuda tiene muchas aristas y son las que nos permitirían entender su significado. En 2003 los intereses de la deuda representaban el 8% del Producto Bruto Interno de la Argentina, y la educación en todos sus niveles representaba el 4%. Hecho el proceso de desendeudamiento, los intereses representaban menos del 2% del PBI; y la educación, un 6,5%.
Productividad argentina
“Muchos grandes empresarios dicen que es imposible competir dado el nivel de salario de los trabajadores, y están logrando su reducción. Es una verdad a medias. Es cierto que el nivel del salario de los trabajadores argentinos en 2015 era superior al de toda América Latina. Pero además de significar un enorme incentivo a la producción interna mediante el fortalecimiento del mercado nacional, esto significaba un reconocimiento a un hecho que se oculta: que la productividad de los trabajadores argentinos también era superior a la del resto de América Latina. Un trabajo de CEPAL de 2007 plantea que la productividad media del trabajador argentino era del orden de los 14 dólares, mientras que la de un trabajador brasilero era de 8 dólares; esto quiere decir que aunque el salario argentino fuera de un 50% más que el del Brasil, la productividad era más del doble. Es imprescindible tener en cuenta que esta es una condición estratégica de la Argentina. Argentina no puede competir por bajo costo: su única posibilidad de sostener capacidad competitiva radica en la calificación de sus trabajadores, sus técnicos, sus profesionales, sus científicos. Hay que competir por vía de calificación, y no de pauperización. Esto refleja la cortedad de miras del mundo empresario concentrado de la Argentina al tomar decisiones”.
-Si pensamos en tres instancias: Martínez de Hoz, Cavallo y Prat Gay, ¿son iguales?
-Son parte significativa de una cierta visión dado el tiempo que les toca vivir. Martínez de Hoz es el artífice de ese proceso de apertura irrestricta de las importaciones por la cual se produce un primer impacto contra la industria nacional. Cavallo hace dos o tres cosas: la primera, ata el peso al dólar impidiendo toda posibilidad de competencia en el largo plazo en términos de comercio exterior. Durante su desempeño, los empresarios privados se habían endeudado en dólares y como hay una serie de devaluaciones determinadas por él mismo empezó a crecer notablemente la deuda. Entonces dice “el Estado les va a garantizar un seguro de cambio, ustedes irán a pagar a la tasa de cambio del momento que contrayeron la deuda”, con lo cual licua totalmente la deuda y el Estado se hace cargo de la misma. En tercer lugar, se da la búsqueda de endeudamiento sistemático que va a derivar en el megacanje, en el blindaje, que comprometen fuertemente la capacidad del país de hacer frente a sus compromisos y nos conduce al tema del default. Eso de algún modo fue revertido durante los años del Kirchnerismo y se logró que la Argentina fuera uno de los países con menor deuda con respecto a su producto: lo que era alrededor de 140% del PBI del país en 2003, se convierte en alrededor del 30% del PBI, una deuda totalmente manejable por el nivel de desarrollo de la Argentina, entonces uno de los países con menor nivel de compromiso de deuda en todo el mundo.
Ahora vemos la misma argumentación de que para desarrollar la actividad económica es necesario endeudarse porque el ahorro interno no es suficiente. Y acá viene una gran contradicción: si se baja la retribución a los trabajadores, ¿quién incrementa su participación? Los propietarios del capital financiero. Según la teoría liberal se supone que conviene que ganen los ricos porque son los que tienen capacidad de ahorro y esa es la fuente del financiamiento; la gente de bajos niveles de ingreso tiende a consumir una parte importante de lo que gana. ¿En qué quedamos? Les incrementamos el nivel de ingreso a quienes pueden ahorrar y decimos simultáneamente que para poder invertir en el país es necesario endeudarse. ¿Por qué no usamos ese ahorro que supuestamente se produce? Por una razón muy sencilla: esos recursos adicionales que recibe la parte de la población con mayor nivel de ingreso no se invierte en el país sino que alimenta la fuga de capitales. La estimación es que argentinos tienen fuera del país más de 300 mil millones de dólares. Lo que estamos escuchando son consignas como que hay que darles a los que tienen mucho nivel de ingreso porque ellos pueden ahorrar, y como consecuencia va a haber inversiones y luego derrame. Y en los hechos, pierde capacidad de compra el 90% de la población, hay fuga de capitales, y nos endeudamos para hacer aquello que habríamos debido hacer con los ahorros internos.
-¿Cuál es la forma auténtica de crecer?
-Va a haber un proceso de crecimiento sostenido como lo hubo en los últimos 15 años a partir del hecho de que efectivamente se consolide el mercado interno, y no a partir de una aventura de endeudamiento y supuesto desarrollo económico que en esos términos nunca llega. Y si llegara sería una economía tan concentrada que solamente podría beneficiar a un pequeño grupo, que es lo que hizo la generación del 80: entonces el país creció enormemente, nos convertimos en el séptimo Producto Bruto mundial, pero una porción muy pequeña, a la que el Peronismo llamó históricamente “oligarquía”, tenía acceso a los beneficios de esa riqueza. Para la mayor parte de la población las condiciones de vida nunca alcanzaron el esplendor que uno podía esperar de una de las economías más grandes del mundo.
-¿Cómo se desanda este camino?
-En el marco de la democracia la parte fundamental es que una parte creciente de la sociedad argentina comprenda que elegir como eligió implica una propuesta de política que conduce a un proceso creciente de concentración del ingreso. Un conocido economista inglés del siglo XIX, David Ricardo, decía que lo más importante de la economía es la distribución del ingreso. En la práctica lo que se está determinando es en qué grado tenemos actividades económicas productivas que generen trabajo y en qué medida es la capacidad de compra de la sociedad la que promueve el desarrollo, y eso es solo posible con mecanismos de mayor equidad distributiva. La Argentina llegó a ser, en América Latina, de los más equitativos en términos de distribución. Pero a raíz de políticas como esta asistió a tres formas de concentración del ingreso: primero, la distribución funcional: si los perceptores de ingreso por trabajo tenían el 50% y bajó al 25% cerca de 2002, eso significa en términos prácticos que les quitaron 100 mil millones de dólares por año, alrededor de 15 veces más que perdió el productor del campo mediante las retenciones. Segundo, una importante concentración social del ingreso: en el 74 el 20% más pobre del país recibía el 7,5% del ingreso nacional; en 2001/2002 llegó a recibir el 2%. El tercero es el nivel de concentración territorial: en los 90, Buenos Aires tenía el ingreso per cápita de Bélgica, pero Formosa tenía el de Camerún. Teníamos una ciudad del primer mundo en apariencia y diez provincias con el nivel de ingreso de África. De algún modo habíamos superado esa fase y teníamos una distribución relativamente equitativa: el proceso que va entre 1976 y 2001 nos condujo a niveles de concentración del ingreso equivalentes a los de Chile o Brasil, donde se cubren algunas de las necesidades fundamentales pero no hay ningún proceso posible de movilidad social, lo cual no ocurre en la Argentina. Por eso insistimos tanto en la gratuidad de la enseñanza superior: porque es un instrumento importante de movilidad social, aunque no es suficiente si hay un proceso de concentración del ingreso como el que experimentamos hasta 2001 -y aparentemente se quiere reeditar ahora-. Todo esto está detrás de la distribución del ingreso y del tema de la deuda. Por eso no podemos tratar estos temas aisladamente: forman parte de un conjunto coherente de medidas y esencialmente de un conjunto coherente de concepciones de qué debe ser la sociedad. Lo que planteamos es cuál es el criterio por el cual distribuimos el ingreso, cuál es el criterio por el cual disponemos la orientación de la promoción del desarrollo económico del país. ¿Vamos a alentar las grandes empresas, muchas de ellas transnacionales, o vamos a apoyar el tejido productivo de pequeñas y medianas empresas que caracterizan el conurbano bonaerense? Eso significa, en la política de crédito, que se les permita acceso; significa escuelas técnicas para formar gente calificada. En los 90, por ejemplo, desaparecieron las escuelas técnicas y el ministro mandó a los científicos y los técnicos a lavar platos a su casa. Es coherente. Si no existía la industria, para qué ibas a formar técnicos.
No hay medidas aisladas
“No hay medidas aisladas –señala el doctor Tangelson-. Este endeudamiento tiene una fuerte coherencia con la apertura de las importaciones, con la eliminación de las restricciones y del aporte del sector del campo, con una política de tasa de cambio que favorezca al exportador que exporta sus commodities y por lo tanto no genera trabajo. La posibilidad de crear trabajo radica en la recuperación de la actividad industrial, particularmente PyMe, y en la expansión de los servicios. Eso genera un fuerte mercado nacional, capacidad de compra de la sociedad y no un proceso de concentración como el que estamos viendo. Este es el conjunto de razones por las cuales creo que debemos recordar con mucho dolor la repetición de mecanismos que llevan 200 años y cuyo resultado es invariablemente el mismo”.
-Es bueno tratar de reflexionar y reconocer esos mecanismos.
-Hay una gran capacidad de comunicación que lanza consignas aisladas -incluso en algunos casos compartibles, como “pobreza cero”-. El asunto es si la concepción del desarrollo económico es compatible con eso o no lo es. Una de las cosas que hizo Martínez de Hoz en el 76 fue establecer condiciones tales para poder hacer depósitos y recibir préstamos que eliminaron todo el sistema cooperativo de la Argentina en términos financieros: las cajas y las mutuales que recibían el 15% de los depósitos virtualmente desaparecieron porque quería centralizar los recursos en los grandes bancos. En este momento me preocupa un hecho adicional y es que buena parte de los senadores votaron en favor de los “fondos buitres” por orden de los gobernadores, porque de ese modo van a recibir recursos y endeudarse para cubrir las necesidades de infraestructura de las provincias. Esto ya pasó, y terminó en las cuasimonedas: los patacones, los lecop, los federales: bonos emitidos por gobiernos provinciales para cubrir sus necesidades, al principio para infraestructura y después para cubrir los costos operativos.
-Resulta cínico extrapolar este relato con la celebración de los 200 años de la Independencia.
-Esto es visible en lo que ha ocurrido el 9 de Julio. ¿Cuál fue la celebración, si ni siquiera hablamos de la independencia porque no hay conciencia de lo que eso significa? Se ha dicho que los integrantes del Congreso estaban angustiados por separarse de España. No veo a Belgrano o a Vélez en el momento en que estábamos sometidos a la invasión de los ejércitos realistas que estuvieran angustiados por separarse. Estaban angustiados por defenderse del ataque que implicaba la llegada del ejército español. Esta visión de la historia es realmente preocupante.
Planteo, como una construcción hacia el futuro, no una utopía, sino una epopeya. Es decir, una utopía que se construye con el trabajo y el esfuerzo de cada día. En el marco de las reglas de juego que implica el sistema de las formas republicanas de gobierno, tenemos que garantizar la mayor participación y una recuperación de las condiciones de gobierno, y la fijación de políticas que tengan que ver con recuperar esto que hemos perdido. No es lo mismo una sociedad que estuvo 1500 años en la indigencia como África a una sociedad que en una generación perdió todo lo que había alcanzado. El nivel de conflictividad social es mucho más profundo. No estamos pensando en una utopía, estamos pensando en lo que logramos construir y que nos ha sido arrebatado. Yo creo que esta es la expectativa que tenemos que mantener, revalorizando los nuevos instrumentos. Por ejemplo la AUH es un instrumento importante de inclusión desde el punto de vista social, pero también un importante instrumento de política estratégica a largo plazo. Significa garantizar que los futuros trabajadores de la Argentina tendrán un nivel de salud y de educación que les harán posible reconstruir capacidad competitiva de largo plazo; no solo responde a una necesidad del presente sino que asegura la capacidad de transformación, de creatividad, de capacidad innovativa que tiene el pueblo argentino. Lo que está en juego es ese conjunto de cosas que hacen a las condiciones de vida del presente pero particularmente a la viabilidad del país en el largo plazo.
-¿Nos hemos convertido en el país del corto plazo?
-Dicen que las urgencias cotidianas impiden tener tiempo para formular proyectos, y yo digo que es al revés: la falta de un proyecto nacional te hace esclavo de las urgencias cotidianas. Es tan fuerte la tarea de desmovilización que se hace que nos hace olvidar los logros alcanzados por el pueblo argentino. Te dicen que colocar un satélite de comunicaciones que implica un nivel de complejidad tecnológica que solo 8 o 9 países pueden alcanzar es como colocar una heladera en el espacio. No es así. Significa un nivel de desarrollo científico tecnológico fundamental y por otra parte la posibilidad de tener tus propios instrumentos de comunicación. ¿En qué momento hablamos de la soberanía productiva de la industria, o de los medicamentos? ¿Por qué tenemos que depender de otras producciones ante elementos tan críticos como la salud? Habíamos comenzado a desarrollar vacunas. Todo esto forma parte del mismo esquema. ¿Qué otro país de América Latina tiene tres Premios Nobel en ciencias? ¿Por qué pudimos hacer un reactor nuclear? Porque desde 1920 tenemos una Escuela de Física en la Universidad Nacional de La Plata; en 1923 vino Einstein como reconocimiento al nivel de calificación de los científicos argentinos. Hace unos años lanzamos el satélite Sat D: el 70% se hizo en INVAP y el 30% en la NASA. Es un capital que tenemos y parte de lo que tenemos que construir. Los elementos que nos permiten comprender de otro modo lo argentino.
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