La pandemia de Covid-19 y las medidas de aislamiento implementadas en pos de evitar la propagación del virus, han dejado distintas marcas en las personas y muchas han comenzado a padecer, por ejemplo, insomnio, ansiedad y trastorno por estrés postraumático. También se han evidenciado casos de deterioro significativo en el funcionamiento social.

Ante este contexto, nuestra universidad decidió lanzar un Espacio de Escucha integrado por profesionales de la Dirección de Bienestar —dependiente de la Secretaria de Bienestar y Compromiso Universitario— y del Doctorado y el Centro de Salud Mental Comunitaria —dependientes del Departamento de Salud Comunitaria—.

Para interiorizarnos un poco más en la propuesta charlamos con el titular de la Secretaría, Santiago Hernández; con el director Santiago Goyer; y con la trabajadora social y responsable del Espacio, Andrea Usandivara.

¿Cómo nace esta iniciativa?

SH: Previo a la pandemia, trabajamos con situaciones similares aunque no había una figura creada y lo hacíamos por el compromiso que tiene la Universidad de no esquivar los problemas y de aportar soluciones, como te dicen el primer día en el Curso de Ingreso. Pero la verdad es que era muy esporádica la intervención y de pronto con la pandemia nos encontramos con varios casos que tienen que ver con la situación general que todos hemos atravesado, desde la incertidumbre hasta el encierro, la pérdida de familiares y de conocidos por la Covid. Vimos entonces la necesidad y buscamos formalizar un espacio que no sea terapéutico porque no es nuestra responsabilidad ofrecer ese servicio, sino que sea una más entre todas las redes que ofrece la Universidad a los estudiantes y la comunidad universitaria.

SG: Es un espacio que busca que el estudiante primero sea escuchado y a partir de eso se pueda encaminar hacia una posible solución que pueda necesitar. Es fundamental que la Universidad pueda afinar el radar con la salud de los estudiantes. Además, este proyecto contempla una instancia de fomento de la salud mental, porque existe un gran tabú con respecto a este tema, y hay que hablarlo y discutirlo en términos académicos, artísticos, en forma de talleres, etcétera, para que todos estén más atentos para poder dar un auxilio.

AU: Esto comenzó de manera informal. Como evaluadora del programa de Becas de Compromiso Educativo, al final de cada entrevista siempre les decía a los estudiantes de qué forma podía ayudarlos y acompañarlos, y esto era a través de la escucha: si alguno tenía alguna cuestión o algo les hacía ruido, podían acercarse a charlar conmigo. Fue pasando el tiempo y cada vez se acercaban más y en estos años de pandemia lo hicimos por teléfono, lo cual fue bastante complejo también, y dijimos “algo tenemos que hacer”. Entonces empezamos a formalizarlo. La idea no es patologizar, no estamos hablando de enfermedades mentales, hablamos de buscar el bienestar. Todo esto que nos pasó de trabajar en casa, de dejar de hablar con nuestros compañeros, de interactuar con pares fue bastante doloroso en algunos casos, y la vuelta también generó mucho miedo. Esos son algunos de los casos que estamos viendo.

¿Cómo es la articulación con el área de Salud Mental Comunitaria?

SG: Está estipulado que haya una mesa de supervisión sobre cada una de las situaciones que hemos abordado, en la cual dialogar y por sobre todas las cosas planificar actividades. Hasta ahora, tuvimos un solo caso que exigió una planificación en conjunto con el Doctorado para una intervención.

¿La derivación se hace a instituciones de la región?

AU: Contamos con una pequeña red que estamos revisando porque después de estos dos años tenemos que ver lo que pueden ofrecernos. Nosotros no podemos hacer una derivación formal, pero sí los invitamos a que se acerquen a alguna institución de esa red.

La propuesta comenzó hace aproximadamente un mes, ¿cuántas consultas recibieron en este tiempo?

AU: Recibimos cerca de 120 consultas para saber de qué se trata el espacio. Ahí les explicamos y les decimos que las entrevistas son individuales y privadas y que no hay medicalización ni patologización. Cuando entienden todo eso, piden una entrevista. Tuvimos 30 reuniones, algunas ya con seguimiento.

SG: Sí, pensamos que iban a ser menos, lo que en algún punto preocupa.

AU: Creo que en la medida que entiendan de qué se puede hablar en este espacio, la demanda va a aumentar porque, por ejemplo, la angustia de presentarse a un final o frente a una clase son cuestiones que a veces no se hablan. Y este espacio también está destinado a eso.

¿Hay iniciativas similares en otras universidades?

AU: Sí, pero lo novedoso es que este es un espacio de escucha. El tratamiento de la salud mental se da en otras universidades, donde hay gabinetes con atención psicológica y con servicio social.

SG: Y tampoco están bajo la órbita de Bienestar, sino que se trabaja desde las facultades de Medicina y no desde el bienestar general. Nosotros sostenemos que la salud mental es fundamental para que la trayectoria formativa sea exitosa. Es parte de una política integral: desde promover la no violencia de género, la solidad entre pares, la inclusión con personas con discapacidad, hasta el programa de becas propio para que el estudiante se quede aquí.

Los integrantes de la comunidad universitaria que quieran comunicarse con el Espacio de Escucha, pueden hacerlo a través del correo electrónico espaciodeescucha@unla.edu.ar. Más información en las redes sociales de la Secretaría de Bienestar Universitario en Facebook, Twitter e Instagram, o accediendo a través de la página institucional de la UNLa: http://www.unla.edu.ar/secretarias/bienestar-y-compromiso-universitario

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