Ante el aislamiento, la autoproducción de alimentos se volvió una tendencia entre los argentinos, que dispusieron de más tiempo para cocinar y evaluar sus hábitos y consumos alimenticios.
“Cultivar frutas y verduras de manera agroecológica en nuestro jardín o terraza, por un lado nos permite saber de dónde vienen, asegurar la calidad e inocuidad de las mismas, y tener un ahorro económico. Por otro lado, revaloriza costumbres de nuestros ancestros: décadas atrás era muy habitual que las familias tuvieran su ‘quintita’ como algo propio de su vida cotidiana”.
Las palabras corresponden a Silvina Gómez, licenciada en Nutrición de la UNLa y una de las responsables de los talleres de Promotor en Huerta Agroecológica que se brindan en nuestra universidad junto a los técnicos del Prohuerta, programa impulsado desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Y las excusas no son válidas en este contexto, porque en el balcón, terraza o patio se puede improvisar una pequeña huerta, ya sea en macetas, cajones o cualquier recipiente reciclado.
“Cuando no contamos con un gran espacio, una buena idea es comenzar con las aromáticas que crecen muy bien en macetas como por ejemplo albahaca, menta, ciboulette, tomillo. Y en cuanto a las hortalizas, optar por las que sean de crecimiento más rápido y de menor tamaño o de raíces menos profundas, como es el caso de la rúcula, rabanitos o achicoria”, explica Gómez.
Y agrega: “Una de las premisas más importantes a la hora de armar la huerta es comenzar a preparar un compost que es el producto de la descomposición de las cáscaras y partes que no consumimos de frutas y vegetales que comemos en casa, y que con un poco de paciencia pueden transformarse. Este proceso puede adaptarse a espacios reducidos, ya sea en baldes o cajones. Tener una ‘compostera’ en casa permitirá obtener un excelente abono para nuestros plantines y a su vez disminuimos reciclando en gran cantidad los residuos orgánicos que generamos”.
¿Es necesario saber sobre técnicas específicas?
Una de las cosas más importantes a la que debemos prestar atención es al sol. Muchas veces nuestros primeros intentos como horticultores fallan porque no tenemos en cuenta la cantidad de horas de luz que requieren las hortalizas. En promedio podríamos decir que unas 5 horas de luz solar directa.
También debemos realizar el riego adecuado: en verano es indispensable regar a diario, sin embargo en épocas de frío alcanza con dos o tres veces por semana. En resumen, se requieren cuidados básicos como luz, agua y nutrientes que aportaremos directamente con el compost. La observación, la práctica y la paciencia son las claves para que logremos el éxito en nuestros cultivos.
¿Qué podemos plantar en invierno?
En esta época del año, tenemos que optar por variedades de otoño/invierno. La familia de las crucíferas, en general soportan bien las bajas temperaturas, como por ejemplo brócoli, coliflor, repollitos de Bruselas y Kale. También algunos vegetales de hoja como acelga, lechuga, radicheta y rúcula. Podemos complementar con cebolla, ajos y verdeo.
Además es una excelente época para sembrar alguna leguminosas como las habas y los porotos, que colaboran aportando nitrógeno al suelo. Se sugiere también acompañar estos cultivos con alguna flor: por ejemplo, la caléndulaayuda en el control de plagas, embellece el espacio y favorece a la biodiversidad en la producción.
¿Al producir y consumir alimentos propios se puede pensar en una soberanía alimentaria?
Son pequeñas acciones que podemos aportar como ciudadanos. La soberanía alimentaria, en realidad implica mucho más que tener la huerta en casa ya que requiere la determinación de todo un pueblo o una Nación sobre cuál es el modelo que elegimos para producir y comercializar los alimentos. Pero cada uno de nosotros desde nuestro lugar podemos concientizar sobre este tema y aportar nuestro granito de arena haciendo escuchar nuestras voces.
¿Qué ocurre con aquellas personas que no se animan a cultivar en sus hogares, pero están interesadas? Pueden investigar si existen proyectos de huertas comunitarias y urbanas. Un lote abandonado puede ser transformado en un espacio de producción hortícola y es una forma también de fortalecer los vínculos en nuestra comunidad. De esta manera los beneficios son mucho más importantes así como también el impacto positivo en el medio ambiente de nuestro barrio. También pueden participar de talleres de huerta como los que brindamos en nuestra universidad, que son espacios abiertos a la comunidad, intergeneracionales, donde se acercan para aprender un poco más sobre el tema, intercambiar ideas, semillas y compartir sus experiencias.
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