En el orden de la cultura y de los valores seguimos pidiendo permiso a Francia para abrir un libro. Cuando las obras de Jauretche circulen por los colegios nacionales y Universidades con la misma profundidad con que hoy circulan obligatoriamente tantos ladrillos encuadernados, podrá decirse que el reflejo intelectual de las patriadas y de los ideales nacionales ha entrado por fin en la formación de las nuevas generaciones argentinas”.

Jorge Abelardo Ramos

Mientras el pensamiento colonial enseña a pensar a contrapelo de las necesidades nacionales, Arturo Jauretche nos enseña que a las problemáticas de la Patria es necesario enfrentarlas a partir de la conformación de un esquema de pensamiento propio. Así nos introduce en la necesidad de pensar los problemas en función de nosotros mismos, y no como reflejo de otros. Afirma en este sentido que “la mentalidad colonial enseña a pensar el mundo desde afuera, y no desde adentro. El hombre de nuestra cultura no ve los fenómenos directamente sino que intenta interpretarlos a través de su reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del hombre común, que guiado por su propio sentido práctico, ve el hecho y trata de interpretarlo sin otros elementos que los de su propia realidad”.

Con esta idea se posiciona contra la tradición de pensamiento presente en las elites seudo-intelectuales (denominadas por el mismo Jauretche como intelligentzia), tan conocedoras de la “última moda” del pensamiento extranjero, como ignorantes de lo propio, y a partir de la cual se había diseñado el esquema de una Argentina de cara a Europa, subordinada fundamentalmente a Gran Bretaña.

Esta noción venía recorriendo el pensamiento nacional-latinoamericano desde hacía años, teniendo diversas expresiones como por ejemplo Simón Rodríguez que hablaba de la colonomanía, José Martí quien reclamaba hacer a un lado las anteojeras yanquis o francesas, Haya de la Torre que reclamaba romper con la colonización mental, Leopoldo Lugones que afirmaba la urgencia de ojos mejores para ver la Patria, por mencionar un pequeño puñado de casos. Puede resultar sorprendente que pensadores de países disímiles, en diferentes contextos históricos, hayan reflexionado en términos similares. Pero si observamos más de cerca la historia, nos damos cuenta de que mayormente todos “somos un mismo poncho” como dice el poeta, o somos parte de una Gran Nación inconclusa, con problemáticas similares, y un mismo drama. Ese criterio nacional, podemos afirmar, es nacional-latinoamericano.

Muchas veces se encasilla erróneamente a Jauretche o a la corriente de pensamiento a la cual pertenece como un “chauvinismo berreta” que rechaza el pensamiento extranjero. Nada más alejado del pensamiento jauretcheano, pues lo que reclama el pensador linqueño es adaptar las ideas, y lo que rechaza es su adopción. Es decir, no deja a un lado una idea por haber germinado en y/o para otra realidad o tiempo, pero llama a no adoptar mecánica y acríticamente esas ideas, sino más bien a adaptarlas en función de nuestra realidad, pasarlas por el “tamiz” de la realidad nacional, incorporarlas no como absolutas en reemplazo de las propias, sino hacerlo en lo que puedan ser útiles a la solución de nuestros problemas.

Pensar en clave nacional aparece como fundamental en los países como la Argentina, bajo una dominación semi-colonial, donde existe una cuestión nacional a resolver, e implica romper con el esquema dependiente del imperialismo y, al mismo tiempo, el pensar juntas la cuestión nacional y la cuestión social. Afirma la necesidad de “dirigir el pensamiento nacional hacia los hechos concretos y sus implicancias económicas, sociales y culturales propias, para tratar de contribuir a la elaboración de un pensamiento propio (…), aportar al pensamiento argentino el método y los modos de conocer nuestra realidad y señalar los rumbos necesarios de una política nacional”. A partir de esta idea, vale destacar que en el esquema jauretcheano “la izquierda y la derecha no son generalmente sino distintos modos de eludir la ‘cuestión nacional’ en beneficio de intereses exteriores” .

En la conformación de este “pensar en nacional” resultan centrales dos cuestiones: una, partir desde el pueblo, es decir, construir las ideas a partir de la realidad del pueblo argentino, no fijar caminos ajenos a su capacidad creativa, a las manifestaciones culturales nacionales; y en segundo lugar, la necesidad de revisar nuestro pasado, ya que el mismo fue falsificado por la oligarquía argentina triunfante en Caseros y Pavón; a ese relato hay que oponerle un revisionismo histórico que adopte fundamentalmente la revisión del pasado a partir de la óptica de los sectores populares. En relación a esta última argumenta que “no es pues un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en que esta es solo un instrumento de planes más vastos (…) destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la Nación. Así, pues, de la necesidad de un pensamiento político nacional ha surgido la necesidad del revisionismo histórico”.

Aquí tenemos dos componentes fundamentales para cimentar la identidad nacional: la cultura nacional, y la lectura del pasado en clave del pueblo y desde una óptica emancipadora. Esa identidad nacional es el componente fundamental para la construcción y defensa de nuestra Patria.

Así, llama entonces a pensar desde nuestra propia realidad, desde nuestras categorías, quitándonos las zonceras adquiridas por la colonización pedagógica, pensar desde nuestras problemáticas, desde el centro del planisferio, no como estamos acostumbrados de abajo y desde un rincón. Jauretche nos deja un conjunto de ideas (como las que abordamos en estas líneas), no solo para reflexionar acerca del pasado, sino un esquema de pensamiento para pensar la realidad nacional actual. En este sentido, unas últimas palabras de nuestro pensador nacional del cual hoy conmemoramos su natalicio (y muy pertinentemente, desde hace unos años, el Día del Pensamiento Nacional), decía Jauretche entonces, para cerrar, que “solo del pueblo argentino, de la masa innumerable sin voz y sin más conocimiento que la certeza de sus propias dificultades, puede surgir la salvación entera de la Nación”.

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