10 de Julio: Aniversario de La Sociedad Rural Argentina
I. Introducción
“El historiador Cifuentes, que como buen revisionista lloraba con el ojo izquierdo y reía con el derecho, tomó nuevamente la hebra del Gran Oligarca [Martín Igarzábal]:
—Don Martín —le dijo—, me pregunto ahora si no habría sido mejor entonces que la Oligarquía en masa hubiera evacuado el país y tirado al techo la manteca de los tambos natales. Al fin de cuentas, los que se fueron practicaron un intrascendente ‘suicidio de la Patria’. En cambio, los que decidieron permanecer aquí sufrirían la más costosa de las operaciones: la transmutación del Gran Oligarca en el Gran Cipayo.
—¡Señor, hay repúblicos en nuestra familia! –volvió a protestar el Gran Oligarca—. ¡Indio, los retratos del álbum!
—El álbum familiar –elogió el [indio] pampa— está encuadernado en la más lujosa marroquinería.
—¿De qué sirvió que un General heroico nos libertase de una metrópoli –adujo el historiador— si el Gran Cipayo nos entregó a otras?[2]”.
El párrafo corresponde al libro Megafón o la guerra (1970) del poeta, novelista, dramaturgo y ensayista Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 1900-1970). Claramente expresa un drama, relacionado con los grandes propietarios de tierras de la Argentina y su idea–proyecto de Patria. Marechal lo cierra con una aguda reflexión: “Según el análisis, la Oligarquía, frente a un país real, consumó dos éxodos: uno interior o metafísico y otro exterior o físico.[3]”
El 10 de Julio se cumplen 156 años de la fundación de la Sociedad Rural Argentina (SRA), asociación civil patronal fundada en 1866 en un intento por agrupar a los grandes propietarios de tierras de la región pampeana, dedicados a la agricultura y la ganadería en el país. La nómina de socios fundadores incluyó a las siguientes personas: Claudio F. Stegmann, Eduardo Olivera, Francisco B. Madero, Jorge R. Stegmann, Jorge Temperley, José Toribio Martínez de Hoz, Juan Nepomuceno Fernández, Leonardo Pereyra, Lorenzo F. Agüero, Luis Amadeo, Mariano Casares, Ramón Vitón, Ricardo Black Newton, Guillermo R. Garrahan.
Siguiendo a Marechal, propongo preguntarnos: ¿Qué motivó su origen? ¿Hubo un proyecto de País, de Nación, detrás de los hombres que la fundaron?
Repasemos. Entre 1864 y 1870 Argentina se encuentra en guerra, aquella que fue llamada por Juan Bautista Alberdi (San Miguel del Tucumán, 1810-1884) como “Guerra de la triple infamia”[4] tanto por la intromisión de intereses foráneos como por lo impopular del conflicto contra el Paraguay. El país a dos años del enfrentamiento comenzaba a sentir los efectos negativos en materia de escasez de recursos, además de observar una incontable cantidad de pérdidas humanas impensadas para la élite política y comercial de la época. En pocas palabras, la guerra repercutió negativamente en la economía local y se planteó desde los círculos mercantiles y financieros porteños recurrir una vez más al auxilio extranjero. El país, al borde de una crisis económica y política, era gobernado por Bartolomé Mitre (Buenos Aires, 1821-1906) quien permanecería en el campo de batalla hasta la derrota de Curupaytí, en septiembre de 1866. Mientras tanto, el gobierno era manejado por su vice Marcos Paz, que fallecería en enero de 1868 víctima de la epidemia de cólera. Los grandes propietarios aterrados por la crisis económica, a la que se sumaban en las zonas de frontera con el indio los malones que se habían multiplicado por la falta de soldados en esas regiones, decidieron nuclearse con el fin de intimar al gobierno para que cesara el conflicto y se dispusiera a controlar la frontera[5].
El primer presidente de la Sociedad Rural Argentina fue José Toribio Martínez de Hoz, quien había sido convencional constituyente en la reforma constitucional de 1860, y su vicepresidente fue el británico Ricardo Newton, quien había instalado el primer alambrado en el país. A pesar de que cerca de la mitad de sus fundadores eran extranjeros, su lema fue: “Cultivar el suelo es servir a la Patria”. ¿Un lema culposo? Quizás. Lo cierto es que lejos de servir a la Patria (entendiendo a la Patria como un colectivo que incluye a todos los que habitamos, compartimos y transmitimos vivencias en un mismo territorio) su fundación respondió claramente a un interés de grupo, de facción. Parafraseando a Marechal, si bien ellos eran los dueños del suelo de la Patria en ellos hubo un éxodo interior, metafísico, en su fundación. Lejos de seguir a su lema, no servían a la Patria, más bien todo lo contrario. A diferencia de sus antecesores, tales como Juan Manuel de Rosas, no se relacionaron con los gauchos, a los que persiguieron y criminalizaron; ni con los indios, a quienes querían aniquilar.
El antropólogo y filósofo, Rodolfo Kusch (Buenos Aires, 1922-1979) en su libro Geocultura del Hombre Americano (1976), afirma: “Lo que, por ejemplo, en la época de Rosas eran entendido aún como una posibilidad de armonía, ya no lo es en época de Roca [Julio Argentino].[6]” ¿Qué quiere decir? Que Rosas fue el último estanciero y gran líder político en pensar en la posibilidad de una alternativa de agroexportación con los habitantes (gauchos e indios) adentro. De allí lo metafísico de los grandes propietarios que fundaron la Sociedad Rural Argentina, porque vale preguntarse: ¿si no incluían a los habitantes de aquellas tierras en su proyecto de Nación, para quiénes cultivaban entonces?
Como Sarmiento y Mitre, los hombres de la Sociedad Rural Argentina hablaban de una sociedad y una Nación que aún no existía, con poblaciones que aún no habían llegado a nuestro país. El escritor, periodista, ensayista y Pensador Nacional, Raúl Scalabrini Ortiz (Corrientes, 1898-1959) escribe: “El extranjero se reservó el mando directo de las vías de comunicación y transporte y cedió a la oligarquía la tenencia de la tierra. El hombre argentino fue un paria en su propia tierra. La tragedia de Martín Fierro es la tragedia del pueblo durante más de seis decenios. El dominio de la tierra se obtenía, no en la lucha mano a mano con los elementos, ni el combate con los infieles, sino en la tibia penumbra de las antesalas oficiales y en las amables tertulias de las mansiones señoriales de Buenos Aires. Estas normas para obtener la propiedad de la tierra fueron impuestas por el Presidente Sarmiento, quien estableció que ‘el título de propiedad debe sustituir a la simple ocupación’. […] El título de propiedad limpió de la tierra a los criollos con la misma técnica despiadada con que fue extirpado el indio.[7]”
Claramente era una Nación que estaba presente en su imaginación, en sus lucubraciones de whiskys escoceses en sillones afelpados al estilo Luis XIV, pero no era una Argentina real: más bien era una Argentina espectral, fantasmal.
II. ¿Dueños de tierras o mayordomos? Una exploración al término “oligarquía”
Se ha mencionado el término “oligarquía” como sinónimo de quienes fundaron y le dieron accionar a la Sociedad Rural Argentina, pero ¿qué quiere decir “oligarquía”?
En las tres décadas anteriores al Centenario de la Revolución de Mayo (1880-1910) el sector de la sociedad que estaba a cargo del Estado Nacional Argentino, motorizó una serie de acciones desde sus diferentes instituciones (Ministerios, Escuelas, Universidades) vinculadas a la construcción de una identidad nacional. En síntesis, en esos años se lleva a cabo la creación de una idea de Nación que surge por la voluntad de un grupo.
Pero antes, cabe preguntarse, ¿quiénes integraban este grupo? En algunos casos, tanto en el campo historiográfico como en otros espacios de las ciencias sociales para responder a esta pregunta se identifica a una clase social; incluso se ha hecho alusión a un único sector, una “clase gobernante”. Sin embargo esta denominación pierde su fortaleza, nos dice muy poco, cuando se profundiza sobre los distintos actores y sectores que participaban y sacaban beneficios de su lugar en el funcionamiento del poder ejercido desde el Estado Nacional durante el periodo.
Entre 1860 y 1910 se había desatado en el territorio argentino una embestida del capitalismo internacional en sociedad con los grandes propietarios, como nunca antes. En la práctica significaba un avance del capital privado de empresarios británicos, que pasaron a manejar la mayoría de las empresas de transporte terrestre y marítimo, los recursos energéticos, la explotación petrolera y las compañías más importantes de manufacturas del país.
Al mismo tiempo se expandía por todo el territorio la tradicional unidad productiva criolla para la exportación, la estancia. Su formación, en realidad, antecede a la formación de los nuevos Estados latinoamericanos surgidos en el siglo XIX. La estancia, unidad de grandes extensiones, vinculada a las demandas del mercado internacional a través de sus regiones portuarias[8] pero que también se beneficiaba del manejo exclusivo del mercado local, en donde los hacendados con su corporación, la Sociedad Rural Argentina, imponían el precio como productores monopólicos. Me interesa remarcar aquí que buena parte de la historiografía sobre América Latina no se detiene en estudiar estas características antiliberales de las economías locales latinoamericanas como la argentina, brasilera y mexicana durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, incluso aquellos historiadores que hablan específicamente de historia económica.[9]
La estancia es también una unidad de poder político y social vinculada estrechamente a un sistema de dominación oligárquica, y parte fundamental para su funcionamiento y reproducción. Ejerce controles directos sobre las medidas económicas que toman los Estados, acuerda con el capital internacional (británico) el trazado de las líneas férreas, la construcción de puertos, los impuestos para protegerse de la competencia con los países vecinos, y hasta la utilización de las fuerzas coercitivas del Estado para reprimir huelgas obreras, como el caso de la sangrienta represión llamada “la Patagonia rebelde” en la Argentina de principios del siglo XX. Los sociólogos Waldo Ansaldi y Verónica Giordano definen a la dominación oligárquica “[…] como una forma histórica de dominación política de clase[10], caracterizada por la concentración del poder en una minoría y la exclusión de la mayoría de la sociedad de los mecanismos de decisión política. En las sociedades de dominación oligárquica, la base social era angosta, con predominio de la coerción.[11]”
En otro plano, en la República Argentina se realizaban elecciones regulares desde 1862, aunque estas elecciones eran fraudulentas, en ellas resultaban en la mayoría de los casos vencedores los candidatos que eran elegidos previamente por el partido oficial[12]. En referencia a esto Natalio Botana señala: “El poder económico se confundía con el poder político; esta coincidencia justificó el desarrollo de una palabra que, para algunos fue motivo de lucha y, para otros, motivo de explicación: la oligarquía”.[13] Por otra parte, el término “oligarquía” en el contexto argentino, como señalan Ansaldi y Giordano, no comprende únicamente a un sector o a una determinada clase social, sino a múltiples y diferentes actores (políticos, dueños de tierras, académicos, escritores, capitales británicos y norteamericanos) articulados en un sistema de dominación política.[14] Una articulación que extendía sus brazos hacia los espacios de la cultura[15], como dice David Viñas: “En el último cuarto de siglo XIX y los primeros años del actual la dirección del país y la producción y el consumo de literatura son monopolio y definición de una clase.[16]”
En síntesis, no era homogéneo el grupo que ejercía la dominación de tipo oligárquica desde el Estado Nacional y ni siquiera era en su totalidad “nacional”, sino que participaba de esta dominación conjuntamente con sectores extranjeros, principalmente británicos.
Ahora bien, entre 1862 y 1910 una serie de hombres asociados a los sectores de poder mencionados arriba se aventuraron en el proyecto de narrar una historia para el Estado Nacional.[17] La propuesta no era novedosa. Estos hombres realizan la tarea en el momento en que otros Estados latinoamericanos de la época trabajan en el desarrollo de sus propias historias, otras historias.
La acción los lleva a indagar, explorar, rastrear lo nacional, lo distintivo en ellas. Esta búsqueda de lo excepcional entre los nuevos Estados crea más problemas para la invención ya que demanda desde este espacio geográfico particular, el latinoamericano, características que se relacionen con una doble función de exclusión/originalidad respecto a los otros Estados-Nación[18]. A la vez, se plantean cuestiones internas en su elaboración. Hay representaciones que chocan con las identidades particulares que integran el territorio argentino como la de los pueblos nativos o la de los regionalismos preexistentes de la época colonial. El Estado Nacional respondió absorbiéndolos[19], reduciéndolos, falsificando[20] o incorporando algunas de sus imágenes y significaciones, para una historia general que pretendía ser de alcance nacional[21].
Evidentemente, estos hombres se encontraron frente a otros problemas más profundos. Debían tratar una noción difusa, vaga, oscura en las ideas de los actores como en los acontecimientos desarrollados durante buena parte del siglo XIX. En el plano estrictamente físico y material, si consideramos los circuitos económicos desencadenados tras las revoluciones de la independencia en América Latina, se observa que la constitución real de estos nuevos Estados no parece haber sido alterada profundamente por las revoluciones, como lo señala Jorge Abelardo Ramos[22].
Ramos sostiene que la “balcanización de América Latina”, digamos, su división en distintos Estados Nacionales, y posteriormente las ideas de construir la historia de estos nuevos Estados (verdadero ejercicio metafísico, si se quiere) se vincula con un nuevo pacto “neocolonial”, como diría el historiador Tulio Halperin Donghi[23], que se expresa en la venta de materia primas y en la compra de manufacturas a las potencias europeas (Inglaterra y Francia). Ante este escenario, la cadena de puertos preexistentes (Valparaíso, El Callao, Guayaquil, Cartagena, Portobelo, Buenos Aires, Montevideo, Lima, Santos, Bahía) se transforman en espacios geográficos, políticos y económicos de una importancia visceral para las repúblicas americanas (con economías quebradas por las guerras civiles y de Independencia), al ser entidades recaudadoras de dinero, gracias a las tarifas arancelarias propias suministradas a la entrada y salida de los productos.
El ex dirigente oriental del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, político y ensayista, Jorge Zabalza alias “el tambero” (Minas, 1943-2022), en su último libro, La leyenda insurgente (2019), describe a los grandes propietarios de tierras del Río de la Plata como “mayordomos”; escribe: “Los mayordomos estaban dispuestos a ceder soberanía a quien fuera. Sus intereses comerciales los identificaban con las políticas de la burguesía inglesa y los contraponían a sus posibles competidores, las otras comarcas de América del Sur. […] En los hechos, la finalidad última era conservar sus empleos de mayordomos. No constituían una clase social con intereses independientes de los centros europeos del capitalismo y, en consecuencia, era materialmente imposible que a partir de sus intereses individuales imaginaran un proyecto nacional.[24]”
En consecuencia, en el plano material, económico y monetario, la idea de Nación y de Patria Argentina que emanaba del Estado Nacional liberal y oligárquico se presentaba difusa, vaga, oscura. No era una imposición de los hechos: más bien, todo lo contrario.
[1]Facundo Di Vincenzo es Profesor de Historia – Universidad de Buenos Aires, Doctor en Historia – Universidad del Salvador, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano – Universidad Nacional de Lanús, Docente e Investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, del Instituto de Problemas Nacionales y del Instituto de Cultura y Comunicación. Columnista de los programas radiales Malvinas Causa Central y Esquina América de Megafón FM 92.1, Universidad Nacional de Lanús. [2]Marechal, Leopoldo, Megafón o la Guerra [1970], Buenos Aires, Sudamericana, 1988, pp. 158—159. [3]Marechal, Leopoldo, Megafón o la Guerra [1970], Buenos Aires, Sudamericana, 1988, p. 159. [4]Alberdi, Juan Bautista, Obras completas de Juan Bautista Alberdi, [1a ed., París, Imprenta Pablo Dupont, 1874], Buenos Aires, La Tribuna Nacional, 1886, t. VII, pp. 141. [5]Sábato, Hilda, Historia de la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012; Levaggi, Abelardo, Paz en la Frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en Argentina, Buenos Aires, Ediciones Universidad del Salvador, 2014; Botana, Natalio y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera, Buenos Aires, Emecé, 2007; Terzaga, Alfredo, Historia de Roca [2 tomos], Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1976; [6]Kusch, Rodolfo, Geocultura del Hombre Americano, Buenos Aires, Garcia Cambeiro, 1976, p. 62. [7] Scalabrini Ortiz, Raúl, “Los enemigos del pueblo argentino” (1948); en: Scalabrini, Ortiz, Yrigoyen y Perón, Buenos Aires, Ediciones Fabro, 2016, p. 18. [8] La estancia en Argentina, como en otras regiones de Latinoamérica, no puede entenderse únicamente como una unidad productiva nacida y desarrollada para el mercado exterior. [9] Cardoso, Fernando Henrique y Faletto, Enzo, Dependencia y desarrollo en América Latina, Siglo XXI, México D.F., 1976; Cardoso, Ciro F.S. y Brignoli, Héctor, Historia económica de América Latina [2 volúmenes], Crítica, Barcelona, 1979.; Cortes Conde, Roberto, Hispanoamérica: La apertura al mercado mundial 1850—1930, Paídos, Buenos Aires, 1977. [10] Como en otros puntos de este libro, no estoy de acuerdo con la utilización de la noción de clase empleada aquí, ya que si bien creo que se utiliza para ubicar a los sectores oligárquicos, pierde fuerza cuando uno intenta desglosar a los diferentes sectores implicados, como: terratenientes, bancos extranjeros, política internacional de EEUU, Gran Bretaña, funcionarios de gobierno, empresas de transportes privadas, etc. Evidentemente, difícil es que todos estos múltiples sectores puedan caber todos juntos en una misma clase social. Considero que todos ellos sí forman parte de un mismo sistema de dominación oligárquico pero no una misma clase social. [11]Ansaldi, Waldo y Giordano, Verónica, América Latina. La construcción del orden. Tomo I, De la colonia a la disolución de la dominación oligárquica, Buenos Aires, Ariel, 2012, pp. 465—466. [12]Halperin Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina [1967], Alianza, Buenos Aires, 1999. [13]Botana, Natalio, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, op, cit, p. 71. [14] En consecuencia, con estas condiciones sociales, económicas y políticas, siempre me resultó incomprensible que durante más de una década, los historiadores de corte liberal mexicanos, brasileros y argentinos se hayan dedicado a bucear en textos jurídicos sobre las características del federalismo o el centralismo, de las elecciones y la ciudadanía. A la distancia, veinte años después, observo un esfuerzo casi metafísico por reposicionar el periodo de oro de la dominación oligárquica en América Latina 1850-1890. [15]Cambours Ocampo, Arturo, Verdad y mentira de la literatura Argentina, Buenos Aires, Colección La Siringa, Ed. Peña Lillo, 1962. [16]Viñas, David, Literatura Argentina y Política [1964], tomo I. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, Buenos Aires, Santiago Arcos Editor, 2005, p. 155. [17] Las nociones que se utilizan en el trabajo como las de usos, invención, representación, dimensión simbólica, son subsidiarías de las investigaciones desarrolladas por Pierre Bourdieu y Michel Foucault desde mediados de los años sesenta: sus enfoques motivaron el desarrollo de verdaderas herejías en el área de las ciencias sociales al demostrar cómo funcionan los mecanismos de control simbólico del Estado en los diferentes campos de producción científica. Por mencionar algunos de sus trabajos más destacados: Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron, Los herederos. Los estudiantes y la cultura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014. Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires, Quadrata, 2003. Pierre Bourdieu, El oficio del científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, Barcelona, Anagrama, 2003. Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012. Michel Foucault, Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1980. [18] Sobre el tema se han realizado interesantes trabajos en los últimos veinte años en los que se avanzado en la participación de historiadores, filósofos, antropólogos, politólogos de diferentes países latinoamericanos en un mismo trabajo como es el caso del libro coordinado por la historiadora Hilda Sábato, Ciudadanía política y la formación de naciones. Perspectivas históricas para América Latina, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1999 o el coordinado por el filósofo Oscar Terán, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. También se destaca el trabajo de Waldo Ansaldi y Verónica Giordano, América Latina y la construcción del orden, Buenos Aires, Ariel, 2012. En tanto a los análisis particulares bajo la temática sobre la invención de la Nación remarquemos para el caso ecuatoriano el trabajo de Carlos Palatines, Sentido y trayectoria del pensamiento ecuatoriano, Quito, Biblioteca Central, 2010 y en el de Brasil los trabajos de Murilo de Carvalho, La formación de las almas. El imaginario de la república en Brasil, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997 y El desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil, Colegio de México, México D.F., 1997. [19]Chiaramonte, José Carlos, “La cuestión regional en el proceso de gestación del Estado nacional argentinos. Algunos problemas de interpretación”, en Marco Palacio (compilador), La Unidad nacional en América Latina. Del regionalismo a la nacionalidad, México D.F, El colegio de México, 1983 [20] Palacio, Ernesto, La historia falsificada, Buenos Aires, Colección La Siringa, Ed. Peña Lillo, 1960. [21]Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias, estados. Orígenes de la Nación Argentina, Buenos Aires, Emecé, 2007; Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, Buenos Aires, Hispamerica, 1986; Los usos políticos de la historia, Buenos Aires, Sudamericana, 2013; Terán, Oscar, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, Buenos Aires, siglo XXI editores, 2008. [22]Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana [1968], Buenos Aires, Peña Lillo, 1971. [23]Halperin Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina [1967], Alianza, Buenos Aires, 1999. [24]Zabalza, Jorge, La leyenda insurgente, Montevideo, Ediciones La Estaca, 2019, pp. 157-158.
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