El fracaso de la política económica y la política exterior de Macri
Apenas asumió Macri, se dispuso a dejar atrás la “pesada herencia” integracionista, multipolar y autonomista que diera forma a la política exterior conducida por las anteriores gestiones, en favor de una pomposamente declamada “inserción inteligente al mundo». Según este mantra, ello redundaría en un verdadero alud de inversión extranjera y en un boom de exportaciones. Con ese objetivo se alcanzó de manera sospechosamente amistosa el acuerdo con los fondos buitres y se redoblaron los esfuerzos para mostrar a la Argentina como una aliada incondicional de las potencias occidentales.
Sin embargo, ante el ostensible y temprano fracaso de su plan económico, con un déficit comercial que sería récord histórico en 2017 y sin inversiones a la vista, la imperiosa necesidad de que ingresaran divisas a la economía llevó a Macri a acelerar el camino del endeudamiento externo. La condición para «volver a los mercados» fue la penosa capitulación ante los fondos buitres, que hizo posible el posterior festival de endeudamiento público y privado, nacional y provincial en moneda extranjera. Lo cierto es que desde diciembre de 2015 hasta se colocó deuda por más de USD150.000 millones, inaugurando un nuevo capítulo nacional de la «bicicleta financiera» y, más adelante, precipitando un desesperado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, ni la versión original del plan económico de Macri ni su posterior readecuación lograron dar en la tecla, por lo que el esperado «segundo semestre», los «brotes verdes» o “la luz al final del túnel” nunca se hicieron visibles. Por el contrario, desde la asunción de Macri se observa una notable caída de la actividad económica; aumento del desempleo y la pobreza; recrudecimiento inflacionario; empeoramiento del déficit fiscal; caída de salarios, jubilaciones, pensiones y asignaciones; reducción de la inversión extranjera; y estancamiento relativo de las exportaciones.
En el presente artículo se analizan las principales acciones en materia de política exterior implementadas por el macrismo que, según su relato,asegurarían una «inserción inteligente» en el mundo de modo que nuestro país se beneficie de todo lo supuestamente bueno que vendría de afuera:demanda para nuestras exportaciones, inversiones productivas y financiamiento para el desarrollo.
1. El «Mercosur del siglo XXI»: un proyecto que atrasa 30 años
El 21 de diciembre de 2015 Macri participó de la XLIX Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur. Si bien se mantuvo la retórica del «firme compromiso con el Mercosur» y de «verdadero proyecto estratégico» para la Argentina, las pocas definiciones y las múltiples omisiones del lavado discurso del presidente argentino, no es difícil observar un giro copernicano en materia de integración regional.
En primer lugar, se empezaron a priorizar los aspectos económicos y comerciales por sobre las cuestiones sociales, políticas, culturales y ciudadanas que caracterizaron al Mercosur a partir del Consenso de Buenos Aires. En segundo lugar, comenzó a imponerse un discurso sobre que el bloque debía estar más orientado «hacia afuera». Como se ve, el Mercosur ha dejado de ser visto por Argentina como un espacio de acumulación, especialización productiva y complementación comercial a nivel regional, para pasar a ser considerado una mera plataforma para la negociación de acuerdos de libre comercio y una pantalla para la atracción de inversiones internacionales. En tercer lugar, se priorizaron las relaciones externas del bloque hacia la Unión Europea (UE) y la Alianza Pacífico (AP).
En suma, la definición estratégica de Argentina para el Mercosur ha sido desde entonces más que clara: avanzar en acuerdos de libre comercio adiestra y siniestra con distintos bloques del mundo. El «MERCOSUR del siglo XXI», tal como lo denominara Macri, implica menos integración, y de peor calidad. En el marco de un esquema mundial basado en la existencia de cadenas regionales de valor cada vez más interconectadas, más temprano que tarde el Mercosur se transformará pura y exclusivamente en una región vinculada al mundo como proveedor de productos primarios y materias primas, e importadora de productos industriales de todo tipo. Este tipo de especialización productiva y comercial no es gratuita: implica menor generación de empleo industrial,menor valor agregado local a la producción, menor desarrollo científico y tecnológico, mayor desigualdad en la distribución del ingreso y mayor exclusión social. Bajo el anuncio de un «Mercosur del siglo XXI» se esconde la disolución del bloque, desvirtuando no solo el giro que había tomado en los últimos tiempos sino, incluso, sus objetivos originales.
Más allá de las definiciones, en materia de resultados las cosas no han marchado como Macri esperaba, ya que el frente externo no ha traído buenas noticias a este revival de»regionalismo abierto» noventista: el acuerdo con la UE ha naufragado por la inflexibilidad europea a la hora de ampliar el acceso a sus mercados de alimentos; el «acercamiento» a la AP ha sido muy tibio, a través dela profundización de los acuerdos ya existentes con Chile y Colombia; se lanzaron negociaciones para la firma de tratados de libre comercio (TLC) con varias regiones y países desarrollados que no han avanzado de manera sustantiva. Tal ha sido el fracaso en esta materia que en el Mercosur se ha vuelto a hablar de «flexibilizar» (degradar) el bloque, de modo de dejar de lado la política exterior común y poder negociar TLCs de manera unilateral.
2. El ingreso al TPP: a contramano del patrón
El «Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica» es un TLC de «nueva generación» firmado en febrero de 2016 por EE.UU. y otros once países de la Cuenca del Pacífico (Australia, Brunéi, Canadá, Chile,Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam). Si bien fue firmado por los 12 países, nunca fue ratificado debido a la falta de tratamiento en el Congreso de los EE.UU., en un contexto eleccionario en donde los dos candidatos principales (Hillary Clinton y Donald Trump) se pronunciaron en contra.
En marzo de 2016 el Secretario de Comercio argentino, Miguel Braun, sostuvo que uno de los objetivos del gobierno de Macri era el ingreso de Argentina al TPP. Menos de un año más tarde, en enero de 2017, Donald Trump en su primer «día de trabajo» como presidente firmó una orden ejecutiva para retirar a EE.UU. del TPP, echando por tierra siete años de negociaciones para lograr cerrar el que hubiese sido el mayor TLC del mundo. El argumento de Trump para retirarse del TPP fue el impacto negativo sobre el empleo que tendría el libre comercio con el resto de los países integrantes del acuerdo.De esa forma, la política exterior de Trump ponía tempranamente fin al llamado»giro asiático» emprendido durante las administraciones de Obama.
Algo más de un año después, en marzo de 2018, los restantes once países firmantes del TPP original rubricaron un acuerdo similar, conocido como»Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico» (CPTPP ,por sus siglas en inglés), con discursos visiblemente a favor del libre comercio y en contra de las prácticas proteccionistas de Donald Trump. Si bien luego de la firma del CPTPP, los EE.UU. coquetearon con la posibilidad dereingresar al acuerdo, rápidamente esta posibilidad quedó descartada por elmismo Trump. En lo que compete a Argentina, el gobierno de Macri no volvió ahacer referencia alguna sobre el TPP luego de que EE.UU. lo abandonara, hechoque delata que solo se trataba de un paso más en el alineamiento automático denuestro país con los EE.UU.
3. El «acercamiento» a la Alianza del Pacífico: mucho ruido, pocas nueces
La Alianza del Pacífico (AP) está integrada por Colombia, Chile,México y Perú. Aunque en su tratado constitutivo se la defina como un»área de integración regional», se trata estrictamente de un TLC de»nueva generación». Los países integrantes de la AP se caracterizan por haber firmado múltiples acuerdos de carácter comercial, incluyendo TLC bilaterales tanto con los EE.UU. como con la UE. En junio de 2016, Argentina ingresó como «Estado Observador» a la AP. Se trató de una novedad en materia de política exterior, porque si bien nuestro país mantiene profundas e históricas relaciones bilaterales con los Estados Parte de la AP, este involucramiento institucional en el bloque del Pacífico fue leído como unprimer paso hacia un cambio más radical en la orientación del proceso deinserción de la Argentina al mundo.
En palabras de Macri, una de las prioridades de la política exterior sería el «acercamiento» a los países de la AP. Al analizar los datos duros de la realidad se observa que Argentina y los países de la AP ya se encontraban lo suficientemente «cerca». Entre Argentina y Chile desde hace tiempo funciona una desgravación arancelaria total del comercio. El vínculo comercial con Perú muestra que Argentina tiene liberalizadas el 100% de sus importaciones, mientras que Perú tiene liberalizadas el 94% de las importaciones provenientes de Argentina; del resto, un 4% adicional se liberalizará en 2019. Respecto de Colombia, el 90% de las importaciones que realiza Argentina se encuentran absolutamente liberalizadas, mientras que del resto existe un 4% adicional de productos con preferencias fijas para la importación. Colombia, a su vez, posee un 91% de las importaciones provenientes de Argentina absolutamente liberalizadas.
En relación con México, efectivamente existe una mayor «lejanía» en términos comerciales: solo se encuentra desgravado aproximadamente el 30% del comercio bilateral. Por consiguiente, un «acercamiento»real y concreto a la AP requeriría de una extensión de las preferencias comerciales entre ambos países. Más allá de algunos acuerdos importantes para la relación con los países de la AP que profundizaron el vínculo bilateral, el»acercamiento» a México todavía continúa en veremos. Si bien en julio de 2016 ambos países firmaron un acuerdo dentro del cual se definen los «Parámetros para la Ampliación y Profundización Comercial entre Argentina y México», en donde se comprometen a firmar un TLC bilateral en un período no mayor a un año que incluya las disciplinas de «nueva generación», más de dos años después no se han producido novedades sustantivas más allá de haberse realizado cuatro rondas de negociación. El futuro del acuerdo es aún más incierto desde la asunción del nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con una orientación abiertamente anti-neoliberal.
4. El TLC entre el Mercosur y la UE: buena suerte y hasta luego
Desde su inicio en 2000, las negociaciones para la firma de un TL Centre el Mercosur y la UE se caracterizaron por permanentes marchas y contramarchas. Luego de la suspensión de las tratativas hacia 2004, en 2010 los mandatarios de ambas regiones acordaron su relanzamiento. Las rondas de negociación a partir de allí se caracterizaron nuevamente por la dificultad para llegar a un acuerdo. La experiencia fallida de 2004 provocó que las condiciones de negociación que exigiera el Mercosur en general, y la Argentina en particular, sean más rigurosas, de modo de lograr un trato más equilibrado.
Ya con Macri en el gobierno, en mayo de 2016 se produjo el tercer intercambio de ofertas. Desde entonces, ronda tras ronda de negociación, la UE fue consiguiendo permanentes concesiones por parte de los miembros del Mercosur casi a cambio de nada, expresando la desesperación por firmar un acuerdo que funcione como una “señal a los mercados” de que nuestros países se acoplan alegre e ingenuamente al proceso de globalización. Si bien las negociaciones avanzaron de manera sustantiva, aún subsisten varios puntos en disputa.
En materia de acceso al mercado de bienes, la UE debe mejorar sustantivamente las cuotas arancelarias de productos agrícolas ofrecidas. Por su parte, la UE exige al Mercosur menores tiempos de desgravación y una mayor cobertura en las canastas de liberalización. En materia automotriz, los reclamos europeos refieren a una “aceleración” de las canastas de desgravación y a la definición de una regla de origen de bajo contenido regional. Dentro del capítulo de servicios se acordaron varios aspectos, aunque restan consensos en otros: Mercosur aceptó otorgar acceso bajo condiciones de «trato nacional», se trabaja la liberalización en base a «listas negativas» y se excluyen solo un puñado de servicios estratégicos. Continúa sin consenso la liberalización de la navegación interna, algo reclamado por la UE. En materia de aspectos vinculados a la propiedad intelectual, la UE solicita la extensión de la duración de las patentes de los medicamentos y los productos agroquímicos, mientras se mantiene la discusión en materia de indicaciones geográficas, que la UE solicita de modo de proteger sus vinos, bebidas espirituosas, lácteos y pastas.
Actualmente, se encuentra prevista una última ronda técnica de negociación antes de fin de año, aunque las partes ya han manifestado off the récord que no se logrará cerrar el acuerdo. El año próximo será el turno de develar las incógnitas que trae Bolsonaro al futuro del Mercosur y esperar a que tengan lugar los comicios para la elección de eurodiputados en mayo de 2019. Hasta entonces, no habrá noticias ni nuevas negociaciones respecto del demorado acuerdo.
5. La XI Cumbre Ministerial de la OMC: el tiro por la culata
En diciembre de 2017 tuvo lugar en Buenos Aires la XI Cumbre Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Promocionada con bombos y platillos como el evento definitivo para la “reinserción de la Argentina al mundo”, en su discurso inaugural el presidente Macri dejó en claro que su objetivo no es defender los intereses de nuestro país, sino abrirse tontamente al mundo, poniendo a disposición de otros países nuestros mercados y resignando sistemáticamente soberanía. Sin embargo, más allá de su “entrega”,el resultado de la cumbre fue un verdadero fiasco.
La expectativa sobre la posibilidad de alcanzar algún consenso duró exactamente seis minutos: tercero en el orden de los oradores, el representante de los EE.UU. detonó rápidamente toda posibilidad de acuerdo al acusar a los países emergentes de no cumplir con las normativas del sistema multilateral de comercio. No solo no se logró ningún acuerdo, sino que ni siquiera se pudo consensuar una declaración política final.
De todos modos, los temas en discusión en nada se parecieron a una verdadera agenda para el desarrollo. El principal tema en discusión fue la liberalización y desregulación del comercio electrónico, lo que coincide puntillosamente con los intereses de las grandes transnacionales estadounidenses vinculadas al negocio. En suma, Macri y Malcorra -presidenta de la Cumbre- no solo no fueron capaces de insertar una agenda para el desarrollo de los países periféricos,sino que además aceptaron la discusión de cuestiones que reflejan exclusivamente los intereses de los países desarrollados, ¡y encima fracasaron!
6. La presidencia argentina del G20: una agenda incolora, inodora e insípida
Desde 2008 hasta 2015 Argentina tuvo una presencia importante y una voz respetada en el G20 debido a sus posiciones relativas a los siguientes puntos: i) el fortalecimiento de la demanda agregada mundial, como una alternativa a las políticas de austeridad para salir de la crisis mundial; ii) la creación de «empleo decente», es decir empleos formales y con buenos salarios; iii) el combate a la evasión y la elusión internacional, de modo de evitar la fuga de capitales hacia las «guaridas fiscales»; iv) la condena al accionar de los «fondos buitres», que atacan a los países fuertemente endeudados; y v) la necesidad de ampliar los márgenes de políticas industriales, cuestionando el libre comercio y el doble estándar de los países desarrollados.
A partir de la llegada de Macri, Argentina dejó de contar con una visión propia y vinculada al desarrollo nacional de los problemas mundiales,pasando a acomodarse plácidamente a los dictámenes de las grandes potencias y corporaciones globales, de modo de generar un «ambiente amigable»para las inversiones y el comercio. Ello ha quedado palmariamente reflejado durante la presidencia argentina del G20. Nuestro país ha propuesto una agenda de temas que no toma en cuenta las problemáticas más acuciantes en el ámbito internacional. Se trata de una agenda deslucida, diseñada con el objetivo de transitaren paz el año de presidencia y evitar poner sobre el tapete los visibles conflictos económicos, comerciales y financieros que se observan entre las principales potencias.
A decir verdad, cuando obtuvo la presidencia, Macri imaginó que la Cumbre de Líderes del G20 se realizaría bajo circunstancias completamente diferentes alas que se observaron. Esperaba encontrar un mundo recostado sobre el multilateralismo y el «neoliberalismo progresista» que probablemente hubiera impulsado Hillary Clinton si hubiese ganado las elecciones. Creía también que Argentina estaría en crecimiento, con su economía abierta al mundo.Sin embargo, «pasaron cosas» y el mundo está cada vez más proteccionista, más endeudado y con una mayor disputa por el exceso de ahorro global. Macri soñó la localía del G20 como la coronación de su modelo económico.La realidad fue muy diferente: solo consiguió “salvar la ropa” en un contexto de crisis económica, inflación, caída de salarios, aumento del desempleo,crecimiento de la pobreza y sobreendeudamiento de la economía argentina. En rigor, hoy Argentina es noticia en el mundo, pero no por la presidencia del G20, sino por su crisis económica.
Los resultados de la cumbre no sorprendieron demasiado. Se logró la redacción de un Comunicado de Líderes que no es más que un listado de reconocimientos de los principales problemas del capitalismo en su fase neoliberal, pero ningún compromiso serio para abordarlos y solucionarlos. Una Cumbre de Líderes del G20 con sabor a poco y que refleja el crítico estado de la economía mundial que muestra su peor cara: imposibilidad de salir del letargo económico, guerras comerciales a escala planetaria, desigualdades crecientes,migraciones masivas, sobreendeudamiento de las economías, reversión de los flujos de capitales, falta de avances en materia de reducción de los impactos medioambientales.Una cumbre sin conducción en un mundo en conflicto.
7. El ingreso de Argentina a la OCDE: otra vez será
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico(OCDE) es un foro de cooperación intergubernamental, en donde sus miembros identifican «buenas prácticas» y coordinan la aplicación de políticas domésticas. Está compuesto por 35 países, casi todos desarrollados; por ello se lo conoce como el «Club de los países ricos». El gobierno de Macri sostiene que el ingreso a la OCDE sería muy beneficioso, ya que elevaría el»estatus internacional» de Argentina, un beneficio tan poco concreto y tangible como la mejora del «clima de negocios» o del»ambiente de inversiones». Desde este punto de vista, la adopción delas buenas prácticas de la OCDE transformaría a Argentina en un país confiable,preparando el terreno para la ya utópica «lluvia de inversiones».
Sin embargo, el Ingreso a la OCDE no depende únicamente de la voluntad del país interesado, sino que es el Consejo de la Organización quien acepta a los nuevos miembros, luego de múltiples instancias de evaluación y rendición de cuentas. Puede decirse que el acceso a la OCDE depende en lo fundamental de la orientación neoliberal del país candidato y de su alineamiento con las potencias occidentales. En julio de 2017 los equipos técnicos de la OCDE finalizaron un “Estudio económico multidimensional”, en donde revisaron las políticas públicas de la Argentina. Dicho informe destaca positivamente las reformas y el cambio de rumbo económico del macrismo y concluye con una serie de recomendaciones, que son más de lo mismo: ajuste fiscal, apertura comercial, reforma tributaria regresiva, reforma previsional y flexibilización laboral. Si bien el gobierno ha avanzado decididamente con varias de las reformas recomendadas, en mayo de 2018, momento en que se suponía que ya era inevitable la aceptación de Argentina como «invitado» para continuar con el largo y engorroso proceso de adhesión, en el país se desató una grave corrida cambiaria que dio paso a la profunda crisis económica actual.El Consejo de la OCDE, en este contexto, no definió la situación actual de Argentina en el marco de su proceso de adhesión al organismo.
El error de Macri es pensar en que por ser miembro del «Club de los países ricos» e implementar sus «buenas prácticas»,Argentina se va a transformar como por arte de magia en un país desarrollado. Lo que la historia muestra es muy distinto: los países que hoy son desarrollados,a lo largo de su proceso de desarrollo, estuvieron lejos de implementar las «buenas prácticas» que recomienda la OCDE; más bien todo lo contrario. De seguir implementándose, este tipo de políticas resultarán absolutamente ruinosas para un país como la Argentina, que para desarrollarse necesita de una mayor intervención del Estado en la economía, mayor regulación de los flujos externos e instituciones fuertes que regulen el empleo y que aseguren que los beneficios del crecimiento lleguen efectivamente hacia las clases populares.
8. La vuelta al FMI: a pedir la escupidera
A partir de la llegada de Macri al gobierno, las autoridades del FMI se mostraron “muy animadas” con el cambio de rumbo de la economía argentina. Su Directora Gerente, Christine Lagarde, destacó en múltiples oportunidades y sin ningún tipo de eufemismo las acertadas políticas macroeconómicas implementadas por la nueva gestión: desregulación cambiaria, devaluación, apertura comercial, aumento de tarifas, arreglo con los fondos buitres y endeudamiento. De esa forma, Argentina se convertía nuevamente, como en la década de 1990, en uno de los “mejores alumnos” del FMI. Sin embargo, el esquema macroeconómico vigente, basado en el endeudamiento externo y la valorización financiera, resultaría insostenible en el corto plazo. A partir de abril de 2018 y ante el empeoramiento de los indicadores de sostenibilidad de la deuda, se produjo una profunda corrida cambiaria, dando lugar a una crisis económica que, según el propio gobierno, será prolongada.
En este escenario, y ante el agotamiento del financiamiento privado en los mercados de deuda, el gobierno acudió al FMI a solicitar un préstamo stand by por un valor total de USD 50.000 millones, con un primer desembolso realizado por USD 15.000 millones y desembolsos trimestrales sujetos al cumplimiento de metas económicas. Ese primer acuerdo fracasó en tiempo récord, cuando el país no pudo detener la sangría de dólares producto de la fuga de capitales y el déficit de cuenta corriente.Habiendo dilapidado esos primeros USD 15.000 millones, el gobierno de Macri debió suscribir un segundo acuerdo en el que se incrementó el monto del préstamo y se aceleraron los desembolsos. Dicho acuerdo no se encuentra exento de las típicas condicionalidades de los acuerdos firmados con el FMI: ajuste fiscal, tarifazos, despidos en el sector público, recortes de la obra pública,nueva reforma previsional, liquidación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, congelamiento de transferencias y de gastos en las provincias,reducción de los subsidios a empresas, reforma de la carta orgánica del BCRA,nuevas metas de inflación, pedido de autorización al staff del FMI para llevar adelante la política cambiaria y monetaria y monitoreo fiscal permanente.
No es difícil pronosticar cuáles serán seguramente los resultados de este nuevo plan de ajuste del macrismo, ahora auspiciado y capitaneado por el FMI: en el presupuesto aprobado hace unas pocas semanas, el gobierno ya acepta una caída del producto bruto por segundo año consecutivo, que dejará al país como mínimo con un PBI per cápita al finalizar el mandato de Macri un 6% menor al del año 2015, con una inflación visiblemente mayor y elevados niveles de desempleo, pobreza y exclusión social.
9. El alineamiento con los EE.UU.: el regreso de las relaciones carnales
La temprana visita a la Argentina del entonces presidente de los EE.UU., Barack Obama, fue promocionada por el gobierno de Macri como una gran oportunidad para el país ya que se dispararía una «lluvia de inversiones», dando acceso preferencial al gran país del norte a nuestros géneros de exportación. Sin embargo, los resultados económicos del vínculo bilateral durante la Administración Obama fueron mixtos: por un lado, se incrementaron las exportaciones durante el año 2016 en un 30%; por el otro, la lluvia de inversiones productivas estadounidenses brilló por su ausencia. El cambio de administración en los EE.UU. generó un escenario con nuevas idas y vueltas. Probablemente estos cortocircuitos estén relacionados con el insólito apoyo a la candidata demócrata que perdió las elecciones, Hillary Clinton: un error de la Canciller Malcorra -seguramente con conocimiento de Macri- que ni siquiera cometería un ingresante al Servicio Exterior de la Nación.
La primera señal de tensión llegó en enero de 2017, apenas asumido Donald Trump. Luego de que el Congreso de los EE.UU. diera luz verde al ingreso de los limones argentinos, el nuevo mandatario prohibió su importación por un lapso de 60 días. La prohibición continuó en los hechos durante todo 2017 debido a una cláusula incorporada en los protocolos fito sanitarios: los limones debían tener color «verde-amarillo», lo que implica una cosecha temprana para la cual Argentina no se encontraba preparada. El affaire de los limones se cerró recién en abril de 2018 con el primer envío de limones frescos desde Tucumán, algo festejado como un logro histórico por Macri, a pesar del escaso volumen del negocio, de entre USD 20 y 50 millones. Otro punto de tensión en la relación bilateral fue la imposición de aranceles de hasta 72% en las exportaciones de biodiesel argentino a base de soja, a partir de la acusación de los EE.UU. deque Argentina subsidia a sus productores a través del cobro de retenciones diferenciales entre el biodiesel y el poroto de soja. El impacto de esta medida es realmente sustantivo: Argentina pierde exportaciones por aproximadamente unos USD 1.200 millones. El último incidente fue el anuncio de Donald Trump de elevar los aranceles a la importación de acero y aluminio a varios países,entre ellos Argentina. Luego de negociaciones bilaterales, se llegó a un acuerdo para que no se apliquen a nuestro país. Sin embargo, esta concesión no estuvo exenta de costos: a cambio de la eximición del arancel, Argentina debió abrir su mercado para la importación de carne de cerdo proveniente de los EE.UU. y se comprometió a no condenar el bombardeo realizado por los EE.UU. a Siria en abril de 2018.
Más allá del affaire delos limones, los premios que obtuvo Macri por su alineamiento con los EE.UU. fueron dos. En primer lugar, el retorno de Argentina al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) en marzo de 2018, lo que posibilita el envío con arancel de 0%de 538 productos agrícolas que fueron exportados en 2011 hacia los EE.UU. por un valor total de USD 464 millones. En segundo lugar, la apertura del mercado estadounidense para las carnes argentinas, tras casi 15 años de prohibiciones y luego de que Argentina le ganara un juicio a los EE.UU. ante la OMC durante la administración de Cristina Kirchner, que permitirá exportaciones de 20.000 toneladas de carne con arancel 0% por un monto total aproximado de hasta USD180 millones.
En suma, si se realiza un análisis de conjunto, desde la asunción de Trump la Argentina ha perdido exportaciones de biodiesel a los EE.UU. por un valor de USD 1.200 millones, mientras que se podría beneficiar con exportaciones de hasta USD 700 millones como máximo por la apertura de los mercados de limones, carnes y otros productos cubiertos por el SGP. Asimismo, podrían ingresar importaciones de carne de cerdo desde los EE.UU. por un monto cercano a los USD 10 millones de dólares. Y respecto de la lluvia de inversiones estadounidenses, nada.
10. Las zigzagueantes relaciones con China: que si vengo, que si voy…
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner la política exterior tuvo como prioridades la profundización del proceso de integración regional y la práctica del multilateralismo, es decir, buscar una mayor vinculación con las llamadas «economías emergentes», entre las que se destacó China. El establecimiento de una “Asociación Estratégica Integral”, la firma de numerosos acuerdos bilaterales de cooperación e inversión y la multiplicación de los flujos de comercio fueron hitos insoslayables del nuevo vínculo bilateral. Los primeros gestos del gobierno de Macri hacia China mostraron una profunda incoherencia. Por un lado, apenas asumió, Macri hizo efectiva la conversión de yuanes a dólares en el marco del canje (swap) de monedas que había negociado la anterior gestión, por un monto de 3.086 millones dólares. Por el otro, comenzó a sembrar sospechas sobre la transparencia de los acuerdos bilaterales suscritos previamente.
En el caso de las represas Kirchner-Cepernic, las obras que habían comenzado hacia finales de 2015 fueron paralizadas arguyendo la necesidad de re-evaluar los impactos ambientales. Tampoco se ejecutaron los desembolsos financieros vinculados al proyecto del Ferrocarril Belgrano Cargas, que ya se encontraban aprobados y eran necesarios para la continuación de las obras. Asimismo,se dieron de baja los proyectos de construcción de las centrales nucleares IV y V. De este modo, la Asociación Estratégica Integral con China fue sometida a un temerario escrutinio inicial que, más temprano que tarde, debió rectificarse ala luz del nuevo contexto internacional y de los efectos profundamente regresivos del plan económico, que conspiraron contra la ansiada “lluvia de inversiones”.
Luego de este parate de casi un año y medio en las negociaciones bilaterales, en abril de 2017 el gobierno chino solicitó avances en los proyectos firmados durante el kirchnerismo. Más allá de estos reclamos, se definió un listado de 16 proyectos de cooperación bajo el título de “Plan Quinquenal Integrado China-Argentina para la Cooperación en Infraestructura(2017-2021)”, cuyo núcleo resulta muy similar a lo ya acordado durante la última etapa del gobierno de Cristina Kirchner. Asimismo, en julio de 2017 se firmó la renovación con un nuevo swap de monedas por un valor aproximado a los 10.000 millones de dólares.
El último capítulo de este nuevo acercamiento a China tuvo lugar recientemente en los márgenes de la Cumbre de Líderes del G20. En este marco,se logró la apertura de nuevos mercados para la exportación que se habían comenzado a negociar en el año 2012 (cerezas, equinos en pie y carnes ovinas y caprinas), se fortaleció el swap de monedas por un valor adicional cercano a los 9.000 millones de dólares y se prorrogó la vigencia del «Mecanismo de Diálogo Estratégico para la Coordinación y la Cooperación Económica» firmado originalmente por Cristina Kirchner y XiJinping en 2013. En suma, ante el fracaso estrepitoso de su modelo económico,el gobierno de Macri no tuvo más remedio que volver sobre sus pasos, validar políticamente los acuerdos firmados previamente e incluir aquellos proyectos financieros y de inversión y las negociaciones comerciales establecidas por la anterior administración.
La política exterior de Macri: un corso a contramano
Luego de tres años de gobierno es posible concluir que el tándem conformado por la política económica y la política exterior de Macri ha resultado en un rotundo fracaso. Todo lo supuestamente bueno que iba a llegar desde afuera a partir de la política de «inserción inteligente», jamás llegó. De acuerdo con los datos de la balanza de pagos, el ingreso de inversión extranjera directa (IED) se desplomó desde los USD 11.759 millones logrados en el último año del kirchnerismo a solamente USD 3.260 millones en 2016. Recién en 2017, con ingresos por USD 11.517 millones, la IED logró un valor menor pero cercano a los montos de 2015. Si bien no hay información actual, el escenario de crisis económica y la falta de anuncios públicos de inversiones por parte de empresas extranjeras hacen suponer un valor de IED desastroso para 2018. Por el lado de las exportaciones, en 2016 se incrementaron un 1,9%, en 2017 un 1,3% yen lo que va de 2018 (10 meses), un 3,3%. Un muy magro resultado luego de una devaluación cercana a 300% que supuestamente fomentaba la exportación. En suma,no se produjo la lluvia de inversiones ni tampoco el boom exportador, los dos caballitos de batalla del modelo económico de Macri para generar crecimiento económico.
Como era previsible para cualquier observador mínimamente sagaz, en el actual escenario internacional no se dan las condiciones objetivas para el éxito de un modelo de desarrollo «orientado hacia el exterior». A diferencia de períodos históricos anteriores, la economía mundial en la actualidad no es propicia para un modelo económico neoliberal periférico, ni en lo que atañe a la economía «real» -caracterizada por un crecimiento moderado de la producción y el comercio mundial, un creciente proteccionismo y un reducido precio de las commodities-ni tampoco en el plano «financiero» -donde se observa una tasa de interés de los EE.UU. en alza y la reversión de los flujos financieros desde los países periféricos hacia los países centrales-.
En conclusión, el plan económico de Macri puede entenderse, desde sus mismos orígenes, como un verdadero «corso a contramano» cuando se lo inscribe en la situación económica internacional. La Argentina de Macri ofrece acuerdos de libre comercio en un mundo relativamente estancado y crecientemente proteccionista, apuesta al modelo agroexportador con baja cotización de las commodities, espera una lluvia de inversiones extranjeras con variables macroeconómicas domésticas que hacen inviable cualquier proyecto de inversión productiva y busca recibir capitales externos cuando el centro mundial los está reabsorbiendo. Por ceguera, dogmatismo o ignorancia, la fuerza gobernante no vio o no quiso ver que lo que proponía era absolutamente inviable.
Sin embargo, detrás del bello y cosmopolita eslogan de «inserción inteligente al mundo» se esconde un intento de avanzar con reformas del sector externo en paralelo con las reformas internas, de modo de cristalizar sus efectos a partir de la firma de tratados internacionales, con jerarquía constitucional. Se trata de acuerdos y compromisos cuyo objetivo último es promover la apertura comercial indiscriminada, el otorgamiento de concesiones a las multinacionales, la desregulación del ingreso y egreso de capitales y la consolidación de cambios regresivos en la legislación laboral y en el sistema previsional.
El horizonte que se plantea Cambiemos es, sin más, una redefinición de la matriz distributiva a partir de una radical transformación de la estructura económico-productiva. Por lo tanto, la política exterior aparece como una herramienta necesaria para impulsar un modelo de desarrollo “a la chilena”y, a su vez, para anclar las reformas estructurales a través de la subordinación de las políticas públicas a los compromisos asumidos con organismos internacionales tales como el FMI o la OCDE, y a instrumentos tales como el tratado de libre comercio entre el Mercosur y la UE. Durante estos tres años, el gobierno de Macri puso en riesgo y limitó, uno por uno, todos los instrumentos de los que dispone el Estado para hacer valer sus intereses soberanos e impulsar un proceso de desarrollo nacional inclusivo. En última instancia, el objetivo último de sus políticas es reforzar y asegurar mediante acuerdos internacionales las políticas domésticas de reforma estructural neoliberal.
Axel Kicillof es Diputado Nacional FPV-PJ.
Carlos Bianco es docente-investigador de la UNQ y asesor de la CTA-T.
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