En pleno barrio de La Boca, a pocos metros de Plaza Solís, se devela un universo de arte que contrasta fuertemente con el paisaje de casas bajas y cielo cruzado por el gris profundo de la autopista a La Plata. En ese espacio singular la fotógrafa, artista visual y docente e investigadora de nuestra universidad, Lena Szankay, inauguró el sábado 30 de agosto su muestra La intimidad como artificio, compuesta por autorretratos inéditos del período 1988-1995 y curada por Lorena Alfonso.

Esos primeros autorretratos de Szankay revelan un cosmos íntimo en el que priman tanto lo lúdico como lo estético; una galería de imágenes que desafía los cánones establecidos e interpela a quien se detiene frente a ellas, alternando y jugando con la idea de lo público y lo privado. Nadie mejor que la artista para contarnos un poco más sobre su mirada en esta muestra.

Las tomas que integran La intimidad como artificio son de fines de los años 80 y principios de los 90. ¿Qué te lleva a exponerlas en este momento?

Era un pendiente que yo tenía. Quiero que se conozca esta parte mucho más visceral y emocional de mi archivo; creo que antes no se estaba “preparado” para ese material. Hay agendas que se imponen y sensibilizan al espectador. Hay que saber esperar para mostrar el archivo, cuando se tienen prácticamente 40 años de producción como yo.

Obtuve Mecenazgo para la digitalización de mi archivo analógico gracias a la Fundación Santander, que apoyaba a archivos para facilitar el acceso y la difusión en tiempos digitales. De allí, resultó este 2025 en una gran exposición de 56 imágenes en la Fotogalería del Teatro San Martin sobre la ciudad de Berlín en su época de mayor cambio, antes y durante la caída del Muro y la disolución de la Union Soviética.

La intimidad como artificio viene a completar algo del “cuadro” de la artista que soy. Lo que se exhibe son mis preocupaciones estéticas y temáticas de ese momento, que luego siguieron transformándose en otras series a lo largo del tiempo. Siempre hubo algo de actuación, de performance, de estar presente frente a la cámara en momentos de conflicto, de cambios. Por ejemplo, yo seguí con el tema del cuerpo femenino, el cuerpo atravesado por marcas, cicatrices, huellas de traumas como se ve en mi serie Mímesis, o en el Autorretrato con Quemadura cuando tuve un accidente doméstico, o luego, cuando me autorretraté sosteniendo esa foto, en un planteo de “estoy yo frente y detrás de cámara” como cuerpo femenino. En Argentina se conoce mayormente la parte de mi obra monumental, copiada a gran formato y sobre todo de espacios vacíos, porque cuando volví al país justo estaba haciendo esa obra, y además eso era lo que les interesaba. Pero yo sentía que estaba faltando esta importante sección más ligada a las artes visuales, a lo performático. Para mí la pandemia fue un momento muy importante de introspección y allí resurgió el tema del cuerpo con la serie “No todo lo que reluce es oro” (que estoy reelaborando en video), que es también una fotoperformance sobre el crecimiento de mis uñas durante el encierro. Desde ese momento sentí que tenía que mostrar de dónde venía, y que no había sido una serie aleatoria, producto del aburrimiento del encierro. Al contrario.

Szankay junto a Alfonso

Los autorretratos se sienten espontáneos e íntimos. ¿Hay una suerte de ready-made en exhibirlos aquí y ahora?

La respuesta es sí pero no. Como estrategia ya he reutilizado imágenes para crear dípticos, por ejemplo, en varias ocasiones. O las he movido de series. La exposición no conforma una serie nueva sino que organiza el material histórico en secuencias performáticas, aunque luego en la web la presente como una galería independiente. Es decir, son más fieles al momento original que cuando las presenté como foto única, creo que bajo la influencia del canon fotográfico de esos años en que las secuencias frecuentemente no se exponían; se habían hecho en los 70, yo las redescubrí a fines de los 80. En aquel momento, las organicé en una serie donde no solo hay autorretratos que se llama No Exit: muchas portaban el nombre de un hexagrama del I Ching (aclaro que no es que cada autorretrato correspondiera a uno). En ese sentido no hubo rigurosidad. Resumiendo: la expo propone una vuelta al origen de las imágenes, planteadas y hechas como secuencias en un núcleo narrativo. Sería una reedición del material, pero no un ready-made.

En el texto que acompaña la exposición se habla de una cosificación” de vos misma. ¿Cómo entendés este concepto en relación con la muestra?

Simplemente, en el lenguaje de la pose. En la muestra hay autorretratos livianos y divertidos, otros más densos y expresionistas; y también está lo de mostrar el deseo más entendido en lenguaje “mujer deseada, deseante”, y un juego más erótico visto en fotos de revistas.

Incluís el fin del rollo, o unas gotas diseminadas sobre la imagen en las tomas finales. ¿Qué hay detrás de esta elección tuya como artista?

En esta exposición se revela el carácter material del rollo fotográfico, un material que puede ser atacado por hongos y otros factores que lo van desintegrando, o se expone a la luz una parte del rollo que no alcanzó a cubrir la extensión de la capacidad de la cámara analógica… Todo apunta a la caducidad, a que la vida no puede ser programada, ni decidida del todo consciente. Que hay belleza y enriquecimiento en la no perfección. He incluido el azar, el error técnico en mis exposiciones​ más de una vez. El trabajo conjunto con Lorena Alfonso, curadora de la expo, fue clave, ya que trabajamos esos ejes y dejamos otros autorretratos afuera.

De hecho, hice una obra audiovisual que se llamó Error Boy donde se muestra una imagen con una entrada de luz (la cámara era una Mamiya 6×6 con negativo color al que le entró luz en algún momento). Allí relato, en un audio, el contenido de una historia de Alice Munro sobre un equívoco fatal en el destino de una mujer. 

La intimidad como artificio
Ungallery
Ministro Brin 1335, C.A.B.A.
Jueves a sábados de 14 a 18 hs.

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