La actividad, el deseo, las ganas de vivir y de hacer, ¿tienen fecha de caducidad? “De ninguna manera” es lo que responden, de manera categórica, tanto los especialistas como las personas comunes. En un mundo cada vez más longevo, la edad, sin embargo, se presenta como uno de los mayores factores de discriminación. En respuesta a este panorama, y a los prejuicios y estereotipos que las mujeres de más de 50 tenemos que enfrentar todos los días, nació La revolución de las viejas: sobre su génesis, sus características y el interesantísimo proyecto de ley que acaban de presentar hablamos con Alejandra Benaglia, perteneciente al grupo de coordinación del movimiento.

¿Cómo nació La revolución de las viejas?

Empezó a gestarse con un video que publicó por enero de 2020 Gabriela Cerruti en su red social particular, donde se interpelaba a sí misma frente a un espejo. Decía que en ese momento tenía 56 años y que en cuatro años “iba a ser oficialmente vieja”, y se cuestionaba si los modelos de vejeces con los que crecimos son los modelos de vejeces actuales. “Si hubo una revolución de las hijas, por qué no puede haber una revolución de las viejas”, decía al final. El video se viralizó, muchas contestamos, y empezó a gestarse una necesidad de juntarnos porque a muchas nos pasaba lo mismo: no nos sentíamos viejas de acuerdo a lo que la sociedad patriarcal y cultural considera “viejo” en cuanto cosa despectiva, algo que define lo que ya no sirve. Pusimos un punto de encuentro un sábado a la tarde en un bar de Palermo y el lugar desbordó la capacidad. En febrero hubo otro encuentro en una plaza y después, durante la pandemia, hicimos reuniones y encuentros por zoom, y un manifiesto con varias definiciones. El nombre La revolución de las viejas —una declaración política per se— se decidió en esos espacios; nuestro movimiento es no partidario pero sí político, dado que todas nuestras acciones lo son. Decimos que somos orgullosamente viejas porque uno de nuestros principales propósitos es quitarle a la palabra “vejez” la connotación negativa; sacar el foco de que el mejor momento de la vida es la juventud, la primera adultez, y que lo único que te queda cuando cumplís los 55 o 60 años es esperar la muerte. Es empezar a revalorizar esta etapa que es la más larga de la vida. Nuestras vejeces no son iguales a las de nuestras ancestras: mi recuerdo de la infancia de mi abuela era de una señora con batón en su casa cuidando nietos, y nada más.

Esto también se condecía con roles femeninos altamente estereotipados.

Por eso lo digo, nosotras no juzgamos esos modelos sino que decimos que no nos representan porque nosotras somos viejas activas, deseantes, hablamos de sexo, no le escapamos a ninguna temática. Así que encontramos que teníamos que construir nuestros propios modelos de vejeces.

Además de los modelos heredados, ¿pesan también las expectativas sociales?

Exactamente, por eso además nos definimos como un movimiento con perspectiva de género. Muchas de las que integran este movimiento conocieron el feminismo a través de él y empezaron a cuestionar sus propias vidas. Empezamos a vernos desde otro lugar, a ver el tema del deseo, del placer, de las relaciones: muchas salieron del closet después de los 50, 60 años porque toda su vida vivieron encerradas en los mandatos y los estereotipos.

¿Por qué pensás que hay una “revolución de los viejas” y no una “revolución de los viejos”?

Lo que decimos nosotras es que si los viejos quieren su revolución que se la armen (se ríe). Es cierto que a nivel estadístico existe una feminización de las vejeces, las mujeres vivimos un promedio de 7 años más que los varones. Este movimiento fue generado desde la unión y fue surgiendo espontáneamente, y la verdad es que ningún viejo se enganchó: no es nada expulsivo sino que se dio así naturalmente. Además las mujeres tenemos esta cosa de lo colectivo, de amucharnos.  Por otro lado —esta es una opinión personal— fuera de los partidos políticos o medios en los que militan indistintamente varones, mujeres y diversidades donde lo que reúne es otra cosa, otras luchas vienen de la mano de las mujeres: las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, las ancestras del feminismo que pelearon por el sufragio, por la anticoncepción, por el divorcio, la patria potestad compartida y en este siglo por el aborto legal, seguro y gratuito; también los encuentros plurinacionales de mujeres, que tienen ya 36 años.

¿La revolución de las viejas es un movimiento nacional?

En el 2022 hicimos el primer encuentro presencial en Chapadmalal al que fuimos como 600, y este año hicimos el segundo en Embalse con 300 asistentes de todo el país.

El nuestro es un movimiento federal donde cada compañera arma su Revolución de las viejas en su espacio. Hay “grupas” en San Juan, Mendoza, Gualeguaychú, Córdoba, Catamarca, Mar del Plata. Es un movimiento horizontal, no hay líderes: la línea de este movimiento es el manifiesto que construimos entre todas. Sí hay un grupito de coordinación que funcionamos en CABA: organizamos ahora un curso con el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades que ya lleva cuatro emisiones sobre Géneros y vejeces, y estamos haciendo un curso asincrónico con la Defensoría del Público sobre Desinformación, dirigido a personas mayores. Estas acciones son por zoom para que puedan participar las compañeras de todo el país. Tenemos Facebook, Instagram, la página web no está activa porque la están rehaciendo y ahora estamos armando un grupo de viejas tiktokeras porque la idea es empezar a animarnos a entrarle al TikTok. Como nosotras somos federales, son espacios que nos unen. Tenemos cuentas de La revolución nacional y cada grupa tiene a su vez sus propias redes.

Un tema muy importante es el proyecto de ley que presentaron en la Cámara de Diputados. ¿De qué se trata?

Originalmente lo presentó Gabriela Cerruti en 2019 o 2020, perdió estado parlamentario y con la pandemia no pudo volver a presentarse. Nosotras lo retomamos como colectivo el año pasado, lo revisamos y rehicimos de manera federal con compañeras que quisieron participar. Este año conseguimos que Anahí Costa, diputada por el Frente de Todos catamarqueño, quisiera presentarlo, lo cual se hizo el 5 de julio. Ahora estamos esperando que entre en tratamiento en las tres comisiones que tiene que pasar.

¿Qué propone este proyecto de ley?

Antes que nada, quiero decir que pensamos en hacerlo porque existe un vacío legal: la ley antidiscriminatoria en la Argentina no incluye el edadismo como forma de discriminación, siendo el edadismo una de las tres causas de discriminación más extendidas en el mundo. En realidad el nuestro no es un proyecto específico sobre personas mayores porque lo que intentamos es hacer un proyecto de ley contra toda forma de discriminación por edad… a cualquier edad. Introduce conceptos tales como “edadismo”[1] y “viejismo”[2], pero no es un proyecto de ley para viejos y viejas, sino que habla sobre el proceso de envejecimiento. Si vos tenés 40 años y estás sufriendo discriminación porque los avisos de búsqueda de trabajo dicen hasta 35, aunque seas una persona adulta joven estás siendo discriminada. Lo que hacemos es poner el foco en esa discriminación que lamentablemente se da a cualquier edad y que también se da en otros ámbitos. El proyecto tiene perspectiva de género porque las desigualdades las sufren más las mujeres y las diversidades sexuales que los varones. Y es interseccional, porque en la discriminación también interfieren la etnia y la clase social.

También incorpora prácticas y valores dando igualdad de oportunidades y teniendo presente el principio de envejecimiento activo. Solicita una capacitación en edadismo para funcionarios y agentes estatales similar a la capacitación de la ley Micaela, para empezar a erradicar estereotipos y prejuicios en relación con la edad. Por eso habla también de las representaciones de las personas adultas mayores en los medios de comunicación: cuando ves a viejos y viejas en TV son abuelos, clase pasiva, dependientes y nunca autónomos, y jamás están ligados al placer, ni al goce, ni al sexo.

Vejez y sexualidad es uno de los grandes tabúes, ¿no?

Exactamente. Nosotras desde La revolución de las viejas trabajamos mucho el tema de vejez y sexualidad. De hecho estamos buscando una editorial que nos edite un cuadernillo sobre ESI para mujeres mayores. También el proyecto habla de educación sexual para todo el ciclo de vida, porque la ESI no incluye a las personas mayores, y el placer no se jubila. Entre las medidas de acción positiva, incluye la quita de aportes patronales si contratás personas de más de tal edad, y una mayor exención impositiva si se trata de mujeres y personas travesti trans. Establece los llamados “curriculums ciegos”, sin edad ni imagen personal para que el único concepto que se utilice para elegir a alguien sea su capacidad y no su apariencia ni su edad. Y promueve la educación a lo largo del ciclo de vida.


[1] El edadismo está relacionado con la forma de entender la vejez y el envejecimiento, con las relaciones intergeneracionales y con cómo se perpetúan estereotipos e ideas preconcebidas sobre las personas mayores.

[2] Viejismo es el conjunto de miradas negativas que tiene la sociedad con respecto a las personas adultas mayores. Es decir: edadismo se refiere a lo simbólico y viejismo a cómo se lleva a la práctica ese concepto simbólico

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