Estamos viviendo semanas de cerrar los ojos y reposar un rato en la remembranza: recordar ruidos y texturas en caminatas largas, el sol dando en la cara más allá de las ventanas, las voces queridas sin mediación de tecnología, y los lugares de siempre habitados por nuestros pies, nuestras miradas y nuestro andar. Por eso, les propongo que suspendan la lectura acá y se detengan unos minutos en los espacios del campus de nuestra Universidad; párense en el sector de los molinos, mirando hacia la salida de Pablo Nogués, y observen el sector que se encuentra entre los edificios José Hernández y el Leopoldo Marechal; ¿ya las vieron? ¡Sí, son la Plaza de los Derechos Humanos y la Plaza de la Democracia! Por allí también, entre el verde de los senderos y el color ladrillo de las aulas, está ese pañuelo blanco anudado, orgulloso y brillante, que las representa inequívocamente a ellas. Ahora, lleven su memoria al otro extremo del campus, cerquita del Microcine Tita Merello; si seguimos mirando hacia la izquierda y atrás, vamos a encontrar un lugar donde se encuentran murales coloridos que la recuerdan a una de ellas, a la que tuvo una gran idea puesta en práctica un 30 de abril de 1977. ¿Ya saben a qué me estoy refiriendo? Exactamente: por un lado, estoy señalando con mis palabras al hermoso Jardín Maternal Azucena Villaflor y, por el otro, estoy recordando a esta valiente mamá que, siendo una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, fue desaparecida, en diciembre de 1977, en el marco del terrorismo de Estado organizado por la dictadura militar argentina desde 1976 a 1983. Esos son hitos simbólicos y geográficos del compromiso que la UNLa tiene con los derechos humanos y que se materializan en un mapa de la memoria, la verdad y la justicia que se despliega por todo el campus para recorrerlo a diario en nuestra vida cotidiana por la Universidad, en tiempos de no-cuarentena y de dinámicas académicas presenciales.

Una vez que su memoria se haya esparcido por estos recorridos y estos símbolos de la defensa de la democracia y los derechos humanos, si tienen ganas —¡ojalá que sí!—, sigan leyendo. ¿Por qué les propuse este ejercicio de memoria sensitiva? Porque el 30 de abril de 1977 14 mujeres asestadas de lleno en lo más preciado que tenían, sus hijos, decidieron convertirse en sujetos políticos (Gorini, 2017) y experimentar algo que Hebe de Bonafini definió de una manera visceral e inolvidable: ser paridas por aquellos seres que ellas mismas habían dado a luz. Renacer dolorosamente en una vida signada por la búsqueda de sus seres queridos, de justicia, de explicaciones y de verdades, pero generando una trayectoria de lucha y resistencia en una forma perenne e inquebrantable, observada, valorada y celebrada en todo el mundo. Ese 30 de abril de hace 45 años, sucedió en la Plaza de Mayo de la ahora Ciudad Autónoma de Buenos Aires la primera “ronda de las Madres”, que plasmaron su denuncia en movilidad silenciosa e imparable de los cuerpos, que hallaron en la fisura de la norma autoritaria —impedir las reuniones de 3 o más personas para evitar la organización política frente a la represión— su posibilidad de existencia y sostén frente a la avanzada de un régimen asesino sustentado en la sistemática violación de derechos humanos.

Imprescindibles en la memoria y en la historia de la Argentina, la irrupción y construcción de Madres de Plaza de Mayo fue tan definitoria para pensar acciones de denuncia y resistencia que no solo la ronda semanal sigue existiendo, sino que ha constituido una fuente de inspiración para manifestaciones y demostraciones de reclamo por el acceso a derechos en nuestro país y en el mundo. Ese silencio que grita, propio de cada vuelta a la Plaza, representa aún hoy el sello inconfundible de esta organización de derechos humanos nacida en la desesperación de las detenciones y las desapariciones organizadas por el terrorismo de Estado que castigó a la Argentina durante más de 7 años, y cultivada en el fragor creciente de un pueblo que pedía y necesitaba saber lo que les (nos) había sucedido como sociedad.

Las luces de los faros que guían a los barcos, y de los proyectores que nos cuentan las mejores historias para ver, tienen un foco pequeño que, a medida que la distancia crece, amplía su espacio de proyección. A 43 años de la primera vuelta fundacional, que sin saberlo fue esa luz pequeña y puntual que se iba a agigantar en su propio haz, aprovechemos la distancia temporal para pararnos con orgullo allí donde la luz se proyecta amplia, como una ayuda en el camino, para seguir multiplicando las referencias y el acompañamiento al quehacer cotidiano de las Madres, hacedoras incansables de la memoria, la verdad y la justicia en la historia y el presente de la Argentina.

Regalo de las Madres
Desde hace 2 años, la Asociación Madres de Plaza de Mayo comparte sus publicaciones con acceso libre y gratuito. Entre ellas los dos tomos de «El mundo es un pañuelo”: el libro legado que narra los viajes de las Madres alrededor del mundo durante sus primeros 20 años de lucha en una investigación colectiva coordinada por Luis Zarranz. El libro, prologado y epilogado, entre otros, por Hebe de Bonafini, Cristina Fernández de Kirchner y la rectora de la UNLa Ana Jaramillo, puede consultarse en http://madres.org/index.php/material-educativo/?fbclid=IwAR1IMVtzzJJ5SJSx9wOmuJQkNN785QXh_Ukfjq9T2YkRzO0zpabbSbw-mCY

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