“La riqueza, la renta y el interés del capital, son frutos exclusivos del trabajo humano”.

Constitución Nacional de 1949

Quienes recordamos, quizás porque enseñamos el constitucionalismo social en Nuestra América y hemos trabajado en el sector social de la economía tanto en México como en Perú, sabemos que las Constituciones que garantizaban un Estado de Bienestar para sus pueblos, tanto el peronismo y el cardenismo en México, como la época de Velasco Alvarado en Perú, fueron arrasadas por golpes de Estado o posteriormente por el neoliberalismo imperial y el capitalismo financiero. También recordamos el sistema autogestionario de Yugoslavia en época de Tito.

No pasaron tantos años cuando en nuestros países se garantizaba tanto la propiedad de la tierra, como distintas organizaciones tanto como cooperativas de trabajo o producción, como empresas administradas por los trabajadores, y diversas organizaciones libres del pueblo.

Los gobiernos que buscaron el bienestar de sus pueblos, nacionalizaron sus recursos naturales, la Banca Nacional, recursos mineros, gasíferos o petrolíferos, hicieron reformas agrarias, promovieron cooperativas agrarias, hicieron empresas de telecomunicaciones y en general tuvieron una política de no alineación. Pero luego vino el neoliberalismo con privatizaciones y endeudamiento.

Uno de los obstáculos que usualmente, en democracia, se tiende a destacar para no transformar las relaciones laborales, es la falta de capacitación o educación para la gestión, como resultado de la creciente división capitalista del trabajo entre ejecución y concepción.

Pensar que es imposible transformar dicha división histórica es sostener la existencia de capacidades humanas naturales para una u otra función. Para algunos, solo las personas podrían manejar una máquina para producir, conseguir empleo, salario y, por lo tanto, satisfacer sus necesidades esenciales sin pretender ser los dueños de su trabajo. Esta concepción de la educación y la capacitación tiene por detrás la voluntad de perpetuación de ciertas relaciones de poder.

Coincidimos como sostiene Alan Wolfe en que: “Los sueños democráticos han ido y vuelto, a veces surgiendo como visiones de lo que podría ser un mundo humano, a veces convirtiéndose en monstruosas pesadillas, a medida que la gente se desesperaba en la búsqueda de respuestas para las presiones de sus vidas. Pero aún cuando puedan ser momentáneamente sofocados, su existencia no puede nunca ser olvidada, pues el deseo de ser parte de una comunidad significativa es una necesidad humana que ningún hecho histórico ha superado por completo aún”[1]

También se pregunta Bobbio: “¿Es exagerado decir que hemos llegado a un punto límite, a partir del cual únicamente existe la derrota de la democracia?”[2]

Reflexionando sobre las seis promesas incumplidas de la democracia y su contrario (que supone el poder invisible entre otras), la revancha de los intereses y la persistencia de las oligarquías continúan con la “omnipresente y ominosa proliferación de las instancias tecnocráticas… que se convierten en intrínsecamente misteriosas”…y el tecnócrata se convierte en el depositario de “conocimientos a los que no tiene acceso la masa[3].

Para Bobbio, los secretos del poder en una autocracia se esconden del público tomando decisiones en un consejo secreto, y ocultando y simulando o mintiendo considerados como “instrumentos lícitos del gobierno”. Analizando Italia se refiere a los poderes invisibles o en la penumbra que denomina “cripto gobierno”. Un poder invisible en secreto se dirige contra el Estado y lo conforman las asociaciones delictivas y las sectas secretas. Por otra parte también es invisible el poder que se conforma para realizar ilícitos u obtener ventajas que no pueden realizarse en público. Concluye que el avance de la democracia y el retroceso de la autocracia dependerá de la mayor transparencia o visibilidad.

El encubrimiento de las acciones del poder también se da de dos formas: usando un lenguaje esotérico comprensible entre los propios o diciendo lo opuesto de lo que se piensa dando información equivocada, lo cual se conoce como la “legitimidad de la mentira”.

Finalmente sostiene, como Elías Canetti[4], que el secreto es siempre un instrumento de poder. Pero el saber técnico cada vez más especializado comprensible solo para una élite y no para la masa, es incompatible con la soberanía popular como en el régimen autocrático que considera al vulgo como incapaz de entender los asuntos de Estado. Todavía no sabemos si la pandemia surgió por disputas de poder o por la naturaleza, pero es legítima la pregunta que se hace Alcira Argumedo sobre la aparición del Coronavirus y la posterior pandemia.

Por eso, creemos como Perón que todo el pueblo deberá estar en acción políticayconvocamosadebatirnuevamentequépaísqueremosentretodos y todas.


[1] Wolfe, A. (1980): Los límites de la legitimidad, las contradicciones políticas del capitalismo contemporáneo. México, Siglo XXI.

[2] Bobbio, N. (2013): Democracia y secreto. México, FCE.

[3] ibidem

[4] Canetti, E. (1983): Masa y poder. Madrid, Alianza Editorial.

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