“El cartógrafo anota lo que le interesa, en dónde hay agua, si el agua es navegable, potable, útil, dónde están los puertos, cómo están dispuestos los obstáculos, los pasos naturales, la calidad de las tierras, la población, sus defensas. Hacer un mapa es dibujar el teatro en donde el autor proyecta realizar un sueño; por eso siempre es mejor guiarse con mapas hechos por nosotros mismos. Si el mapa que seguís no es el tuyo es posible que, sin darte cuenta, termines trabajando para el sueño de otro.”

Julio Cardoso, en “Malvinas. Cartografía de nuestros propios sueños”[1]

Independientemente de las intenciones de la Junta Militar, la Guerra de Malvinas actualiza y redimensiona la causa de la defensa de la soberanía que atraviesa la historia nacional desde los orígenes de la Argentina. Como señala Enrique Oliva, corresponsal en Londres en 1982, “durante las diez semanas del conflicto armado, Argentina conmovió al mundo. Internamente se unió como nación y conquistó la admiración de todos los pueblos de la tierra en una lucha heroica y desigual contra el colonialismo”[2]. Esa experiencia colectiva de la recuperación momentánea del territorio usurpado, de la lucha cuerpo a cuerpo con los usurpadores, de la entrega de la vida por la Patria, de la posibilidad de la victoria y del hecho histórico de la rendición, el estar junto con otros argentinos en la vivencia extrema y límite de una guerra contra los históricos adversarios, produce un reencuentro, la revitalización de un “ser en común”, la Nación.

Este potencial es rápidamente advertido por los británicos que despliegan todo su arsenal en dos tipos de combates simultáneos y complementarios: el conflicto bélico y la disputa por la representación legítima de los hechos. La Primer Ministro Margaret Thatcher presenta a Gran Bretaña y al mundo la participación inglesa en respuesta a la recuperación territorial argentina como una cruzada por la democracia británica contra la dictadura, una guerra por la liberación de los oprimidos que adhieren al nazismo argentino[3].

Es decir, las fuerzas armadas británicas no solo vienen al Atlántico Sur a liberar al pueblo argentino de la dictadura, sino también de sí mismo. Su canciller, Francis Pym, declara en una conferencia de prensa en la ONU: Pondremos al mundo a salvo (…). Estamos hablando de derechos de la democracia… no es una pequeña discusión… Cuando tengamos éxito, que lo tendremos, el mundo será un lugar más seguro. Hay derechos fundamentales en peligro para el mundo libre y tenemos la intención de defenderlos. Hubo un flagrante abuso del derecho internacional y no podemos dejarlo pasar”.[4]

El Ministerio de Defensa británico instala en la isla Ascensión la emisora “Radio Atlántico del Sur” para ejercer influencia en los soldados argentinos en Malvinas. Con el mismo destino, produce panfletos como el que presentamos (el cual fue desclasificado en 2017, junto a otros documentos destinados a desmoralizar a las fuerzas armadas nacionales)[5]. Se propone persuadir sobre la impotencia y debilidad de las fuerzas argentinas frente a la superioridad de sus adversarios (los íconos de helicópteros, aviones, barcos y portaaviones del anverso exhiben la fuerza aeronaval británica). Presenta a la recuperación de las Malvinas como aventura absurda y criminal, producto de la arbitraria decisión de un dictador, que lleva a la muerte a sus soldados de “reconocido coraje” por una “isla remota”. Busca erosionar la moral de la tropa aludiendo al desamparo, al hambre, al frío, al amor y al dolor de las familias. Funcionarios del gobierno británico y algunas áreas de la BBC critican duramente la tosquedad e ineficacia de estos panfletos, mal escritos, e incluso los califican como “de principiantes”.

Sin embargo, a pesar de su ineficacia, estos documentos tienen un gran valor histórico: presentan los trazos gruesos de los núcleos en base a los cuales se desarrolla, a partir del fin de la guerra, el modelo de interpretación del conflicto bélico y la cuestión Malvinas, construido a partir de la representación de los combatientes argentinos como víctimas de la locura de la dictadura militar, instrumento fundamental de desmalvinización[6]. Sin eufemismos, Winston Churchill (nieto), periodista y político, afirma que “a los argentinos hay que revolcarlos en la humillación para que nunca jamás piensen en pretender territorio británico”[7]. En esta misma línea, el 13 de junio en el Daily Mirror, dice Woodrow Wyatt, uno de los voceros de Margaret Thatcher, que hay lograr que “hasta los niños no vuelvan a pensar más en las Falklands, imponiéndoles el pago de esta loca aventura”[8].

Zonceras

Exploramos los orígenes británicos de lo que Fernando Cangiano, psicólogo y veterano de la guerra de 1982, en la tradición de Arturo Jauretche, llama “las zonceras sobre Malvinas”, supuestos integrados al sentido común de muchos argentinos, a través de los cuales habitantes del país invadido asumen el punto de vista de la potencia invasora.

En esta búsqueda encontramos que las zonceras reproducen casi con exactitud las fórmulas planteadas por el discurso oficial británico durante el conflicto bélico e inmediatamente después de él. En primer lugar, se ubica la caracterización de la guerra como aventura absurda y criminal, desvinculándola de casi dos siglos de luchas emancipatorias, en el marco de lo que Julio Cardoso llama “el punto de vista del loco”, la idea repetida hasta el cansancio de que “el país fue arrastrado por la locura de un general borracho a una guerra absurda y criminal con el solo fin de perpetuarse en el poder”. Desde esta perspectiva, no son relevantes los intereses concretos de los actores internacionales ni las estrategias que despliegan, desde los orígenes de la Argentina, por el control del Atlántico Sur y sus recursos ni tampoco las acciones llevadas a cabo por los argentinos para defender los derechos nacionales. La figura privilegiada aquí es la del inocente inmolado por el dictador, los “chicos de la guerra”, una generación de “antihéroes” empujada al matadero o al suicidio, degradada, aislada y resentida, víctimas a quienes no les queda más que relatar, una y otra vez, sus padecimientos personales [9]. La victimización de los combatientes en la guerra de Malvinas, como señala Rosana Guber, los despoja de protagonismo y los deja en la minoría de edad[10]. Aparecen configurados como objetos de la acción de otros, desprovistos de voluntad y decisión propia y se desplaza la identificación del enemigo, del usurpador inglés a los militares argentinos, operación que requiere la simultánea invisibilización de los crímenes británicos[11]. La zoncera que cierra esta matriz interpretativa es que el triunfo anglo-estadounidense hace posible la recuperación de la democracia en la Argentina[12].

La perspectiva articulada a partir de estas zonceras, promueve la resignación, la aceptación de la ocupación extranjera de la tercera parte de nuestro territorio[13], a partir del designio fatal de la impotencia nacional frente a las agresiones coloniales: como señala Francisco Pestanha, ese “fatalismo ha sido adoptado históricamente como ´remedio preventivo´ ante procesos de insubordinación ideológica, y a la vez como instrumento para aplacar o contrarrestar esas desobediencias”[14].

El actual coordinador del Observatorio Malvinas de la UNLa, ex soldado combatiente en Malvinas, César Trejo, parafrasea con frecuencia la definición de Sun Tzu de que los mejores generales no son los que ganan todas las batallas sino los que convencen a los rivales de que no tiene sentido pelear.

El modelo de las víctimas y el punto de vista del loco no solo operan sobre la interpretación de la guerra, sino que apuntan a “deconstruir” el concepto, la tradición y la experiencia de Nación. La identidad de los argentinos está estrechamente ligada a la idea de soberanía, a la rebeldía y a la lucha colectiva contra el colonialismo que comenzó en 1806 y continúa. Paradójicamente, muchos de quienes defienden la identidad de las minorías son los que más se empeñan en negar, cuestionar y desmontar la identidad de las naciones.

Marcas contra el olvido

Después de la guerra, gobiernos nacionales implementan acciones para promover el olvido de esa experiencia, de los muertos, de los sobrevivientes y de la causa por la que lucharon. Malvinas es un asunto incómodo; porque, como señala Marcelo Gullo, es “el rostro visible de la ocupación invisible de Gran Bretaña en la Argentina y en América Latina”[15].

Sin embargo, contra y a pesar de las políticas del olvido, se multiplican en todo el territorio nacional y en los cuerpos que lo habitan marcas populares de la memoria de Malvinas. En el proyecto “Gráficas del Pueblo. Memoria de la causa Malvinas en el paisaje”[16] estudiamos monumentos, graffitis, tatuajes, carteles, murales, billetes, remeras, banderas, vehículos intervenidos y objetos de muy diverso tipo que expresan maneras en que argentinos de distintos lugares del país, sienten, perciben, intuyen, valoran, conciben y organizan sus relaciones con el suelo que habitan, con el resto de los argentinos, con Latinoamérica, con Gran Bretaña y las grandes potencias, también, en muchos casos, con lo sagrado.

La mayoría de las marcas malvineras que analizamos representan a los combatientes de 1982 como héroes y reivindican la guerra como gesta nacional. Hay tres consignas que aparecen repetidas en distintos géneros discursivos de la memoria malvinera: “Las Malvinas son argentinas”, “Malvinas, prohibido olvidar” y “Malvinas, volveremos”. Las tres (en sus distintas versiones) integran, en general, el polo heroico de las marcas malvineras, lo organizan y fundamentan y evocan polémicamente al de las víctimas, para desarticularlo. Estas tres consignas condensan tres dimensiones centrales: la legitimidad de la reivindicación (indiscutible e innegociable), el mandato y la necesidad de la memoria y el compromiso, la voluntad y la promesa de recuperar lo que nos pertenece. La cuestión desborda la guerra entendida como gesta y remite a la causa de Malvinas, la de la independencia y la soberanía nacional y la emancipación latinoamericana (que antecede y sucede al conflicto bélico de 1982).

Malvinas es un signo complejo, que abarca distintas dimensiones de un proyecto de país a realizar. Estas marcas participan activamente en la disputa por los sentidos de Malvinas y expresan resistencias populares frente a la desmalvinización oficial que evocan la insubordinación fundante[17].



[1] Para “Malvinas Causa Central”, el programa de radio del Observatorio Malvinas de la UNLa, los sábados de 12 a 14 hs., por  https://www.megafonunla.com.ar/.

[2] Oliva, Enrique (2013), “Malvinas. El pasado es el prólogo”, Buenos Aires, Ed. Fabro, p. 8.

[3] En esta cruzada por los ideales democráticos se vale de los servicios del dictador Augusto Pinochet, a quien le agradecerá públicamente la colaboración chilena durante la Guerra de Malvinas, años después.

[4] Oliva, Enrique (2013), op. cit., p. 242.

[5] Disponibles en: https://www.psywar.org/apdsearch.php?cf=1982.

[6] “El proceso de desactivación de pasiones, sentimientos y pensamientos en torno a la causa Malvinas” (Cardoso, Julio, 2013, Primer congreso latinoamericano. Malvinas, una causa de la patria grande”, Remedios de Escalada, UNLa. Disponible en: http://www.unla.edu.ar/documentos/observatorios/malvinas/1er_congreso.pdf). La desmalvinización fue un factor determinante para el restablecimiento de las relaciones bilaterales con Gran Bretaña. Los Acuerdos de Madrid, firmados en 1990, resultaron favorables a los intereses británicos en el Atlántico Sur y propiciaron el desmantelamiento del sistema de defensa argentino.

[7] Oliva, Enrique (2013), op. cit., p. 51.

[8] Ídem.

[9] Cardoso, Julio (2013), op. cit., p. 199.

[10] Guber, Rosana (2001), “¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda” , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 166

[11] El 30 de mayo de 1993, toman estado público en Londres varios casos de crímenes de guerra cometidos por los británicos en la batalla de Monte Longdon. Scotland Yard abre una investigación. En la Argentina, en 1983 ya habían comenzado las investigaciones del Ejército. La Comisión de Familiares de los Caídos y la Federación de Veteranos de Guerra piden al gobierno la creación de una Comisión Investigadora para continuar las denuncias y accionar al respecto.  El 5 de julio de 1993 se crea la Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra en el ámbito del Ministerio de Defensa. Se toma testimonio a 34 testigos y se comprueba que las tropas inglesas violaron 5 prohibiciones de la Convención de Ginebra. Los crímenes de guerra siguen impunes: el hundimiento del Crucero General Belgrano, donde murieron 323 argentinos, los fusilamientos de prisioneros de guerra en Monte Longdon los días 11 y 12 de junio de 1982, y la muerte y los heridos causados por la explosión de municiones que los ingleses obligaron a transportar a los soldados argentinos  mientras estaban presos en Pradera del Ganso. Todos estos casos resultan violaciones del derecho internacional. Aún así el estado argentino no inicia acciones. Pero en el 2008, el Poder Judicial, a través de fallos del Juzgado Federal de Río Grande y la Cámara Federal Penal de Comodoro Rivadavia, declara válida la denuncia del CECIM La Plata contra militares argentinos por estaqueamientos y malos tratos impartidos a sus soldados como «crímenes de lesa humanidad».

[12] Cangiano, Fernando (2019), “Malvinas. La cultura de la derrota y sus mitos”, Buenos Aires, Ed. Dunken. 

[13] En el derecho internacional público, se entiende por territorio a todos los espacios (terrestres o marítimos) que están bajo la soberanía o jurisdicción de un estado. Una de las consecuencias de la ocupación ilegítima por parte del Reino Unido que abarca las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes es que de los 10.400.000 kilómetros cuadrados de territorio argentino, cerca de 3.000.000 están bajo el control británico.

[14] Pestanha, Francisco (2012), “La disputa por Malvinas”, Ciencias Sociales, Revista de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA, N° 80, abril 2012, pp. 26-27.

[15] Cardoso, Julio (2013), op. cit., p. 23.

[16] Se pueden consultar resultados parciales de esta investigación en: http://memoriamalvinera.unla.edu.ar/

[17] La teoría de la insubordinación fundante, del profesor Marcelo Gullo, constituye una herramienta fecunda y eficaz para el análisis del pasado y la intervención en el presente.  La idea central es “una actitud de insubordinación ante el pensamiento dominante que permite un impulso estatal eficaz para lograr un umbral de poder necesario para convertirse en un actor internacional independiente” (Gullo, Marcelo (2015), “La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones”, Caracas, El perro y la rana).

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