Fundada en 2015, Limonero es una editorial independiente que exporta al mundo libros álbum de calidad. Con apenas cuarenta y tres títulos, se impuso este año en la Feria de Bologna, que es el principal encuentro a nivel mundial dedicado a los libros para niños y adolescentes. Y lo hizo con Todo lo que pasó antes de que llegaras, de Yael Frankel, que obtuvo el premio al mejor libro de ficción. Este título fue seleccionado entre 2349 títulos de 59 países alrededor del mundo y hoy se va a traducir a ocho idiomas. Ya en 2019 la editorial había ganado en Bologna como Mejor Editorial de América Latina, y además los creadores del sello, Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud, fueron elegidos como “Editores del año” en última jornada de profesionales de la Feria del Libro de Buenos Aires, en su 47ª edición.
En el marco de la Feria de Editores realizada en Buenos Aires a principios de este mes de agosto, conversamos con Lulu Kirschenbaum sobre el recorrido de la editorial, el libro álbum y sus particularidades, le hicimos preguntas sobre la industria del libro, el rol del Estado y cómo los impactaron los premios obtenidos. Incluso compartió con Viento Sur dos primicias acerca de sus próximos títulos editoriales.
¿Cómo nació Limonero?
Desde el año 2000 brindamos servicios editoriales a publicadoras de Estados Unidos que hacen manuales escolares para el mercado hispano de allá. Lo seguimos haciendo, pero con Manu estábamos hartos de la literatura instrumental, de la literatura como una herramienta para enseñar otra cosa. Deseábamos una literatura para el goce, para abrir mundos o porque sí. Con esta idea nace y se sostiene Limonero.
¿Cuáles fueron sus primeros títulos?
Salimos con cuatro libros: tres traducciones y uno propio. Arrancamos con un libro francés que se llama Bigudí (Sébastien Mourrain & Delphine Perret); luego con Achimpa, de Catalina Sobral de Portugal; y un libro de Ucrania que había ganado como ópera prima en Bologna, La Niña que contaba (Andriy Lesiv & Romana Romanyshyn). Trata de una niña cuyos padres son matemáticos y ella cuenta cosas. Los árboles que faltan para llegar a la esquina, las perlas del collar de su madre. Hasta que un día, copada con las estrellas, le pregunta a su mamá: ¿Cómo voy a contar esto que es infinito? Su mamá le responde: como todo, por el principio: 1, 2, 3. El cuarto fue Eso no se hace, un libro que es un texto de Laura Wittner, ilustrado por Carlos Junowicz. Esa fue nuestra primera experiencia de cómo era mezclar el autor de un texto con un ilustrador.
¿Limonero sigue siendo pequeña?
La sentimos pequeña. Publicamos entre seis a ocho títulos al año, dependiendo de las coyunturas del papel, de las imprentas. Pero ya tiene una trayectoria, un lugar, un nombre. No sé exacto el número de libros publicados, pero seguro no llegamos a los cincuenta. Quizás esa cantidad señala que ya no somos tan chicos.
¿Qué es un libro álbum?
De nada de lo que hacemos tenemos muchas definiciones, pero un libro álbum propone el diálogo entre dos lenguajes. El lenguaje del texto y el de la ilustración. Además, jerarquiza al ilustrador también como autor.
¿Qué público se interesa por sus libros?
Niños, niñas y adultos que se copan con el libro ilustrado, con descubrir el mundo de los ilustradores que crece, crece y crece.
Traducciones, libros propios: ¿cómo es ese balance dentro del catálogo?
El ritmo con el que arrancamos era de tres a uno, pero queremos balancear el catálogo un poco más. Nuestra idea es tanto difundir cosas que se hagan en el mundo, como buscar autores e ilustradores y hacer esa magia de ver qué pasa. Y nuestros libros empezaron a tener su propio recorrido. Es muy emocionante ver cómo te los compran para publicarlos en otras lenguas. Este año en Bologna, compraron Las Ovejas (Micaela Chirif & Amanda Mijangos) y se va a traducir al coreano. O el libro de Yael Frankel, Todo lo que pasó antes de que llegaras. Lo vendimos para que se traduzca a siete idiomas y hace poco nos llegó una oferta para publicarlo también en Suajili, idioma oficial de Kenia. Ahí es cuando sentimos que somos editores de verdad.
¿Cómo es el proceso de creación de esa magia en el caso de los libros propios?
Cada proceso es único. Tenemos libros de autores integrales como los de Yael Frankel que pueden traer todo cocinado, y otros proyectos en los que nos llega el texto y nosotros después convocamos al ilustrador. El proceso del libro de Yael que ganó en Bologna fue hermoso. Ella acercó primero una línea de tiempo y lo fuimos trabajando. La línea terminó siendo una guarda y ella se mandó esta especie de diario íntimo de un niño con su hermano por nacer. Yael es una gran autora.
¿Cómo funcionan las duplas creativas?
A veces bárbaro y se potencian en las miradas, otras pésimo y se traban. Ahí, donde termina el autor, comienza el trabajo del ilustrador. Es como cualquier dinámica de a dos.
¿Cómo es la composición entre un texto y la ilustración?
Nos damos el lujo de hacer lo que sentimos que el libro necesita. Es medio intuitivo y arbitrario, pero no tenemos recetas. Siempre hay un punto de duda, y en ese sentido está bueno el trabajo en equipo. Si bien Manu (Manuel Rud) y yo somos de Letras y tenemos mucha experiencia con lo literario, adquirimos un saber, un gusto. No te das cuenta cómo, pero con el tiempo te vas entrenando. A los dos nos interesa el arte contemporáneo, vemos muchísimos ilustradores, y después de hacer muchos ejercicios lo logramos, porque el gusto se construye. Además tenemos un equipo de arte muy sólido. Y nos convocaron como jurados del Festival de Ilustrados (FILustra) de Guadalajara. También participamos como jurados de un concurso de Pictus. Pero volviendo, cada libro pide algo distinto y nosotros nos damos el lujo de ir armándolo a medida que el libro crece.
¿Cuáles son las búsquedas formales de la editorial?
Todas. No pensábamos en Limonero como una editorial de libro calado y de repente hay un libro que parece pedirlo como Un coso (Santiago Craig & Pablo Bernasconi). O Escondites (Mateusz Wysocki & Agata Królak) que es un libro chiquito. Es muy lindo experimentar, porque el formato habla del libro. La tapa dura tiene que ver con la durabilidad y Limonero hace libros que queremos que sean para toda la vida. El cosido tiene también que ver con eso. Aunque a veces tenemos el dilema sobre las limitaciones que esto puede traernos. Por ejemplo, Mi Pequeño (Germano Zullo & Albertine), El Ascensor (Yael Frankel) son libros que no podemos imprimir en la Argentina. Imprimirlos acá, o no se puede, o nos llevaría a que los libros se conviertan en un objeto de lujo. Entonces nos gusta la idea de jugar con formatos y las posibilidades, sin que eso nos lleve a una cosa superficial o vanidosa. Lo hacemos cuando sea significativo y el libro así lo requiera. Este es un límite medio gris, lo mismo que las posibilidades productivas de cada coyuntura.
¿Es sustentable Limonero como proyecto editorial?
Tanto Manu como yo tenemos dos trabajos, pero creo que ahora Limonero es sustentable.
¿Hay apoyo a la industria por parte del Estado?
Luego de una selección de la que participan distintos jurados, el Estado hace compras y posibilita que los libros lleguen a lugares de todo el país que de otra manera no llegarían. Ver que los Tan tan grande (Catarina Sobral) lleguen en cajas a todos lados es tremendo. Eso es muy bueno, porque hacer libros para Palermo no tiene nada que ver con nuestra ideología. Así, las compras institucionales empujan mucho a la industria y proponen una bibliodiversidad.
¿Cómo es la circulación en ferias y qué deja cada una?
Cada feria tiene lo suyo. La Feria de Editores (FED) es la fiesta total. Acá se mezcla lo social con lo profesional. Te juntás con editores colegas, autores, libreros, periodistas especializados. Además, se vende muy bien, casi igual que en la Feria de Buenos Aires, aunque esta última es un poco más hostil por ahí para el editor y es más cara a la hora de participar. Bologna es una feria alucinante para ver ilustradores y para encontrarse con lo que está pasando en el mundo. Esta es una feria exclusiva de compra y venta de derechos. La otra feria en la que participamos regularmente es Guadalajara y allí vamos con stand propio. Ahí te encontrás más con la distribución latinoamericana y es la otra feria más importante.
¿Cómo incidieron los premios en el crecimiento de Limonero?
En términos locales, nos dieron visibilidad. Al competir con las grandes editoriales es muy importante porque te hacen notas y la gente comienza a conocer nuestros libros. También los premios internacionales te dan un empuje para vender derechos. Por ejemplo, estuve en Frankfurt en octubre de 2022 con el libro de Yael y cuando lo mostraba generaba dudas. Cuando ganó el premio de Bologna, se vendió a varios idiomas. Además, ganar un premio es un mimo enorme y los autores se difunden más. Para muchos, este es su primer libro y después los van llamando. Eso es divino. Los premios empujan, legitiman.
¿Algo que quieras compartir de los últimos títulos de Limonero?
Soy muy fan de Hola Piedra (Giuseppe Caliceti & Noemí Vola), un libro poético, profundo y que tiene humor. Este es un libro que realmente convoca a adultos y a niños a la emocionalidad y a la inteligencia. Despierta preguntas, conversaciones, me parece una genialidad. Y estamos lanzando Capitán nudo y su estúpida sombra (Victor Engbers) que también es muy divertido y tiene algo de libro de aventuras.
¿Tienen proyectos nuevos o libros en imprenta?
Estamos trabajando en una colección de libros ilustrados para adultos que arranca con De un gris antiguo, de Alejandra Kamiya e ilustrado por Yael Frankel. Este título que ya está listo para ir a la imprenta, va a ser una bomba. Y después vamos a publicar a una artista alemana. La obra se llama La colección de Billy Besta y es una ópera prima. Va a ser otra bestialidad.
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