Del desperdicio hacemos historia.
De lo barrial y latinoamericano, forma.
De lo democrático, diseño.
De lo sostenible, una necesidad ineludible.
Aldi Vega
Aldi Vega es un proyecto de indumentaria sostenible que nació en Transradio, localidad del partido de Esteban Echeverría, donde los talleres de costura conforman un crisol de culturas latinoamericanas.
A través del upcycling y la circularidad, transforman descartes textiles en piezas únicas, creando así moda a partir de lo roto, lo feo y lo marginado.
Aldana Vega es la responsable de este proyecto que ya sumó entre sus fans a varios artistas como Cazzu, Duki y Nicki Nicole. Charlamos con ella sobre su historia y su particular mirada acerca del diseño.
Desde chica que te gusta la costura, el diseño, ¿cómo se vivía en tu casa esa vocación?
Desde muy chica supe que quería ser diseñadora y, por suerte, mi familia siempre me apoyó. Quizás, la única persona que no me apoyó de entrada fue mi abuela, porque justamente ella es costurera y me decía que era un oficio muy pesado y solitario, que requería muchas horas de tiempo y mucha concentración. Renegó mucho tiempo con eso hasta que me empezó a ir bien. Ahora ya no reniega tanto, pero siempre me dice «Yo te dije que no fueras costurera».
¿Te acordás cuál fue tu primer diseño?
Sí, empezó como un juego experimentando con una pollera. Le agregué flequitos y me encantó, entonces desde ahí empecé a jugar más con la ropa. En esa época, mi familia me decía “Ay, vas a ser diseñadora», pero los diseñadores que conocía eran los que salían en la tele, que eran diseñadores de celebridades, de farándula, y no me sentía muy representada. Soy muy tímida y no me gusta montarme o lookearme tanto, ni tampoco me imagino sentada en un programa de televisión criticando a alguien, me daría mucho pudor.
Entonces, en ese momento no tuve el razonamiento de decir «Ah, sí, eso es lo que quiero hacer” porque las figuras que me mostraban no me encantaban. No fue hasta que conocí a Alexander McQueen y después a Martín Churba que me di cuenta de que quería ser diseñadora, porque ellos son sencillos, introvertidos, se visten con un jean y una remera, y tienen todo ese aire artístico y creativo.
Además de Alexander McQueen y Martín Churba, hay dos personas que fueron clave en tu carrera: tu tío y la cantante Cazzu…
Bueno, mi tío, ¿qué decirte? Le voy a estar eternamente agradecida, porque él ni siquiera es mi tío de sangre, sino que es la pareja de mi tía y, sin embargo, siempre fue un padre para mí y desde el momento uno en el que yo quise diseñar me apoyó.
Él trabajaba desde las 5 de la mañana hasta las 5 de la tarde como sodero y, después, usaba su tiempo de descanso para llevarme hasta Capital en transporte público y esperarme para que yo pudiera estudiar. Nada podría haber sido posible sin todo el esfuerzo de mi familia y en especial de mi tío. Entonces, cuando vos ves que tu familia realmente se está esforzando tanto, hay algo dentro tuyo que te dice que no podés bajar los brazos rápido o que no podés simplemente permitirte fracasar y dejarlo y soltarlo.
Y Cazzu fue la primera que me dio la plataforma como para exponer todo lo que yo hacía y confió en mi diseño. Fue realmente lindo poder mostrar lo que uno hace ante tanta gente.

Hay una fusión cultural propia de tu barrio que se traslada a tus diseños, ¿cómo se logra?
Creo que lo que principalmente traslado son los valores y las creencias. Siento que vivo en un barrio muy místico, no solo por la fusión cultural sino porque todos son muy creyentes y hay algo mágico en eso, que yo pensé que estaba en todos lados y que de repente me doy cuenta de que no, que no es tan común.
Hay muchas tradiciones que están argentinizadas, pero que realmente vienen de Bolivia y de Paraguay, que las vi desde muy chica como, no sé, desfilar detrás de la Virgen o de atar todo con alambre, pero con amor. Muchas veces las cosas no son estéticas o minimalistas, sino que son lo que se puede construir con lo que hay, y mi diseño empezó siendo eso.
Existe una tendencia mundial denominada fast fashion y tu proyecto va a contramano de todo esto, ¿lo decidiste por algo en particular?
Yo no elegí ser sustentable, sino que se dio porque no había otra opción. Justamente cuando empezamos a trabajar con artistas no había plata para invertir en vestuario y en telas nuevas o extravagantes, entonces terminábamos customizando lo que ya había y después juntábamos retazos de tela para ver qué salía.
Un día me di cuenta que ese concepto, aparte de ser austero y una solución al problema de la falta de presupuesto, también era una forma de ser sustentables con el planeta porque en vez de tirar lo que los otros consideran desecho, lo reinventás. Siento que es un pilar muy importante para la marca.
Tus diseños se presentaron en el Centro Cultural Recoleta, ¿creés que la moda no entiende de clases sociales?
La moda históricamente estuvo atravesada por las clases sociales. Sin embargo, creo que todos podemos reinterpretar la moda desde nuestro lugar y con las herramientas que tenemos y de hecho es un poco lo que hago, porque pese a que hoy tengo reconocimiento como diseñadora, tampoco soy Christian Dior ni tengo las posibilidades que tienen otros diseñadores de mi edad de otras posiciones sociales u otros países.

¿Qué meta te gustaría alcanzar?
Mi sueño es poder estar lo suficientemente preparada, educada y tener el talento y la perseverancia suficiente para poder representar a la Argentina en el mundo y ser una diseñadora que abra puertas y dé esperanza a las próximas generaciones para que, independientemente del lugar del que uno venga, se pueda crear y atravesar fronteras con la moda.
Hoy en día, lamentablemente, Buenos Aires no es una capital de la moda reconocida. Entonces, es un gran título ser una muy buena diseñadora, pero me gustaría medirme más allá de las fronteras del país y ver cómo rindo en comparación con otros diseñadores que, quizás, estudiaron en las mejores escuelas del mundo.
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