Con más de 20 años de trayectoria, Mercado Libre se ha convertido en sinónimo de E-commerce en toda América Latina y en la actualidad busca posicionarse como un actor fundamental del sector financiero a través de la plataforma Mercado Pago, desde donde se puede recargar el celular, pagar impuestos y hasta invertir en fondos comunes de inversión.

El protagonismo de Mercado Libre en la sociedad es tal que ya no puede ser simplemente definida como “la empresa liderada por Marcos Galperín”, sino que es un bastión del llamado neoliberalismo tecnoprogresista, donde conceptos tales como “emprendedurismo”, “meritocracia”, “libertad” e “hiperproductividad” son su estandarte. En esa línea, se construyen nuevos sentidos y formas de trabajo que tienen a la tecnología y la precariedad como base.

Hernán Palermo es investigador del Ceil-Conicet y autor —junto a Patricia Ventrici— del libro El ADN emprendedor. Mercado Libre y el devenir tecnoneoliberal, en el cual se analizan las características de la empresa y  sus implicancias en el contexto nacional e internacional. 

¿Qué es el neoliberalismo tecnoprogresista?

En el capitalismo contemporáneo hay distintos debates sobre las fases en la que nos encontramos en la actualidad —cognitivo, electrónico-informático, informacional—, pero lo que está claro es que la tecnología está en el centro del trabajo y de la vida en general: trabajamos, nos divertimos, damos clases a través de las tecnologías digitales, algo que aumentó después de la pandemia. En todo este embrollo, Mercado Libre impulsa un proyecto social, económico y político que podemos definir como “neoliberalismo progresista”, en cuestiones de las diversidades, el racismo. Ese proyecto tecnoprogresista encontró un ámbito de confort con el macrismo, pero no en su totalidad, es decir, se le intentó dar una pátina de progresismo al gobierno, pero encontró un límite en esa derecha clásica, conservadora, y no pudo apropiarse completamente de esos valores.

¿Y cuáles serían las características de este modelo?

Se caracteriza por un discurso donde se romantizan ciertas ideas de libertad, de un sujeto autónomo que puede tomar decisiones en un contexto donde el Estado es un obstáculo para liberar la creatividad de las personas. Esa supuesta libre elección se da en un ámbito de profunda desigualdad y de retroceso de las estructuras que brindan certidumbre, como el trabajo.

Es una idea súper individualizada, donde nuestros propios méritos son los que nos van a permitir ocupar los mejores lugares dentro la sociedad. Y en esto la tecnología es fundamental porque apoya la idea del sujeto independiente y aparece como la posibilidad material de poder liberar las virtudes emprendedoras de la persona.

¿Cómo se reconfigura el trabajo ante este fenómeno?

En la Argentina se está montando una estructura laboral inédita, en la que el 50 por ciento de los trabajadores está en la economía informal, y una gran parte de la población está bajo la línea de la pobreza: es decir, que hoy un trabajador puede ser pobre. Históricamente —por tradición política y desde el peronismo— el país se estructuró en torno a la idea del trabajo, el empleo, los derechos laborales, lo que creó un contexto de certidumbre. En la actualidad vivimos un retroceso, porque estamos en un entorno desigual, de crecimiento de la precarización, de erosión de las estructuras que daban certezas. Es el sálvese quien pueda, y la tecnología sería la salvadora.

¿La tecnología sería entonces la responsable?

Es una gran responsable de la transformación. El teletrabajo es una idea de los ‘90, pero hoy podríamos llamarlo la digitalización de la vida, es decir, no solamente trabajamos sino que toda nuestra socialización está atravesada por las tecnologías digitales. Esto va hacia el interior del hogar y de las tareas, especialmente de las que llevan adelante las mujeres, que se ven en un contexto donde el ámbito del hogar es el de las tareas de cuidado y el de la oficina, entonces se genera un cóctel explosivo.

También encontramos cómo las empresas de tecnología institucionalizan el ocio, es decir, construyen esta idea de que los trabajadores pueden descansar, jugar y realizar actividades recreativas que en el mundo fabril estaban prohibidas dentro del trabajo. Ahora, las empresas brindan esos espacios, les sacan todo contenido de organización, de resistencia, y los vuelven un criterio más de productividad.

Es decir que se rompen las luchas colectivas y sindicales…

El esquema viene de los ‘90 cuando se decía que los trabajadores éramos colaboradores de las empresas. La idea hoy es más profunda, porque el emprendedor debe hacerse a sí mismo, es un empresario de sí mismo, todo aquello que tiene que ver con el Estado, los derechos laborales, la organización sindical son obstáculos que impiden liberar las energías creativas de los sujetos. Es un modelo del pasado, obsoleto frente al del emprendedor. Si se analiza Mercado Libre, hay una profunda fidelización de la idea del sujeto emprendedor, casi no existe la organización gremial, porque la empresa tiene una postura antisindical y porque los trabajadores se sienten a gusto así. Hay mucha legitimidad de estos discursos en la sociedad.

Mercado Libre nació en un garaje del barrio de Saavedra, al igual que otras empresas de tecnología. ¿Este es un dato menor o es parte del discurso emprendedor?

Cuando analizamos la historia de las empresas de tecnología como Mercado Libre, Google, Apple y otras, todas coinciden en que nacieron en un garaje. Y más allá de la veracidad de estos hechos, la pregunta es qué intentan transmitir. La idea del garaje es la del ámbito de lo privado, donde no ingresa el Estado; y por otra parte, no es cualquier lugar de la casa, sino que es un ámbito resguardado de los significantes femeninos, porque es donde se guardan los autos, las herramientas, las computadoras. Lo que vemos es cómo se estructura un mito global que robustece al sujeto emprendedor masculino. La mayoría de los trabajadores de las empresas de tecnología son varones.

¿Cuáles son los límites del ADN emprendedor?

Mercado Libre tiene una pedagogía muy potente, que incluye una fidelización muy innovadora del sujeto emprendedor. Aquellos que sienten la idea tienen un camino de crecimiento en la empresa, pero cuando hay conflictos, tensiones, esta cuestión innovadora, creativa no surte su efecto, y la empresa adquiere una postura más coercitiva hacia lo gremial, lo colectivo.

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