“Queremos borrar la crueldad ancestral, los odios raciales y nacionales, para reemplazarlos por la bondad y la tolerancia, que son la base moral de la cooperación y del entendimiento dentro y por encima de las fronteras”

Alicia Moreau de Justo

Algunas nacimos mujeres, con el mismo ímpetu y las mismas ganas. Miramos profundo desde el rincón del silencio.

Algunas nacimos mujeres, sin solicitarlo pero tampoco a disgusto.

Nacimos mujeres como se nace pájaro, árbol o varón. Guardamos las alas debajo de los vestidos y aprendimos a callar observando el mundo.

La historia fue injusta.

La historia no cuenta todo lo que sabe… es una pena que también haya aprendido a callar…

La historia no cuenta entonces.

Habrá que escuchar otras voces, otras versiones.

Habrá que leer en el silencio de tantas mujeres las palabras no dichas.

Habrá que iluminar la tarea de tantas que aún hoy siguen siendo invisibles, porque nos encandilan con otros brillos y seguimos sin ver, sin vernos… Y somos mujeres.

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Que Alicia Moreau de Justo nació en Londres en vez de en París porque su padre era víctima de una brutal persecución y represión por ser anarquista, tal vez no lo sepamos.

Posiblemente sepamos algunas cosas que hemos escuchado por ahí: por ejemplo que fue una de las primeras mujeres en recibirse de médica en la UBA, y que en el Hospital de Clínicas, donde realizó su residencia, atendió a prostitutas y mujeres de bajos recursos, a contramano de lo que hacían sus pares, porque sus principios fueron priorizar siempre a los sectores más débiles y olvidados.

Quizá tampoco sepamos que Hipólito Yrigoyen fue su profesor de filosofía en el Normal 1 allá por el año 1902, ni que su participación en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento de 1906 sería el comienzo de su militancia feminista.

Es que antes a las mujeres nos criaban para que no nos miremos entre nosotras, por eso tardamos tanto en vernos en profundidad, en saber escucharnos y abrazarnos.

Se nos pasó de largo la tarea indispensable de entendernos. Mujeres perdidas en un mundo de hombres, ya estamos despertando.

Algunas chiquitas nos levantaron el mentón y nos mostraron el horizonte, nos dieron la mano para que volvamos a mirar atrás y resultó que había muchas de nosotras haciendo el camino para todas, hace tantísimos  años.

Alicia Moreau de Justo fue una de esas mujeres. Pionera en la lucha por el voto femenino, “luchadora, progresista y feminista de la igualdad” como se definía, fue capaz de transgredir el viejo sistema de valores que relegaba a las mujeres a un segundo plano.

En 1910 funda el Ateneo de Mujeres, un destacado centro de difusión de cultura que se proponía elevar intelectualmente a la clase obrera realizando publicaciones de avanzada para la época. Su compromiso con los derechos humanos y las mujeres fue muy fuerte.

Publicó varios artículos sobre educación y política en la Revista Socialista Internacional, en la que participaban revolucionarias tales como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin.

Siempre fue una mujer comprometida con su realidad, por eso apoyó la huelga de

inquilinos de 1907 que estalló cuando los habitantes de los conventillos de Buenos Aires, Rosario, La Plata y Bahía Blanca decidieron no pagar sus alquileres frente a las pésimas condiciones de vida en los inquilinatos y al aumento desmedido impuesto por los propietarios.

También en 1907 comenzó sus estudios universitarios y se recibió de médica en 1914. Fue una de las primeras médicas de la Argentina y también de Latinoamérica especializada en enfermedades femeninas.

Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 se puso al frente del movimiento pacifista, y en septiembre de 1939, al desatarse la Segunda Guerra, publicó un artículo en el que sostenía:

“No basta combatir la guerra; es necesario combatir las causas permanentes de la guerra: el aislamiento económico, que hambrea; el nacionalismo, que intoxica mentalmente a los pueblos; la diplomacia secreta, que los envuelve; el armamentismo, que los empobrece y los arrastra al conflicto; el endiosamiento de los conductores que los convierte en dóciles rebaños. No basta combatir la guerra. Es necesario unirse a todas las fuerzas que acercan y funden a los hombres, que mezclan las naciones y las lenguas, que aceleran la cooperación, que barren las fronteras; es necesario crear las formas políticas que hagan imposibles el predominio individual o de clase; es necesario llegar, por fin, a hacer del pueblo el verdadero y único soberano. Esa será la conquista de la paz”.

En 1920 se afilió al Partido Socialista y años después se casó con su líder, Juan B. Justo, con quien tuvo tres hijos. Sostenía que el socialismo era la mejor forma de gobierno y apoyó la causa republicana en la Guerra Civil Española.

Escribió La mujer en Democracia y Socialismo según la definición de Juan B. Justo, además de dirigir las revistas Humanidad Nueva y Vida Femenina y el periódico La Vanguardia. Con 90 años, fue una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

En 1985 se la distinguió como Ciudadana Ilustre de Buenos Aires; el 12 de mayo del año siguiente falleció a los 100 años.

Alicia nació mujer y esa fue su lucha, la de las mujeres. Volverse visible en un mundo que no quería mirar nuestros logros y minimizaba nuestras fuerzas, nos encendió las luces del alma para que empezáramos a vernos entre nosotras y pudiéramos reconocernos.

Nacimos mujeres, fuimos y seremos paridoras de cambios, gestadoras de ideas, amasando la historia con nuestras propias manos. Las mismas manos que curan, acarician y sostienen; las que escriben y concretan sueños.

Iluminarnos a cada una de nosotras es ayudarnos a desplegar las alas guardadas por siglos.

Hoy enciendo mi luz por Alicia Moreau de Justo.

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