“Ailurofilia” —del griego ailuros, gato, y philos, amor— es el término que designa el amor por los felinos. Ejemplos famosos sobran entre escritores y filósofos de todos los tiempos: Cortázar y su gata Flanelle, Jack Kerouac y Tyke, Michel Foucault e Insanity, Albert Camus y Stranger. Osvaldo Soriano, que amaba a los gatos, confesó que un felino le llevó la solución para su célebre novela Triste, solitario y final; dijo también, alguna vez, que un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo.

Claro que los gatos no son pasión exclusiva de quienes filosofan y escriben. Desde hace un tiempo, cada vez más personas adoptan felinos e intercambian imágenes en las que los gatos son los grandes protagonistas. Esta tendencia —que va desde los reels hasta los posteos, y desde los comerciales de TV hasta las fotos de uno que otro político presentando a su gato en sociedad— no para de crecer, empujada por las publicaciones en redes sociales y los grupos armados por simpatizantes y amantes de la especie.

El fenómeno impacta incluso en áreas que exceden largamente el terreno afectivo: en Japón, bajo el término Nekonomics, se designan los efectos de la adopción y el cuidado de gatos sobre el calentamiento de la economía japonesa durante la reciente pandemia de Covid-19. Katsuhiro Miyamoto, profesor emérito de la Universidad de Kansai, dijo que este rubro movió más de 14 mil millones de dólares solo durante el año 2021; la encuesta por la que se llegó a esa cifra tuvo en cuenta los gastos en alimentación, productos de primera necesidad y atención veterinaria, además de los cafés temáticos y los lugares turísticos conocidos por su alta concentración de felinos, adonde japoneses y japonesas concurren para fotografiar e interactuar con gatos. A modo de comparación, la cifra de Nekonomics de 2021 es ligeramente superior a lo gastado en la organización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020.

Para conocer qué pasa con esta cuestión en el país hablamos con Hernán Pesis, educador felino. Pesis es Analista de Conducta con una sólida formación en psicología científica aplicada al comportamiento animal: desde su casa en Bariloche hace consultorías online para el país y el exterior.

Los gatos tienen una presencia cada vez mayor en nuestra sociedad, en parte estimulada por las redes sociales. ¿Notás esto en tu trabajo?

Sí, obviamente las redes juegan un papel importantísimo sobre todo en la difusión de adopción y en la cantidad de grupos proteccionistas que trabajan este tema. Y, por otro lado, veo que la percepción que se tiene del gato como especie cambió mucho a partir de las redes sociales.

¿En cuanto a qué advertís ese cambio?

Voy a darte un ejemplo: yo tengo 48 años: cuando era chico el gato era el malo, era el traicionero. No era Jerry, era Tom; no era Piolín, era Silvestre; era Azrael, el gato malo de Gargamel. Me crié en una familia que amaba a los perros y donde el gato era mala palabra. Desde entonces las cosas cambiaron mucho. Hoy no pienso que nadie crea que el gato es traicionero sino que hay un amor y un respeto por ellos mucho más grande, y eso es gracias a que las redes fueron difundiendo cómo es el gato como especie, y desmitificando un montón de situaciones que venían arrastrándose desde el medioevo. Desde ese tiempo se pensaba que el gato es malo, pasando por los dibujos animados y esa falsa creencia de que “el gato no nos necesita”. Esto último tiene un poco que ver con la falta de conocimiento de cómo es su comportamiento: tendemos a emparejarlo con el perro o con el humano. O sea, la falta de conocimiento siempre provoca un poco de rechazo y de temor.

El mito además dice que el gato es independiente”…

Lo que siempre preguntaría a qué se refiere esa “independencia”: cuando se etiqueta algo primero habría que definirlo. Ver desde qué posición uno dice lo que dice. Si desconocemos cómo es la relación de un gato con el humano difícilmente podemos hablar de cómo es ese gato. El otro problema es la generalización. “Los gatos”, “los humanos”, “los perros”… no es así, son todos individuos. Entonces eso de “independiente”, “arisco”, son todas etiquetas que uno va poniendo en función de no conocer absolutamente nada del comportamiento de ese animal.

¿Qué busca quien adopta un gato?

Hay gente que busca compañía y lo considera un excelente compañero. Hay un montón de cosas que lo hacen un animal un poco más idóneo para cierto tipo de personas. Esto también tiene que ver con la personalidad de cada uno: yo me crié con perros, pero me siento más cómodo entre gatos que entre perros.

En Japón creció muchísimo la adopción de gatos con la pandemia, lo cual impactó favorablemente en la economía.

No me extraña que Japón tenga un índice de adopción de gatos mucho mayor que el de otros países: siempre tuvo una cultura muy apegada al gato, de mucho respeto. De hecho el gato que mueve la patita y trae suerte, el maneki-neko, es típico de la cultura japonesa, es un bobtail, esa es la raza. Con respecto al impacto en la economía, podemos verlo también acá en Buenos Aires: cada tres cuadras hay un local que vende alimento balanceado. Se arma un negocio alrededor de eso, lo cual no me molesta, pero con lo que no estoy en absoluto de acuerdo es con la cría de animales para vender. Estoy muy a favor de la adopción responsable.

En un tiempo económicamente complicado ¿qué lleva a la gente a llamarte?

Creo que muchas cosas. Me llama gente desesperada porque tiene un problema con un gato que adoran, y muchas veces ese problema es un poco injustificado, entonces trabajo más con la gente. Pero muchas veces sí es justificado: por ejemplo, un gato que de repente se vuelve agresivo, por un dolor o por otro montón de situaciones. Por un lado los lleva a llamarme la necesidad y la desesperación de no saber qué hacer. Por otro lado creo que es poner el bienestar de su gato por arriba de otras cosas: “no me voy un fin de semana a la costa —por ejemplo—, pero le pago un tratamiento conductual o veterinario a mi gato, porque lo necesita”, hecho que admiro y respeto muchísimo, y que me motiva a ayudar a esa familia.

Educador Felino
Hernán Pesis es Analista de Conducta con una sólida formación en psicología científica aplicada al comportamiento animal. Cuenta con un Máster en Análisis Funcional del Comportamiento otorgado por SAVECC (Sociedad para el Avance del Estudio Científico del Comportamiento), y varias diplomaturas de universidades e instituciones del exterior. Acredita más de 15 años de experiencia en el área de Modificación de conducta en gatos: desde el diagnóstico y tratamiento de problemas de comportamiento hasta la educación y entrenamiento de gatos. Actualmente, además, cursa la carrera de grado en Psicología con especialización en Psicología Clínica y de la Salud, lo que le permite integrar diversas perspectivas en su trabajo. De manera periódica, Pesis publica en sus redes consejos y tips sobre el cuidado y la convivencia con gatos:
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