Entrevista de César Litvin a Francisco Pestanha sobre el primer Congreso del Pensamiento Nacional Latinoamericano
“El gato escaldado”, radio AM|750 (18/06/23)
César Litvin: La temática nacional tiene que ver con nuestra región, tiene que ver con Latinoamérica. Las cuestiones no nos pasan solo a nosotros, no somos el ombligo del mundo. Por eso me parece importante rescatar el primer Congreso de Pensamiento Nacional Latinoamericano que se hizo en la Universidad Nacional de Lanús. En él participaron —entre otros— Emil Sader, Norberto Galasso, Ana Jaramillo, Araceli Bellotta, Mario Oporto, Francisco Pestanha, Atilio Borón, Enrique del Percio y Fernando Huanacuni Mamani. Para hablar del Congreso estamos en comunicación con un amigo, el director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús, Francisco Pancho Pestanha. Me gustaría que me cuentes y nos cuentes qué fue, en qué consistió, y qué es lo que de alguna manera sucedió en el Congreso de Pensamiento Nacional Latinoamericano.
Francisco Pestanha: Lo que pasó fue una maravilla. Un acontecimiento que nosotros empezamos a pensar el año pasado con un grupo de docentes e investigadores en la Universidad Nacional de Lanús junto con otras universidades y diversas organizaciones académicas y metaacadémicas. El Congreso fue iniciativa de un foro constituido en 2022 cuya aspiración, básicamente, era obtener información cruzada de todas las acciones que veníamos desarrollando. Vos sabés que nuestros maestros y maestras nos dejaron un legado. Muchos de ellos ya no están. Sabíamos —casi indirectamente también— que a partir de estos últimos años se habían formado grupos de investigación, equipos de investigación, pero no teníamos un verdadero estado del arte. Entonces se nos ocurrió el año pasado, primero, fundar un foro, integrado por organizaciones universitarias y no universitarias que trabajan el pensamiento nacional latinoamericano, pero que también realizan investigaciones, trabajos, ensayos, etc. Ya el foro fue una sorpresa porque cuando hicimos la primera convocatoria en Lanús hace un año, vinieron muchísimas organizaciones de cuya existencia ni siquiera sabíamos —sobre todo en las provincias— pero lo más sorpresivo fue que de ahí salió el Congreso. La sorpresa estuvo vinculada con el crecimiento de nuestra matriz, no solo en Argentina. Aquí hemos tenido grandes hombres y mujeres del pensamiento nacional latinoamericano; en nuestro país la corriente fue muy fuerte, en el resto del continente la matriz se desarrolló, pero no con tanta potencia (a excepción, probablemente, de México). Sin embargo, fue llamativa la concurrencia al Congreso de representantes de Venezuela, Colombia, Uruguay, Cuba, México, Brasil, Ecuador, Bolivia, Guatemala, muchos de los cuales no sabíamos que iban a concurrir, despertados por el interés de un congreso de estas características. Esto quiere decir lo que sostenían nuestros maestros hace más de veinte años, que esto necesariamente iba a crecer.
Aquí lo que está agotado es el pensamiento infatuado de sabiduría prestada, un pensamiento que insiste en copiar. Nuestro país insiste en copiar. Y como afirmaba Simón Rodríguez, mentor de Simón Bolívar: «el que copia se equivoca»; es decir, la premisa debe ser la búsqueda de la autenticidad. Si uno analiza la historia de la humanidad, todas las grandes culturas y civilizaciones surgieron a partir de su propia originalidad. Y lo que buscamos nosotros es la originalidad americana. Mientras no la asimilemos, difícilmente podamos atravesar con éxito las circunstancias diversas. Generalmente el pensamiento hegemónico dice: «no, vos tenés que copiar experiencias exitosas» como si fuera posible trasladar la experiencia sueca o la experiencia japonesa a Latinoamérica… una payasada. Sin embargo el copiar es algo que tienta, que despierta interés: «y bueno, si a ellos les fue bien, ¿por qué no copiar?», pero una cuestión es adaptar críticamente y otra cosa es copiar acríticamente.
Para darte más datos, hubo más de setenta espacios de debate, ochenta coordinaciones, cuatrocientas cincuenta ponencias, trescientas exposiciones con la presencia de cuatrocientos investigadores, veinte talleres, once paneles y la presentación de veinticuatro libros. Nos superó, no sabemos ahora…
CL: ¿Hubo exposiciones presenciales? ¿Hubo ponencias? ¿Cómo se manejó?
FP: Utilizamos todos los recursos disponibles: hubo exposiciones presenciales, también lo que se llama «híbridas» —fue quizás lo más rico porque muchos compatriotas de otros países latinoamericanos podían expresarse en línea— en las que estuvimos todos compartiendo la misma aula, unos en forma presencial y otros en forma —mal llamada— virtual. Fueron unos debates extraordinarios. Obviamente esto también se debe, y hay que reconocerlo, a la preclaridad de los fundadores de nuestra universidad: Ana Jaramillo y todo el equipo, que crearon un espacio donde esto hoy es posible. Vos sabés que somos rara avis, pero parece que no tanto ahora. Al principio se criticaba y te decían: «no, eso ya terminó, ya fue…».
CL: Desde la época en que algunos de nuestros héroes, patriotas, próceres latinoamericanos se imaginaron un destino común, venimos gestando esta unidad con dificultades, con tropiezos. Pero me parece que es un devenir constante y este tipo de situaciones habla de la riqueza del pensamiento en toda la región. ¿Qué te pareció, hay puntos en común? Más allá de que seguramente hay un montón de facetas, ¿qué podemos rescatar como mensaje genérico, alguno de los que podríamos llamar «ejes conductores» de lo que están pasando en los distintos países de nuestra región?
FP: Te lo voy a cifrar en una frase de Ana que me parece grande: «así como a veces hay que sustituir importaciones, hay que sustituir ideas prestadas». Lo que claramente apareció —y sobre todo en las reuniones con los hermanos de los distintos países— es que está agotado en toda Latinoamérica el hecho de copiar; es decir, de importar a-críticamente las ideas. En su momento de algunos aspectos del liberalismo más clásico —porque no hay que generalizar— o de ciertas posturas marxistas, muy dogmáticas, o de ciertos progresismos muy aburguesados. América tiene que dejarse de copiar desde el punto de vista epistemológico, desde el punto de vista teórico. Algo muy importante fue la irrupción de la textualización de los escritos de la filosofía andina, que de alguna manera ya están influyendo en tres o cuatro países, inclusive en sus Constituciones. La presencia de Huanacuni Mamani, de la gente de Guatemala. América, nos guste o no —o les guste o no— es una civilización que se está terminando de conformar con lo que estaba ausente, que es lo que se conoce como «nativo»; y eso los filósofos más tradicionalistas, los clásicos, lo tienen que aceptar. Tienen que reconocer que hay una filosofía latinoamericana, que hay un pensamiento latinoamericano. Vos participaste de una experiencia muy interesante que fue el Umbral, un modelo de interpelación a la clasificación de la historia argentina. Muchos consultaron “¿dónde puedo conseguir el Umbral?” Porque parece que circuló por lugares que nosotros no nos imaginábamos.
CL: Contá en dos palabras qué fue y qué es el Proyecto Umbral, un proyecto que se plasmó en un libro. Vos mismo te encontrás con respuestas que no esperabas, de gente que lo está leyendo y que lo está buscando.
FP: Fue una de las provocaciones intelectuales más interesantes de las que participé. Gustavo Cirigliano, que era un pensador nacional que conocimos bien, sostenía que «el que copia se equivoca» y que América inclusive tenía que darse a sí misma una periodicidad de la historia diferente. Ustedes se acuerdan que cuando íbamos a la escuela nos decían que estaba la prehistoria, la protohistoria, la Edad Antigua, la Edad Media, la Edad Moderna, la Edad Contemporánea… Había una clasificación de historia. Esa nomenclatura de la historia es una periodización que Europa se dio a sí misma. Nosotros teníamos que clasificar la historia americana para poder entenderla de otra forma y él la clasificó en proyectos: el Proyecto de los Primeros Habitantes, el Proyecto Independentista, el Proyecto Español, etc. Y esa clasificación generó un texto colectivo —una experiencia en conjunto— donde trabajamos todo un equipo en el que debatimos cada uno de los temas. Fue una experiencia extraordinaria. El otro día me decía el profesor Osorio —un importante pensador y planificador, titular del posgrado de Evaluación de Políticas Públicas—: «mirá Pancho, el Proyecto Umbral es lo más original que leí en los últimos 30 años». Esto quiere decir que esa semilla sigue vigente. Me contaba la actual secretaria general de SADOP, que si bien estos últimos años lo habían dejado un poco de lado, ahora con Ghilini van a hacer una nueva edición y una nueva actualización del Proyecto Umbral, porque también nosotros convocamos mesas sindicales, mesas religiosas, mesas de arte y cultura popular —porque el pensamiento no se expresa solamente en libros en América Latina, se expresa a través de la cultura y de la praxis—, entonces, por eso, convocamos a todos los sectores que producen pensamiento a través de las distintas formas en que este se manifiesta.
CL: ¿Cuál es el destino de este foro de pensamiento? ¿Va a continuar? ¿Cuál es la idea?
FP: Obviamente, con la presencia de muchas agrupaciones universitarias y no universitarias el Foro se amplió. Yo no sé ya la cantidad que somos en la actualidad, por eso designamos una comisión organizadora, porque necesitamos darle una organicidad y ahí inmediatamente salió la idea del Foro Confederal Latinoamericano. Ese foro va a terminar siendo un colectivo científico-cultural, porque el sueño de la Patria Grande hay que intentarlo por otra vía, no exclusivamente por los acuerdos económicos, sino que hay que transitar a través de la cultura, del encuentro cultural, del encuentro histórico. Ya creo que está incorporándose el primer grupo de Uruguay, se comprometió Vignolo a hacerlo, y Pachón Soto en Colombia. Vamos a ver si esta unidad que siempre se intentó desde la superestructura —por ahí más estatal— puede lograrse ahora a partir del encuentro científico, académico, paraacadémico y cultural, en el que nosotros creemos.
CL: ¿Hay alguna posibilidad de acceder a los contenidos de este foro?
FP: Las publicaciones van a ser libres. La organización por parte de la Universidad la hicimos a través del Seminario de Pensamiento Nacional Latinoamericano y con el Instituto Manuel Ugarte —que dirige Mara Espasande— que está, en este momento, procesando todas las ponencias —más de cuatrocientas— más todos los videos que van a estar incorporados dentro de la página de la Universidad Nacional de Lanús. Después, obviamente, van a estar compartidos con todas las organizaciones que tienen similar capacidad. Y después, por supuesto, vamos a sacar un documento con esta proposición del Confederal Latinoamericano. Para nosotros fue impresionante el afecto. Una gran presencia de la dirigencia sindical, inclusive de pequeños empresarios, todo el mundo pensando que hay que pensar diferente, que tenemos que ser auténticos. No es solamente vivir con lo nuestro, sino pensar desde nosotros, para nosotros, para establecer claramente cuáles son nuestros intereses. La verdad que nos sorprendimos muchísimo.
CL: Por eso me parecía importante dar a conocer este Foro del Pensamiento Nacional Latinoamericano.
FP: Una cosa que te va a gustar: muchos de los docentes y pensadores de los países hermanos, se mostraron interesadísimos por las obras de Perón; o sea, ya hay un cambio. Antes se lo veía —inclusive desde Brasil y desde muchos lugares— como una especie de reproducción del fascismo. Ellos tuvieron oportunidad de escuchar algunas conferencias vinculadas al pensamiento filosófico profundo y eso también es importante, porque lo coloca a Perón en la dimensión real que tuvo.
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