La independencia de 1816 y los conflictos en las Provincias Unidas del Sur

En marzo de 1816 comenzó a sesionar en una “casa” de San Miguel de Tucumán —que el gobierno revolucionario de las Provincias Unidas del Río de la Plata alquilaba a la familia Bazán de Laguna— un Congreso con representantes de las provincias de Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Catamarca, la Rioja, Mendoza, San Juan, Charcas, Chichas, Córdoba, Mizque y posteriormente Santiago del Estero y Salta (Miraball – Fernández Murga, 2012).

En los encuentros se debatieron distintos temas: algunos de ellos tuvieron objetivos que se relacionaban con la coyuntura y otros que buscaban transformaciones estructurales. La presidencia del Congreso era rotativa y debía cambiar mes a mes. Los encuentros se desarrollaron en tiempos marcados por la guerra contra el dominio español —más aún en el norte de las provincias— pero también bajo una atmósfera interna cada vez más tensa por el conflicto desencadenado tras la Revolución de Mayo de 1810 entre las provincias del Litoral, la Banda Oriental y Córdoba contra los porteños y sus decisiones arbitrarias, aquellas que desconocían la pretendida autonomía de los pueblos por la que estas provincias se habían sumado al proyecto revolucionario iniciado en Buenos Aires. 

Entre los objetivos de coyuntura que se plantearon, estaban quienes propusieron la instauración de una monarquía, atemorizados por la restauración absolutista que se estaba gestando en España y Francia. Otras propuestas, de estructura, se relacionaban con los debates en torno a la forma de gobierno, las características que debía tener una posible Constitución para las Provincias Unidas, y el proyecto efusivamente promovido por el Gobernador de Intendencia de Cuyo y General en Jefe del Ejército del Norte, José de San Martín, de declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica.    

Como lo indica el mismo José de San Martín en sus cartas a los diputados de Cuyo que él mismo envió al Congreso de Tucumán, la declaración de la independencia era imprescindible y urgente por al menos dos razones: 1) Mostrar hacia el enemigo (monarquía española y demás potencias extranjeras) que las Provincias Unidas de Sudamérica elegían la vía de la independencia respecto a todo dominio monárquico, fuera español, portugués o inglés; 2) San Martín contaba con la esperanza de que el mero hecho de la firma de la independencia conseguiría borrar las asperezas existentes entre las provincias y los porteños.

Escribe al diputado Tomás Godoy:

“Campo de instrucción en Mendoza, 19 de enero de 1816.

Señor don Tomás Godoy.

Mi mejor amigo:

[…] ¿Cuándo empiezan ustedes a reunirse? Por lo más sagrado le suplico hagan cuantos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte; todas las provincias están en expectación esperando las decisiones de ese congreso: él solo puede cortar las desavenencias (que según este correo) existen en las corporaciones de Buenos Aires.

No deje usted de repetirme todo aviso que crea útil a esta provincia.

No hay cuidado con el enemigo de Chile; si viene espero tendremos un completo día, y ya sabe usted que no soy muy confiado.

A los amigos, el padre Oro [Fray Justo Santa María de Oro y Albarracin (San Juan, 1772-1836), diputado por San Juan), Laprida [Francisco Narciso de Laprida (San Juan, 1786-1829), diputado por San Juan) y Maza [Juan Agustín Maza, (Mendoza, 1784-1830), diputado por Mendoza) un celemín de recuerdos, así como la firme amistad de éste su mejor amigo Q.B.S.M.

José de San Martín.(San Martín, 1910, pp. 529-530)

Ahora bien, ¿cuáles eran “las desavenencias” de las que habla San Martín?

Si bien el problema en la región del Alto Perú se acrecentaba, varias provincias (entre ellas Potosí, Cochabamba y La Paz) habían caído nuevamente en poder de los realistas; gracias a la tercera expedición auxiliadora se pudo enviar a los diputados de Chichas (hoy Potosí-Bolivia), Charcas (hoy Sucre-Bolivia) y Mizque (hoy Cochabamba-Bolivia) al Congreso de Tucumán. Evidentemente, San Martín alude al problema que existía entre los porteños y José Gervasio Artigas (Montevideo, 1764-1850), líder de la Liga de los Pueblos Libres.

Como han señalado más de una vez diferentes historiadores de distintas corrientes historiográficas (Norberto Galasso, 2010) (José Carlos Chiaramonte, 2007) (José María Rosa, 1964), la Revolución de Mayo no tuvo una única voz, tampoco tuvo un solo proyecto. Tanto la historiografía oficial como la literatura y la prensa escrita por los vencedores de las guerras civiles (Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría, etc.) han establecido durante mucho tiempo una visión, que aún tiene enorme influencia, en la cual el proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires en 1810 es amenazado por los caudillos del litoral en 1820, año en el que vencen al ejército porteño en la Batalla de Cepeda. En esta visión, se omiten los proyectos elevados por los diputados enviados por las provincias de la Banda Oriental y del litoral a la Asamblea del año XIII, y también se evitan mostrar las discrepancias entre el gobierno revolucionario porteño y José de San Martin, quien será posicionado luego como héroe central por esta misma corriente historiográfica.

Otro desplazamiento que produce esta narrativa histórica se vincula a las decisiones tomadas durante los años 1815 y 1816 por el gobierno “revolucionario” porteño en torno a la Banda Oriental y a su caudillo, José Gervasio Artigas.

Artigas, como San Martín y Simón Bolívar (Caracas, 1783-1830), desde 1811 se dedicó a luchar contra los defensores de la monarquía española, quienes eran fuertes en Montevideo: de hecho, la ciudad pasó a ser la capital del virreinato frente a la pérdida de Buenos Aires en manos de los revolucionarios en mayo de 1810.

El poder español, que con el Rey Fernando VII encarcelado era ejercido por el Consejo de Regencia, envió a un nuevo virrey: Francisco Javier de Elío, más tropas y armas para reprimir el levantamiento porteño. En este contexto, Artigas se alzó en armas contra el gobierno español de Montevideo, mientras que los porteños establecieron una alianza con los orientales enviando armas y hombres. El 18 de marzo de 1811 un ejército comandado por Artigas e integrado también por tropas enviadas desde Buenos Aires vence a los españoles en la Batalla de Las Piedras. Tras esta victoria comienza el llamado “primer Sitio de Montevideo” que intentó obligar al virrey de Elío para que entregara la ciudad a los revolucionarios. El virrey acorralado primero buscó gestionar un cese de hostilidades enviando un emisario a Buenos Aires, gestión que fue rechazada: recordemos que en el Sitio de Montevideo participaba Rondeau (Buenos Aires, 1773-1844), al frente de 2800 hombres con 12 cañones y 2 obuses, estableciendo su cuartel general en el Arroyo Seco, mientras que Artigas trasladaba el suyo al Cordón. Sin otra opción, el virrey decide solicitar el apoyo de las tropas portuguesas (Reyes Abadie, 1986), aprovechando la nueva situación: por el conflicto con Napoleón en Europa, España y Portugal se convierten en aliadas. Cuando las fuerzas lusitanas ingresan en la Banda Oriental el Triunvirato porteño pacta la paz con Elío, sin consultar a Artigas ni a los demás orientales (Nicanoff, 2018). Frente a la decisión porteña, Artigas queda como único jefe de los revolucionarios del otro lado del Río de la Plata.

El historiador José Carlos Chiaramonte señala que: “Las consecuencias de la reasunción de la soberanía por los pueblos [tras el encarcelamiento de Fernando VII en Europa y las consecuencias revoluciones americanas] habían ido más allá del choque entre los diputados de las ciudades principales del interior y los de Buenos Aires. También se expresaron en el conflicto generado por las pretensiones autonómicas de las ciudades subordinadas (Chiaramonte, 2007, p. 15)”. En pocas palabras, el conflicto expresaba claramente un choque de intereses comerciales entre dos ciudades puerto; ambas habían sido capitales del virreinato del Río de la Plata, con sus élites comerciantes y sus contrabandistas ligados a Inglaterra. Para los porteños, como para Artigas, era importante vencer a los españoles en Montevideo y así sacarlos definitivamente del Río de la Plata, pero más importante aún, era subordinar a la ciudad puerto oriental a los intereses de Buenos Aires, como lo demuestran los sucesos de 1812, cuando envían a Manuel de Sarratea (Buenos Aires, 1774-1849) para negociar con Artigas un segundo sitio de Montevideo pero bajo la condición de aceptar la subordinación de sus orientales a las fuerzas militares porteñas. 

Por otra parte, si bien es cierto, como señalan los historiadores Chiaramonte y Tulio Halperin Donghi (Halperin Donghi, 2014), que detrás de las pretensiones autonómicas de las provincias se encontraban los intereses económicos de sus élites, no menos cierto es también, que no todos los proyectos se agotaban en los propósitos de unas cuantas familias. Tomemos por caso el de Artigas y sus propuestas enviadas a la Asamblea del año XIII.

En el campamento de Artigas fueron elegidos los diputados orientales que debían concurrir a la Asamblea General Constituyente a celebrarse en Buenos Aires. Artigas les dio instrucciones a sus diputados, las que fueron dictadas el 13 de abril de 1813.

Básicamente, Artigas reclamaba:

  • Independencia de las provincias del poder español.
  • Igualdad de las provincias a través de un pacto recíproco.
  • Libertad civil y religiosa.
  • Organización del gobierno como una república.
  • Federalismo, con un gobierno supremo que entendiera solamente en los negocios generales del Estado, y confederación referida a la protección que se debían las provincias entre sí.
  • Soberanía de la Provincia Oriental sobre los siete pueblos de las Misiones Orientales.
  • Ubicación del gobierno federal fuera de Buenos Aires.

Los diplomas de los diputados orientales fueron rechazados por la Asamblea, usando como argumento legal la nulidad de su elección porque se realizó en un campamento militar y además porque Artigas les había impartido instrucciones, a pesar de que la Asamblea se había declarado soberana.

Unos años después, el 29 de junio de 1815, Artigas convocó a “todos los pueblos libres” al Congreso de Oriente en la Ciudad de Concepción del Uruguay (en la convocatoria le siguen dando su antiguo nombre “Arroyo de la China”). Misiones, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental enviaron sus diputados. Entre una serie de puntos se acordó en aquel Congreso la jura de la independencia “absoluta y relativa”: por esa razón, cuando Artigas se entera que la convocatoria al Congreso de Tucumán de 1816 tenía como uno de sus objetivos realizar la jura de la independencia, le escribió al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón: “Ha más de un año que la Banda Oriental enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia absoluta y respectiva. Lo hará V.E. presente al Soberano Congreso para su Superior conocimiento.” (Favaro, 1960, p. 135). En parte por esta razón las provincias firmantes del Congreso de Oriente resolvieron no participar del Congreso de Tucumán, salvo la excepción de Córdoba, que después decidió enviar diputados.

San Martín, Artigas y los proyectos de Nación.

San Martín no desconocía las estrategias de los porteños, tampoco estaba al margen de las traiciones que habían sufrido el pueblo oriental y las provincias del Litoral: sin embargo su jerarquía de prioridades siempre fue la misma, liberarnos del dominio extranjero.

En octubre de 1816 le escribe al general Gervasio José Artigas:

Mi más apreciable paisano y señor.

No puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos. Y lo más sensible es que siendo todos de iguales opiniones en sus principios, es decir, de la emancipación e independencia absoluta de España. Pero sean cuales fueran las causas.

Creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de todos nuestros enemigos, los españoles quedándonos tiempo para transar nuestras desavenencias como nos acomode, sin que haya un tercero en discordia que pueda aprovechar estas críticas circunstancias.

Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas. Cada gota de sangre Americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. En el momento en que ésta se vea libre, renunciaré al empleo que tenga para retirarme, teniendo el consuelo de ver a mis conciudadanos libres e independientes.

José de San Martín.(San Martín, 1910, p. 333).

Revisitar la Revolución en el Río de la Plata, considerando los vaivenes de integración y desintegración en los que se encuentra nuestra región, parecería ser una tarea necesaria e imprescindible.

Uno de los líderes de aquel proyecto fue José Gervasio Artigas: probablemente, el más lúcido y completo de todos, como señala el historiador uruguayo Roberto Ares Pons en Uruguay. Provincia o Nación (1961): “En Artigas está el germen de todas las soluciones nacionales: independencia política y económica, federalismo, unión rioplatense, mercado regional, progreso armonizado con la tradición, democracia.” (Methol Ferré, 1971, p. 18)

Entre otras cuestiones, me interesa resaltar que, como han ya observado varios estudiosos del tema, su ubicación en la génesis histórica que lleva a la conformación del Estado Nación en Uruguay sigue resultando problemática. En una reunión el compañero Emmanuel Bonforti señaló que con Artigas ocurre algo muy extraño. Si bien es una figura imprescindible para el nacionalismo uruguayo, no aparece en tres fechas “patrias” fundamentales: el 19 de abril, en que se conmemora el desembarco de los 33 orientales de 1825; el 18 de julio, Jura de la Constitución Nacional; y el 25 de agosto, declaración de la independencia, ambas fechas de 1830. En resumen, Artigas no estuvo presente en ninguno de estos tres acontecimientos y, paradójicamente, es reconocido como el principal prócer de los orientales.

¿A qué se debe esta paradoja respecto a la ubicación del prócer oriental? Su principal biógrafo, Washington Reyes Abadie, alude a las diferencias existentes entre la concepción de los hombres del patriciado montevideano y de Buenos Aires que motorizaron la Revolución  y la concepción de Artigas en relación a lo que entiende él por una Revolución. Tulio Halperin Donghi, que fue un historiador que de ninguna manera podría ubicarse dentro de los historiadores del Campo Nacional (Revisionismo Histórico o Izquierda Nacional), en su buen libro Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla (1972), afirma que Gervasio Artigas, la Banda Oriental y el Litoral, forman parte de un proceso que él titula como “La otra Revolución”. En otras palabras, hubo una Revolución que se desencadena en mayo de 1810 y en Buenos Aires, pero también hay otra Revolución que será la liderada por Artigas en la Campaña Oriental. Otro renombrado y posicionado historiador rioplatense, Juan Pivel Devoto, en su libro Historia de la República Oriental del Uruguay (1945), toma como punto de inicio de la historia de la República al 18 de julio de 1830; dice: “Fecha cuando fue solemnemente jurada la primera carta constitucional.”

¿Cuál es la operación que ha realizado con Artigas la historiografía académica en el Río de la Plata? ¿Qué sentido tiene recordar hoy al Protector de los Pueblos Libres si no es con sus ideas, proclamas y perspectivas? Artigas proponía un sistema de gobierno federal que no era un artificio (es decir, algo creado no existente), que se sostenía en la preexistencia de los Pueblos de Santa Fe, Entre Ríos, Las Misiones, y de la Banda Oriental: ahora bien, todos ellos integrados y en comunidad enlazados en una sola Nación, también preexistente, surgida en siglos de historia indígena e hispánica, en síntesis, mestiza. En ese sentido, cada provincia tenía derechos sobre sus recursos, sus ríos y sus puertos, cuestión que Buenos Aires rechazaba. Otras medidas que horrorizaban al liberalismo dependiente que profesaba Buenos Aires eran sus ideas de Reforma Agraria: para Artigas, los terrenos que habían pertenecido a “malos europeos y peores americanos” se debían confiscar sin indemnización, siendo repartidos entre los infelices, en pocas palabras, los necesitados: negros libres, zambos, indios y criollos pobres. Otra medida era El reglamento para la recaudación de impuestos del puerto, con un claro matiz proteccionista. El liberalismo que profesaba Artigas no era el mismo liberalismo que el profesado por los porteños, para ser sinceros, tampoco Artigas ideó un proyecto de soberanía en materia económica, de hecho, el puerto, los puertos, eran considerados como elementos clave para el futuro de “Los pueblos libres”. Así y todo, esta iniciativa impedía el comercio a los extranjeros no avecindados y/o casados con vecinas, levantando las barreras arancelarias para el mercado común regional. Estas decisiones tempranas, pensadas y tomadas en las tierras lideradas por Artigas allá por los primeros años de emancipación, pudieron haber creado las bases para el desarrollo de un mercado regional que promoviera las artesanías domésticas caseras, asegurando el trabajo y el pan de los pobladores, además de cimentar una futura soberanía económica; quizás, quién sabe… Lo cierto es que en su sistema (económico, social y político) la Nación estaba formada idealmente por todos los americanos sin distinción de clases, raza o color. Estas ideas políticas, sociales y económicas, no podía ser aprobadas por los señores liberales, afrancesados y comerciantes de Buenos Aires.  

Bibliografía

  • Chiaramonte, José Carlos (2007) Ciudades, provincias, estados. Orígenes de la Nación Argentina, Buenos Aires, Emecé. 
  • Favaro, Edmundo (1960) Artigas, el Directorio y el Congreso de Tucumán, Montevideo, El País.
  • Flores Galindo, Alberto (1982) “El militarismo y la dominación británica”, en:  Nueva Historia General del Perú, Lima, Mosca Azul Editores.
  • Galasso, Norberto (2010) Felipe Varela y la lucha por la Unión Latinoamericana, Buenos Aires, Colihue.
  • Gullo, Marcelo (2014) La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones, Buenos Aires, Editorial Biblos/Políteia.
  • Halperin Donghi, Tulio (2014) Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI.
  • Marechal, Leopoldo, “Canto de San Martín [1950]”, en: Marechal, Leopoldo, Obra poética, Buenos Aires, Leviatán.
  • Methol Ferré, Alberto (1971) El Uruguay como problema, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental.
  • Miraball, Juan Carlos y Fernández Murga, Patricia (2012). Comisión Directiva de la Asociación de Amigos de la Casa Histórica de la Independencia, ed. La Casa. La Historia. San Miguel de Tucumán.
  • Montenegro, Carlos (1967) Nacionalismo y coloniaje, Buenos Aires, Pleamar.
  • Nicanoff, Sergio (2018) “El artiguismo: una experiencia de lucha por la libertad, la igualdad y la tierra”, en: Cuadernos de Contrahegemonia, Libertad, tierra e igualdad. Las clases populares en las revoluciones de la independencia, Remedios de Escalada.
  • Reyes Abadie, Washington (1986) Artigas y el federalismo en el Río de la Plata, Buenos Aires, Hyspamerica.
  • Rosa, José María (1964) Historia Argentina. Tomo II: La independencia (1812-1826), Buenos Aires, Oriente.
  • San Martín, José, MM. Documento número 444. Conservación regular. Documentos del Archivo de San Martín, Buenos Aires, 1910, tomo V.
  • Schmit, Roberto (2011) “El impacto económico en España y Latinoamérica de las independencias de las Colonias”, en: X Congreso Internacional de la AEHE, Universidad Pablo de Olavide, Carmona, Sevilla. 

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