En abril se inició un ciclo de conversatorios desde el Doctorado en Salud Mental Comunitaria (UNLa), con el fin de proyectar puentes de elaboraciones compartidas entre la Universidad y la comunidad de nuestra patria grande. Los encuentros semanales se sucedieron los viernes y se concretaron catorce, hasta el 17 de julio inclusive. Tuvieron una gran audiencia que llegó en algunos casos a más de 500 inscriptos.
Se profundizaron temáticas vinculadas con la protección de la Salud Mental en contexto de pandemia, el territorio, la comunidad, tanto a nivel nacional, latinoamericano y en diálogo con el Viejo Mundo.
Participaron panelistas destacados/as como Emiliano Galende, Dora Barrancos, Alejandro Grimson, María Graciela Iglesias, Alicia Stolkiner y Hugo Mercer. Referentes de gestión y de derechos humanos como Julieta Calmels (Sub-secretaria de Salud Mental de la Provincia de Buenos Aires), Leonardo Gorbacz (Director Nacional de Protección de Derechos de Grupos en Situación de Vulnerabilidad de la Secretaría de DDHH), Gabriela Torres (Secretaria General de Sedronar) y organizaciones tales como el CELS, entre otros. Docentes y estudiantes del Doctorado y de la Maestría en Salud Mental Comunitaria. Referentes académicos/as latinoamericanos como Pablo Amarente de Brasil y Nelson de León, Robert Pérez y Andrés Techera por Uruguay. Y trabajadores/as del campo de la Salud, de la Salud Mental y del Arte de distintos centros públicos y privados a lo largo y ancho del país, además de representantes de redes de usuarios y usuarias.
Sobre los encuentros, Emiliano Galende consideró: “La Argentina y el mundo están agobiados de información. De mala información, distorsiones y opiniones. Esto se ha convertido en un verdadero campo de batalla donde hay personas no tan honestas que lo llenan de información falsa. Incentivan así las peores pasiones humanas como el miedo, la incertidumbre, el pánico. Por eso celebro no dar más agobio, sino buscar elementos que nos ayuden a pensar las dudas. En qué situaciones estamos en este contexto tan particular. Así, saludo este espacio como una continuidad de una labor de más de veinte años por la UNLa en materia de Salud Mental Comunitaria”.
Viento Sur dialogó en profundidad con Alejandra Barcala (A.B.) -directora del Doctorado y del equipo que la acompañó en el desarrollo de este ciclo-, Gisela Cardozo (G.C.) de la coordinación; Valeria Bosio (V.B.) y Tom Rud (T.R). Valeria y Tom participaron también como músicos en el último encuentro que se abocó al Arte y Salud Mental, evento de cierre y festejo de lujo.
¿Cuáles fueron las motivaciones que dieron a luz este ciclo?
A.B.: Los conversatorios se instalaron cuando se habían suspendido las clases. Quisimos sostener un vínculo y los lazos con les estudiantes del Doctorado y toda la comunidad del campo de la salud mental. En función de esto se pensó desde una perspectiva para comprender y para aportar a este momento particular que incluyera tanto a referentes de políticas públicas como a personas que llevan adelante las prácticas en salud y las ciencias sociales, a gestores políticos, a académicos/as, a usuarios/as, a asociaciones de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil vinculadas con la temática y a distintos actores de Argentina y también de Latinoamérica. Como un diálogo y al modo de caleidoscopio fuimos abordando el campo de la salud mental que es complejo y es interdisciplinario. Lo hicimos desde distintas voces y distintas miradas.
G.C.: En marzo la pandemia nos sorprendió, pero sabíamos que la mayoría de doctorandos estaban preparándose para dar batalla desde las primeras líneas de atención en la pandemia. Así, surgieron los “conversatorios” como un espacio de acompañamiento y de construcción de conocimiento colectivo.
V.B.: Sí, necesitamos aportar de manera creativa al desarrollo y fortalecimiento de las prácticas de cuidado para las personas con sufrimiento psíquico, para los trabajadores y las trabajadoras del campo de la salud y para toda la comunidad. Por eso, la figura del «conversatorio» nos acercaba a esta mirada más conjunta y no tan expositiva.
¿Podrían precisar cómo fueron las selecciones de los temas que abordaron?
A.B.: Quizás su impronta surja de cómo pensamos el Doctorado. En nuestro posgrado converge la mirada latinoamericana a través de diferentes redes, que a su vez articulan con algunos/as docentes que provienen de Europa a partir de la Red Maristán (fundadora de la Maestría y luego del Doctorado). Así, está presente la perspectiva comunitaria e interdisciplinar para promover equipos y dispositivos comunitarios alternativos. Los y las estudiantes que provienen de diferentes lugares de Argentina y Latinoamérica aportando diferentes miradas y contextos. Estos encuentros estuvieron atravesados por todas estas lógicas. Compartir las experiencias latinoamericanas a través de colegas que viven en Uruguay, Brasil, Ecuador, Colombia, Chile y Venezuela; la perspectiva epidemiológica en España a partir de un referente de la OPS/OMS; las experiencias de la Patagonia a partir de dos colegas, una egresada del Doctorado y una en vías de serlo. La participación de equipos conformados por doctorandos/as y maestrandos/as que están trabajando en territorio y viviendo la pandemia de manera directa, entre otros.
G.C.: Nuestra mirada está en la comunidad y buscamos eso, construir algo de comunidad en esta virtualidad actual. Creo que lo logramos.
¿Cómo fue la interacción con las audiencias?
A.B.: Tuvimos una participación muy activa desde el inicio. La capacidad del Zoom se veía agotada rápidamente y tuvimos que ampliar la transmisión y realizarla en vivo por Facebook. Participaron estudiantes de doctorado y maestría, docentes, profesionales y colegas de diferentes ámbitos de la salud y de las políticas de salud y derechos humanos. La participación implicó escuchar lo compartido por el o la expositor/a, y luego la realización de preguntas o comentarios al finalizar. Los conversatorios se iban extendiendo semana a semana (la duración era de una hora y media y terminamos en encuentros de tres horas) porque la necesidad de compartir era muy intensa.
G.C.: A pesar del gran número de participantes logramos mantener algo íntimo y personal. Las preguntas y comentarios en general eran variados, al igual que el público.
¿Qué evaluación realizan en relación a los objetivos de estos encuentros y sus aportes al campo de la salud y de la salud mental en este contexto de pandemia?
A.B.: Retomamos la perspectiva que plantea la rectora Ana Jaramillo de una universidad volcada a los problemas y las necesidades puntuales de la comunidad. Esto es parte de nuestra identidad como universidad y logramos una construcción colectiva que aportó al campo de la salud mental. Fuimos recogiendo los distintos temas centrales que afectaban al campo y los trabajamos colectivamente.
G.C.: Los conversatorios comenzaron cuando sabíamos bastante menos que hoy, aunque aún queda mucho por investigar. No obstante creo que el principal aporte fue comenzar a hacer las preguntas correctas para pensar en lo que nos está pasando. Generamos contenidos significativos, pero que no redundaran en una carga más a quienes están aún hoy en la atención de la pandemia, sino brindando un espacio de reflexión y aprendizaje. La evaluación general que hacemos es muy positiva. Las devoluciones fueron fantásticas por parte de quienes presentaban los temas, así como de quienes participaban. Hoy las grabaciones de los encuentros están disponibles en YouTube y tienen muchísimas visitas. Eso también nos da la pauta de que no solo logramos los objetivos propuestos, sino además de la pertinencia de la propuesta.
¿Qué nos deja la nueva realidad virtual?
A.B.: La virtualidad fue un recurso importante no solo porque evitó el distanciamiento, sino también porque abrió la posibilidad de circulación de afectos. El distanciamiento es físico, pero no social, ni tampoco de desconexión necesariamente.
G.C.: Sin duda nos faltaron los abrazos y el mate compartido, pero mientras cada uno/a estaba con su mate o café en la sesión de Zoom, podíamos encontrarnos y reencontrarnos con colegas valiosos/as y de distintas regiones. También fuimos aprendiendo a usar mejor las herramientas y se amplió el acceso a muchas personas que en una actividad presencial no hubieran podido asistir.
¿Desean destacar alguna aproximación conclusiva que haya surgido de este ámbito?
G.C.: Por la variedad de temas que fuimos abordando queda claro que la pandemia nos atraviesa en diversos aspectos de nuestras vidas. Es allí donde el concepto de la salud mental comunitaria nos brinda una llave para poder acercarnos a estos procesos y reflexionar. Todos los temas que abordamos en los conversatorios se relacionan con investigaciones y cuestiones que abordamos desde el Doctorado en Salud Mental Comunitaria.
V.B.: Y ya estamos trabajando para procesar y editar todo este material en una próxima publicación.
¿Algún dato de color que quieran recuperar?
V.B.: Sí, el «detrás de escena» de los encuentros estaba impregnado de una vorágine particular propia del vivo. Cada encuentro daba experiencia y solidez, pero también estaba latente la seguridad de que algún imponderable podía aparecer. Pero allí había todo un equipo dispuesto a hacer magia para solucionarlo. Superamos cada escollo y nos quedamos con la tranquilidad de que el trabajo en conjunto salió muy bien.
T.R.: Rescato un triple lugar que me asignaron de mucha generosidad. Por un lado, como técnico del «detrás de escena». Por otro, como diseñador y editor de los videos que finalmente publicamos. Y por último, gracias a Alejandra Barcala, como compositor e intérprete de la música que identificara al Doctorado y que acompaña cada video. Por último, quiero destacar los momentos de despedida de los encuentros. Con el correr del ciclo, los cierres fueron tomando una cercanía impactante que incluso ponía en jaque esa frialdad inmanente de la virtualidad. Y se sintió cálido.
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