La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto mutidimensional sobre nuestra vida cotidiana, sobre el campo de la salud y de la salud mental en particular. El modelo de atención institucional en salud mental, que asume a la internación como un recurso predominante, se encuentra en jaque. Por ello es necesario desplegar estrategias de salud mental comunitaria y generar nuevas herramientas de seguimiento diferentes al encierro.

Por ello, desde la Universidad y del Departamento de Salud Comunitaria, docentes-investigadores, estudiantes y profesionales del campo agrupados en el Doctorado en Salud Mental Comunitaria, profundizaron su capacidad de formular y re-transcribir las preguntas, con el objetivo de acercarse a la experiencia teorizando las prácticas, más que a la reproducción dogmática de teorías ya conocidas.

En esta línea, parten de la idea de que esta inédita emergencia sanitaria, visibiliza la intensidad de la reproducción y profundización de las desigualdades ya presentes antes de la pandemia, afectando aún más a los grupos vulnerables y fragilizando en mayor medida el derecho a la salud mental. Y que estos tiempos constituyen una gran oportunidad para promover una transformación de las prácticas orientadas a garantizar mejores estándares de derechos humanos, cuyos efectos son subjetivantes en el campo de la salud mental.

Distintas instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones (Ministerio de Salud de la Nación), el Órgano de Revisión Nacional de Salud Mental; el Comité Nacional para la Prevención de la Tortura, así como organizaciones internacionales y regionales de personas con discapacidad psicosocial, entre otros organismos, produjeron recomendaciones específicas sobre COVID-19 que pueden guiar la labor de los y las trabajadores/as de la salud mental. Pero adicionalmente, desplegamos aquí algunos aportes para acompañar el quehacer de todas las personas involucradas en los procesos de producción de cuidados en salud mental sobre los siguientes ejes:

1.Fortalecer redes de intercambio sobre las medidas preventivas y los efectos reales de la pandemia
Las sensaciones de angustia son mayores cuando los resultados son inciertos. La globalidad de la cuarentena acentúa los efectos traumáticos del escenario actual. Sin embargo, como trabajadores/as de la salud es importante ampliar las redes basadas en la comunicación y no solamente en la transmisión de información sobre la situación actual y las medidas a adoptar en la pandemia, y su incidencia real en el ejercicio del derecho y en la mejora del estado de salud. Para ello se promueve la construcción de espacios colectivos para analizar y comprender la realidad a partir del intercambio de conocimientos, experiencias y prácticas.
En esta línea, con frecuencia semanal y los días viernes, desarrollamos un conversatorio virtual y abierto denominado “Pensar la protección de derechos en Salud Mental en el contexto de la pandemia del COVID 19” junto a estudiantes, docentes y referentes del campo de la salud mental comunitaria. En ellos propiciamos el intercambio, la promoción de lazos afectivos y el acompañamiento, aportando a la construcción colectiva de políticas y prácticas que favorezcan la protección de los derechos de las personas con mayor sufrimiento psíquico y vulnerabilidad social. Esta iniciativa se acompaña además del envío periódico de artículos o videos que aportan a pensar otro modo de acercarse y comprender el actual contexto.

2.Reforzar el respeto de los derechos y la promoción de autonomía en los procesos de cuidado en salud mental
Esta emergencia obliga a replantearnos el escenario como una oportunidad para que los procesos de producción de cuidados sean respetuosos de los derechos de las personas, evitando recurrir a restricciones o limitaciones que pueden ser abordadas desde otros procesos.
El peligro biológico, real e inminente para la salud física que significa el encierro, ha obligado a revisar los criterios de internación, a prolongar los permisos de salidas o a transformarlos en altas. El modelo de la salud mental comunitaria es un marco propicio para evaluar estas situaciones, haciendo hincapié en el refuerzo de la autonomía y la libertad como horizonte para abordar los padecimientos subjetivos. En esta línea, fomentar el mantenimiento de vínculos, ya sea en el marco de una internación o del aislamiento físico es una responsabilidad de todas las personas involucradas en los procesos de producción de cuidados.

3.Priorizar la ética del cuidado en oposición a la vigilancia y el castigo
El aislamiento físico preventivo y obligatorio ha provocado un despliegue de las fuerzas de seguridad inédito en tiempos de democracia en nuestro país. Más allá de su pertinencia o no, esto genera situaciones angustiantes de por sí y también ha dado paso a situaciones de conflicto y potenciales abusos.
Por otro lado, quienes están cumpliendo funciones esenciales en la primera línea (tal es el caso de las fuerzas de seguridad) viven esta situación con mucha angustia y ansiedad, el riesgo de ser contagiados/as y afectar a sus familias potencia la tensión con la que intervienen contra potenciales infractores/as. Asimismo, se verifica un acompañamiento y hasta presión de vastos sectores de la población al accionar restrictivo, lo que valida cualquier ejercicio en este sentido. Si bien ya hay un registro institucional de los organismos de control sobre estas situaciones, el impacto puede ser mayor en personas con padecimiento mental. Los y las trabajadores/as de la salud debemos estar atentos/as a brindar mayor contención en estos momentos.
Es importante transmitir a la población general que se cumplan las restricciones planteadas y que en caso de ser abordados/as por uniformados/as, se muestren colaborativos/as. Para el personal de las fuerzas de seguridad, es necesario que identifiquen la importancia de su intervención en términos de cuidado, aún con aquellos/as que no cumplen con las normas de aislamiento físico preventivo y obligatorio. Deben tener presente que la única finalidad de la intervención preventiva es garantizar el cumplimiento de la cuarentena, evitando la circulación innecesaria.

4.Difundir y colaborar a la comprensión del padecimiento subjetivo
Los y las trabajadores/as de salud mental pueden ayudar en lo cotidiano a generar diferentes respuestas a las aportadas por parte de las familias o las fuerzas de seguridad que controlan el cumplimiento del aislamiento, en situaciones que involucren a personas con padecimiento mental. Una cuestión importante es generar estrategias que aporten a la deconstrucción de estereotipos y prejuicios históricamente alimentados. La promoción de modelos de salud mental comunitaria exige esta tarea social que excede el ámbito de salud. En esta línea, se pueden tener en cuenta las directrices elaboradas por la Defensoría del Público tanto sobre el tratamiento mediático responsable de la salud mental como de la cobertura de la pandemia.

La pandemia es una situación inédita para la humanidad, sin embargo será transitoria. Podrá ser más o menos larga, pero es una oportunidad estratégica para contribuir a instituir un abordaje del sufrimiento mental que promueva el fortalecimiento de los lazos sociales, los derechos humanos de todas y todos las ciudadanas y ciudadanos, en especial aquellos y aquellas que se encuentran excluidos.

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Equipo del Doctorado en Salud Mental Comunitaria
Alejandra Barcala, Gisela Cardozo, Leandro Sabatini, Luciana Rubel, Corina Maruzza, Mariano Poblet Machado, Daniel Russo, Laura Poverene, Alejandro Wilner, Cecilia Ros.

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