En 2021, un artículo del Dr. Santiago Resett publicado en la página de la Universidad Nacional de Entre Ríos[1] especificaba que la Argentina se encuentra a la cabeza de los índices de consumo de medios digitales en jóvenes en América Latina, superando en 4 horas el promedio mundial en el uso de Internet.

El uso excesivo de dispositivos digitales —que en ciertos casos puede desembocar en adicción— no es sin embargo privativo de la adolescencia y la juventud: en forma creciente, adultos y adultas se sumergen en el WhatsApp en medio de una reunión, o se muestran más atentos a los likes en Instagram que a la cena familiar. Un signo de los tiempos que dificulta la comunicación interpersonal y añade una nueva forma de malestar cultural.

Sobre este tema hablamos con Laura Jurkowski, una de las primeras especialistas en el país en la prevención y tratamiento en adicciones a las nuevas tecnologías. Jurkowski es psicóloga de la UBA, especialista en terapia familiar y en terapia focalizada de resolución de problemas, y se especializó en Adicciones a Internet en el Zur Institute de California, EE.UU. En 2012 fundó ReConectarse (www.reconectarse.com.ar)—institución pionera en este campo que dirige desde entonces—, la cual, además de trabajar la problemática relacionada con el uso excesivo y la adicción a las pantallas, se ocupa de riesgos vinculados tales como el sexting, la pedofilia y el ciberacoso.

Laura Jurkowski

¿Qué es “un uso excesivo de la tecnología”?

El uso excesivo se refiere a hábitos y cuestiones que interfieren en la vida de muchas personas sin llegar a ser un adicción. Podemos ver cómo el estar mucho tiempo frente a una pantalla empieza a alterar el rendimiento para lo que fuere. El cerebro no es “multitarea”, no se pueden hacer muchas cosas a la vez: cuando uno está haciendo una actividad y por ejemplo se pone a chequear un mail o a ver la notificación que llega en Instagram, se desfocaliza la atención en lo que uno está haciendo para ver lo otro. El rendimiento no es el mismo porque se pierde la atención, con lo cual esa persona tampoco se va a poder concentrar ni va a poder fijar información. Esto ocurre si estás estudiando, si estás trabajando, si estás mirando una película o si estás conversando con alguien. No es el mismo el nivel de atención que se pone, lo cual empieza a interferir en los vínculos con la familia, con la pareja, con los amigos.

¿Cuándo se considera que hay una adicción?

La adicción se da en determinadas personas con ciertas dificultades y una personalidad adictiva. Se toman los mismos parámetros que en cualquier otro tipo de adicción: hay un comportamiento compulsivo que tiene como objetivo llenar un vacío, manejando de una manera no saludable algún otro problema en la búsqueda de satisfacción; ese comportamiento y esa temática pasan a ser casi el único tema de interés de la persona y se empiezan a descuidar otras actividades y otros aspectos de la vida. La adicción empieza a generar problemas en otras áreas —en el trabajo, en el estudio, en la salud, con familiares—, y a pesar de esos problemas la persona no puede evitar el pasar tanto tiempo en pantalla. Aparece el síndrome de abstinencia, el fenómeno de tolerancia —necesidad de estar conectado cada vez más tiempo para obtener la gratificación necesaria—, y su vida empieza a empobrecerse cada vez más. Muchas veces aparecen depresión, ansiedad, irritabilidad, sobre todo cuando no pueden conectarse.

¿Esto pasa tanto en jóvenes y adolescentes como en adultos?

Sí. Quizás lo que cambia es el tipo de pantalla, y en qué pasan el tiempo en pantalla. Pero se da, sí, en todas las edades.

¿Cómo afectó la pandemia tanto a las adicciones como al uso excesivo, al ser los dispositivos digitales la única vía de contacto con personas no convivientes?

En realidad esto viene incrementándose considerablemente, y ni qué hablar después de la pandemia. Y más allá de lo que pasó durante la pandemia, lo que podemos observar ahora, en la pospandemia, es que muchos hábitos cambiaron. Hay muchas cosas que antes se realizaban sin las pantallas y ahora sí, con lo cual en general aumentó el tiempo en pantalla de la gente y se restaron muchas actividades que antes se hacían cara a cara. Hay trabajos en el mundo en los que se observa el impacto de todo esto a nivel emocional, y que muestran que en la pospandemia han aumentado la ansiedad y la depresión a partir de estar mucho tiempo expuestos a pantallas.

¿Cómo se previene el uso excesivo de tecnología en los jóvenes?

Brindando información, dando sugerencias, mostrando cuáles son las dificultades, en qué puede repercutir esto en la vida de uno. Una le puede decir a un estudiante “si vos te sentás a estudiar una hora, y en esa hora estás chequeando el celular cada diez minutos, tu concentración y tu rendimiento no van a ser los mismos que si dejás el celular en la otra pieza o lo silenciás, y a los cuarenta minutos hacés un recreo y ahí sí mirás el celular”. Explicarles que es necesario focalizar y concentrarse en las actividades y no estar chequeando todo el tiempo las pantallas, porque quizás van a tener que dedicarle mucho más tiempo a estudiar y quizás también el resultado final no sea tan bueno. Otras sugerencias son quitar las notificaciones, que haya momentos del día libres de pantalla mientras come con la familia o con amigos, o mientras hace algún tipo de actividad. No chequear el celular durante la noche porque esto perturba el sueño, y que no sea lo último que hace a la noche antes de dormir porque la luz del celular activa una zona del cerebro y le envía información errónea, como si fuera de día. Además muchas veces al estar conectados con el celular o la computadora se pierde la noción del tiempo, y eso lleva a quedarse despierto hasta mucho más tarde además de provocar ansiedad. Y por otro lado, tratar de disponer de otras herramientas y recursos para que no todo pase por las pantallas: tener en cuenta que los encuentros cara a cara y el poder hablar con el otro generan empatía y la posibilidad de tener el feed back del otro: qué es lo que le pasa a partir de lo que yo estoy diciendo, algo que no podemos percibir por medio de una pantalla.

“La idea no es no usar las pantallas, sino usarlas de una manera saludable”, enfatiza Jurkowski sobre su libro Efecto pantalla. Cómo lograr el equilibrio digital.
Juguemos sin pantallas
Desde el Jardín Maternal de la UNLa —al que asisten bebés y niñxs de 45 días a 2 años— se lanzó en 2018 la campaña Juguemos sin pantallas (www.sinpantallas.unla.edu.ar). Bajo la consigna No achiques el mundo de tus hijxs a una pantalla se exploraron los grises, intermedios y posibles para la promoción del uso de pantallas conscientes, a partir de lo cual se promovieron algunas recomendaciones:

•No exponer al bebé a ningún medio digital entre los 0 y los 18/24 meses.

•Incorporar este tipo de dispositivos en edades más avanzadas y de menor riesgo para su desarrollo psicosocial.

•Entre los 18/24 meses, buscar programas de calidad y que un/a adulto/a responsable acompañe cualquier visualización para enriquecer la práctica y evitar su aislamiento.

•Apagar televisores y otros dispositivos si no se los está mirando.

•No exponer a pantallas a lxs niñxs una hora antes de dormir.

•Evitar el uso de dispositivos digitales como único recurso para que lxs niñxs se calmen.

•Revisar los contenidos de las aplicaciones: muchas contienen violencia, demasiado estímulo y publicidad.

En relación con lxs cuidadorxs:

•No usar el celular al dar la teta. Las miradas entre la madre y el/la hijo/a en esos primeros meses son fundantes del apego.

•Recuperar las miradas, el diálogo, los gestos y el descubrimiento del mundo compartido. El tiempo de juego en las infancias necesita desarrollarse sin la mediación de pantallas digitales.

•Elegir un sector del domicilio libre de pantallas.


[1] https://medios.uner.edu.ar/uso-compulsivo-de-las-tecnologias-en-adolescentes/

Hacer Comentario