En ocasión de tener que clausurar la jornada sobre el pensamiento de Francisco en su encíclica Laudatio Si’ junto al Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, nos abocamos a interpretar el pensamiento del Papa Francisco en términos laicos, en clave de ética y política, que significa un desafío hermenéutico extrayendo los aspectos religiosos de su planteamiento. Por eso también significa hablar de la filosofía social en las reflexiones de la encíclica del primer Papa latinoamericano, en su planteamiento ético y político desde el Cristianismo.

Desde una universidad pública laica, autónoma y gratuita, como son las universidades públicas en la Argentina, se realizan seminarios, cursos de grado o posgrado sobre filosofía de las religiones, sociología o antropología de las religiones, dado que no se pueden obviar ni desconocer las creencias religiosas a través de la historia de la Humanidad. Tampoco podemos desconocer que las primeras universidades en Occidente fueron creadas por la Iglesia Católica, por lo cual  aún usamos mucha terminología como claustro o seminario. términos surgidos de la vida monacal y la arquitectura de las residencias clericales, y seguimos discutiendo sobre el carácter de la verdad, su construcción o definición y sobre la práctica de los profesores, cuyo sentido originario surge precisamente de “profesar una fe, una creencia”. Asimismo en el lenguaje laico, muchas veces se utiliza la palabra “creyente” para los católicos, desconociendo la existencia de otras creencias, religiosas o no, de los seres humanos.

Quienes no creemos que la justicia o la educación sean universal e igualmente válidas, tampoco creemos que el derecho o la pedagogía sean un ejercicio procedimental de la razón pura, sino ciencias sociohistóricas hermenéuticas que se modifican a lo largo del tiempo, así como difieren de acuerdo a cada lugar. Por lo cual dichas ciencias no son neutrales ni universales abstractos que se puedan enseñar como las ciencias físico-matemáticas, ideal permanente del positivismo.

Una universidad pública es siempre una democracia en miniatura. Pero la democracia no se enseña a sí misma. Por eso en la Universidad educamos en valores y a transformar nuestro pequeño mundo en un mundo más justo. Quienes ingresan a la universidad no han vivido como jóvenes (en general) la falta de libertad de expresión, la represión, el exilio o la cárcel, la desaparición forzada, el miedo o las injusticias y todo lo que conllevan las dictaduras. Así es que naturalizan la democracia como naturalizan la libertad y la participación democrática en las decisiones internas de la universidad o la gratuidad de sus estudios: desconocen no solo que fueron decisiones histórico-políticas, sino también las luchas por la ampliación de los derechos ciudadanos y la necesaria participación en la defensa de los derechos adquiridos. Por eso, quienes sostenemos que la universidad pública es una democracia en miniatura debemos enseñar a defender los valores democráticos.

Desde la Antigüedad los filósofos se preguntaron si se podía enseñar la virtud y si se podía enseñar la voluntad. Las preguntas se refieren a la capacidad de enseñar o no la ética y la política, el deber ser y el hacer o transformar la realidad. Al tener el privilegio de construir y constituir una institución de educación superior a finales del siglo XX, dichas preguntas fueron recurrentes y continuas en la Universidad Nacional de Lanús, manifestándonos en forma permanente sobre la necesidad de explicitar los valores que serían permanentes en la institución, alentando a los docentes investigadores, al personal administrativo, a los estudiantes y graduados a manifestarse sobre ellos así como a intentar desterrar el llamado currículum oculto. Una vez acordados los valores que pretendíamos enseñar, así como la forma y métodos para hacerlo, hemos utilizado las expresiones artísticas entendiendo que la estética va de la mano de la ética, así como la permanente pedagogía de la esperanza, en forma dialógica, y el acercamiento de los hombres y mujeres que surgidos o no de la Academia nos enseñan con su práctica el saber hacer junto al saber ser.

Por ello, hemos estatuido e instituido los valores que debemos enseñar en forma transdisciplinar. Creemos sinceramente que nuestros egresados deben formarse profesional y éticamente para la vida. Sostenemos que la democracia tampoco tiene las mismas características desde la Antigüedad griega donde nació sobre la existencia de la esclavitud, ni las europeas donde aún conviven los ciudadanos con las monarquías. Debemos entonces enseñar con el ejemplo y con la práctica cotidiana los valores en tanto ética y la voluntad en tanto política para defender, ampliar y fortalecer la democracia.

Si estudiamos los planteamientos del Papa Francisco en su encíclica, observamos que compartimos los valores que hemos consensuado democráticamente en la Universidad Nacional de Lanús desde sus inicios ya que, desde los planteos de Montesquieu, el amor a la democracia es el amor a la igualdad. También coincidimos con Sampay que nos enseñaba que Hay un sistema educativo apropiado a cada Constitución. Para desenvolver y afianzar la Constitución democrática, los sectores populares exigen que la educación, en la totalidad de su desarrollo, sea una de las funciones públicas de absoluta prioridad”.

Como sabemos, el positivismo pedagógico y académico no siempre explicita los valores que necesariamente existen en la tarea educativa y pedagógica. Nuestra tarea es educar profesionales con valores. Cuando se habla del curriculum oculto se habla generalmente de la diferencia (negativa) entre lo que se pregona y lo que se hace en la realidad. Santos Guerra plantea que el que educa, “ayuda al individuo a incorporarse a una cultura, pero de manera crítica y comprometida ayuda a discernir qué es lo bueno y lo malo de la cultura. Insta a aceptar lo moralmente bueno y a combatir lo que resulta inadmisible desde el punto de vista moral”. Para el autor, la incidencia del curriculum oculto es subrepticia, es omnipresente, es omnímoda porque reviste múltiples formas, es reiterativa a través de las prácticas institucionales rutinarias y a diferencia del curriculum explícito es inevaluable, dado que no se repara en los efectos que produce la cultura de la educación. Plantea que la expresión “educar en valores” es redundante, ya que si así no fuera, sería mera instrucción de datos asépticos cuando en realidad ningún conocimiento es neutro. En su libro Una tarea contradictoria: educar para los valores y preparar para la vida (Santos Guerra, 2001) nos plantea la contradicción existente entre la tarea de educar para la justicia, la solidaridad, la paz, etc. y preparar a los estudiantes para la vida en una sociedad cuyos valores son contradictorios. Donde la institución educativa tiene fundamentalmente la tarea de educar en valores como el esfuerzo, el estudio, el compromiso, etc., opuestos a los que los estudiantes viven cotidianamente en la sociedad competitiva, individualista, triunfalista, cuya seducción ejercen fundamentalmente los medios de comunicación.

Nosotros hemos explicitado nuestros valores y en asamblea universitaria los hemos incorporado a nuestro Estatuto. Por lo cual, dichos valores deberán ser expresados en las tareas pedagógicas y de investigación así como en las prácticas cotidianas de la comunidad universitaria, entendiendo que la universidad pública es una democracia en miniatura. A partir de ello es que podemos evaluar nuestra tarea.

Así como no creemos en el positivismo jurídico avalorativo, tampoco aceptamos el positivismo pedagógico y académico que implica la supuesta neutralidad axiológica de la enseñanza. Tanto la justicia como la educación son pilares básicos de la democracia. Estamos convencidos de que ni la justicia ni la educación son avalorativos y no hay que ocultar los valores que pretendemos enseñarles a los futuros hombres y mujeres profesionales que serán el futuro de nuestro país. Por eso, en nuestra universidad explicitamos nuestros valores ya que, como profesores que somos, profesamos una fe en los valores que nos atraviesan y en los cuales creemos. A casi cien años de la Reforma Universitaria, seguimos sosteniendo que la autonomía no era del Estado sino de la otrora dependencia de los estamentos eclesiásticos. Sin embargo la universidad seguía siendo para aquellos privilegiados que podían afrontar los aranceles universitarios que a su vez restringían el acceso del pueblo todo.

Educar, como sostenía Rodó, significa transformar las ideas en sentimientos y propagarlos con el ejemplo. Debemos intentar formar conciencias y educar la voluntad para transformar la realidad a fin de lograr un mundo más justo. Sabemos que la democracia no se enseña a sí misma, como sostiene Gustavo Zagrebelsky, y por eso es que debemos formar conciencia de los derechos adquiridos ya que aquellos derechos sociales, económicos, políticos y culturales, surgidos de decisiones histórico-políticas, pueden ser reversibles. Por ello es que los valores que hemos acordado para transmitir y dialogar con los estudiantes fueron y siguen siendo:

  1. La defensa de la justicia social;
  2. La conciencia de la dignidad humana;
  3. La igualdad de género y de oportunidades;
  4. Defender y fortalecer la democracia y construcción de ciudadanía;
  5. Educar para la paz y la solidaridad;
  6. Promover y defender la justicia y los derechos humanos entendiendo que son sociales, económicos, políticos y culturales en nuestra casa común que es Latinoamérica;
  7. La defensa del medio ambiente;
  8. Desarrollar la conciencia nacional.

Por ello, no parece haber distancia ni contradicción alguna entre lo que pregona Francisco y nuestro ideario axiológico. Como hemos dicho, nosotros explicitamos nuestra fe en la posibilidad de transformar a los hombres y mujeres que transformarán el mundo a partir de la educación, creyentes o no creyentes en la fe en el Dios de las religiones. Decía Ortega y Gasset que “ideas tenemos pero en las creencias estamos”. Las creencias no son patrimonio exclusivo de las religiones. Somos creyentes en los valores que sustentamos y educamos.

Las primeras universidades en Occidente fueron creadas por los clérigos: traducían los textos sagrados y su metodología se denominaba “escolástica”. La verdad parecía caer del cielo. Sin embargo, nosotros creemos que la verdad se construye históricamente, en cada cultura. Por lo tanto no creemos que haya verdades universales. Por eso nuestra hermenéutica, nuestra interpretación, debe ser de la realidad y no solamente del texto a la hora de enseñar o investigar.

El neoliberalismo, que pretende instalarse en nuestro país, no es una verdad universal. Continuamos padeciendo la colonización cultural. La democracia no se enseña a sí misma y por lo tanto hay que enseñarla cotidianamente. Pero la democracia tampoco se entiende de la misma manera en nuestra cultura que en otras latitudes, ya que todavía existen reyes y reinas que heredan el poder por “sangre azul” así como en el nacimiento de la democracia antigua todavía había esclavos. Nuestra democracia pretende ser inclusiva y consultar al pueblo no solo cada cuatro años en las elecciones, sino sobre las normas a las que deberá después respetar.

Desde nuestra hermenéutica laica hemos comparado la encíclica Laudatio si’ con los valores que pretendemos enseñar. Pero también hemos observado que Francisco nos habla de política y de la necesidad de que los jóvenes se dediquen a la política para transformar la realidad. Su planteo por lo tanto es sobre ética y política. Y es desde esa postura que realizamos la hermenéutica laica.


Sobre el destino común de los bienes

Dice Francisco:

“…la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho de la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. “No sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara y promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las naciones y de los pueblos”, “el rico y el pobre tienen igual dignidad…”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que hay que enseñar cómo se transita de la plutocracia a la democracia. Enseñamos la necesidad de la justicia distributiva, como sostenía Aristóteles, para el bienestar de la polis, así como las nuevas Constituciones latinoamericanas de Bolivia, Ecuador o Venezuela; pero las luchas históricas, políticas y jurídicas constitucionales para establecer la función social del capital han tenido un tránsito que no ha sido pacífico durante todo el siglo XX para nuestra América, con innumerables golpes de Estado. Enseñamos, a todos los estudiantes de todas las carreras, Justicia y Derechos Humanos para la dignidad humana, porque creemos como Montesquieu que el amor a la democracia es el amor a la igualdad. Enseñamos también la soberanía política y territorial de las naciones y los pueblos.

 

Sobre la globalización y el paradigma tecnocrático

Dice Francisco:

“El hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que el universalismo tecnológico y modélico no sirve para las distintas culturas y los valores de cada una de ellas. Enseñamos que la ciencia y la técnica surgen para resolver enigmas y problemas y deben estar al servicio del bienestar de los pueblos. Enseñamos que los problemas tienen en cada cultura o civilización su historicidad y por ello no se deben imponer tecnologías pretendidamente universales cuando necesitamos tecnologías apropiadas a cada pueblo y región que no sean impuestas por fines de lucro o de mercado.

 

Sobre la prevalencia de la razón técnica sobre la realidad

Dice Francisco:

“El antropocentrismo moderno, paradójicamente, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que hay que poner en cuestión lo dado, lo existente, lo que construyeron los hombres y mujeres que no son fruto de la naturaleza y por eso puede ser reversible, o sea la razón crítica. Sabemos que quien creó la cibernética, Norbert Wiener, después escribió “Dios y el Golem S.A.” puesto que lo que él inventó se utilizó por primera vez con la bomba atómica. La creación tecnológica puede ser utilizada no para la paz y la Humanidad sino para la guerra y la destrucción. Nos convertimos así en aprendices de brujo. Por eso no podemos separar la ciencia y la tecnología del uso social que se hace con ellas.

 

Sobre la necesidad de preservar el trabajo 

Dice Francisco:

“El hombre es el autor, el centro y el fin de toda vida económico-social”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos en la dignidad humana y que el trabajo es el que nos dignifica. Todos debemos respetar la dignidad que reside en cada pueblo y cada individuo. El neoliberalismo no tiene en cuenta eso y por lo tanto olvida que el capital es trabajo humano cosificado. La economía financiera es un artilugio por el cual somete a la mayoría de la población, generando desempleo e imponiendo el precio del salario muchas veces por debajo de la línea de pobreza. Creemos por lo tanto en la justicia distributiva del producto social, o sea en el Estado de Bienestar que en otras latitudes denominan welfare state, pero que en América Latina se denomina peyorativamente como “populismo”, una palabra polisémica donde se puede mezclar a Berlusconi con cualquier presidente latinoamericano que busca la justicia social.

 

Sobre la ecología cultural

Dice Francisco:

“Hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable”. “La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal…”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que debemos enseñar y fortalecer la tarea de la descolonización cultural. Para ello, enseñamos a nuestros pensadores latinoamericanos que piensan nuestra realidad y la solución de nuestros problemas preservando nuestra cultura. Durante muchos años se han enseñado pensadores de otros lugares como Europa o América del Norte y hemos copiado ideas y modelos societales sobre una supuesta democracia modélica y universal, desoyendo u omitiendo nuestras culturas ancestrales.

 

Sobre el principio del bien común

Dice Francisco:

“En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables…”, hace “…un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres…, exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones…”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que los valores que enseñamos atraviesan a todas las carreras. Por eso, hemos implementado dos seminarios, el de “Justicia y Derechos Humanos” y el de “Pensamiento Nacional y Latinoamericano” en los que enseñamos ética social, la igualdad de la dignidad humana y la justicia social pensada desde nuestra cultura.

 

Sobre el diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional

Dice Francisco:

“Concebir el planeta como patria, y la Humanidad como pueblo que habita una casa de todos”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos en el multiculturalismo y por eso enseñamos que nuestra casa común en principio es América Latina como patria de la justicia. Sabemos que nuestra América es rica en recursos pero es la región más injusta del mundo. Por eso enseñamos que para lograr lo que en varios países se busca, es necesario el bienestar de los pueblos o la política del buen vivir que ya se ha asentado en varias Constituciones de nuestra América; pero que nuevamente quieren avasallar e intervenir.

 

Sobre el diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales

Dice Francisco:

“…el derecho a veces se muestra insuficiente debido a la corrupción, se requiere una decisión política presionada por la población…”, “…si los ciudadanos no controlan al poder político –nacional, regional y municipal-, tampoco es posible un control de los daños ambientales”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que es necesario defender los derechos adquiridos. Por eso enseñamos la historicidad de los derechos y sostenemos que el derecho instituido se modifica cuando es un derecho injusto, algo que pareciera un oxímoron: como decir que es derecho y torcido. Enseñamos que la conciencia jurídica del pueblo debe ser la que salga a la callle, como sucedió cuando quisieron darles beneficios a los genocidas basándose en una ley ya derogada para los presos comunes. Salió el pueblo a la calle y el Congreso tardó 24 horas para modificar la resolución de la propia Corte Suprema. Enseñamos también que el positivismo jurídico no es sinónimo de justicia, ni el poder judicial es justicia, es simplemente el resultado del poder político, económico y social.

 

Sobre la política y economía en diálogo para la plenitud humana 

Dice Francisco:

“…en el vigente modelo ‘exitista’ y ‘privatista’ no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino a la vida”. “Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la Humanidad”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que la batalla contra el individualismo, el consumismo y el neoliberalismo en general no se resuelve en forma inmediata ya que monopolizan los medios de comunicación y de esa manera dominan la construcción de sentido de la realidad. En esa batalla educamos para la igualdad de oportunidades, por la inclusión de los más débiles formando en la solidaridad, que es uno de los valores necesarios para la inclusión y la democracia real que no debe ni puede ser individualista. Debemos por lo tanto hacer contracultura ante la hegemonía de los grandes medios de comunicación que son quienes pregonan los antivalores así como el individualismo del self made man, que sabemos que no existe si no hay una comunidad organizada en la cual se realiza. Somos conscientes de que la batalla es desigual.

 

Sobre apostar por otro estilo de vida 

Dice Francisco:

“Libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta poder económico y financiero”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos que no existe la libertad si gran parte de la sociedad vive en la pobreza. El pasaje de la plutocracia a la democracia nunca es pacífico. Hubo millones de hombres luchando contra la esclavitud. El propio Roosevelt, antecedente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sostenía después de la Segunda Guerra Mundial que había cuatro libertades necesarias para vivir en paz: libertad de expresión, libertad religiosa, libertad de la necesidad y libertad de vivir sin miedo. Millones de muertos tuvo la Humanidad antes de que se estableciera el pacto de derechos humanos, sociales, económicos, políticos y culturales y cientos de miles para que las naciones acordaran adherirse a él. Especialmente en nuestra América, cuando se debía adherir al pacto, el continente estaba sometido a dictaduras genocidas: había solo necesidades y ninguna libertad.

 

Sobre la educación para la concientización

Dice Francisco:

“…crecer en la solidaridad…”. “a la política y a las diversas asociaciones les compete un esfuerzo de concientización de la población”.

 

Lo que enseñamos en la UNLa:

Creemos, como sostenía Paulo Freire, que la educación como práctica es concientización y compromiso histórico, porque la conciencia es histórica. Por eso en nuestra práctica cotidiana sabemos que la educación es concientización de los jóvenes para que tengan conciencia social, para que amen al prójimo, sobre todo a los más débiles, a los desprotegidos, y para que sean conscientes de los derechos que hemos conquistado para la igualdad de oportunidades. Nuestra obligación es la de ensancharlos, ampliarlos hasta llegar a la democracia, no solo política, sino social. Somos conscientes de que los derechos sociales son derechos de justicia.

 

Conclusiones

Francisco se dirigió a los jóvenes para decirles que se involucren en política y afirmó que para los cristianos es una obligación. Perón sostenía que renunciar a la política implicaba renunciar a la lucha y por lo tanto implica renunciar a la vida, porque la vida es lucha. Aristóteles ya nos había enseñado que somos animales políticos, el mismo que nos enseñó que la justicia distributiva era necesaria para el bienestar de la polis.

Coincidimos con ellos y con Benedetto Croce, que nos explicaba que la historia es una hazaña de la libertad, y que la hacen los hombres con pensamiento, acción y pasión cuando se preguntaba “¿Qué es un pensamiento, sin la pasión, sin la voluntad, sin la fantasía? ¿Qué es una fantasía que no haya sido nutrida de pasión moral, de trabajo del pensamiento? La historiografía viviente es un “acto de pensamiento (filosófico) correlativo a un estímulo práctico moral y es preparación para una acción”.Y concluía que “las cosas grandes del mundo no son obras de sabios ni de filósofos, ni de quienes hábilmente logran surcar el mar de la vida sin demasiadas tempestades, sino de las almas apasionadas y enérgicas que desafían las tempestades”.

Seguimos empecinados en responder a los filósofos de la Antigüedad que se preguntaban si se pueden enseñar la virtud, la voluntad y a pensar. Creemos que sí podemos, no solo con el pensamiento sino con la ejemplaridad. Sabemos, como nos enseñó Ortega y Gasset, que el deseo no es voluntad cuando sostenía que “La virtud del niño es el deseo, y su papel, soñar. Pero la virtud del hombre es querer, y su papel realizar… El querer se diferencia del deseo en que es siempre un querer hacer, querer lograr.” Nosotros queremos lograr que nuestros jóvenes tengan conciencia nacional y social con los valores que predicamos.

También tomamos los consejos de Arturo Sampay, ampliando lo que señalábamos anteriormente: “Hay un sistema educativo apropiado a cada Constitución. Porque las oligarquías establecen un sistema educativo que les permite detentar la exclusividad de la cultura, puesto que abrigan la íntima convicción de que la elevación intelectual de los sectores populares engendra la rebeldía contra la Constitución que ella ha impuesto. En vez, para desenvolver y afianzar la Constitución democrática, los sectores populares exigen que la educación, en la totalidad de su desarrollo, sea una de las funciones públicas de absoluta prioridad”. Ya tenemos la gratuidad de la educación universitaria desde 1949, aunque muchas veces no alcanza. Por eso becamos con un porcentaje de nuestro salario a muchos estudiantes que sin ese aporte no podrían estudiar. No es beneficencia, es devolverle al pueblo lo que nos dio al contribuir con la gratuidad de la enseñanza universitaria, ya que sin su aporte no hubiéramos llegado a ser profesores.

Benedetto Croce nos explicaba cómo se puede educar la voluntad diciendo que: “La educación de la voluntad no se hace a través de las teorías ni definiciones, ni de cultura estética o histórica sino por el ejercicio mismo de la voluntad: enseñando a querer como se enseña a pensar, fortaleciendo e intensificando las disposiciones naturales, y por eso con el ejemplo que mueve a la imitación, con las dificultades (problemas prácticos) que se proponen con el despertar de la iniciativa enérgica y con el disciplinamiento de la persistencia”. “El pensamiento debe obligar a la mente a convertirse en acto y la voluntad es pensamiento solo si se traduce en acción. En la formación política se puede comenzar promoviendo la cordura, la prudencia y la conciencia moral ya que solo el sentimiento del deber impele y constriñe a conducirse como políticos aun a quienes por naturaleza no estarían dispuestos a ello”. 

Tenemos esperanza, tenemos utopías. Sabemos que los sueños de otrora ya tienen un lugar en el mundo. Estamos haciendo nuestro pequeño mundo un poco más justo donde no pueden existir humillados y ofendidos. Si, como sostenía Margaret Tatcher, en el paradigma del modelo neoliberal la economía es el método pero el objetivo es cambiar las almas, nosotros seguiremos creyendo que una universidad no puede formar almas sin patria como proponía el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Justo Sierra, que afirmaba: “No, no se concibe en los tiempos nuestros que un organismo creado por una sociedad que aspira a tomar parte cada vez más activa en el concierto humano, se sienta desprendido del vínculo que lo uniera a las entrañas maternas para formar parte de una patria ideal de almas sin patria”.

Seguiremos con nuestra profesión de fe y con nuestras creencias en los valores por los cuales hemos decidido seguir trabajando.


Por Ana Jaramillo
Rectora de la UNLa

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