—Me aprieta el zapato

—¡Córtate los dedos!

(Imbecilidad popular)

Los países del mañana se organizarán entre aquellos que desarrollan tecnología y aquellos que la usan, entre aquellos que cuentan las historias y aquellos que son contados.

El cine en el mundo tiene tres fábricas globales que lideran y organizan los modelos de negocios centrales: China, India y Estados Unidos. Las primeras dos se ubican en países con 1.400 y 1.300 millones de habitantes, por lo tanto su principal política es ocupar su mercado interno y evitar que jugadores de otros países se lleven la tajada del león en ellos. Desarrollan una identidad cultural fuerte con dos estilos propios bien diferenciados. Estados Unidos con alrededor de 330 millones de habitantes lleva a cabo una doble tarea: ocupar el mercado interno y cerrarlo a otras potencias, y hacia afuera liderar el mercado latino y europeo, construyendo un mercado potencial del orden de los 1.000 millones de consumidores. Estas tres potencias poseen a su vez un aparato industrial militar que acompaña y robustece su posicionamiento geopolítico.

Estados Unidos y sus aliados ocupan casi el 90% del mercado de cine en Latinoamérica, posición que lograron consolidar con décadas de geopolítica, presión comercial, lobby, barreras paraarancelarias, dumping y competencia desleal.

Desde hace poco menos de una década la economía de plataformas dio lugar a las empresas que a través de internet distribuyen contenidos audiovisuales, entre ellos cine, llegando con la pandemia a colocarse en la cima del ecosistema digital global. Son grupos financieros que a través de desarrollos tecnológicos innovadores lograron la mayor red de infraestructura tecnológica llegando a miles de millones de hogares en diversos modelos de negocios. Son los nuevos organizadores de las cadenas de valor que desde posiciones dominantes imponen las nuevas reglas de juego a los actores locales. Sus intereses son claros: nada de impuestos, incentivos; nada de sindicatos, trabajo barato; nada de propiedad intelectual, copyright.

Si cedemos nuestros derechos como creativos, si resignamos nuestro derecho a una vida digna a partir de la negociación colectiva de los derechos laborales y si resignamos nuestra idea de vivir en una sociedad justa con un pueblo feliz, a través de la distribución del ingreso con salarios altos e impuestos progresivos —el que más tiene más paga—, ellos prometen, otra vez, que el derrame llegará, pero esta vez, “de a de veras” —así, doblado, pero en México—.

Argentina con sus 47 millones de habitantes, ningún arma nuclear, sus 900 salas de cine —y disminuyendo—, no lidera el mercado mundial de cine. Pero ocupa un lugar mucho más trascendente que el que su tamaño económico presupone. La existencia de un rara avis como son las productoras de cine pequeñas y medianas ha permitido burlar la intrascendencia a la que la geopolítica de los países centrales la condenaba y desarrollar mecanismos que lograron proezas históricas internacionales. Liderar en la cantidad de premios Oscar en Latinoamérica, liderar en la cantidad de coproducciones internacionales, liderar en la cantidad de estudiantes que se forman en cine y comunicación, exportar formatos y talentos, un sector experto en sobrevivir. Sobrevivió a la dictadura militar, a la hiperinflación, al uno a uno, a la recesión, al corralito, a la devaluación, a la inflación, de nuevo a la hiperinflación, ahora enfrenta la estanflación, pero lo pueden herir de muerte una serie de burradas.

Una clave de estos héroes que han aprendido a contar las historias de nuestro pueblo a pesar de las absurdas ideas con las que el poder económico intenta una y otra vez mandarlos a lavar los platos, es el uso inteligente del Fondo de Fomento Cinematográfico, una palanca de inversión que permitió que una microempresa, como era en el inicio 100 bares —la productora que produjo El secreto de sus ojos— produzca la película que ganó el Oscar. Esto viene acompañado de muchos técnicos y creativos que pasaron por la universidad pública, muchas veces como primera generación de sus familias, entonces no cuentan desde el snobismo de quien nunca tuvo que pelear para sobrevivir, sino desde la dignidad de comprender que del único modo que se es verdaderamente felices es en comunidad. Jamás los señores de las finanzas podrán comprender el alma obstinada de nuestro pueblo: si fuese por el dinero, Lionel Messi no hubiese ganado el mundial jugando con la camiseta argentina; si fuese por el dinero, Jorge Bergoglio no sería el primer papa latinoamericano de la historia; si fuese por el dinero, las pantallas de cine estarían ocupadas solo por cine fabricado en las potencias.

Cuando escucho que quieren vender el Cine Gaumont, creo que les decíamos empleados de Black Rock y les subíamos el precio, son empleados de la Iglesia Universal.

(Sabiduría popular)

La verdad es que el cine es un pilar del desarrollo en nuestro país.

Desde Colombia hasta Uruguay pasando por países como México y Chile las políticas activas en relación al cine coinciden en consolidar polos nacionales de producción de servicios para las plataformas internacionales con leyes específicas, regulación, sistemas de promoción e incentivos. En nuestro país la ciudad de Buenos Aires, las provincias de Córdoba, Mendoza y Jujuy, comenzaron a transitar hace años ese mismo camino. Hoy el Gobierno Nacional, desde las declaraciones en campaña, la Ley Ómnibus y los interventores que designaron para implementar este ajuste vienen repitiendo las mismas burradas anti INCAA. Creo que no entienden nada de cine, que no aman a la Argentina y mucho menos a nuestro cine.

De lo único que sabe el nuevo presidente del INCAA es de cuánto quiere “ahorrar” por mes echando trabajadores. Pregúntenle por las películas argentinas en Cannes, por el BAFICI, las nuevas directoras: no las conocen, no tienen ni idea y ni les interesan.

Cerrar Fomento, Internacionales y Fiscalización es la mayor burrada de la historia del INCAA. Sin Fomento solo van a poder producir cine en la Argentina que propone esta gente aquellos que dispongan de espalda financiera para invertir —en la moneda en que ellos piensan— entre medio millón y dos millones de dólares: reducen los jugadores que quedan en la cancha a menos de una decena. Sin Internacionales, temo que hasta implementen la burrada máxima de desarmar Ventana Sur —la mayor conquista estratégica que logró el INCAA de la mano del Marche du Film de Francia para posicionar a nuestro cine y el cine de Suramérica en el mundo—; además de esto, con la nueva lógica solo van a poder hacer el circuito de mercados internacionales y festivales los que puedan invertir entre cinco y diez mil dólares al año en este posicionamiento internacional. Cerrar Fiscalización es encerrar al lobo en la jaula de las ovejas y regalarle la llave. Echar trabajadores especializados en la gestión de políticas públicas audiovisuales es innecesario, equivocado, y hacerlo de este modo es obtuso y cruel.

No habrá un cine argentino vitalizado, enraizado en el corazón de nuestro pueblo, sin políticas activas para que se produzca cine en todas las regiones del país, ocupemos festivales y mercados internacionales con nuestros contenidos, cuidemos y defendamos nuestro cine en las salas, incrementemos la visibilidad y alentemos a las PyMEs Audiovisuales a usar el Fondo de Fomento Cinematográfico como palanca financiera para sortear las barreras de ingreso que imponen los grandes jugadores globales.

Es con más cine argentino y no con menos que haremos a Argentina grande otra vez.

Cuando la Patria —Audiovisual— está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla.

José de San Martín (paráfrasis)

En febrero le hice una encuesta a los aspirantes a la Licenciatura en Audiovisión de la Universidad Nacional de Lanús. Una de las preguntas que les hacíamos era sobre su película favorita: el podio lo ocuparon Coraline y la puerta secreta, Taxi driver y Scarface en un escenario de altísima dispersión, dado que la más mencionada fue elegida por el 3% de los estudiantes. En otra sección preguntábamos por la película preferida de cine argentino, allí el 27% respondió al unísono Relatos salvajes, seguido por Esperando la carroza (21%), Nueve reinas (14%), El robo del siglo (13%), El secreto de sus ojos (11%), Argentina, 1985 (8%), Cuando acecha la maldad (6%), La odisea de los giles (6%), Inseparables (3%) y Aterrados (3%). Y en otra pregunta consultamos sobre si usan las plataformas del Estado Nacional Cine.Ar y Cont.Ar, allí el 20% respondió que sí. Hablábamos con ellos del nuevo casco que combina realidad virtual, realidad aumentada e inteligencia artificial que sacó al mercado la marca Apple, de la expectativa que nos generaba la nominación al Oscar de Argentina, 1985, de lo que representaba formarse en esta era digital y de pensar el mundo desde Lanús, provincia de Buenos Aires, Argentina, como trabajadores profesionales especializados.

¿Y si condicionamos nuestra mirada del mundo a estas tres simples condiciones? Pensar situados y soñar un cine en el que los trabajadores y profesionales de Lanús tengan un lugar como protagonistas, reglas de juego que permitan acceder a salarios altos para desarrollar una carrera profesional que permita una vida digna, y sentarnos con los pantalones largos a concebir el futuro del planeta como impulsores del progreso.

Nuestros estudiantes tienen la responsabilidad de formarse con excelencia como profesionales integrales, además generacionalmente la realidad los convoca a concebir la reconstrucción de nuestro cine y de la industria audiovisual. Tienen la tarea de conocer la historia viva y levantar la vara. Leonardo Favio, Octavio Getino, Jorge Coscia, Dolly Pussi, Fernando Birri, Pino Solanas, Paola Suarez, Eva Piwowarski, son solo algunos nombres propios que lo concibieron antes y lucharon para hacerlo realidad. Ese es otro desafío, aprender a organizarse y luchar para hacer realidad sus sueños.

La Universidad les ofrece el ámbito para la formación profesional, si además logran ejercer el pensamiento crítico e insertarse en el ecosistema adecuado allí las nuevas habilidades a desarrollar pasan por el trabajo en red, interdisciplinar, combinando arte, tecnología y economía. Ser el mejor en sonido o posproducción de imagen no se reduce a una expertise técnica ni se legitima en el dominio de la tecnología, por el contrario, pasa por la comprensión de los vectores culturales de cada tiempo, es entendiendo cómo nuestro pueblo late que podemos expandir la capacidad de fabricar desde nuestro cine esa sustancia única de la que están hechos los sueños.

Los invito a ver Gilda, no me arrepiento de este amor dirigida por Lorena Muñoz, Gracias Gauchito dirigida por Cristian Jure, Abuelas, una película sobre (y con) Abuelas de Plaza de Mayo dirigida por Cristian Arriaga, Peter Capusotto y sus tres dimensiones dirigida por Pedro Saborido, E il cibo va —documental dirigido por Mercedes Cordova—, De Caravana dirigida por Rosendo Ruíz, Tiempo de valientes dirigida por Damián Szifrón, El hombre de al lado dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, Tiempo de revancha dirigida por Adolfo Aristaraín, Bill 79 dirigida por Mariano Galperín. Mis amigos me sugieren que agregue a Nazareno cruz y el lobo de Favio, la peli más vista; a recordar la riqueza en la diversidad, desde Bemberg con el cine feminista, Murúa con la conflictiva social, Doria con ese grotesco criollo de Esperando la carroza —un género rioplatense valorado por nuestros ingresantes—, Mignogna con el retrato, Caetano con la supervivencia marginal, Subiela con el cine fantástico autóctono, Martel con el cine poético, de Campusano con el hardcore conurbano, Ayala con Plata dulce y la denuncia sociopolítica. Los invito a ver nuestro cine.

Uno no puede defender lo que no ama, y no puede amar lo que no conoce.

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