Las Madres saben que las semillas

siempre fecundan la tierra

por más que corten todas las flores

no detendrán

la primavera

Nuestras canciones.escuela

A los cien años del nacimiento de Azucena Villaflor, recordamos y homenajeamos a la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo. Para ello conversamos con integrantes del Jardín Maternal de la UNLa, institución que lleva el nombre de la madre de las Madres, para conocer sus impresiones y el legado que nos dejó.

Día a día fui comprendiendo qué significaba para la comunidad universitaria el nombre de Azucena Villaflor, y claro, también me fui apropiando de su legado. De sus aportes en derechos humanos, sobre todo como mujer, en la lucha incansable por un hijo desaparecido y por todas las hijas e hijos desaparecidos. Su lucha nos lleva a entender que nada pasa individualmente, que hay que trabajar juntos y juntas. A todos estos valores adscribe el jardín, sostuvo Eliana El Fasah, directora.

Recogimos también un testimonio de Héctor Rodríguez, autor de libro Crónicas de la Memoria: Relatos sobre la última dictadura y sus ecos en el presente (Editores Hernández, 2020) que versa alrededor de Azucena:

Dicen sus compañeras que Azucena, convocando a la primera cita con la urgencia montada sobre su propia desesperación, les dijo a esas doce mujeres en su misma situación que la escuchaban (…): “Así no conseguimos nada. Nos mienten, nos cierran las puertas. Tenemos que ir directamente a la Plaza de Mayo y quedarnos allí hasta que nos respondan. Tenemos que llegar a ser cien, doscientas, mil madres, hasta que todos se enteren y el propio Videla se vea obligado a recibirnos”.

Y no se equivocó. Acababa de dar un paso histórico y colectivo. Sin ser consciente de ese acto fundacional, impulsó la primera semilla de una gesta inigualable que hace rato reconoce el mundo.

El segundo hijo de Azucena, Néstor, había sido secuestrado junto a su novia el 30 de noviembre de 1976. Azucena lo buscó sin descanso por comisarías, juzgados y hospitales hasta el 10 de diciembre de 1977, en que un grupo de tareas de la Marina, a plena luz, armados y en dos autos, la secuestró cerca de su casa de Sarandí. Ese mismo día se publicaba la primera solicitada en reclamo por los desaparecidos y desaparecidas con la lista de nombres y apellidos de quienes buscaban. Ella iba hacia un kiosco de diarios con su bolsa de mandados.

Ella junto a otras Madres inició las vueltas en la Plaza de Mayo. A marchar y a no quedarse quietas frente a la orden de no poder permanecer. Este movimiento generó muchísimo, y ahora nosotras, gracias a esos movimientos, pudimos empezar a trabajar. Y digo nosotras como parte de la sociedad argentina. Trabajar y profundizar en los derechos humanos, en la educación de salud sexual integral desde acá, desde el jardín. Una ronda que desplegó posibilidades, una resonancia muy potente, para que vayamos armando y que seamos lo que somos en la actualidad», afirmó la Directora del Maternal con una convicción poética. 

Se sabe, afirma en su testimonio Héctor Rodríguez, de los tormentos que padeció Azucena en cautiverio, así como lo sufrido por sus compañeros y compañeras de búsqueda y otros miles que atravesaron el inframundo de la ESMA.

Azucena fue arrojada viva a la mar, que devolvió su cuerpo junto a los de cuatro compañeras: Esther Careaga, Mary Ponce de Bianco, la religiosa Lèonie Duquet y Ángela Auad. Sus restos fueron identificados y recuperados en 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Mucho antes su marido, Pedro, había fallecido de cáncer y tristeza, mientras esperaba su regreso.

Si tuviese que elegir una parte de mi cuerpo en donde siento a Azucena, es en el corazón y los ovarios”, afirmó la directora del Jardín. “Por todo lo que dio por otra gente y por lo que brindó para tener una sociedad más justa. Y si la tengo que situar en un lugar del Jardín, sin dudas ese sería el lactario, porque ahí se da todo lo mejor que una tiene. La conexión con las hijas y los hijos. Se da la mirada, el amor. Porque sin maternidad, quizás no hubiese habido una Azucena”, afirmó El Fasah con una sonrisa.

En 2019, el Jardín Maternal junto con Chirimbote inauguraron un mural con una charla en la que participó Estela de Carlotto, Presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y Honoris Causa de la UNLa. “Ese mural que incluye la imagen de Azucena fue increíble, porque primero articulamos con las y los autores de los cuentos relacionados con las anti-princesas. Así, estos murales nos acercaron también a la literatura y empezamos a mover mucho más esos cuentos no estereotipados”, recuerda la maestra Bárbara Beszkidniak.

Por lo general, trabajamos con distintas actividades vinculadas a rememorar el pasado como riqueza. Retomar lo necesario y a su vez, buscar las maneras para no repetir lo que queremos dejar atrás. Y lo hacemos con las familias. Porque las familias de los distintos claustros están muy vinculadas al Jardín y eso lo valoramos mucho. Esa cercanía se construye y solventa. Y a su vez, nosotras sabemos y tenemos en cuenta que cada familia es una cultura diferente, particular, que llega acá, al Jardín, y trabajamos y respetamos esa diversidad porque nos da riqueza”, sostuvo Bárbara.

Eliana Karp es mamá de Fermín, un niño de 2 años que asiste a la Sala Violeta. A ella también le preguntamos qué le parecía que se aborden la identidad y la memoria desde los jardines maternales.

Los pueblos necesitan tener memoria y conocer su historia debe estar constantemente vigente y más en los tiempos que corren. Como mamá me parece que más allá de lo que una le pueda transmitir, es bueno tener otras voces de las mismas cuestiones históricas, como el jardín y la escuela. La diversidad de miradas es muy rica”, respondió Karp.

Las cenizas de Azucena descansan sepultadas por partida doble. Al pie de la Pirámide de Mayo en la plaza, y también en el solar de la Iglesia de la Santa Cruz del barrio de San Cristóbal de Buenos Aires. Cuenta el cronista Héctor Rodríguez que, cada primavera, su hija Cecilia compra un ramo de azucenas para homenajearla. Nosotras y nosotros, desde la Universidad, también queremos seguir abonando esas primaveras.

Este homenaje recoge también otros, como el trabajo de Nuestras canciones, un proyecto para repensar, renovar y ampliar el cancionero de los actos escolares de las escuelas públicas, ofreciendo nuevas letras y melodías que celebran o conmemoran a nuestros y nuestras ancestros/as. En Flor de Azucena encontramos además la participación de artistas invitadas e invitados tales como León Gieco, Lula Bertoldi y Agustín Ronconi. Lo compartimos por aquí

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