Hacia fines de los años ’20 los problemas para los sectores que promovían la Cosmovisión Liberal y Progresista empeoran, en consecuencia, se agudizan las condiciones de los trabajadores y trabajadoras. Si con la Gran Guerra (1914-1918) el modelo agroexportador, bastón económico de los sectores que detentaban el poder desde la ciudad puerto Buenos Aires había tambaleado, con la crisis de Wall Street (1929) y la consecuente retracción de los mercados extranjeros asociados al sector productivo terrateniente, la crisis es profunda[i]. La estructura de Argentina cruje, los reclamos por mejores condiciones laborales se acrecientan en Buenos Aires (Talleres Krieger Vasena, 1919), Chaco (La Forestal 1919-1921) y Patagonia (Patagonia Rebelde, 1920-1922)[ii].

En la llamada Semana Trágica, por ejemplo, una huelga por mejores condiciones, reclamos por despidos y suspensiones iniciada en las oficinas de la Metalúrgica Vasena ubicadas al sur de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal, desencadenó una serie de destrozos y asesinatos por parte de la policía y grupos de civiles (Liga Patriótica)[iii] en varios barrios de trabajadores (Avellaneda, San Cristóbal, Montserrat) causando centenares de muertos y heridos.

El poeta, ensayista, novelista y dramaturgo[iv] Leopoldo Marechal (Villa Crespo, 1900-1970), en su novela El banquete de Severo Arcángelo, recupera este episodio en un diálogo que el “Terrible Fundidor, Severo Arcángelo” (Pedro Vasena, dueño de la Metalúrgica) mantiene con uno de los personajes de la novela, Impaglione. Escribe Marechal:

“–Yo, desde los ocho años, tosté mi cuerpo y mi alma en aquel horno de fundir metales. Impaglione, cuando uno vive junto a un horno, ¿se le quema solamente la grasa?

–No, señor –vocalizó Impaglione–. También a uno se le quema toda la frescura de adentro.

–¿Las frescas humedades, los verdores del alma?

– Tal cual –aseveró Impaglione

–.Lo tierno se quema junto a un horno de fundición […] – ¡Derrotar el acero! Para ello tuve que acaudillar a miles de hombres, hacerles quemar sus grasas externas y sus frescores íntimos, junto a los hornos que nos devoraron como antracitas […]

Severo Arcángelo pasaba sus días y sus noches junto a los hornos de Avellaneda: él no pudo mirar la cara de su mujer, ni oír sus risas ni sus gritos de parto, ni restañar sus lágrimas de soledad ni el sudor tranquilo de su muerte. ¡Severo Arcángelo fundía metales, él y sus mil hombres que tampoco llegaron a conocer el sonido y el color de sus mujeres! […] Severo Arcángelo tuvo dos hijos. Pero él no se alejaba de sus laminadoras; y no los vio nacer y crecer […] porque Severo Arcángelo vigilaba sus hornos, él y los mil hombres carbonizados que también se perdieron la gracia de sus hijos”.[v]

Como ha demostrado en varios volúmenes el historiador Norberto Galasso[vi] (Buenos Aires, 1936), siempre hubo pensadores, pensadoras, autores y autoras que escribieron sobre los problemas sociales de su tiempo, que él define como “los malditos”. Leopoldo Marechal integra este in-selecto grupo que Galasso intentó e intenta recuperar. La palabra de los negados por la llamada “Historia Oficial”, ese mundo -campo, intelectual y académico- que silenció y/o marginó las voces y expresiones de quienes no se adecuaban a los dictámenes de una vanguardia que tenía el corazón muy lejos de estas tierras. Las “historias de esas vidas de perros”[vii], que narraban el acontecer de las “multitudes”[viii] y las vivencias de los “malditos”[ix], “pobres”[x], “larvas”[xi] y  locos[xii] fueron borradas de las antologías, selecciones y compilaciones del pensamiento argentino, la literatura o la cultura argentina. O peor aún, fueron rotuladas como reacciones de francotiradores que expresaban “las contradicciones del sistema de sistema”, “las repercusiones de la Revolución Rusa” o “las condiciones de explotación de los trabajadores hacia la época”. En resumen: eran “los modernos intensos” de una modernidad periférica, como así los señalan los Oscar Terán[xiii], Carlos Altamirano[xiv], Beatriz Sarlo[xv], David Viñas[xvi], Leticia Prislei[xvii] o Tulio Halperin Donghi[xviii].

Estos autores y autoras del campo académico e intelectual realizaron una extraña operación de alquimistas, en donde las historias que hablaban de acontecimientos, incidentes o experiencias de los sectores populares y mayoritarios se convertían en expresiones de las minorías, de los suburbios. Ubicados en su torre de marfil[xix] donde se veía pequeños a los gigantes, trazaron la historia de lo que ellos veían desde allí sin ocuparse de preguntar cómo se vivía allí abajo.

Las voces de escritores, dramaturgos, periodistas, poetas y militantes como Leopoldo Marechal, Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942), Elías Castelnuovo (Montevideo, 1893-1982), Leónidas Barletta (Buenos Aires, 1902-1975) o Nicolás Olivari (Buenos Aires, 1900-1966), cuando eran rescatadas por estas/os estudiosas/os, eran ubicadas en la misma repisa en donde se acomodaban los libros de Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges o Ezequiel Martínez Estrada, sin considerar que tal discusión o cruce solo existía en su torre de marfil. “Los de abajo” tenían otras motivaciones e inspiraciones. “Los malditos” se habían encomendado la misión de narrar la historia de los y las que trabajaban en estas tierras, buscaban recuperar las tradiciones populares, en fin: una cosa es que hayan sido silenciados en su tiempo, con un acontecer político adverso, y otra diferente es no recuperarlos hoy o, peor aún, recuperarlos como no se debe. ¿O deberíamos pensar que esas fuerzas oscuras, como fantasmas del ‘30, siguen operando actualmente?

Los malditos. Del Grupo de Boedo a los Martinfierristas

 Si bien al principio (1890-1930), como señala el cientista político, historiador y amigo Marcos Mele[xx], los malditos que escribían sobre los insatisfechos eran pocos, contados con los dedos de una mano, una suerte de “francotiradores” como Manuel Ugarte[xxi] (Buenos Aires, 1875-1951), Ramón Doll (La Plata, 1896-1970), Elías Castelnuovo[xxii], Leónidas Barletta (Buenos Aires, 1902-1975) o Scalabrini Ortíz (Corrientes, 1898-1959), hacia las primeras décadas del siglo XX estas voces se multiplican. Afloran los autores que exteriorizan sus vivencias, un verdadero trabajo de campo, una suerte de labor antropológica recopilada en las calles en sus recorridos a corazón abierto.

Bajo el contexto de crisis de los ‘30 aumentan las intervenciones que estudian diferentes nociones como las de colonización cultural, política e ideológica, se revisa la historia y se exploran temas vinculados con la Patria, Nación y la idea de lo popular, que en muchos casos aparece bajo el término de “Cuestión Social”, “Pueblo”, “Sociedad”. En resumen, sobran los ejemplos de los que claman por una transformación de las estructuras de la Nación Argentina advirtiendo sobre la infiltración de elementos ajenos, colonialistas, que corroen la esencia nacional.

Como en otras épocas de la historia, en muchos casos no son los especialistas en economía o en política quienes anticipan, avizoran o responden a la decadencia. Más bien son los trabajadores, militares, docentes, poetas, sacerdotes, escritores/as, pintores/as y algunos/as pensadores/as, quienes probablemente más sensibles al ritmo de su época y cercanos/as al sentimiento de los pueblos, suelen ser los que primero advierten los síntomas de la caída. Quizás porque los especialistas, con sus métodos y disciplinas, se encuentran encadenados al mundo que se derrumba impedidos de una segunda lectura de lo que ocurre en su época. 

El periodista, poeta, escritor, ensayista y diplomático durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1945-1951), Manuel Ugarte (Ciudad de Buenos Aires, 1875-1951), escribía en 1924:

“No es indispensable anexar un país para usufructuar su savia. Los núcleos poderosos solo necesitan a veces tocar botones invisibles, abrir y cerrar llaves secretas, para determinar a distancia sucesos fundamentales que anemian o coartan la prosperidad de los pequeños núcleos. La infiltración mental, económica o diplomática puede deslizarse suavemente, sin ser advertida por aquellos a quienes debe perjudicar, porque los factores de desnacionalización no son ya, como antes, el misionero y el soldado, sino las exportaciones, los empréstitos, las vías de comunicación, las tarifas aduaneras, las genuflexiones diplomáticas, las lecturas, las noticias y hasta los espectáculos.[xxiii]

El escritor, pensador, ensayista, poeta y animador de uno de estos grupos, Raúl Scalabrini Ortíz, escribía en 1930:

“Hasta el año 1929, la República Argentina vivía confiada en la ilimitada magnitud material de su porvenir. […] A nadie se le ocurría pensar que esa exuberancia visible podía no ser verdaderamente una riqueza argentina y menos aún, que ese enorme poderío, tan apresuradamente erigido, podía ser una muestra de flaqueza y no una energía de la Nación. A nadie se le ocurriría investigar quiénes eran los dueños de esas usinas, de esos ferrocarriles  […] El país está en manos de capitales extranjeros que han obrado subrepticiamente escudados en sus denominaciones engañosas.[xxiv]

En Megafón o la guerra, en la voz del revisionista Dardo Cienfuentes, uno de los personajes de la novela, Leopoldo Marechal expone una reflexión sobre el derrotero del proyecto liberal, oligárquico y semicolonial de los sectores dominantes argentinos:

“-¿Qué cosa es un oligarquía? -insistió Don Martín [El Gran Oligarca, personificación de la Oligarquía Argentina].

-El gobierno arbitrario de una clase que usufructuaba el poder en su beneficio. Un Patriciado construye: una Oligarquía destruye y se destruye. […]

-Y no pasarán al bronce de los héroes –dijo el historiador-. Lo que importa es definir cómo un Patriciado naciente degenera en una Oligarquía final. Se dio el primer paso con una ‘distracción’ y el segundo con una ‘deserción’.

-¿Distracción de qué? –repuso el Gran Oligarca.

-De la escena propia, de los actores naturales, del estilo de vida en que se iniciaba el Patriciado. Naturalmente, no se habría caído en esa distracción si los ojos del Patriciado no se hubieran vuelto desde una interioridad viviente hacia una exterioridad ajena que lo tentaba. Y fruto de aquella distracción, el Patriciado entró en un complejo de inferioridad ante los estilos ajenos que lo llevó a desertar del suyo y a entregarse a una parodia ridícula de todo lo foráneo. […] Hubo una suerte de prostitución en aquel vuelco del Patriciado. Lo que intentó primeramente fue mimetizar una Aristocracia según el estilo europeo; y su parodia hizo reír a unos y llorar a otros.”[xxv]

En la década del veinte, Marechal comienza a estrechar vínculos con estos hombres que alzan la voz contra la dependencia económica, política y cultural: muchos de ellos provienen del llamado Grupo de Boedo, otros hacia la década del treinta formarán F.O.R.J.A. Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina[xxvi].

Ambos grupos con diferentes exploraciones y acciones, denunciaron la injusticia social en libros, artículos y proclamas, pero también en poemas, cuentos y novelas, con personajes principales que provienen de sectores sociales excluidos, marginados y explotados. En diarios y obras de teatro buscan fomentar la relación del “arte con las masas”. Leónidas Barletta en Los pobres (1927) o en Royal Circo (1930) habla de las peripecias que deben hacer los trabajadores y trabajadoras para llevar el pan de comida a sus hijos, historias de changarines, trapecistas y payasos, que en ocasiones acuden al trueque, crean cooperativas o fundan clubes de socorros mutuos: necesitados que encuentran razones para seguir atendiendo las necesidades de los otros. Elías Castelnuovo, él mismo, un obrero linotipista, narra los acontecimientos en los que estuvo presente y que constituyen parte de la historia de los trabajadores en el país, como el caso de la Semana Trágica (Los malditos, 1924). Nicolás Olivari, quien se dedicó a adaptar para la radio la historia del Gaucho Hormiga Negra, intenta refundar el mito gaucho, posicionando la esencia nacional sobre la tendencia afrancesada en el mundo de las letras argentinas.

En la mayoría de los casos no habían tenido la posibilidad de asistir a prestigiosos colegio como el Nacional Buenos Aires, tampoco tuvieron tutores en París como ocurría con otros literatos. Roberto Arlt, por ejemplo, inventor, periodista y novelista autodidacto, escribía mientras aprendía a escribir. Leopoldo Marechal  así lo describe: “Un hombre lleno de ternuras interiores y ‘un intuitivo’ nato. En la redacción lo veía siempre a mi derecha tecleando con fiebre su máquina de escribir. De pronto me dirigía sus ojos claros y me preguntaba: ‘Che, Leopoldito, ¿hombre se escribe con hache o sin hache?’”.[xxvii] En definitiva, por varias razones, venían de otros lugares, observaban otras cosas y escribían diferente de aquello que escribían “los satisfechos” y “no malditos”. 

No fue casual entonces, que todos estos malditos se cruzaran en redacciones, librerías, teatros y calles, no eran personajes de “tertulias”. Sobre el encuentro con Raúl Scalabrini Ortíz comenta Marechal: “Conocí a Raúl en la librería Gleizer, que le editó los cuentos de La Manga. Lo hice incorporar a la falange de ‘Martín Fierro’. Por otra parte, no todo se resolvía en literatura: realizábamos exploraciones de los barrios y razzias punitivas […] como arrancar en la calle Corrientes las chapas de los dentistas y parteras.”[xxviii]

Durante la década del ‘20 Leopoldo Marechal integró el grupo Martín Fierro, nucleado en torno a la Revista del mismo nombre, fundada entre otros por Evar Méndez -su director- (Mendoza, 1885-1955), Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891-1967) y Ernesto Palacio (San Martín, 1900-1979). También formaron parte Nicolás Olivari, Scalabrini Ortíz, Roberto Arlt, Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952), Ricardo Rojas (San Miguel de Tucumán, 1882-1957) y Leopoldo Lugones (Villa María del Río Seco, 1874-1938). ¿Cómo definir a todos ellos? En línea general, todos nacionalistas, algunos más malditos e insatisfechos que otros, la mayoría radicales de Yrigoyen, todos revolucionarios (de izquierda o derecha, en las artes o en la política). Un grupo que Marechal ha descripto como “un movimiento vital” y que cobró protagonismo en el mundo cultural durante los años ‘20, principalmente por generar una vanguardia de arrabal como así también por su mirada burlona sobre los “supuestos” debates entre las corrientes literarias (Florida, Claridad-Boedo).[xxix] Sería absurdo considerarlo únicamente como un movimiento literario, los Martinfierristas excedían la dimensión literaria. Sus integrantes estaban atravesados por la política, pero no una política de partidos políticos, sino una política entendida como una acción que implica discutir qué tipo de país se iba a dejar para el futuro. El historiador Adolfo Prieto señala que Evar Méndez decidió cerrar la revista para evitar ponerla al servicio de la campaña electoral de Hipólito Yrigoyen, como exigían algunos de los colaboradores.[xxx]

Tras el golpe cívico militar a Hipólito Yrigoyen sale a la luz la sustancia semi colonial y pro británica de los sectores que lo habían motorizado. Poetas, pensadores, periodistas nacionales se agruparán para intentar intervenir en la opinión pública denunciando la corrupción, el fraude y los negociados del gobierno y el sector oligárquico con el capital inglés. El alter ego de Marechal, en Megafón o la Guerra, le reclama al Viejo Oligarca: “Yo era un joven poeta, y frente al tío Cowley me declamaste la consigna: ‘¡Dios, Patria y Hogar!’ Dios (y no creías en el); Patria (y la vendiste a los ingleses); Hogar (y has traicionado el tuyo por los ajenos).”[xxxi] Algunos como Scalabrini Ortíz, lo harán desde la agrupación F.O.R.J.A; otros como Leopoldo Marechal integrarán otros grupos nacionalistas, como el nacionalista católico Convivio. Es interesante destacar que los autores que han trabajado el campo que llaman “intelectual” de estos años (Halperin Dongui, Sarlo, Terán, Altamirano) se han ocupado de marginar a estos grupos, en la mayoría de los casos directamente ni los mencionan. En cambio, Elias Castelnuovo resalta la importancia de estas agrupaciones que han funcionado como verdaderos salvavidas para los autores que intentaban darles voz a los insatisfechos. En una entrevista que le realizó el escritor Lubrano Zas a Castelnuovo en 1968, le comentaba:

“-Lubrano Zas: ¿Y de nuestros escritores y de los grupos actuales con respecto a los precedentes? ¿Hubo alguna continuidad?

-Elías Castelnuovo: Yo pienso que la continuidad adquirió nuevas formas sin modificar el fondo, partiendo de la base de los grupos más importantes existentes en mi época: Boedo y Forja, entre los cuales, Raúl Scalabrini Ortiz, el gran olvidado, fue el eslabón de enlace. De allí arrancó la levadura. Existe ahora una intelectualidad esclarecida, pujante, valiente, que procura reencontrarse con la Argentina que busca a través de la nacionalidad, la emancipación de la Nación, y a través de la Nación la unión de todos los pueblos de Latinoamérica. Gente que está revisando la historia nuestra para rescatar y transformar nuestra historia.”[xxxii]

Leopoldo Marechal también habló sobre la importancia de estos espacios colectivos, dice: “Yo creo en los ángeles custodios. Los jóvenes intelectuales que asistían a los Cursos de Cultura Católica, expresaban desde años antes, su vocación por lo político, y constituyeron el primer baluarte del nacionalismo inteligente y lleno de propósitos.”[xxxiii] 

Durante todos esos años Marechal alternó trabajos como bibliotecario y docente, viajó a Europa y publicó obras de teatro y libros de poemas hasta que la Revolución de 1943, como él dice: “Me llamó a la acción […] medí la intensidad revolucionaria de la obra que el entonces Coronel Perón estaba realizando en las clases populares, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Algo se cocinaba en la olla hirviente de lo posible que es y debe ser un ‘país real’”.[xxxiv]     

Durante los gobiernos democráticos de Juan Domingo Perón ocupó cargos en el Ministerio de Educación; luego del violento golpe cívico y militar de 1955, renuncia a todos ellos. Su hija, Maria de los Ángeles Marechal, señaló que “Leopoldo comenzó a sentir el gran vacío que se producía en torno a él, amigos que le negaron el saludo en la calle, se le cerraron las puertas de la literatura en una especie de muerte civil”. En esta época fue que Marechal se autodefinió como el “poeta depuesto”.[xxxv]


[i]Varios estudiosos demuestran con sólidos trabajos los alcances de esta crisis desde distintas dimensiones y temas, a nivel social: DE SANTILLAN, DIEGO ABAD, F.O.R.A. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en Argentina, Buenos Aires, Ediciones Nervio, 1933; GALASSO, NORBERTO y FERRARESI, ALFREDO, Historia de los trabajadores argentinos (1857-2018), Buenos Aires, Colihue, 2018; a nivel cultural: JAURETCHE, ARTURO, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, Buenos Aires, Ediciones Trafac, 1957; RAMOS, JORGE ABELARDO, Crisis y resurrección de la literatura Argentina, Buenos Aires, Coyocán, 1961; a nivel político: DOLL, RAMON, Acerca de una política Nacional, Buenos Aires, Difusión, 1934; ABELARDO, RAMOS, Revolución y contrarrevolución en Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra, 1957; HALPERIN DONGHI, TULIO, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003.               

[ii]GALASSO, NORBERTO y FERRARESI, ALFREDO, Historia de los trabajadores argentinos (1857-2018), Buenos Aires, Colihue, 2018.

[iii]Fue una organización civil–paramilitar integrada por sectores sociales medios y altos, que participó activamente en la represión de los movimientos, reclamos y demás expresiones culturales de trabajadores y trabajadoras durante las primeras décadas del siglo XX. Bajo el contexto de la Gran Guerra, con el país atravesando una grave crisis económica que afectaba principalmente a los trabajadores, se multiplicaron los despidos y la baja de los salarios, incrementando la miseria y los reclamos. Si bien estos grupos ya habían actuado “apoyando” a las fuerzas policiales en diferentes conflictos con los trabajadores, el desenlace de la Revolución Rusa de 1917 generó un estado de pánico entre los sectores dominantes, que veían en cualquier reclamo obrero justo, una muestra de subversión marxista. En ese contexto, representantes de distintas organizaciones, miembros destacados de la elite social, representantes de clubes y asociaciones (miembros del Jockey Club, de las Sociedades Rurales, Asociación de Damas Patricias, representantes de la Iglesia y de la Fuerzas Armadas), el 19 de enero de 1919 se reunieron en el Centro Naval para fundar la Liga Patriótica.

[iv]Quien estudia, custodia, compila y revisa su obra es una de sus hijas, María de los Ángeles Marechal. En una de las entrevistas que le han hecho sobre la historia de su padre ha comentado que la figuración de poeta argentino, muy argentino, es la que más le gustaba a Leopoldo Marechal. Afirma María de los Ángeles Marechal: “Fue un argentino, muy argentino, que fue bibliotecario, maestro, periodista, un hombre que fundamentalmente al escribir quiso universalizar las esencias argentinas. Él siempre se consideró poeta, le faltaba la tarjetita que dijera: Leopoldo Marechal Poeta.” En Televisión Pública, Vivo en Argentina. Recordando a Leopoldo Marechal, 26-06-13 en: https://www.youtube.com/watch?v=1egXBuXbgTo&ab_channel=Televisi%C3%B3nP%C3%BAblica 

[v]MARECHAL, LEOPOLDO, El banquete de Severo Arcángelo, Buenos Aires, Planeta, 2001, pp. 45-47. Los epítetos aplicados a Severo Arcángelo por sus empleados, bien podrían haber sido suscriptos por los trabajadores de Vasena: “El Viejo Criminal de los Altos Hornos”; “El Vulcano en Pantuflas”; “El Innoble Metalúrgico”; “El Impuro Quemador de Hombres”; “El Metalúrgico Sin Ley”; “El Viejo Explotador de Hombres”. Que la figura de Arcángelo esté inspirada en la del empresario Vasena surge de varios fragmentos, como por ejemplo: “Severo Arcángelo es un asesino vulgar y silvestre, le dije a la Enviada. Sus fundidores, hace diez años, hicieron una huelga; y él admitió que la policía los ametrallara. Yo hice la crónica: en total cuatro muertos… Yo asistí al entierro de los fundidores, insistí: cuatro ataúdes que avanzaban calle arriba llevados en hombros de los compañeros. Era un fuerte mediodía de verano: tras un velatorio de cuarenta horas en la sede gremial, los cadáveres empezaron a oler y las moscas giraban en torno de los ataúdes levantados.” 

[vi]GALASSO, NORBERTO (Coordinador), Los malditos. Hombres y mujeres excluidos por la historia, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2005-2008 [Varios volúmenes).  

[vii]BARLETTA, LEÓNIDAS, Historias de perros, Buenos Aires, Losada, 1950. 

[viii]YUNQUE, ÁLVARO, Alem. El hombre de la multitud, Buenos Aires, Claridad, 1945.

[ix]CASTELNUOVO, ELÍAS, Malditos, Buenos Aires, Claridad, 1924. 

[x]CASTELNUOVO, ELÍAS, La marcha del hambre, Buenos Aires, Victoria, 1930. 

[xi]CASTELNUOVO, ELÍAS, Larvas, Buenos Aires, Claridad, 1931.  

[xii]ARLT, ROBERTO, El juguete rabioso,  Buenos Aires, Editorial Latina, 1926; Los siete locos, Buenos Aires, Editorial Latina, 1929; Los lanzallamas, Buenos Aires, Claridad, 1931.  

[xiii]TERÁN, OSCAR, Historia de las ideas Argentinas. Diez lecciones iniciales, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. 

[xiv]ALTAMIRANO, CARLOS y SARLO, BEATRIZ, Ensayos argentinos, Buenos Aires, Ariel, 1997.

[xv]SARLO, BEATRIZ, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920-1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.

[xvi]VIÑAS, DAVID, Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1964. 

[xvii]PRISLEI, LETICIA, Los orígenes del fascismo argentino, Buenos Aires, Edhasa, 2008.

[xviii]HALPERIN DONGHI, TULIO, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideología entre 1930-1945, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2013.

[xix]Torre de marfil desde donde muchos de ellos proponen una revolución, pero con la sangre de sus becarios.

[xx]MELE, MARCOS, “Ramón Doll. El desencuentro entre los intelectuales y su pueblo” en: Revista Viento Sur, Universidad Nacional de Lanús, Remedios de Escalada, nº 17, marzo 2018.

[xxi]DI VINCENZO, FACUNDO, “Introducción a la idea de Patria y Nación en Manuel Ugarte”, en: Revista Movimiento, Editorial Arkhos, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Número 11, abril 2019.  

[xxii]DI VINCENZO, FACUNDO, “Elías Castelnuovo. De Boedo a la Revolución Rusa”, en: Revista Viento Sur, Universidad Nacional de Lanús, Remedios de Escalada, nº 16, Octubre 2017.

[xxiii]UGARTE, MANUEL, La Patria Grande [1924], Buenos Aires, Coyoacán [2da edición], 1962, p. 42. 

[xxiv]SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, “La Gaceta de Buenos Aires”, Buenos Aires, 4 de agosto y 3 de noviembre, tomado de PEREYRA, SUSANA, En tiempos de la república agropecuaria (1930-1943), Buenos Aires, Biblioteca Política Argentina – Centro Editor de América Latina, 1983, p. 15.

[xxv]MARECHAL, LEOPOLDO, Megafón o la guerra [1970], Buenos Aires, Sudamericana, 1988, pp. 156-157.

[xxvi]Imprescindible para revisar la agrupación F.O.R.J.A es el trabajo de Juan Godoy: La Forja de una Nacionalismo Popular. La construcción de una posición nacional en la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, Buenos Aires, Punto de Encuentro, 2015.

[xxvii]MARECHAL, LEOPOLDO, Palabras con Leopoldo Marechal. Reportaje y antología, op., cit., p. 30. 

[xxviii]Ibídem, p. 21.

[xxix]Ibídem, p. 27.

[xxx]PRIETO, ADOLFO (Editor), El Periódico Martín Fierro [selección], Buenos Aires,  Galerna, 1968.

[xxxi]MARECHAL, LEOPOLDO, Megafón o la guerra [1970], op., cit., p. 149.  

[xxxii]CASTELNUOVO, ELÍAS – LUBRANO ZAS, Palabras con Elías Castelnuovo. Reportaje y antología, Buenos Aires, Carlos Pérez Editor, 1969, pp. 27-28. 

[xxxiii]Ibídem, p. 44.

[xxxiv]Ibídem, p. 45.

[xxxv]“Leopoldo Marechal Poeta.”, en Televisión Pública, Vivo en Argentina. Recordando a Leopoldo Marechal, 26-06-13 en: https://www.youtube.com/watch?v=1egXBuXbgTo&ab_channel=Televisi%C3%B3nP%C3%BAblica  

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