Patricio Di Stábile, bailarín clásico, tiene 21 años recién cumplidos, vive en Lanús Este -muy cerca de la cancha- y, como muchos otros artistas de todas las edades, tuvo que posponer proyectos, aprendizajes y presentaciones cuando el mundo pareció detenerse en marzo de este año. Patricio es inquieto y creativo; y estaba, justamente, decidido a emprender en este 2020 una búsqueda más profunda en el campo de la coreografía. “Pero no tenía ganas de que la cuarentena y la pandemia me impidieran seguir con este crecimiento -dice- así que empecé a buscar alguna forma de poder cubrir esta necesidad de coreografiar”.
¿Así nació la idea de “Aislamiento social”?
Sí, en mitad de la cuarentena acá en la Argentina, en el mes de agosto. Empezaron a surgir ideas y por suerte conocí a la gente que forma parte de “Aislamiento social”, proyecto que al principio iba a ser un cortometraje de 15 minutos. La primera a la que llamé fue a Estela Cristiani que es la directora de algunas series como Go que está en netflix, Aliados, el Margina. Me había propuesto trabajar juntos en un proyecto que esperamos que salga: empezamos a tejer una amistad, ella me empezó a entrenar en actuación frente a cámara, así que ya tenía el vínculo para proponerle esto. Me daba vergüenza porque no tenía plata, ni siquiera el elenco confirmado. Pero le conté la idea, que pensaba convocar a estos cuatro chicos y me dijo “bueno, vamos por esto”. Después los cuatro me dijeron que sí. Cuando algo tiene que ser, es.
Los cuatro bailarines y bailarinas son jóvenes, argentinos y argentinas, y están trabajando en diferentes países. ¿Quiénes son?
Lucas Erni, audicionista del Ballet de San Francisco; Lucía Ríos, bailarina de la Opera de París; Luciano Perotto, bailarín solista del ballet de Monterrey, y Paloma Ramírez, la más chica de todos, del Instituto del Colón. Tenía el sí de todos ellos y también el de la directora, Estela, y necesitaba la música así que hablé con Luke Villemur, un productor musical de 24 años alucinante y súper creativo, que tiene conocimientos de música clásica. La coreografía y la dirección son mías, pero tuve la suerte de trabajar con artistas súper humildes que me dejaron investigar con ellos. Este es un trabajo de colaboración colectiva, bailarines y bailarinas se grabaron ellos mismos, usaron su vestuario, pusieron su tiempo, y aparte de eso se fueron copando con el proyecto de una manera que me tiene más que emocionado y orgulloso. Se armó un equipo en el cual todos tiramos para el mismo lado.
¿Cuál es la idea que sustenta esta obra?
Documentar artísticamente, en el lenguaje de la danza, las emociones transcurridas por estos bailarines en pandemia. Luego de avanzar en el proyecto nos pareció que también era bueno documentar el backstage, así que se empezó a alargar con una parte documental que va desde entrevistas a los chicos a momentos de ensayo; se nos ve hablando, debatiendo, se ve cómo fuimos armando el proceso creativo. Al principio iba a ser un corto con tres números y se terminó armando una obra completa con variaciones y pas de deux con bailarines increíbles: Lucas, por ejemplo, está de novio con una bailarina brasilera del ballet de San Francisco entonces les armé un pas de deux muy romántico y muy hermoso; Luciano está de novio con una primera bailarina de la compañía que también se sumó. Por ahora la duración es de 50 minutos: 20 minutos son bailados y el resto es la película.
¿Contaron con algún apoyo económico?
No, pero en esta instancia nos vendría muy bien un reconocimiento estatal o privado para poder terminar con la edición de la película. La hicimos como proyecto independiente, está todo filmado, terminado y editado pero “muy caseramente”, y sería muy bueno poder editarla bien, de manera profesional. Y después sí, transmitirla por algún canal público o por alguna plataforma.
Ninguno de nosotros hizo esto por plata: lo hicimos para mantener la cultura que nosotros creemos viva, el arte, la danza, como también traer un arte antiguo a este siglo tan nuevo, tan moderno. Es un siglo que tiene recién 20 años y han pasado muchas cosas, y me pareció súper interesante fusionar todo eso.
“Hoy quiero empezar a coreografiar porque es un deseo que siempre tuve, porque me gusta darle espacio a mi creatividad con el lenguaje que conozco que es el de la danza, y también porque tuve un par de lesiones bastante fuertes para la edad que tengo: he salido muy bien de todas pero la imposibilidad de bailar me hizo querer bailar a través del cuerpo de otres. Es ahí cuando empecé a darle lugar a mi creatividad coreográfica”.
“Aislamiento social quiere plasmar las emociones de los bailarines en pandemia, pero como coreógrafo me centré también en las emociones que yo fui navegando. En mi principio de pandemia me enteré de que fallecía mi maestro a quien yo siempre quise volver a ver, entonces Aislamiento social es un claro homenaje a Willy Burmann. Nunca voy a poder homenajear lo grandioso que él fue, pero desde mi humilde lugar esta obra es para él”.
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