En la mañana del 5 de febrero de 2014, siete dotaciones de bomberos acudieron a la calle Azara 1225 del barrio de Barracas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El galpón de la firma Iron Mountain, que resguardaba los archivos contables y financieros de grandes empresas, bancos y corporaciones, estaba ardiendo en llamas. Durante los primeros minutos del operativo se desencadenó un derrumbe fatal que causó la muerte de 7 bomberos y 2 rescatistas de Defensa Civil; otro bombero herido falleció días más tarde, en el hospital; 2 bomberos sobrevivientes se suicidaron dos años después. El primer tiempo, tanto la opinión pública como los familiares de las víctimas creyeron que se había tratado de una tragedia accidental, uno de los tantos siniestros a los que bomberos, bomberas y rescatistas se ven expuestos día tras día. Pero en 2015, los peritos de la Policía Federal informaron y probaron ante la justicia que el incendio había sido intencional.
Durante 68 minutos “En cumplimiento del deber” no solo recorre el día del trágico incendio y los testimonios de los familiares de las víctimas, sino que va mucho más allá: hurga en la historia y el presente de Iron Mountain —previamente otros depósitos de la firma se habían incendiado en Estados Unidos, Inglaterra e Italia—, en el lavado de dinero que podrían haber atestiguado los documentos en papel guardados en el galpón de Barracas, y en los vaivenes de una causa sobre la que aún no se ha hecho justicia.
Sobre la gestación y recepción de esta coproducción del INCAA y la Universidad Nacional de Quilmes hablamos con Jorge Gaggero, su director.
¿Cómo surgió la idea de hacer esta película?
Años después del incendio, con la aparición de los Panama Papers, se me acercó Renato Miari —el productor, con quien ya habíamos trabajado juntos— y me propuso hacer algo con este tema. Por otro lado mi padre es economista, muy comprometido con estas cuestiones: él se dedicó a la parte tributaria y también a investigar y denunciar el lavado de dinero y los paraísos fiscales como un fenómeno actual. El incendio me había quedado grabado, me acuerdo del momento, de haber prendido la TV y encontrarme con la transmisión en vivo; también del colapso de esa pared. Me parecía un tema interesante pero muy árido desde lo técnico, y al mismo tiempo recordaba el incendio como un hecho muy dramático, y sentía que se podía contar. Renato puso a disposición un equipo de investigación compuesto por Ari Lijalad, Pablo Waisberg y Juan Valdés, y con ellos hicimos un trabajo bastante meticuloso de recopilación de todo lo que se sabía y todo lo que se había publicado, y también empezamos a contactar a los familiares de las víctimas y a periodistas especializados. Ahí empezó a surgir el documental.
¿Cuánto tiempo demandó la investigación?
Unos seis meses. Se hizo como una Biblia: un libro con artículos, la historia de Iron Mountain, un montón de hechos y situaciones. Ese fue nuestro primer documento para después organizar la forma de narrar y el guión. Pablo Waisberg empezó a hacer la preentrevistas con los familiares de las víctimas, y ahí empezó a crecer también esa línea narrativa de seguir las experiencias de ellos, quienes en un principio pensaron que había sido una fatalidad y después, con el correr de las investigaciones, fueron dándose cuenta de que había sido un hecho intencional. Para mí esa línea narrativa fue una revelación del costado humano, incluyendo cómo se habían comportado las empresas aseguradoras, algo desgarrador que se expone en el documental. Hay muchas aristas en la película, también el costado más técnico de la habilitación del predio, y de indicios como que esos papeles de habilitación se habían perdido y no habían sido recompuestos, que mostraban que esto era un manejo casi mafioso de esconder pruebas con las que se podía juzgar a los responsables. El predio no contaba con normas de seguridad, y estaba habilitado fraudulentamente en el sentido de que no era una empresa tecnológica: era un simple depósito que resguardaba papeles e información sin ningún agregado de tecnología, y por ende no habilitado según las reglas del distrito tecnológico donde se encontraba.
Llama la atención el equilibrio del documental: es muy conmovedor desde lo humano y al mismo tiempo es fuertemente informativo, sin que se pierda ninguna de las líneas.
Con Carlos Castro como guionista y también productor hicimos un trabajo en equipo, para ir encontrando ese equilibrio entre la información y el relato humano. Uno de los grandes desafíos era que contábamos con muchísima información, pero nos preguntamos hasta qué punto ese volumen no podía convertirse en algo que para mucho público podía ser excesivo, entonces hubo un ejercicio de contar algo de tal forma que fuera entendible para una gran audiencia. Realmente los procesos son complicados y tienen muchos vericuetos estas empresas que lavan el dinero: son cosas técnicas, ardides que tienen que ver con cuestiones contables, con transferencias encadenadas, con sistemas globales que a veces son difíciles de vislumbrar. El documental intenta poder entender ciertas mecánicas y por qué podía haber sido incendiado el depósito, y también el contexto global donde muchas de las empresas investigadas habían sido multadas en otros países. Lo interesante de la historia es que también se desplegaba en otras partes: hubo incendios en galpones de la empresa en otros países del mundo; acá, lamentablemente, cobró víctimas directas.
¿En qué estado está la causa en este momento?
Se pretende que este año se eleve a juicio oral. En el transcurso de estos años fue avanzando muy lentamente. Algunas cosas se lograron. Como contamos en el documental, en un primer momento les hicieron firmar a los familiares que quedaban fuera de la querella. Esto se pudo rever para que pasen a ser querellantes. Tenemos fe en que vaya avanzando: el abogado de la causa nos dijo que, para que la causa avance, piensa que ayuda que se sepa la historia, que siga presente.
La primera proyección se hizo el año pasado en el aniversario del incendio, frente al galpón de Barracas. ¿Cómo fue la experiencia?
Para todos los que trabajamos en la película fue una experiencia tremenda, algo muy conmovedor. Se llenó toda la cuadra frente al predio, vinieron los familiares, dotaciones de bomberos, lo presentó Cecilia Roth —narradora de la película—, y vino la gente del barrio con sus sillas. Nunca me pasó en los estrenos que viví, esa intensidad de sentir que nos juntábamos todos después de toda esa lucha de tantos años. Mucha gente del barrio no tenía la dimensión de lo que había sucedido aquel 5 de febrero.
¿La película estuvo en festivales?
Hasta ahora fuimos al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, donde fue muy bien recibida. Fue una experiencia muy hermosa y también reveladora. Vinieron bomberos de allí y hubo como una hermandad: los cuerpos de bomberos tienen eso a lo largo del mundo: son muy unidos y se apoyan, y esta tragedia es muy conocida mundialmente.
“En cumplimiento del deber” me parece un documento imprescindible…
Fue muy hecho a pulmón, en seis, siete años, incluso durante la pandemia. Hubo tiempo de madurarlo y de ir haciéndole ajustes, y quizás gracias a eso tiene ese equilibrio. También fue un ejercicio de paciencia: se terminó cuando se tenía que terminar. Siempre teníamos como meta los cincos de febrero, nos juntábamos en esas fechas para ver los avances, y naturalmente se dio que en esa fecha hicimos la primera proyección y también llegamos a las salas. Me imagino que seguiremos reuniéndonos en esa fecha para ver cómo sigue la causa, cómo están los familiares, en qué podemos ayudarlos. Realmente el tema nos movilizó desde el primer momento, y eso nos mantuvo ahí para hacerlo. Cecilia Roth nos decía “gracias porque la verdad es un hecho muy fuerte, muy dramático, muy triste, pero también uno siente que tiene que estar ahí, y siente que puso un grano de arena para que se cuente una historia que tiene que ser contada”. Siempre está bueno sentir que uno hizo lo posible para que esta historia se vea, para que se sientan bien los familiares, que se sientan contenidos. Humanamente para todos fue una experiencia enorme confrontarnos con eso, y estamos agradecidos a los familiares por abrir su intimidad, por contar el dolor. Es muy fuerte y también esperanzador ver su lucha, cómo siguen buscando justicia a pesar de todo y cómo hoy están ahí.
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