El 20 de junio es feriado nacional con motivo de habérselo instituido como Día de la Bandera argentina, en conmemoración del fallecimiento de Manuel Belgrano ocurrida ese día de 1820. Dos hechos relacionados en forma intrínseca respecto de un mismo proceso, el de las luchas por la emancipación nacional y sudamericana de principios del S. XIX.

Belgrano estaba en Rosario, tras las derrotas de San Nicolás y Huaqui en el Alto Perú. En Crónica Histórica Argentina, a cargo de A.J. Pérez Amuchástegui, se cuenta que “al inaugurar el 27 de febrero de 1812 la batería Independencia, emplazada en una isla distante poco más de 1000 metros de la villa del Rosario, mandó formar la tropa y después de arengarla, ordenó izar el nuevo estandarte en la batería Libertad, sobre la barranca frente al río Paraná, mientas una salva atronaba el espacio” (p.340).

En la comunicación al Triunvirato, Belgrano explicó que “siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola la mandé hacer blanco y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E”. Pero esta no lo hizo, aunque Belgrano ya había partido hacia Jujuy, donde la izó nuevamente con motivo del segundo aniversario de la revolución de Mayo. La insignia patriótica sustituyó al estandarte real en el Cabildo local, ante una tropa entusiasta.

Manuel Belgrano falleció el 20 de junio de 1820 en Buenos Aires, enfermo, aislado y sumido en la pobreza, mientras San Martín y Güemes se encargaban lejos de la guerra de liberación. El destino de esas banderas, presumiblemente, son las halladas en las cercanías de Macha, Bolivia. Una tiene la franja central celeste, y la otra, blanca.

La primera vez que la bandera se izó en Buenos Aires fue el 23 de agosto de 1812, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, ubicada en un sitio adyacente al actual Obelisco y derrumbada para el trazado de la Avenida 9 de Julio, cuando ese era el límite oeste de la aldeana urbe. La enseña recién se enarboló en el mástil del Fuerte en 1815, hasta cuando había flameado la española. Tras la declaración de independencia, la bandera azul-celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso el 20 de julio de 1816. El 25 de febrero de 1818 se le agregaría el sol.

Belgrano diría que lo inspiró la necesidad de que las provincias se cuenten “como una de las naciones del globo”, aunque, ante la prohibición del Triunvirato, la reservaría “hasta el día de la gran victoria”. Su ideario era perseguido en Buenos Aires por el bando rivadaviano, el cual le había reprobado la creación de una insignia cuya motivación no había sido solo la de estimular a la tropa, sino la de fortalecer una revolución para la que el triunviro no tenía convicción.

La bandera argentina nació como parte de las luchas emancipadoras y la guerra contra los realistas protagonizadas, en el territorio del anterior Virreinato del Río de la Plata, de límites difusos y en disputa, por Belgrano, junto a San Martín y Güemes entre otros. Así fue con la de nuestro país, al igual que la bandera de Estados Unidos lo hizo durante la guerra de independencia contra Gran Bretaña, en la cual las barras representan las trece colonias iniciales, y la de Francia al fragor de la revolución de 1789. El objeto, la bandera, se confunde y adquiere sentido junto a la acción misma de enarbolar, en un mismo suceso, el de la voluntad colectiva de emancipación nacional de un pueblo en alza, frente a las potencias imperialistas europeas de la época. La bandera pasa a ser, desde entonces, un símbolo de libertad nacional.

La palabra “efemérides” es definida como un acontecimiento que se recuerda en cualquiera de sus aniversarios. La del Día de la Bandera tiene que serla no solo respecto a un evento específico, sino como relativa a la totalidad del acontecimiento de la lucha por la emancipación nacional y sudamericana. Esta efemérides, pese a haber sido decretada en 1938 por un presidente probritánico como Roberto Ortiz, nos convoca a traer al presente ese proyecto igualitario y continental.

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