En más de 1100 localidades de todo el país, las bibliotecas populares estrechan lazos con las comunidades para garantizar los derechos a la lectura, al conocimiento, a la educación y a la información. Pero además trabajan en su mayoría de manera voluntaria para que la inclusión, el desarrollo y la construcción de la ciudadanía no se queden en un simple anhelo teórico.
En medio de la pandemia, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) celebró sus primeros 150 años de vida. Su directora, María del Carmen Bianchi, dialogó con Viento Sur acerca de los 11 millones de usuarios que cada día se acercan a estas entidades, que se han reconvertido ante las distintas adversidades y contextos que sucedieron en el país.
¿Cómo se explica la vigencia de las bibliotecas a lo largo de todas estas décadas?
En las bibliotecas ha sobrevivido esa forma de vocación y de organización que se dio en nuestro país. Son un fenómeno que tienen que ver con el proceso de conformación de las Organizaciones Libres del Pueblo que incluían a los clubes barriales, las sociedades de fomentos, los sindicatos, etc. Ahora se cambió un poco esa idea y se cree que la organización es solo para los sectores populares, que se unen en torno a una demanda y esperan la llegada del Estado. Pero no es así, en las bibliotecas está la iniciativa cultural, se involucran en la idiosincrasia de sus comunidades y la transforman. Muchos contextos les han jugado en contra por falta de protección o por una protección parcial, por persecuciones como en las dictaduras, o como en el gobierno anterior donde había un especial desagrado por las bibliotecas. Y se mantuvieron porque siempre conservaron esa vocación de servicio.
¿Qué rol juega la Conabip?
El tema de contar con un organismo del Estado como protección es muy importante en su enraizamiento y para ayudar a esos conjuntos de voluntarios que se unen y cuentan con fondos, además de los que puedan conseguir con el impulso de talleres o aportes de algunos municipios y provincias.
¿Cómo se maneja la conectividad en las distintas regiones?
Hay zonas de la Argentina en las que el acceso a Internet es complejo porque no llega del todo. Hasta el día de hoy se hace un gran esfuerzo para que las bibliotecas tengan conectividad y la puedan ofrecer a sus usuarios. Tenemos un programa especial para pagar los costos de Internet, que se han ido convirtiendo en una carga para los presupuestos. En todos los lugares donde haya prestadores del servicio hay conexión. No tenemos datos específicos por cuestiones de la pandemia sobre las que están más alejadas, pero sí hemos relanzado el programa de conectividad.
¿Cómo se adaptaron frente a la pandemia?
Reconvirtieron parte de sus actividades e incorporaron otras como la elaboración de barbijos para centros de salud, bomberos o recolectores de basura; ayuda por WhatsApp a los chicos para que puedan hacer las tareas; seguimiento para que la escolaridad no se degrade. También guiaron a los vecinos en el trámite del IFE y a las empresas para los subsidios. Muchas ofrecieron los servicios de Internet a las personas, porque hay lugares donde solo las escuelas tienen conexión. Al estar cerradas, las bibliotecas dejaron el wifi abierto día y noche. Creo que en los avatares históricos y las situaciones críticas de la Argentina, las bibliotecas se han adecuado a las necesidades y tienen la capacidad de hacerlo.
¿Cómo se divisa el futuro de las bibliotecas, en un contexto que tiende a la digitalización?
Me parece que no se puede generalizar. La Argentina no es la ciudad de Buenos Aires, el Conurbano o las grandes ciudades. Tenemos poblaciones con distintas características, culturas y manifestaciones. Así como el acceso a la lectura requiere de una orientación, la búsqueda en Internet también. Es mentira que se puede buscar en Internet la información con la precisión que se requiere. Google te da su idea. Entonces del mismo modo, las bibliotecas llevan esta orientación y enseñan a buscar, a leer, a interpretar que son actividades tan importantes como los libros. Impulsan la lectura en otros dispositivos y plataformas, con bibliotecas virtuales. Creo que hoy se lee y se escribe más que nunca, mandamos mensajes, etc. Pero hay una tendencia a la cultura zocalera o del título y eso no nos hace bien, porque nos desinforma. Tenemos que impulsar un análisis de los contenidos para que podamos acceder a la información y no a la editorialización o la previa interpretación y de ahí formar su propio criterio. El esfuerzo colectivo es en pos de la libertad de los individuos y para una participación responsable de los ciudadanos hace falta aprender a leer el alfabeto, el contexto, las experiencias, y eso se mantiene en la mayoría de las bibliotecas.
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