Sus obras pueden disfrutarse en distintas salas teatrales de la Ciudad de Buenos Aires y también en los escenarios más distinguidos de Europa y América Latina. El público lo ovaciona cada vez que se hace presente sobre las tablas. Su labor como actor y director es reconocida no solo por sus propios pares, sino también por especialistas del mundo audiovisual, en el que también ha incursionado.

No obstante, un lluvioso domingo se lo encuentra en el Teatro Ensamble de Banfield, barrio ubicado a 15 kilómetros del Obelisco porteño, donde el famoso escritor Julio Cortázar vivió su niñez. Ese espacio cultural fue el elegido para montar el Festival de Teatro Internacional que lleva su nombre. “César Brie no es nadie. Soy yo que trabajo y como estoy viejo me nombran un poco más”, asegura el dramaturgo argentino radicado en Italia.

 

-¿Por qué la sede del Festival es en una sala teatral independiente y alejada de la metrópoli?

-Todas mis obras las hago en Banfield antes que en Buenos Aires. Es mi casa, me la prestan cuando vengo para actuar. Además, me gusta mucho estar en la periferia. Me pasa cuando voy al interior del país, donde hay un gran teatro, con mucha gente viva, talentosa, que ama lo que hace. Culturalmente, Buenos Aires es maravillosa y hay de todo. Lo único que falta son recursos.

 

-En 2016 decidió cerrar la programación del Festival con “¿Te duele?”, una obra que aborda la violencia doméstica y que, lamentablemente, no pierde vigencia.

-No, es verdad. La primera versión la monté en Bolivia. Dos compañeros actores la hicieron porque sentían muy presente el tema, vivían en el pueblo, y escuchaban los alaridos y las peleas de muchas familias. Entonces empezamos una investigación, buscamos datos, trabajamos con un grupo de mujeres de Sucre, que se encargaban del maltrato, del abandono de niños, de la violencia. Con ellas habíamos hecho una especie de radionovela tocando estas temáticas, que estaban vinculadas al abuso hacia las mujeres tanto físico como sexual, laboral, institucional. Mis colegas trajeron un montón de imágenes y yo armé un texto para ordenarlas. Se me ocurrió la idea de un ring de box, que era lo que englobaba a todo aquello que permite que estas situaciones existan. Y así salió. La presenté en Italia, donde las estadísticas indican que en estos casos no hay muchas diferencias con América Latina, pero lo que ocurre es que son menos visibles.

 

-¿Cree que el teatro pueda ayudar a visibilizar las problemáticas de la sociedad?

-Esta obra puede hacerlo. No es ideológica y hay un punto de vista que está por encima de las partes y que expone las cosas de manera cruda, tal como son. Creo que el que ha vivenciado violencia puede verse reflejado en el maltrato y, en ese sentido, la obra sirve. El teatro no transforma al mundo, pero por lo menos lo ve, lo denuncia, lo muestra, lo piensa y lo reelabora. La realidad hay que cambiarla, cambiándola. El teatro puede modificar el imaginario sobre una situación en la medida en que se vuelva transparente. Y ese es nuestro rol.

 

-En “¿Te duele?”, además de compartir protagónico con Vera Dalla Pasqua, es el director de la obra. ¿Cómo vive esa dualidad?

-Me encanta ser actor y director. Hay una dirección que hacés desde adentro y después tenés que verlo. Y cuando lo ves, lo tenés que sentir. Entonces, me ayuda mucho para colocarlo en el punto exacto.

 

-Durante 2016 se presentó en varias salas porteñas. ¿Es una forma de ir volviendo lentamente al país?

-Ando un poco nómade en los últimos años, tratando nuevamente de crearme un lugar en el mundo. No dejo de ser inmigrante. Ya no tengo un país y no lo voy a tener nunca. Tal vez lo que quiero es volver aquí, a ciertas cosas. Mi proyecto es radicarme en la provincia de Buenos Aires, tener una escuela de formación de jóvenes, escribir obras que ronden por el mundo, y seguir actuando. Me faltan recursos, así que voy a tener que estar cerca de la Ciudad para poder trabajar. También, adoro ir al interior. A pesar de haber nacido en Buenos Aires, soy un federalista convencido y creo que hay una deuda histórica con las provincias. De todas formas, cuando venís de visita sos un huésped y cuando te quedás sos una competencia.

 

-¿Y cómo ve a la Argentina hoy?

-Este gobierno es un desastre, es indignante. Estoy horrorizado, porque en tres años va a haber un nuevo caos social. No soy kirchnerista, pero esto es una catástrofe. Además, hay una campaña de destruir en toda Sudamérica aquello que fue popular, por eso defiendo lo que todavía queda en pie, porque no se juega con las mismas armas. El Presidente se mueve como un amo, porque trabaja con los amos de aquí, que no son los argentinos sino las multinacionales, los oligarcas. Es un modelo de país que se decidió en otro país. Hay que oponerse.

 

-El compromiso político y social se evidencia no solo en sus obras sino también a nivel personal. Eso le costó tener que irse a Italia muy joven, mientras era parte del grupo teatral Comuna Baires. ¿Cómo vivió el exilio?

-Trabajando. Estudié y participé de la vida social y política italiana. Hacía algunos trabajos para lo que se llamaba la resistencia en Argentina, que denunciaba lo que ocurría en la dictadura. Pero para mí lo más importante fue volverme activo de la cultura del lugar donde residía. Fui parte del movimiento teatral de base social de los desocupados. El exilio no lo viví como alguien que se reunía a tomar mate y a llorar, sino como una actividad de aprendizaje y de lucha. Siempre digo que estuve mejor que los que se quedaron aquí. Uno no podía decir cómo se sentía, porque te quebrabas, pero eso se resolvía con llantos clandestinos dos veces por año, encerrado en un baño. Después uno entendía de donde venía toda esa nostalgia, el dolor, la separación.

 

-En Europa hizo una gran carrera, fue parte del Odin Theatre de Dinamarca, fundó el grupo Farfa. Pero a principios de los ’90 volvió a América Latina con un proyecto innovador que luego fue bautizado como “Teatro de los Andes”. ¿Por qué eligió Bolivia para impulsarlo?

-Recorrí distintas zonas rurales del norte argentino y encontré gente muy dividida. Pensé que si iba a estar de inmigrante convenía buscar un lugar con una cultura muy fuerte, tradicional. Y Bolivia me fascinó. Aparte era imposible hacer lo que yo pretendía, porque no había grupos de teatro independiente y personas que vivieran de la actuación. Entonces, quise hacerlo y el desafío funcionó. Bolivia es el país que más despierta tiene la cultura indígena, así que ahí aprendí antropología y otras formas de trabajar muy distintas a las europeas. El “Teatro de los Andes” estaba ligado a un modo muy corporal, volqué todo lo que había aprendido y le fui dando un estilo, priorizando mi propia visión y dejando de lado aquello que no me interesaba. Todos los esquemas que traía se cayeron. Conocí mucho del sacrificio de los actores de América del Sur y no hay nada que envidiarles a los europeos, es más, ellos deberían aprender de nosotros, porque somos mucho más valientes y profundos. El teatro de Europa, excepto algunas expresiones, es un espacio de confort, muy aburguesado, protesta muy livianamente, se enamora de modas, de sí mismo. El problema en Latinoamérica es que tenemos menos dinero y somos menos conocidos.

 

-Además, en Bolivia incursionó en el mundo audiovisual con dos documentales, «Humillados y ofendidos» (sobre la represión de campesinos en Sucre en 2008) y «Tahuamanu- Morir en Pando» (acerca de la masacre en Porvenir en 2008), que tuvieron mucha repercusión y que fueron una de las causas por las que se fue del país.

-Sí, generaron mucha antipatía en la clase dominante de Sucre, con amenazas y escraches. Y también en ciertos sectores, porque descubrí algunas mentiras del Gobierno. Después de eso me di cuenta de que no tenía mucho espacio y me fui. A pesar de todo, sigo defendiendo el proceso que inició (el presidente) Evo Morales. Nunca voy a llevar agua al camino del capitalismo. Los movimientos populares se arruinan por la corrupción interna. Entonces hay que ser transparentes. Y sé que Evo no es corrupto, pero hay mucha gente que sí lo es. Eso hay que descartarlo, como el autoritarismo de izquierda. Yo luché por el cambio y realmente Bolivia está mucho mejor ahora, que hace 20 años. Por ejemplo, casi no sintió la crisis económica y eso se logró gracias a este Gobierno, porque hay una mejor distribución.

 

-Hoy, su vida se divide entre la Argentina e Italia, donde reside su familia. ¿Cómo se ve a la distancia al viejo continente?

-Europa está yéndose a la guerra. Las clases dirigentes europeas son muy hipócritas, porque dicen una cosa y hacen otra, mienten sabiendo que mienten, esconden en paliativos un concepto de democracia que no es el que forjaron los padres de esas democracias. Y los nuevos hebreos van a ser los extranjeros, los inmigrantes, los que piden ayuda. Europa está pasando por un momento de extrema vergüenza.

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