No basta procurar que la educación no se emplee activamente como un instrumento para facilitar la explotación de una clase por otra. Deben ofrecerse facilidades escolares de tal amplitud y eficacia, que, de hecho y no simplemente de nombre, supriman los efectos de las desigualdades económicas y aseguren a todos los sectores de la nación una igualdad de condiciones para sus carreras futuras. El ideal puede parecer de ejecución remota, pero el ideal democrático de educación será una ilusión y hasta una farsa trágica a menos que el ideal domine cada vez más a nuestro sistema de educación pública.[1]

John Dewey

El problema educativo en la participación y para la participación debería considerar las posibilidades concretas de educabilidad de las y los trabajadores y en función de una caracterización de la conciencia que desarrollan y las posibilidades que su inserción en las relaciones sociales de producción les otorgan.

En la producción cooperativa, en la autogestión, el trabajador o trabajadora podrá hacer suya la intencionalidad de su producción, puesto que el objetivo de la misma es su propio beneficio y no el ajeno. De esta forma podrá recuperar o integrar su conciencia desdoblada.

Esta es una primera posibilidad de la conciencia, pero también se desarrolla la conciencia en la medida en que se participa democráticamente en las decisiones que lo atañen en la producción. Esta participación y su contraste con el dominio del conjunto de la sociedad en la cual no participa, en las leyes del mercado en las cuales debe competir, en el sistema social y político que le es ajeno, hacen posible el desarrollo de una conciencia superior.

La autogestión democrática en la producción posibilita pensar en el traslado de la autogestión a la sociedad en su conjunto. La cooperativa y la empresa autogestionada serían justamente la prefiguración real de una sociedad basada sobre una nueva concepción del mundo que es el solidarismo.

Es por eso que discutimos con aquellas concepciones que sostienen que las cooperativas en una sociedad capitalista necesariamente terminan adquiriendo todas sus características. Tampoco consideramos que haya llegado la época del “fin de las ideologías”, como sostienen algunos pensadores. Muy por el contrario, creemos en el efecto demostrativo de las empresas cooperativas y participativas frente a la ideología dominante sostenida, reproducida y creada para fomentar el individualismo, el consumismo y el eficientismo económico, descalificando la eficiencia de las empresas participativas en la elevación de la productividad social.

Aunque la educación no constituya una variable independiente y definitoria del desarrollo de la conciencia ni del desarrollo de las personas, consideramos relevante la incidencia de la práctica y la experiencia cotidiana participativa productiva en el desarrollo y la formación de la conciencia, así como la influencia de las escuelas, universidades, medios de comunicación masiva en el fomento y la construcción de una ideología participativa y solidaria.

En nuestras universidades, donde a menudo se propone una educación fragmentaria por especialidades que corresponden a la división técnica del trabajo, se deben integrar las distintas especialidades a una voluntad común: la del beneficio social de la producción o el bien común civil, al decir de Perón. Creemos que este objetivo debe estar presente en todas las universidades públicas porque sus egresados y egresadas estarán integrados posteriormente al quehacer nacional y a la producción social.

Las tareas de la educación en una organización participativa

La organización del trabajo determinará un modo de ser que a su vez condicionará las posibilidades de desarrollo de la conciencia. De las características de la gestión participativa, el o la educadora podrá observar las posibilidades de educatividad de los trabajadores miembros, de acuerdo con su inserción en las relaciones sociales de producción y la caracterización de su conciencia.

Es tarea fundamental para la educación, comprometida con la participación de los trabajadores mostrar en primera instancia la identidad de los objetivos perseguidos por la empresa y las y los trabajadores.

Esta primera tarea de la educación responde a los objetivos de la producción en la organización social para el trabajo participativo y consiste en última instancia en integrar la conciencia desdoblada del trabajador mostrándole que la empresa, cuya característica es ser una empresa de los trabajadores, le pertenece y, por lo tanto, es el producto de su trabajo también. Las cooperativas son las unidades básicas de la producción.

La segunda tarea de la educación de acuerdo con las características de la organización autogestionada que sostiene la igualdad democrática, será la de revalorizar el trabajo humano, ya que en las organizaciones autogestionarias se remunera el trabajo y no el capital. El trabajo cobra su real valor, se reconoce al trabajo como el único que crea riqueza; el capital se reconoce como trabajo social objetivado, que en la empresa capitalista es apropiado individualmente y utilizado para someter al asalariado; y en cambio, en la organización autogestionaria se puede utilizar para la humanización del trabajo a través de la tecnología o para mejorar el ingreso de los trabajadores o reducir su esfuerzo. Es tarea de la educación hacer resaltar que en la medida en que lo único que crea valor es el trabajo, todos los trabajadores y trabajadoras tienen los mismos derechos de acuerdo al trabajo y no al capital. En última instancia, crear conciencia de la igualdad de todas las personas.

La tercera característica de la organización social autogestionada -vinculada a la anterior- es la de ser una organización participativa. En una relación igualitaria, todos los trabajadores y trabajadoras deben participar en las decisiones que los atañen. La educación debe desarrollar en el trabajador una conciencia participativa. A su vez, la organización social tiene que contar con una definición concreta de los órganos de gobierno, de gestión y de los de equilibrio o control, sus atribuciones y su duración.

Otra de las características de la organización autogestionaria es la rotación en los mandatos, basada en la igualdad de las y los trabajadores. Esto evita no solo la burocratización de los cuadros directivos sino que de acuerdo con la ideología cooperativa y autogestionaria no debería existir escisión entre dirección y ejecución. A través de la educación se debe insistir en los beneficios de la organización participativa y la elección democrática de los distintos órganos así como en la rotación de los mandatos. Ello reforzará la conciencia solidaria de los trabajadores y trabajadoras sintiéndose permanentemente iguales y sabiendo la finitud de las atribuciones jerárquicas, así como también fomentará una persona consciente de sus múltiples posibilidades de participación en la dirección, en la decisión, o en la ejecución.

En la autogestión los excedentes pertenecen a las y los trabajadores y ellos deben decidir sobre el reparto de los mismos. La educación debe por lo tanto incentivar la elevación de la productividad mostrando que los excedentes generales les pertenecen a los mismos trabajadores o trabajadoras que deben tener el control de las decisiones sobre el reparto de los mismos.

Otra característica de la organización participativa imprescindible para la participación efectiva es el acceso a la información por parte de las y los trabajadores. Sin información no hay participación posible, por lo tanto la voluntad participativa debe ir indisolublemente unida a la exigencia de las y los trabajadores de estar permanentemente informados de la situación que atraviesa la empresa, problemas financieros, conflictos, etc., que les permitan efectivamente decidir.

En la organización igualitaria de las y los trabajadores donde los órganos de gobierno son electos democráticamente y donde la decisión final recae sobre la Asamblea General como poder máximo, el poder vinculado al carácter técnico de las funciones no debería existir, así como tampoco la escisión permanente que existe en la empresa capitalista entre quienes piensan y dirigen y entre quienes ejecutan. De esta forma la técnica no se visualiza como un poder ajeno y antagónico. Por el contrario, surgen las posibilidades de utilizar la técnica al servicio de la persona, humanizando los procesos de trabajo, reduciendo los esfuerzos, etc.

La educación debería crear conciencia de la necesidad de la autoformación y autoeducación en la empresa para posibilitar no solo el desarrollo personal de los trabajadores sino una participación idónea de los mismos. Dicha educación debería organizarse como actividad permanente dentro de la empresa a través de un comité o comisión encargada de programar las actividades educativas y culturales de las y los trabajadores.

Es evidente que la organización autogestionaria es una demostración de que los objetivos sociales (entendiendo por ello que los objetivos de la producción deben servir a las personas) no se contradicen con la eficiencia económica de la empresa en un mercado capitalista. La subsistencia misma de las cooperativas y las empresas autogestionadas o cogestionadas en dicho mercado es una demostraciónde que, bien administradas, logran desarrollarse y otorgar a sus trabajadores y trabajadoras un buen nivel de bienestar.

La educación debe hacer hincapié en el falso mito de la hipereficiencia capitalista para mostrar que sin el “código autoritario” surgido de la propiedad concentrada del capital y de los objetivos de la producción capitalista, y con una administración democrática e igualitaria, se puede producir eficientemente. Debe mostrar por lo tanto que eficiencia y participación no son contradictorias, que el código autoritario no es el único posible ni el mejor para un eficaz rendimiento. Por otra parte, así como la producción debe beneficiar a quienes la producen, la producción que tiene por destino a las personas debe abocarse fundamentalmente a producir bienes socialmente necesarios, y no fomentar o crear necesidades superfluas para una economía y una población que mayoritariamente no los necesita o no los puede consumir.

La organización social del trabajo debe ser eficiente para poder subsistir y desarrollarse en el mercado. Sin embargo, debe combinar la eficiencia económica con la social, es decir, tiene que plantearse como objetivo la elevación de la productividad y del beneficio económico pero sin contraponerse con el bienestar de quienes trabajan y la elevación de su beneficio personal.

Dicho objetivo de elevar la productividad no puede realizarse a expensas de una mayor explotación de los trabajadores si estos, dueños de sus decisiones, no deciden aumentar el esfuerzo colectivo para lograr determinadas metas. La educación debe insistir en la necesidad de la eficiencia, pero no a partir de la lógica del capital sino con el objetivo permanente de la humanización del trabajo.

Para Perón, “las cooperativas son unidades básicas justicialistas para la organización nacional de la producción, la industria y el comercio”. En la economía social de la doctrina peronista “son unidades de acción económica que realizan el acceso de los hombres que trabajan a la posesión total del instrumento y del fruto de su esfuerzo”.

La cooperativa busca eliminar el conflicto entre capital y trabajo, suprimir los intermediarios, poner al capital al servicio de las personas para que, de esta manera, los trabajadores puedan autogestionarse, ser dueños de sus decisiones y propender al bienestar de sus familias y de la comunidad.


[1] DEWEY, John (1982): Democracia y educación, Pcia.Bs.As., Losada.

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